25 de noviembre de 2022
por
José Antonio Cordón García
María Muñoz Rico
La investigación científica constituye un conjunto de procesos de carácter complejo que han ido evolucionando a lo largo de la historia con el objetivo prioritario de mejorar el conocimiento de nuestro entorno y la calidad de vida de la sociedad. Para ello ha sido siempre fundamental que todo el sistema funcionara adecuadamente, de acuerdo con unos principios de calidad convenientemente normalizados, y que se trasladara de una manera rápida y eficaz tanto a la comunidad científica como al conjunto de la población.
Uno de los puntos más relevantes de todo el sistema es la unidad indisoluble entre las investigaciones o reflexiones desarrolladas y la publicación de esta para someterlas al escrutinio, contraste, validación o, en su caso, refutación del entorno científico y social. Se puede afirmar que hasta que una indagación, de la materia o naturaleza que sea, no está publicada no adquiere la entidad ni la consistencia necesaria para poderla incorporar al acervo de los conocimientos disponibles y asumidos por los colectivos interesados.
La idea de la publicación está tan incrustada en la mentalidad del investigador que, con el paso del tiempo, se han ido arbitrando una serie de procedimientos para que todas las fases de la investigación encuentren el canal adecuado de visibilización a través de algún medio o tipología documental.
Se puede decir, por lo tanto, que junto al desarrollo de las ideas, hipótesis de trabajo, discusiones, resultados y conclusiones inherentes al proceso científico, se ha articulado un sistema editorial que da respuesta al mismo trasladando los hallazgos y reflexiones, totales o parciales, a la comunidad investigadora para su consideración, valoración y aceptación o rechazo. Podemos hablar por lo tanto de un micromedio científico en el seno del cual se imbrican los procedimientos de validación de las hipótesis a través de experimentos de laboratorio o de campo. Un micromedio editorial los transmite a través de una cadena de valor que implica el filtro previo por parte expertos y la sanción posterior, una vez publicados, por parte de los especialistas y la sociedad. Finalmente, incorporan los nuevos conocimientos como saberes consolidados.
El flujo de trabajo académico en la era digital invita a un ritmo más rápido para la investigación y las actividades afines
Tanto el micromedio editorial como el científico forman parte de un entorno amplio, de una filosofía, de unos comportamientos que conforman un universo propio denominado de muchas maneras (Paz Enrique; Caramés López, 2020). Polanyi1 habla de la República de la Ciencia (2014), Bourdieu2 del Campo Científico (Cicalese, 2021), Merton3 de la Comunidad Científica (Pérez, 2018), Knorr-Cetina4 de Comunidades Epistémicas (Pérez Trujillo, 2021), etc. para referirse al conjunto de personas y estructuras que trabajan en el empeño común del progreso científico.
Todos los procesos desarrollados en el seno de estas comunidades se han ido conformando de acuerdo con la realidad tecnológica existente en cada momento histórico. De esta manera, durante varios siglos la imprenta, el papel, ha sido el formato predominante constituyendo circuitos de transmisión de la información científica, sujetos a sus exigencias y ritmos, a los requerimientos de diferentes actores cuyas funciones ha ido depurando la evolución del medio.
Aunque como dice Mandavilli (2020), la ciencia se mueve lentamente y los científicos son cuidadosos y metódicos, pasando de la hipótesis a la confirmación, paso a paso. El flujo de trabajo académico en la era digital invita a un ritmo más rápido para la investigación y las actividades afines, incluida la participación en las redes sociales. Las instituciones académicas han cobrado un protagonismo inusual en la evolución de los ritmos de publicación, en tanto que fundamentan gran parte de la evaluación de sus miembros en sus logros, en el número de sus publicaciones en revistas y editoriales destacadas. De esta manera, en cierto modo, se ha trasladado la idea entre los investigadores de que su éxito constituye el referente para situarlo en un entorno profesional determinado, provocando en muchos de ellos sentimientos de angustia y malestar ante unas exigencias que revisten un carácter permanente (Giménez Toledo, 2016).
La actividad científica vincula su modelo de éxito con el mito de Sísifo, en el sentido de la recurrencia en unas tareas siempre inacabadas. “Eres lo que mides” sería la expresión más acorde con esta situación. Esto se ha traducido en la publicación de cientos de miles de artículos cada año, así como decenas de miles de libros y otros materiales espoleados por las facilidades y rapidez de publicación inherentes al modelo digital que permite soslayar los plazos del proceso de producción, edición, impresión, distribución, que caracterizan las ediciones impresas. De ahí que no sea extraño la multiplicación de los servicios de publicación de Preprints que comenzaron con Arxiv, el popular servidor de preprints para física, matemáticas y otros campos cuantitativos, replicado por muchas otras plataformas que ofrecen preprints. Los preprints se reconocen cada vez más como una característica importante de la evolución digital de las comunicaciones académicas, su escala reconfigura la actividad de «difusión» acelerando los ritmos (Chiarelli et al., 2019). También ha ocurrido con los tradicionales plazos de publicación de las revistas, emblemáticos géneros en el marco de las publicaciones periódicas, por su regularidad de lanzamientos mensuales, bimestrales, trimestrales, etc. Con la modalidad de “publicación continua” se rompe la cadencia impuesta por los plazos vinculados con la publicación impresa.
El tiempo de publicación se ha reducido considerablemente auspiciando por unas mejoras tecnológicas que introducen a la vez elementos disruptivos en la formas de lectura. Esto produce la paradoja. Por una parte, se ha producido una agilización de los procesos de comunicación científica, pero por otra, se han desencadenado exigencias competenciales nuevas que dificultan el aprovechamiento optimizado. Como señala Taylor (2014), las tecnologías que presumiblemente alientan el ahorro de tiempo, nos dejan sin tiempo para nosotros mismos, por su carácter absorbente y su necesidad de actualización permanente.
Maggie Berg y Barbara Seeber reinvidican, en este sentido, la figura del “profesor lento” contraponiendo un tipo de conocimiento rápido y lineal que se ha aceptado de manera incontrovertible en las universidades de todo el mundo frente al conocimiento lento y más complejo. El «profesor lento» constituiría una suerte de desafío, al estilo de gestión neoliberal, que premia la eficiencia y la productividad que ha inoculado la aceleración en todos los procesos vinculados con la comunicación científica, generando un síndrome por maximizar la productividad frente a la reflexión y la crítica (Berg y Seeber, 2022). Una figura que se contrapone a la de la “accelerating academia” que plantea Vostal (2020) en la que, según el autor, aparecen involucradas todas las instancias de esta. En ella, la disputa por la visibilidad prioriza todos aquellos procedimientos que la favorecen, por cuanto estos derivan en la mejora de los rankings institucionales e, indirectamente, personales.
Las tecnologías que presumiblemente alientan el ahorro de tiempo, nos dejan sin tiempo para nosotros mismos
La escritura académica constituye un caso especial de comunicación ritualizada. Desde sus inicios, se ha erigido un valor tangible y cuantificable de la reputación de los investigadores por su condición de inexorabilidad. Su práctica no es una opción deliberable, sino una obligación vinculada con el quehacer científico y con el progreso curricular. Se trata de un ejercicio que, con el paso del tiempo, ha ido adquiriendo sus propios códigos y convenciones estableciendo unos estándares y rutinas que se han acabado formalizando a través de estructuras. Estas estructuras son flexibles según los campos del conocimiento, pero invariables consideradas globalmente. Gracias a ellas, revistas científicas especialmente y artículos y contribuciones varias, pueden ser reconocidos como privativos del campo con una mirada superficial.
Los procesos de cambio en los sistemas de comunicación no son neutrales y el paso de un entorno a otro lleva aparejadas transformaciones y propuestas que, al cabo del tiempo, devienen en irrenunciables o privativas del nuevo medio. Así, lo que constituyó un proceso mimético, derivó en productos integrados en bases de datos documentales con interfaces de búsqueda potentes y funcionalidades ya únicamente atribuibles al contexto digital. Este proceso afectó igualmente a las obras de referencia y, en menor medida, más recientemente a los libros.
La evolución de la escritura digital ha dado fe de esta evolución concitando un conjunto de elementos que ya forman parte consustancial de la literatura académica, de tal manera que se puede hablar de un conjunto de fases que se han ido sucediendo en el tiempo con carácter de agregación y coexistencia. Han ido añadiendo funcionalidades a medida que la tecnología ha ido favoreciendo la aparición de las mismas:
– Fase de escritura hipertextual. El vinculo es el elemento clave, la formula de enriquecimiento de un texto que crece hacia fuera.
– Fase de lectura explorativa. Determinada por la aparición de los motores de búsqueda, caracterizada por el enriquecimiento del aparato paratextual de los escritos, la aparición de los algoritmos, la indexabilidad y el capitalismo lingüístico.
– Fase de escrituras denotativas. Representada por la aparición de los blogs, sistemas de sindicación de contenidos y sitios web personales.
– Fase de escrituras figurativas. Son escrituras de redundancia, de inflación, de redocumentalización representadas por las redes sociales y la aparición de identidades virtuales consolidadas.
– Fase de socialización, descubrimiento y recomendación. La interacción y la personalización se erigen como paradigma de las forma de escritura digital.
La escritura académica, como señala Corte Vitoria (2019) se traduce en escribir, reescribir, elaborar, reelaborar, esbozar, corregir, auto-corregir, anotar, leer, releer, hacer, y rehacer.
1Filósofo y científico social de origen vienés especializado en la antropología económica.
2Sociólogo francés, autor de numerosos libros, que investigó y reflexiono sobre la sociedad.
3Sociólogo estadounidense que destaca por su labor en la sociología de la ciencia.
4Socióloga austriaca, profesora de universidad y autora de numerosos títulos. Destaca su labor en el campo de la epistemología y construccionismo social.
Berg, M. y Seeber, B. (2022): The slow profesor: desafiando la cultura de la rapidez en la academia: Acompañado de Slow Humanities: un manifiesto. Granada: Universidad.
Chiarelli, A., Johnson, R., Pinfield, S. y Richens, E. (2019): Preprints and Scholarly Communications: An Exploratory Qualitative Study of Adoption, Practices, Drivers and Barriers. F1000Research, 8, 971.
Corte Vitoria, M. (2019): La escritura académica en la formación universitaria. Madrid, Narcea.
Giménez Toledo, E. (2016): Malestar: los investigadores ante su evaluación. Madrid, Iberoamericana.
Mandavilli, A. (2020): Como funciona la ciencia. En: Manual de edición científica por KSJ. Cambridge, Mass.: Instituto Tecnológico de Massachusetts, pp, 7-27.
Paz Enrique, L. y Caramés López, M. (2020): «Concepciones para el análisis de campos científicos» en Telos: revista de Estudios Interdisciplinarios en Ciencias Sociales, v. 22, n. 1, pp. 106-124. Disponible en: http://ojs.urbe.edu/index.php/telos/issue/view/298
Pérez Trujillo, A. (2021): Comunidades epistémicas y generación del conocimiento. México: Balam.
Pérez, J. (2018): «El ethos de la ciencia y las normas de Merton» en Metaciencia. Disponible en: https://culturacientifica.com/2018/08/16/el-ethos-de-la-ciencia-y-las-normas-de-merton/
Polanyi, M. (2014): «La República de la Ciencia: su teoría política y económica» en Revista iberoamericana de ciencia, tecnología y sociedad, v. 9 n .27.
Taylor, M. (2014): Speed Limits: Where Time Went and Why We Have So Little Left. New Haven, CT: Yale University Press.
Vostal, F. (2020). Accelerating Academia: The Changing Structure of Academic Time. London: Palgrave Macmillan.
Catedrático de Bibliografía y Fuentes de Información de la Universidad de Salamanca, director del Grupo de Investigación Reconocido E-Lectra dedicado al estudio de la lectoescritura y la edición digital.
Catedrático de Bibliografía y Fuentes de Información de la Universidad de Salamanca, director del Grupo de Investigación Reconocido E-Lectra dedicado al estudio de la lectoescritura y la edición digital.
Ver todos los artículosInvestigadora posdoctoral Margarita Salas, perteneciente al Grupo de Investigación E-Lectra dedicado al estudio de la lectoescritura y la edición digital.
Investigadora posdoctoral Margarita Salas, perteneciente al Grupo de Investigación E-Lectra dedicado al estudio de la lectoescritura y la edición digital.
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