12 de enero de 2022

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Protopías, ciencia ficción e hipersticiones

por David Alayón
Ilustrador Laura Wächter

La mayoría de las imágenes de futuro que nos rodean son distópicas, imágenes posapocalípticas de futuros no deseados. ¿Pueden imágenes positivas inspirarnos y movilizarnos? ¿Existe algo entre la utopía y la distopía? ¿Y qué rol juega la ciencia ficción en todo esto?

 

Fred Polak, sociólogo holandés, fue uno de los padres fundadores de los estudios de los futuros y quizá su contribución más conocida haya sido la de la imaginación o proyección de futuros alternativos. En su obra La imagen del futuro (1973), escrita en un contexto europeo de posguerra en el que era necesario generar imágenes positivas del futuro, sostenía que todas las sociedades contienen en su interior las imágenes sociales del futuro, así como los futuros compartidos o deseados, hacia dónde se va y hacia dónde debería o quiere ir esa sociedad, y qué marcos o escenarios son posibles.

Esto me recuerda a la famosa frase de William Gibson, el padre del cyberpunk: “El futuro ya está aquí, solo que no está distribuido equitativamente”.

Estas imágenes de futuro son clave para alinear y empujar a una sociedad hacia uno de los futuros deseados, o para generar un sentimiento contrario de desmotivación y desesperanza. Citando de nuevo a Polak: “Mientras la imagen de una sociedad sea positiva y floreciente, la flor de la cultura está en pleno apogeo. Sin embargo, una vez que la imagen empieza a decaer y a perder su vitalidad, la cultura no sobrevive mucho tiempo”.

No es lo mismo imaginar que podemos utilizar los avances tecnológicos para generar riqueza y abundancia, y que estos se pueden integrar en la naturaleza recreando un sueño húmedo Solarpunk, que aceptar que la tecnología y la inteligencia artificial van a empobrecernos, a quitarnos puestos de trabajo, a concentrar aún más el poder, creando más diferencias y llevándonos a una distopía.

De hecho, una distopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. El término, que proviene del griego, fue creado como antónimo directo de utopía, concepto que fue acuñado por Santo Tomás Moro y que aparece como título de su obra más conocida, publicada en 1516, donde describe un modelo de sociedad ideal con niveles mínimos de crimen, violencia y pobreza.

Pero en la actualidad existe un gran problema: la mayoría de las imágenes de futuro con las que estamos siendo bombardeados son distópicas, imágenes posapocalípticas a las que no nos gustaría llegar. Películas y series, novelas y cómics, incluso movimientos contra el cambio climático como Fridays for Future, donde la metáfora es “nuestra casa está en llamas”, o Extinction Rebellion, motivado por la sexta extinción masiva del planeta.

¿Dónde están esas imágenes positivas del futuro de las que hablaba Polak?

Por un lado, vivimos en una crisis de sentido y propósito, y esos futuros idealizados vinculados a los grandes ideales, conceptos e instituciones que cayeron en el siglo XX, nos han dejado vacíos de visión como bien apunta Ziauddin Sardar en sus tiempos posnormales1: “En tiempos normales, tenemos confianza en nuestros hechos y valores, y podemos tomarnos nuestro tiempo para tomar decisiones correctas y adecuadas. En los tiempos posnormales, hay una sensación de urgencia y el futuro se siente como un tren desbocado que se dirige hacia lo desconocido”.

A veces la imaginación es más importante que el análisis

No sabemos hacia dónde queremos ir, pero sí a dónde no queremos llegar. Por eso los futuros utópicos, esas imágenes bucólicas y perfectas, han dejado de ser efectivas. Ya no son creíbles. Ahora lo que nos gobierna es el cambio constante de Heráclito, la aceleración exponencial de los singularitarianos y el agarrarnos al clavo ardiendo de los transhumanistas tecnoprogresistas, que confían ciegamente en la tecnología para resolver cualquier problema que esté por llegar.

Por otro lado, ese espacio vacío lo ha cogido la ciencia ficción, ese género literario especulativo del que siempre he estado enamorado y que relata acontecimientos posibles desarrollados en un marco imaginario, cuya verosimilitud se basa narrativamente en los campos de las ciencias físicas, naturales y sociales. La ciencia ficción sin ciencia sería fantasía.

El caso es que, por motivos narrativos, de planteamiento, nudo y desenlace, la mayor parte de estas visiones son distopías, futuros postapocalípticos que despiertan a nuestro cerebro reptiliano, captan nuestra atención, nos ponen alerta y nos mueven desde el miedo. Como pasa con cualquiera de los inquietantes episodios de Black Mirror (2011) o las proyecciones cortoplacistas de Years and Years (2019). ¿Se os ocurre alguna obra de ciencia ficción utópica?

Donde sí podemos encontrar utopías es en el mundo de la divulgación, donde diversos autores comparten frameworks y soluciones para generar una vía de escape a la prisión socioeconómica en la que vivimos. Son el caso de la economía de misiones de Mariana Mazzucato, la economía rosquilla de Kate Raworth o las utopías realistas de Rutger Bregman; reflexiones y planteamientos con los que comulgo, pero a los que les pongo un gran pero: proponen un cambio profundo y radical desde dentro del sistema y no se puede eliminar el sistema operativo desde el sistema operativo. Ya lo decía el bueno de Žižek —¿o era Fredric Jameson?—: “¿Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo?”.

 

 

Dicho esto, es curioso ver cómo en los últimos años la ciencia ficción ha saltado del puro entretenimiento al contexto gubernamental o empresarial. Un artículo que arroja luz sobre esta conexión entre la ciencia ficción y los líderes que van a tener un gran peso en la definición del futuro de todos, es el publicado por Harvard Business Review en el 2017 titulado Why Business Leaders Need to Read More Science Fiction2 y escrito por Eliot Peper: “La ciencia ficción no es útil porque sea predictiva. Es útil porque replantea nuestra perspectiva del mundo. Al igual que los viajes internacionales o la meditación, crea un espacio para que nos cuestionemos nuestras suposiciones”.

Esta reflexión da sentido a que empresas como Google, Microsoft o Apple hayan contratado a escritores de ciencia ficción como consultores, ayudando a estos gigantes tecnológicos a la exploración de futuros ficticios que abren preguntas y obligan a reconocer que a veces la imaginación es más importante que el análisis.

Volviendo a la incapacidad de pensar en el futuro. Si nos alejamos de los dos marcos más usados para hablar del futuro, esa dicotomía utopía-distopía, que demuestra que los polos opuestos se tocan, ya que dentro de una utopía está su distopía y viceversa, podemos encontrar conceptos que quizás nos valgan para aumentar la definición de esas imágenes del futuro por su cercanía o plausibilidad. Es el caso de las eutopías, también derivado del griego y que significa “el buen lugar”. En ellas no se pretende alcanzar una situación perfecta sino una visión que suponga un avance, un progreso, con respecto a la situación actual.

Un término que se construye sobre este son las protopías, concepto acuñado en 2011 por Kevin Kelly3, antiguo editor ejecutivo de la revista Wired, que lo define como “un estado que es mejor hoy que ayer, aunque puede ser solo un poco mejor”. Los defensores de un futuro protopiano creen que la tecnología y el progreso pueden llevar al mundo hacia mañanas más brillantes, futuros mejores, aunque no sea un futuro perfecto. Da a la esperanza un lugar de descanso. Nos da perspectivas y nos invita a contribuir a la consecución de ese futuro mejor.

Una matización, relevante y necesaria, sobre el término la introduce la investigadora del futuro y diseñadora futurista, Monika Bielskyte4. Es la dimensión humanista: “La innovación tecnológica sin evolución humanitaria siempre conduce a futuros distópicos. Consideramos que es la humanidad, y no las nociones abstractas de tecnología y ciencia, la que impulsa dicha evolución. Abordar con valentía las injusticias y los marcos de explotación pasados y presentes es esforzarse por sustituirlos por alternativas regenerativas y equitativas, en lugar de limitarse a poner parches con soluciones tecnológicas inevitablemente temporales y desechables”.

Las hipersticiones son ficciones que movilizan el poder de las creencias para convertirse en realidad

Estos futuros plausibles e incrementales, pueden inspirarnos a la acción, motivándonos desde la ilusión y la pasión, consiguiendo generar hipersticiones5, otro concepto maravilloso que me descubrió Jorge Camacho, diseñador estratégico y prospectivista, y que fue acuñado por un grupo de investigadores que operaban bajo el nombre de Unidad de Investigación de la Cultura Cibernética, colectivo interdisciplinario fundado en 1995 en el departamento de filosofía de la Universidad de Warwick y encabezado por Sadie Plant y posteriormente por Nick Land. Este hace referencia a un bucle de retroalimentación positiva que incluye la cultura como componente.

Las hipersticiones son ficciones que movilizan el poder de las creencias para convertirse en realidad. Las supersticiones son simplemente creencias falsas, pero las hipersticiones, por su mera existencia como ideas, funcionan causalmente para producir su propia realidad.

Autores de renombre como Julio Verne o Isaac Asimov ya imaginaron el viaje a la luna o la creación de robots o la inteligencia artificial muchos años antes de que ocurrieran. Otros como Gene Roddenberry, creador de Star Trek, conceptualizó artefactos como las impresoras 3D, las tablets o incluso las gafas de realidad aumentada.
Creo que los ingredientes de la receta que nos permitirá desbloquear esta falta de visión de futuro están encima de la mesa: las protopías, esas imágenes de futuros cercanos y mejores, podrían ser el centro de grandes historias de ciencia ficción que generen hipersticiones, imaginarios colectivos que muevan a la sociedad a crear futuros compartidos y a alcanzarlos. ¿Quién se anima a empezar a cocinar?

Notas

 1The Centre for Postnormal Policy and Futures Studies (CPPFS). “What is postnormal times?”. Disponible en: https://postnormaltim.es/what-postnormal-times

 2Eliot, P. (2017): “Why Business Leaders Need to Read More Science Fiction” en Harvard Business Review. Disponible en: https://hbr.org/2017/07/why-business-leaders-need-to-read-more-science-fiction

 3Kelly, K. (2011): Protopia. Disponible en: https://kk.org/thetechnium/protopia.

 4Bielskyte, M. (2017): Protopia Futures [FRAMEWORK]. Disponible en: https://medium.com/protopia-futures/protopia-futures-framework-f3c2a5d09a1e

 5Camacho, J. (2020): “Cultivating Hyperstitions”, en Medium. Disponible en: https://medium.com/@j_camachor/cultivating-hyperstitions-8a6553c2706a

Bibliografía

Bregman, R. (2017): Utopía para realistas: A favor de la renta básica universal, la semana laboral de 15 horas y un mundo sin fronteras. Barcelona, Ediciones Salamandra.
CCRU (2021): Hiperstición. Madrid, Materia Oscura Editorial.
Mazzucato, M. (2021): Misión economía: Una guía para cambiar el capitalismo. Barcelona, Taurus.
Polak, F. (1973): Image of the Future. Amsterdam, Elsevier Science Ltd.
Raworth, K. (2018): Economía rosquilla: 7 maneras de pensar la economía del siglo XXI. Barcelona, Ediciones Paidós.

Artículo publicado en la revista Telos 118


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Autor

Experto en innovación y tecnologías disruptivas, actualmente enfocado en los estudios de futuros y en las ciencias cognitivas. Cofundador de las consultoras Innuba y Mindset. Profesor y conferenciante, mentor e inversor.

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