29 de octubre de 2021
por
Christian Jaramillo Baquerizo
“La mala noticia es que la brecha de acceso digital llegó para quedarse…”, así inicia el título del artículo de Hilbert (2016), argumentando que este problema, por su complejidad, no tiene una aparente solución a corto plazo.
El campo educativo no es ajeno a esta problemática, ya que uno de los crecientes problemas en todos los niveles es la falta de acceso a la tecnología afectando directamente los procesos de aprendizaje. Por acceso a la tecnología, se comprende no solo la carencia de infraestructura tecnológica, sino la falta de conocimientos, habilidades, competencias, así como las creencias y actitudes relacionadas al uso de las tecnologías en la educación.
Esta brecha, al ser multifactorial, se la considera como un “blanco en constante movimiento”, recalcando la dificultad que enfrentamos en el intento de desarrollar estrategias que den respuesta a esta problemática (Hilbert 2016). El nivel de complejidad es evidente al no contar con una definición capaz de reunir todas sus características limitando así la posibilidad de generar respuestas inmediatas. Es así que, el plantear una solución viable para disminuir la brecha digital se convierte en uno de los mayores desafíos para la educación, la política pública y la sociedad en general.
Se advierte de los problemas que se pueden generar al intentar recoger en una sola definición a todas las características relacionadas con la brecha digital, ya que obligaría a responder a ciertos ámbitos, descuidando otros igual de importantes. Entonces, ¿por dónde empezar? Consideremos que la brecha digital pone de manifiesto la creciente distancia entre personas (países, individuos), características particulares (ingresos, posición geográfica), tipo de conexión (acceso, adopción), dispositivos (teléfonos, internet, televisión digital), entre otros. Parecería inviable el intentar cobijar esta realidad en una sola definición o pretender brindar una solución «de talla única”, por lo que se requiere, primero que todo, enfrentar este desafío asumiendo su complejidad y comprendiendo su nivel de influencia en el campo educativo.
Disminuir la brecha digital es uno de los mayores desafíos para la educación, la política pública y la sociedad en general
En el contexto educativo la brecha digital afecta directamente la capacidad de recibir una educación de calidad, incrementando aún más las brechas sociales que acompañan a nuestras sociedades. Además, la presencia de COVID-19 agudiza esta situación planteando grandes desafíos para educadores, entidades públicas, organizaciones, y demás actores. Esta problemática, exige respuestas concretas y viables. En este sentido, quienes trabajamos en la educación comprendemos el rol fundamental que cumple el docente en los procesos de aprendizaje e innovación. Por lo tanto, frente a la creciente brecha digital un punto de partida para darle respuesta es el fortalecer los procesos de desarrollo profesional del profesorado. Es decir, a través de una formación enfocada en potenciar sus competencias digitales, se puede reducir la brecha digital que tanto afecta a la educación.
Las reformas educativas exitosas, tienen como factor común una apuesta en la formación del profesorado, sea durante la formación inicial, como por medio de programas de desarrollo profesional. El conocido caso finlandés, tuvo como eje central el fortalecer el perfil docente garantizando su formación hasta un nivel de maestría en investigación como requisito mínimo para impartir clases en el sistema público desde los primeros niveles educativos. De la misma manera, la formación continua se convierte en una prioridad cuando un sistema educativo espera resultados efectivos.
Priorizar el desarrollo profesional del profesorado tiene como resultado a un grupo de profesionales altamente calificados, legitimando la profesión e identidad docente depositando en ellos una confianza en sus capacidades facilitando así su relación con las entidades de control, elevando su autoestima y su reputación frente a la sociedad. Volviendo al caso finlandés, su alta reputación se basa en su formación académica y en el reconocimiento social como aquellos que inspiran en sus alumnos una identidad nacional, convirtiéndose en actores sociales con una vocación digna de respeto y reconcomiendo por parte de la sociedad.
Por otro lado, la literatura especializada resalta los beneficios que brindan los procesos de desarrollo profesional del profesorado. Entre ellos, se destacan la posibilidad de incidir en la forma de pensar (actitudes y creencias), en su comportamiento, y en sus habilidades. De la misma manera, lo que dificulta el éxito de los programas de desarrollo profesional es la falta de transferencia del aprendizaje.
Es decir, solo una fracción de los esfuerzos y recursos utilizados en los procesos de diseño e implementación de un programa de desarrollo profesional, se transfiere al lugar de trabajo. Esta situación no debería desanimar dichas iniciativas. Al contrario, exige a educadores y autoridades, diseñar programas de desarrollo profesional que, conscientes de esta realidad, realicen esfuerzos que favorezcan la aplicación del aprendizaje a un nuevo contexto.
La brecha digital afecta directamente la capacidad de recibir una educación de calidad, incrementando aún más las diferencias sociales
Estudios recientes reiteran que para aceptar el uso de las tecnologías los docentes deben percibir su relevancia y beneficio en su práctica profesional. Para esto, su nivel de confianza en sus propias capacidades de aplicación juega un rol fundamental (Scherer, Siddiq y Tondeur 2019). Es aquí donde se explicita la razón de ser de los programas de desarrollo profesional, cuyo fin último es el fortalecer las competencias digitales del profesorado por medio de iniciativas que promuevan la comprensión y utilidad que tienen las tecnologías en su desempeño profesional y por, sobre todo, su beneficio en el aprendizaje de sus estudiantes.
Por lo tanto, para reducir la brecha digital hay que plantear iniciativas que fortalezcan las competencias digitales del profesorado, considerando sus características y necesidades individuales. Este suele ser uno de los grandes desafíos para quienes diseñamos programas de desarrollo profesional, el reconciliar las necesidades individuales con las institucionales sin descuidar los contextos de implementación y aplicación de los aprendizajes (Jaramillo-Baquerizo, Valcke y Vanderlinde 2019). Para conducir a un aprendizaje profesional de alta calidad, es decir, donde el profesorado libremente decida aplicar las tecnologías, se requiere de ambientes profesionales de aprendizaje que partan desde las realidades concretas del profesorado, apoyando su autonomía, sin recurrir a presiones externas como castigos o sanciones, pero que estén enfocadas en fortalecer sus habilidades, incidiendo positivamente en sus actitudes y creencias frente a las tecnologías.
Conclusión
En conclusión, la creciente brecha digital necesita de una respuesta por parte de quienes servimos a la educación. Un punto de partida, es fortalecer las competencias digitales del profesorado por medio de programas de desarrollo profesional que conduzcan a la comprensión de las bondades de las tecnologías aplicadas a la educación permitiéndole al profesional decidir con total libertad si integrar o no las tecnologías en los procesos de aprendizaje. Es imperativo fortalecer el perfil profesional del profesorado ya que son la puerta de acceso para la aplicación de las tecnologías en la educación. La brecha digital se podría reducir si apostamos por una formación continua de alta calidad fortaleciendo el crecimiento profesional del profesorado, sin retirar la mirada del fin último de toda iniciativa de desarrollo profesional, el aprendizaje de los estudiantes, quienes son los beneficiarios directos de un profesorado altamente calificado.
Hilbert, M.(2016): «The bad news is that the digital access divide is here to stay: Domestically installed bandwidths among 172 countries for 1986–2014» en Telecommunications Policy [en línea], vol. 40, no. 6, pp. 567-581. [Consulta: 17 septiembre 2021]. Disponible en: https://linkinghub.elsevier.com/retrieve/pii/S0308596116000276
Jaramillo-Baquerizo, C.; Valcke, M. y Vanderlinde, R. (2019): «Professional development initiatives for university teachers: Variables that influence the transfer of learning to the workplace» en Innovations in Education and Teaching International [en línea], vol. 56, no. 3, pp. 352-362. Disponible en: https://doi.org/10.1080/14703297.2018.1479283
Scherer, R.; Siddiq, F. y Tondeur, J. (2019): «The technology acceptance model (TAM): A meta-analytic structural equation modeling approach to explaining teachers’ adoption of digital technology in education» en Computers and Education [en línea], vol. 128, pp. 13-35. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.compedu.2018.09.009
Licenciado en Ciencias de la Educación y máster por Seton Hall University, USA. PhD en Ciencias de la Educación por Ghent University, Bélgica. Investigador postdoctoral del departamento de Educación de Ghent University. Docente y director del área académica de Educación de la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador).
Ver todos los artículosLicenciado en Ciencias de la Educación y máster por Seton Hall University, USA. PhD en Ciencias de la Educación por Ghent University, Bélgica. Investigador postdoctoral del departamento de Educación de Ghent University. Docente y director del área académica de Educación de la Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador).
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