13 de febrero de 2021
por
Ángel Serrano Almodóvar
“La educación, más que cualquier otro recurso de origen humano, es el gran igualador de las condiciones del hombre, el volante de la maquinaria social”, decía el filósofo estadounidense Horace Mann, quien a principios del siglo XXI luchó por una educación universal y libre en su país. Hoy, ya en el siglo XXI, continuamos luchando por lo mismo aunque en un contexto distinto, marcado por procesos migratorios a gran escala, un aumento de las desigualdades sociales, el avance de la tecnología, la digitalización de la educación y, más recientemente, por una pandemia universal que ha acentuado problemas económicos y sociales y que ha dificultado el acceso a la educación de una gran parte de la población mundial.
A España, como pasa en otros países del mundo que han alcanzado un mayor desarrollo económico, han llegado durante los últimos años miles de inmigrantes de múltiples nacionalidades y este fenómeno también incide en las aulas de los centros educativos. Según cifras del Ministerio de Educación y Formación Profesional, entre 2018 y 2019 se encontraban escolarizados casi 800.000 alumnos extranjeros en las enseñanzas de régimen general; de ellos, cerca de 600.000 estudiaban en centros públicos y unos 150.000 en centros privados. En nuestro país, los alumnos extranjeros representaban casi un diez por ciento del total de alumnos matriculados. Madrid, era una de las comunidades que se situaban por encima del promedio nacional, con un once por ciento de alumnado extranjero.
Surge la necesidad de educar a los jóvenes para su futura inserción sociolaboral y para que potencien habilidades sociales, técnicas y digitales
Estos indicadores nos demuestran que las aulas son espacios multiculturales y diversos pero muchas veces también son escenario de situaciones de desigualdad socioeducativa, abandono prematuro de los estudios —que en 2019 se situó en 17,3 por ciento a nivel nacional—, absentismo escolar, e incluso, una notoria brecha digital que afecta a jóvenes y familias, locales y extranjeras. Por tanto, surge la necesidad de educar a los jóvenes para su futura inserción sociolaboral y para que potencien habilidades sociales, técnicas y digitales. Según David Martín Díaz (Martín Díaz, 2017): “la educación actual no responde a las necesidades de hace años, cuando se concibió el sistema en respuesta a una sociedad que necesitaba y requería unas competencias y unos procesos que no funcionan en la actualidad. Vivimos en una sociedad más interconectada, más imprevisible y menos jerárquica que en siglos anteriores pero la educación ha permanecido casi inmóvil frente a esas transformaciones.”
En la intervención socioeducativa de Fundación Tomillo trabajamos por preparar jóvenes para la vida. Apostamos por que se vinculen los procesos de aprendizaje en el aula con la resolución de los problemas de su entorno. Creemos que la educación formal y no formal deben integrarse y generar un currículum común en el que se incluyan competencias y habilidades que potencien la comunicación, el liderazgo, la inteligencia emocional, la automotivación y la creatividad, en definitiva, todo lo que desarrolle un aprendizaje más real y ágil. Ya sobre este tema hablaba Charles Hummel (Hummel, 1997) a finales de los años 70: “parece que los sistemas educativos formales pueden sufrir cierta “desescolarización”. Las pedagogías que se han desarrollado y que siguen evolucionando en el sector no formal o extraescolar y especialmente en la educación de los adultos deberían tener cada vez mayores repercusiones en la enseñanza escolar formal, la escuela llegará a abrirse aún más al ambiente que la rodea”.
En 2020, además nos hemos enfrentado a una emergencia sanitaria que ha intensificado la inequidad social. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) concluye en su último informe Education at a Glance que “el cierre escolar decretado durante la primera ola de la pandemia ha tenido un fuerte impacto educativo cuyas consecuencias sociales y económicas se dejarán sentir a lo largo de lo que resta de siglo”. Después de realizar un análisis a 46 países, el organismo internacional asegura que en España el impacto será aún mayor por ser uno de los lugares que más ha tardado en reabrir las escuelas e institutos. En España, en 2019, uno de cada cinco jóvenes (19,7 por ciento) de entre 18 y 24 años ni estudiaba ni trabajaba, y de ellos el 43 por ciento tampoco estaba buscando un empleo.
Las familias en situación vulnerable que no tienen la misma capacidad económica y formativa para adaptarse han sufrido un verdadero apagón digital
El primer confinamiento que vivimos nos tomó por sorpresa. El cuaderno y el lápiz se sustituyeron por dispositivos móviles, el aula desapareció. Los padres asumieron una tarea de acompañamiento en la que muchos se encontraban incapaces, además de tener que compartir la conexión a Internet, los dispositivos y conciliar laboralmente en medio del teletrabajo. También los educadores tuvieron que aprender en tiempo record a gestionar sus clases en línea, llegando en muchos casos, al agotamiento profesional. Sin embargo, en medio de estas duras circunstancias, hay quienes lo han pasado peor, las familias en situación vulnerable que no tienen la misma capacidad económica y formativa para adaptarse y que han sufrido un verdadero apagón digital. En el último Informe de PISA de la OCDE se indica que, antes de la pandemia, en España el 61 por ciento de las familias tenían varios ordenadores en casa, el 44 por ciento sólo uno y el 14 por ciento ninguno, así ¿cómo se puede ofrecer igualdad de oportunidades a los jóvenes que no cuentan con los recursos ni las herramientas necesarias?
Ante esta situación muchas entidades sociales nos hemos volcado en ofrecer soluciones, aunque a veces no sean suficientes.
Desde Fundación Tomillo hemos intervenido en los barrios del sur de Madrid con apoyo socioeducativo, económico y tecnológico, gracias a la colaboración de organizaciones públicas y privadas y de un maravilloso equipo de voluntarios. Hemos entregado a 337 estudiantes dispositivos electrónicos (ordenadores, tabletas y teléfonos inteligentes o smartphones); proporcionamos 228 nuevos accesos a Internet y reunimos un fondo de emergencia de 109.000 euros para cubrir las necesidades básicas de las familias. La educación en nuestro tiempo también exige flexibilidad para adaptarnos, estamos hablando de una educación híbrida (presencial y en línea), que vincule a las familias, a la comunidad, a los barrios y al resto de actores sociales, “una escuela inclusiva que garantice una educación más equitativa y de calidad para todas y todos, una escuela que pone a sus alumnos en el centro y no replique las desigualdades de partida de tantos jóvenes” (Fernández Enguita, 2009).
Educar hoy es darle forma al futuro, empezar a decidir hoy lo que queremos que sea mañana. Ya hay muchas escuelas que están liderando una verdadera transformación, podemos ver varios ejemplos en el libro de César Bona Las Escuelas que cambian el mundo, allí el autor nos dice que “es necesaria una escuela que transforme lo cotidiano en extraordinario, donde no hay un “yo” sin los otros, una escuela donde todas y todos se sientan queridos, donde los educadores acompañan este proceso de cambio y de vida personal, que lleva a los estudiantes a ser más conscientes con el mundo que les rodea” Bona, 2016).
Puede que todo esto, a oídos de algunos, pueda parecer una utopía, pero creo que puede ser posible si cada uno de nosotros nos preguntamos desde nuestro propio rol en la sociedad ¿qué cambios son necesarios en la educación para poder acompañar a las personas que queremos y construir la sociedad y el futuro que deseamos?
Martín Díaz, D. (2017): ¿Por qué educamos? LID.
Hummel, C. (1977): La educación hoy frente al mundo de mañana. UNESCO.
Fernández Enguita, M. (2009): Educar en tiempos inciertos. Morata.
Bona, C. (2016): Las Escuelas que cambian el mundo. Plaza y Janés.
Director general de Fundación Tomillo. Promueve la innovación educativa y la transformación social al servicio de los menores y jóvenes, en su mayoría procedentes de entornos diversos y en riesgo de exclusión. Cuenta con más de 35 años de experiencia en el ámbito de la educación en entornos vulnerables.
Ver todos los artículosDirector general de Fundación Tomillo. Promueve la innovación educativa y la transformación social al servicio de los menores y jóvenes, en su mayoría procedentes de entornos diversos y en riesgo de exclusión. Cuenta con más de 35 años de experiencia en el ámbito de la educación en entornos vulnerables.
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