21 de julio de 2023
por
Jorge Balladares Burgos
¿Qué se entiende por un nuevo humanismo luego de una pandemia? ¿Qué sentidos y prácticas debe recuperar la educación? ¿Es posible hablar de una educación humana? De hecho, la post-pandemia nos ha permitido reflexionar sobre cómo son las nuevas relaciones entre el ser humano con la naturaleza y la tecnología (Balladares, 2021). La pandemia trajo dolor y muerte a la humanidad y nos devolvió la mirada a nuestra condición humana: por un lado, la fragilidad y debilidad de nuestra condición ante un enemigo invisible; por el otro lado, nuestra voluntad de poder para ser resilientes ante la adversidad y enfrentar los desafíos por nuestra supervivencia y recuperación de nuestra normalidad. Este escenario -como punto de partida de un nuevo humanismo- nos invita a pensar en que el ser humano dejó de ser el centro del universo o el culmen de la creación, sino que es un ser que puede vivir en armonía con otros seres humanos y con otros seres vivos (los árboles, las plantas, los animales, el agua, la tierra), referenciando la cosmovisión de nuestros pueblos ancestrales andinos desde la visión del “Sumak Kawsay” (buen vivir) (García Álvarez, 2016). En este sentido, el pensamiento y la reflexión transitan de aquellas lógicas antropocéntricas hacia nuevas lógicas eco-céntricas.
Por otro lado, el acceso a Internet y las redes sociales evidencian que una convivencia humana mediada por la tecnología incide en los estilos de vida de las presentes y futuras generaciones de estudiantes. Una realidad condicionada por la incertidumbre y el desencanto humano se confronta con una digitalización de la vida humana. Desde una visión de un “ser digital” (Negroponte, 1998), surge la propuesta de una ética digital que se convierte en una opción para la construcción de principios, valores, deberes y derechos que guíen la acción del ser humano en el mundo digital (Balladares, 2017; De Broglie, 2016). Este tipo de ética aplicada resulta indispensable para plantear una ética para las generaciones digitales en la que se legitime la dignidad humana y el cuidado del ambiente como aprioris fundamentales para una ética digital. En este sentido, la tecnología no se convertiría en un fin en sí misma, ni tampoco debería ser la causa para propiciar nuevas minorías del poder del conocimiento que generen nuevas brechas digitales y promuevan procesos de exclusión y marginalidad digital en la población. La tecnología, de por sí, debe constituirse en una mediación para el acceso libre al conocimiento y a la información.
La educación tiene como reto el recuperar el sentido de comunidad educativa
Una nueva triada entre el ser humano, la naturaleza y la tecnología se constituyen en un nuevo escenario relacional para pensar en un nuevo humanismo, en el que el ser humano viva en armonía con la naturaleza y tenga la responsabilidad de su cuidado y preservación. Por otro lado, un nuevo humanismo re-ubica a la tecnología al servicio de la vida humana y del cuidado de la naturaleza, resituando su papel como mediación y no como fin en sí misma. Hasta aquí respondo a la primera pregunta de esta reflexión.
¿Qué sentidos y prácticas debe recuperar la educación? La educación es un proceso humano y su condición relacional es indispensable en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Lo relacional, lo dialógico, la convivencia, la formación, entre otros. Previo a la pandemia ya se hablaba de una crisis de la educación y, en el contexto actual, se continúa hablando de una crisis de la educación. Un cierto enciclopedismo mal entendido sumado a la acumulación de conocimientos a través de la memorización ha marcado un estilo educativo poco fructífero en las últimas décadas. Se ha cuestionado la falta de preparación de los docentes debido a las bajas remuneraciones, lo que ha forzado al maestro a ser un mero repetidor de conocimientos y a acumular horas-clase antes que dedicar su tiempo a ser un pedagogo e investigador.
En los últimos años la diferencia de oportunidades entre la educación privada y la educación fiscal ha abierto la brecha educativa entre los que más tienen (y tienen más oportunidades de acceso al conocimiento) y los que tienen menores posibilidades de acceso. Durante la pandemia, la ausencia de la presencialidad educativa aumentó esta crisis al momento de enfrentarse a una virtualización de la educación (muy diferente a lo que es una educación virtual en sí). Ante la improvisación y la incertidumbre, los profesores y las estudiantes se enfrentaron a nuevos escenarios de temporalización del proceso educativo mediado por las plataformas de videoconferencia y los entornos virtuales de aprendizaje (LMS). Luego del forzado desarrollo de competencias digitales de los actores educativos y ante la pérdida de aprendizajes por la carencia de un contacto cara-a-cara con el docente, hoy la educación post-pandemia busca recuperar esos aprendizajes a través del acompañamiento socio-emocional del estudiante, renovación de las prácticas docentes, la generación de nuevas formas de evaluación que no solamente se agotan en la prueba escrita, entre otros (UNICEF, 2022).
Si hoy se plantea el desafío de la transformación educativa buscando otra educación posible es importante recuperar esos sentidos de la educación en función del acompañamiento docente a través de la enseñanza y el empoderamiento de los aprendizajes por parte del estudiante para lograr una nueva mediación pedagógica, que es el conformar una comunidad de aprendizaje e indagación (Garrison et al., 2000). En este sentido, la educación tiene como reto el recuperar el sentido de comunidad educativa, donde las comunidades de aprendizaje impliquen el vivir un “ágape” educativo en la interacción, integración, diálogo e inclusión de los diferentes actores.
Una educación humana plantea una nueva relación del ser humano con la tecnología y el medio ambiente
Asimismo, considero que la recuperación de una “racionalidad emergente” por parte de la educación nos invita a que la educación genere nuevos espacios de reflexión, diálogo y crítica ante los escenarios “deshumanizantes” que nos ha dejado las consecuencias de la pandemia como la violencia, la corrupción, la inseguridad, el individualismo, entre otros (Balladares, 2013). Desde la perspectiva integral e integradora de una racionalidad emergente, se plantean nuevas prácticas como desafíos para el proceso de enseñanza y aprendizaje como la integración entre los procesos de modernización y nuestras herencias culturales, el desarrollo de nuestra originalidad del pensamiento, la promoción de una educación incluyente, la recuperación de nuestra capacidad de diálogo e inter-locución y el discernimiento sobre una mejor toma de decisiones en nuestra vida cotidiana (Balladares, 2013).
Para concluir la respuesta de la segunda pregunta, es importante que la educación recupere el sentido comunitario, de comunidad entre sus diferentes actores que forme a buenos ciudadanos, buenos padres de familia, buenas personas, como seres relacionales. Por otro lado, la recuperación de una racionalidad emergente en los procesos educativas permitirá re-integrar aquellas prácticas de reflexión, diálogo, crítica, interpretación y acción tanto necesarios hoy en día, y que la escuela tiene la posibilidad de hacerlo.
Por último, queda la tercera pregunta: ¿es posible generar otro tipo de educación? ¿Es indispensable humanizar la educación? Hoy el modelo educativo vigente está en crisis con el surgimiento del contexto de emergencia sanitaria. Como consecuencia, se presenta la oportunidad de repensar y diseñar otro tipo de educación posible no solamente a través de pedagogías emergentes, sino de realizar una reflexión sobre los objetivos, los contenidos y el perfil de egreso que plantean los currículos vigentes en función de educar a un sujeto para una sociedad no solamente de alto rendimiento y productividad sino para un buen vivir y el bien común. La post-pandemia nos invita a pensar en un nuevo orden planetario donde se privilegie la vida misma en su relación armónica con la naturaleza. ¿Cómo podemos prepararnos para un nuevo futuro en la educación? ¿Es posible que la educación recupere la condición humana? Estas preguntas nos invitan a reflexionar sobre una educación humana y sus nuevas relaciones e interacciones, como relacionalidades emergentes, entre los diferentes actores de la comunidad educativa mediada por la tecnología y una nueva relación entre el ser humano y la naturaleza. Por este motivo, una educación humana plantea una nueva relación del ser humano con la tecnología y el medio ambiente, lo que nos posibilita aspirar a un mundo más solidario, más justo, más empático, más resiliente, más humano y más natural.
Balladares, J.: «Hacia un nuevo humanismo post-pandemia a partir de una ética digital» en Revista TELOS, 2021. Disponible en: https://telos.fundaciontelefonica.com/hacia-un-nuevo-humanismo-post-pandemia-a-partir-de-una-etica-digital/
Balladares, J.: «Una ética digital para las nuevas generaciones digitales» en Revista PUCE, no. 104. 2017. Disponible en: https://doi.org/10.26807/revpuce.v0i0.81
Broglie De, C.: “We need to talk about digital ethics” en OCDE, 2016. Disponible en: https://www.oecd.org/science/we-need-to-talk-about-digital-ethics.htm
García Álvarez, S.: «Sumak kawsay o buen vivir como alternativa al desarrollo en Ecuador». Universidad Andina Simón Bolívar, 2016. Disponible en: https://repositorio.uasb.edu.ec/handle/10644/7144
UNICEF : «Dos años después: Salvando a una generación». 2022. Disponible en: https://www.unicef.org/lac/media/35631/file/Dos-anos-despues-salvando-a-una-generacion.pdf
Doctor en Formación del Profesorado y TIC en Educación por la Universidad de Extremadura. Máster en Filosofía y Tecnologías aplicadas para la gestión y práctica docente por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Coordinador académico de la Unidad de Gestión de la Educación Virtual de la Universidad Andina Simón Bolívar.
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