2 de abril de 2024
por
Javier Barraca Mairal
A fin de llegar al extremo en la reflexión sobre las fronteras trazables entre las capacidades del sujeto humano y las de la IA, cabe introducir en el debate un novedoso campo de valores, que no se acostumbra a examinar. Se trata del complejo terreno de los valores espirituales, valores que -sean estos interpretados de uno u otro modo concreto- no suelen predicarse ni atribuirse respecto de lo técnico, más conectado usualmente con lo pragmático, lo eficaz y lo útil.
Para proceder con orden, aquí comenzamos con la descripción clásica de lo espiritual rastreable en la ontología y la antropología. Según estas, lo espiritual representa aquella realidad, presente en el seno de la persona (Lucas, 2005), que puede comportar una determinada independencia de la materia, en cuanto no constreñida a lo material o puramente físico. Esto, según la filosofía ha predicado a veces de lo intelectual en sí, por ejemplo, de la idea, del concepto, del ideal o valor, de lo utópico, del alma humana, etc. (Lucas, 2005). Por lo tanto, cabe apreciar de entrada la diferencia y distancia que aparentemente y de inicio presenta esta clase de realidad con la que comporta lo tecnológico en sí mismo, al menos en cuanto al soporte o carácter básico de aquello sobre lo que esto se sustenta, como es lo material y físico, aunque a la vez lo técnico parece remitirnos a la inteligencia o al poder de la razón (Ortega, 2004).
Junto a lo precedente, sumamos otra consideración, y es la de que, en este preciso lugar, no comprendemos lo espiritual de un modo desencarnado o totalmente separado e independiente en sí en cuanto a su manifestación concreta en este mundo. Dicho de otra forma, para nuestros efectos, nos importa mucho también explorar la espiritualidad en tanto dimensión o aspecto asociados a la existencia del ser humano. La espiritualidad, entonces, se trata ahora como rasgo propio que se abre en el interior del sujeto humano y que, a la par, abre a este a la búsqueda o relación con lo que le transciende y va más allá de sí mismo; esto es, con aquellas realidades que nos conectan con lo misterioso y con el sentido en su alcance más hondo. De esta forma, Gabriel Marcel lo describe como aquello que no es irracional sino supra-racional pues engloba en su enigma al propio sujeto que se interroga en torno a ello. Frankl, por su parte, capta la ligazón entre lo espiritual y el sentido o la meta significativa para la existencia personal (Frankl, 2015). Esto se proyecta en lo antropológico con una particular intensidad, de manera que este vínculo personal con la transcendencia supone un rasgo humano característico, tal como ha revelado la antropología para inconformes de Sellés (2006), siempre en la estela de Polo.
Así, algo semejante a lo ya expuesto puede decirse de nuestra dimensión espiritual en cuanto a su resonancia específicamente religiosa. Ello, sin entrar ahora en sus variadas formas y matices –incluidos los de su paradójica manifestación mediante la nostalgia de lo absoluto, rastreable en el mismo ateísmo contemporáneo (Steiner, 2020) -, ni en uno u otro culto concreto. Rielo (2013) ha ahondado en esto, estimándolo crucial en orden a la antropología, más allá de la diversidad constatable en el estudio de la fenomenología de la experiencia religiosa, y ha reivindicado en lo humano lo místico, entendido en el alcance preciso de la búsqueda y unión desde la intimidad con lo transcendente por parte del sujeto humano.
¿Podría una IA orar con nosotros, junto a nosotros o incluso como nosotros?
Entonces, resulta interesante plantear la posibilidad o hipótesis teórica de vernos apoyados en algún aspecto por la IA, incluso en nuestra dimensión más honda y misteriosa: la de nuestra relación con lo que nos supera, nuestra relación con la transcendencia o el sentido, aunque esto lo sea solo en su connotación de búsqueda, de interrogación.
Lanzamos a este tenor algunas osadas preguntas que, quizás, sorprenderán. Se trata solo de hipótesis filosóficas que invitan a reflexionar. ¿Sería pensable una intervención o mediación tecnológica, con respecto a lo espiritual, a nuestra vida interior? ¿Una actuación de la IA, en el orden más hondo del sentido existencial, de las creencias, de la espiritualidad? Si cupiera plantear tal extremo, entonces: ¿de qué tipo concreto de mediación se trataría? ¿Es deseable un robot o sistema de IA capaz de colaborar en algo respecto a la finalidad de nuestra vida, a su teleología última, a las más radicales preguntas que se abren en nuestro ser, a nuestro diálogo respecto o con lo absoluto?
Aún mucho más: ¿llegará un mañana en el que un artefacto técnico nos emule en esto o se juzgue apto para indagar en lo absoluto, para explorar él mismo en torno a su sentido? ¿Para entrar por su parte en relación con lo transcendente? ¿Podría una IA orar con nosotros, junto a nosotros o incluso como nosotros y, parcialmente, en nuestro lugar, como representándonos en cierto modo respecto de algún gesto o elemento de lo implicado en esto?
En tales hipótesis este asistente o sustituto espiritual artificial cooperaría en nuestra busca de lo más alto con nosotros, o incluso a su vez anhelaría la unión con la plenitud -no ya junto con nosotros, sino ocupando su propio lugar en ello, o bien nuestro mismo sitio-. En suma, se plantea aquí la cuestión siguiente: ¿algún día futuro se interrogarán acerca de su propio sentido los artefactos de IA, siquiera sea de una forma vicaria? ¿Anhelarán su felicidad o realización, la plenitud? ¿Rezarán en algún momento, rogarán, alabarán los sistemas de IA?
Excúsese lo atrevido de la especulación esbozada en estas últimas líneas, pero la reflexión filosófica puede legítimamente explorar tales interrogantes, interrogantes tales como el de si buscarán “lo divino”, acaso, en algún momento de la Historia, estas supuestas realidades de la IA o tecno-personas. En síntesis: ¿adorarán y darán culto a Dios, en el futuro, las máquinas de IA más avanzadas? ¿Dialogarán los entes de la IA antropomorfos o los androides con lo que está más allá, tal como hacemos los humanos, o incluso lo harán por nosotros?
Todavía, sin embargo, cabe otra pregunta más de fondo, acerca de lo expuesto, para concluir. Se trata de esta: ¿nos enriquecería, de verdad y en plenitud, un sistema tecnológico adaptado a nuestro ser que nos ahorrara ciertos esfuerzos físicos o mentales involucrados en la meditación espiritual y en la búsqueda de un sentido o estado superior, en la aspiración a lo infinito o en lo que atañe a la sed humana de absoluto? ¿Somos capaces siquiera realmente de imaginar una IA capaz de conectar con lo espiritual, de jugar un rol en esta esfera, de indagar en torno a lo transcendente, de rezar en determinado alcance?
He aquí unos interrogantes, en fin, ciertamente desconcertantes y muy poco habituales hasta hoy. Ello, aunque existen, eso sí, puntuales referencias a algo parcialmente semejante en las obras de la ciencia ficción. Por ejemplo, en las realizaciones cinematográficas: 2001: Odisea del espacio, en la que se una IA (Hall) busca un encuentro transfigurador con un ente superior a lo humano. En Blade runner donde el replicante de la escena final entona prácticamente una oración de gratitud y despedida. También en la saga de La guerra de las galaxias en la que la fuerza representa una entidad cuasidivina y divinizadora.
A lo anterior, debemos sumar el que las atrevidas cuestiones propuestas aquí ni siquiera constituyen solo meras especulaciones o hipótesis filosóficas abiertas para reflexionar. Se trata en estos mismos momentos, y no digamos en un futuro, de asuntos que empiezan a tomar forma en determinadas experiencias reales que ya están teniendo lugar. Así, solo como muestra, recordamos la pionera celebración religiosa desarrollada en Europa en 2023, a iniciativa del teólogo y filósofo austríaco Jonas Simmerlein, en la ciudad bávara de Fuerth, en la que la homilía fue desarrollada por el Chat-GPT y la IA en forma de varios avatares de predicadores (Trinidad Rodríguez, 2023). El público asistente congregado en masa pareció reaccionar acogiendo con admiración el evento.
Otro ejemplo paradigmático e ilustrativo en este terreno se halla en los vaticinios de personas tan representativas y conocidas como el célebre historiador y antropólogo Y. N. Harari que sostienen que, muy pronto, la IA elaborará textos sagrados e incluso una nueva Biblia (“Foro sobre IA y el futuro de la humanidad”, Lisboa, 19 de mayo de 2023). No obstante, estas afirmaciones contrastan, al menos por el momento, con las propias aseveraciones de sistemas como el Chat-GPT al verse interrogado sobre ello: «No, no puedo crear textos sagrados. Los textos sagrados son considerados producto de inspiración divina y un reflejo o registro de la relación entre Dios y la humanidad. Como inteligencia artificial, no tengo la capacidad de tener experiencias divinas o espirituales» (Albert Cortina, 2023).
Frente a quienes han comenzado a asociar tecnología y religión o vivencia espiritual, aquí, no nos parece que tenga sentido una actuación o cooperación de la IA de verdadero alcance y hondura en este terreno de lo espiritual. Ello, para empezar, a causa de que los humanos no podemos llegar a la cima en esto y crear sujetos espirituales o proveer a entes físicos de espíritu. Por otro lado, nada ni nadie pueden sustituir una función o actividad espiritual de otro en su más hondo significado. Así, por ejemplo, no cabe buscar el sentido por otro, preguntarse por lo transcendente en el lugar de otro, meditar de un modo personal u orar en vez de otro, suplantarle en esta función y sustituirle en el encuentro cara a cara con la esfera de lo superior. La relación con el Otro, con lo absoluto, con lo transcendente, comporta un cara a cara, un acontecimiento genuino, no mecánico ni mecanizable.
Quizás algún día lo que nos quede como rastro de humanos, distintos de cualquier otra criatura, consista precisamente en algo cercano o conectado con lo espiritual
Lo precedente se funda, en su base, en que situamos lo espiritual o religioso en el marco de lo personal y del encuentro o el vínculo de esto con la realidad superior o transcendente. Mas todo encuentro personal implica una relación que afecta a sujetos irrepetibles e irremplazables, insubstituibles a este respecto, como Buber (1993) ha revelado. Por descontado, menos todavía sucederá este encuentro en lo impersonal o a-personal de la IA si reconocemos en el absoluto o en la realidad superior, cuya presencia se hace patente en lo religioso- un carácter radicalmente personal y único, el de la alteridad misma (Lévinas, 2002). Pues, ¿cómo podrá anhelar encontrarse con un Tú, buscar tal encuentro con el Otro, encontrarse con esta fuente o génesis primigenia de la propia unicidad, lo que antes no posee un yo personal? O, incluso, a la inversa, en sentido contrario: ¿cómo podrá negar lo transcendente, auto-manifestarse como agnóstico o ateo, en un significado propio y personal, un ente no personal?
Este texto ha planteado cuestiones límite que desafían hoy a la reflexión en torno a las fronteras exploradas hasta el presente entre lo humano y lo tecnológico. Estos temas se han revelado como aspectos concernientes a las fronteras o distinciones acaso infranqueables, al menos en este momento, entre lo humano y la IA.
En principio, ante las preguntas formuladas, concluimos que unas respuestas afirmativas a todas estas cuestiones -cuestiones por otro lado meramente exploratorias e hipotéticas-, podrían desazonar a quien reflexione a su respecto en algún sentido. Esto, porque, como sucede en los casos examinados, el extraviar nuestra propia dimensión humanizadora profunda –la espiritual-, transfiriéndola a cualquier otro ser, supondría una cierta pérdida y no una ganancia auténtica. La relación con los otros, con las personas en especial, y con lo misterioso nos enriquece, fecunda nuestra identidad, luego no conviene que alguien o algo las lleven a cabo por nosotros. Ello, al menos, en tanto se entiendan tales vivencias de la humanidad y sus propiedades como rasgos que nos caracterizan y nos diferencian.
Por otra parte, si un ente de IA alcanzase, en cierto momento, a manifestar alguna experiencia o rasgo de tipo espiritual, esto a su vez nos desubicaría ontológicamente, ya que los humanos constituimos en este mundo los únicos seres dotados, al menos hasta hoy, de la dimensión espiritual. Quizás algún día, a pesar de los avances técnicos irrefrenables, lo que nos quede como rastro de humanos, distintos de cualquier otra criatura, consista precisamente en algo cercano o conectado con lo espiritual y con la alteridad en su sentido más alto. En este sentido, resulta legítimo cuestionarse si esa relación íntima e interior con lo diferente del todo, con lo radicalmente Otro –en la que ningún artefacto puede emularnos o reemplazarnos por completo- no constituye de hecho la fuente última de nuestra irrepetibilidad y unicidad –y así dignidad al cabo-, lo que nos identifica como no intercambiables o fungibles, como irremplazables en un determinado alcance.
Buber, M. (1993): Yo y Tú. Madrid, Caparrós.
Cortina, A. (2023): “Inteligencia artificial y textos sagrados” en Religión en libertad. 2023. Disponible en: https://www.religionenlibertad.com/opinion/173450064/inteligencia-artificial-textos-sagrados.html
Frankl, V. (2015): El hombre en busca de sentido. Barcelona, Herder.
Harari, Y. N. (2023): “La humanidad no es tan simple”, diálogo con P. Pinto, en el Foro sobre IA y el futuro de la humanidad, Lisboa, 19 de mayo de 2023. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=4hIlDiVDww4
Lévinas, E. (2002): Totalidad e Infinito. Salamanca, Ediciones Sígueme.
Lucas Lucas, R. (2005): El hombre, espíritu encarnado. Salamanca, Ediciones Sígueme.
Ortega y Gasset, J. (2004): Meditación de la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía. Madrid, Alianza.
Rielo, F. (2013): Concepción mística de la Antropología. Madrid, Editorial Fundación Fernando Rielo.
Rodríguez, T. “Chat-GPT se convierte en cura: así ha sido la primera misa oficiada por la Inteligencia Artificial” en 20 minutos. 2023. Disponible en: https://www.20minutos.es/tecnologia/inteligencia-artificial/chatgpt-se-convierte-cura-primera-misa-oficiada-inteligencia-artificial-5136828/
Sellés, J. F. (2006): Antropología para inconformes. Madrid, Rialp.
Steiner, G. (2020): Nostalgia del absoluto. Madrid, Siruela.
Kubrick, S. (1968): 2001: A Space Odyssey. Metro-Goldwyn-Mayer.
Lucas, G. (1997): Star Wars. Lucasfilm.
Ridley, S. (1982): Blade runner. Alcon Entertainment, Columbia Pictures.
Profesor titular de Filosofía de la Universidad Rey Juan Carlos. Miembro del Comité asesor del Instituto de Oficiales de Cumplimiento. Director del grupo de investigación URJC en Bio-Estética. Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
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