24 de septiembre de 2021
por
Daniel Turienzo
Nuria Manzano
Ilustrador
Juárez Casanova
La pandemia provocada por COVID-19 ha ejercido un efecto catalizador acelerando los procesos de digitalización, avanzando entre cuatro y seis años en solo unos meses. En el plano educativo, el confinamiento y las medidas de distanciamiento social han aumentado el uso de fórmulas de enseñanza online o híbridas (blended learning1, flipped classroom2,…).
La tecnología ha permitido eliminar en gran medida las barreras espacio-temporales del aprendizaje, responder a los intereses individuales gracias a la ingente cantidad de información disponible, permitir la conectividad con personas e instituciones y facilitar una gran cantidad de posibilidades formativas —desde tutoriales hasta grados y máster, pasando por MOOC3, NOOC4 y SPOC5—. En este contexto surgen diferentes interrogantes sobre las fronteras del conocimiento en la sociedad digital. Como toda innovación educativa, su eficacia y relevancia, su impacto real, dependerá de que llegue a todos. Eso supone cerrar las brechas digitales, pero también desarrollar nuevas competencias, alfabetizar digitalmente y redefinir los contenidos y métodos educativos.
El término de brecha digital, acuñado en los años noventa para referirse al desigual acceso a la tecnología, debe ser actualizado comprendiendo no solo las diferencias relativas al acceso a conectividad y dispositivos, sino también al uso, al acompañamiento formativo en el uso que puedan recibir estudiantes/docentes/familias, a la formación en las competencias necesarias (técnicas y socio-emocionales), a los contenidos, a la aplicación de nuevas metodologías, a la transferencia y a las divergencias en la capacidad para incorporar los avances en los centros educativos.
Tan importantes como el acceso a los medios digitales son el uso, las competencias para usarlos, el valor y la transferencia de conocimiento
Centrándose en el nivel más básico, como es disponer de un dispositivo y conexión, los primeros trabajos elaborados tras la pandemia aseguraban que nueve de cada diez escolares tenían en casa algún ordenador y conexión a Internet, una cifra similar a la de la OCDE, aunque con importantes divergencias entre grupos, regiones y tamaños poblacionales.
En este sentido, el 61 por ciento de las familias con un nivel socioeconómico alto disponía de tres o más ordenadores, mientras que, en los hogares más desfavorecidos, el catorce por ciento no disponía de ordenador. También aparecerían brechas importantes al analizar determinados grupos como los estudiantes de etnia gitana —cerca del 60 por ciento no dispone de ordenador— o migrantes —18 por ciento no disponen de ordenador—.
Sin embargo, en esta cuestión se produce una especie de “fetichismo de las mercancías”, en palabras de Adela Cortina, pues se pone el foco de atención en el objeto como métrica, olvidando si permite o no satisfacer la necesidad que evaluamos. En este sentido, un análisis de microdatos de la encuesta de condiciones de vida estima que en el cuarenta por ciento de hogares —62 por ciento en el quintil más pobre— no existen unas condiciones adecuadas para el estudio (Rogero García, 2020).
Sin embargo, tan importantes como el acceso a los medios digitales son el uso, las competencias para usarlos, el valor y la transferencia de conocimiento. Existe pues una brecha digital de segundo orden intensamente relacionada con el capital cultural de las familias y la capacidad formativa de los propios docentes.
Con relación a las familias, cabe señalar que aquellas con más necesidades en ocasiones no solo carecen de las condiciones materiales que hacen posible el aprendizaje, sino también de las herramientas culturales, formación, conocimiento del idioma, estrategias pedagógicas o el tiempo y estabilidad para apoyar a los estudiantes en su proceso educativo (Díez Gutiérrez y Gajardo Espinoza, 2020). La tecnología no puede ser un elemento más que se sume a la vulnerabilidad familiar aumentando el aislamiento de sus miembros, sino una oportunidad para fortalecer los vínculos a través de espacios comunes que permitan aprender un uso adecuado, el fomento del autocuidado, el pensamiento crítico, etcétera.
Otra de las vías de actuación sobre el uso y transferencia de la tecnología está ligado a la responsabilidad de los actores y de la industria educativa en la difusión de herramientas, repositorios y guías que faciliten la accesibilidad a los contenidos, promoviendo que las familias conozcan los recursos disponibles, así como la adecuación a la edad.
Por otra parte, resulta evidente que no todos los centros —y docentes— tienen las mismas posibilidades para implementar estrategias didácticas de forma virtual (aprendizaje individualizado, apoyo, evaluación, …) lo que se ha conocido como brecha digital de la escuela.
En la sociedad del conocimiento surgen nuevas demandas que requieren un cambio en las metodologías, contenidos y roles docentes
La OCDE destaca las desigualdades entre países y, dentro de ellos, la disponibilidad de tecnología en las escuelas y las competencias digitales del profesorado para utilizar estas de manera eficaz. Por ello, es necesario dotar a los centros de forma adecuada, garantizar la formación del profesorado, facilitar tiempos para el intercambio y diseño de buenas prácticas educativas e incentivar a los docentes a integrar la tecnología en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Es clave lograr una alianza entre el acceso/disponibilidad/uso de los contenidos, la coherencia y compromiso de los contenedores (plataformas distribuidoras de contenidos) y los contextos (ecosistemas de innovación educativa formados por estudiantes, docentes, padres y administraciones educativas) desde un enfoque global y sostenible que se apoye en la inteligencia colectiva.
Este nuevo paradigma supone la necesidad de abordar antiguos retos transformados en incógnitas virtuales: la accesibilidad universal a las plataformas educativas; la inclusión educativa que garantice que todos aprenden y desarrollan al máximo sus posibilidades; cómo responder a las desiguales expectativas y posibilidades de apoyo familiar; cómo evitar la vulnerabilidad digital de los menores garantizando su seguridad; cómo garantizar una ciberconvivencia positiva donde el pseudo anonimato y la desregulación pueda estar presentes; cómo promover la sostenibilidad del aprendizaje profundo, la necesidad de desarrollar nuevas competencias digitales y socioemocionales para lograr su propio autocuidado, o cómo luchar contra la desinformación.
En la sociedad del conocimiento surgen nuevas demandas que requieren un cambio en las metodologías, contenidos y roles docentes. Sin embargo, hay que recordar que de alguna forma desde que existe Internet, su acceso y uso se ha generalizado, el aprendizaje ya era blended. Es decir, el aprendizaje del alumnado se producía dentro y fuera de la escuela, aprendizaje formal e informal se solapaban —cuando no se contradecían—, tanto en el contexto físico y como en el virtual. La diferencia de esta nueva era reside en que se ha potenciado el aprendizaje formal a través de la Red.
Nos aproximamos al omniaprendizaje, entendiendo por tal el que se realiza en diferentes contextos, realidades y formatos. Un escenario en el que la información se replica de forma exponencial y queda obsoleta en un breve lapso de tiempo. Por ello, hoy es más importante que nunca reconsiderar el papel reservado a la escuela como espacio de formación del pensamiento crítico, capacidad de análisis o la capacidad para aprender a lo largo de la vida. Capacidades que acompañarán siempre al alumnado y le permitirán hacer frente a sus necesidades diarias.
La escuela es insustituible como institución socializadora y compensadora de desigualdades. En este sentido, la enseñanza presencial es más eficaz, especialmente para los estudiantes más rezagados, puesto que facilita un refuerzo personal e individualizado. Asimismo, la educación a distancia tiene limitaciones que afectan sobre todo al alumnado vulnerable debido a la dificultad de las familias para acompañar el proceso educativo, el uso de tiempo y las dinámicas familiares
—determinadas por el capital instructivo y familiar— y la desigual respuesta por parte de los centros educativos (Bonal y González, 2020).
Nos aproximamos al omniaprendizaje, entendiendo por tal el que se realiza en diferentes contextos, realidades y formatos
Sin embargo, la tecnología es una herramienta que puede ser palanca de cambio y activadora de procesos de transformación y cohesión social de los contextos más vulnerables si se aprovechan las ventajas de su uso masivo, democratizando el coste de los dispositivos, creando alianzas de contenidos y plataformas, formando a estudiantes/docentes/familias en un uso significativo de la tecnología, acompañando en el proceso educativo seguido con la tecnología, etc. Por ello, no se trata de centralizar el discurso en las bondades de la tecnología per se, sino de situar al capital humano en el centro y poner a su servicio un ecosistema innovador apoyado por la tecnología y todos los resortes de la industria.
En el escenario actual y previsible a medio plazo, agudizado por la reciente pandemia, ya no hay excusas para afrontar los retos de la sociedad digital y conectada a través de una estrategia común, que nos permita definir nuestra identidad como ciudadanos globales, y el paradigma educativo que priorizará ese capital humano sin exclusiones.
1Blended learning es el aprendizaje que combina el e-learning (encuentros asincrónicos) con encuentros presenciales (sincrónicos).
2Flipped Classroom es un modelo pedagógico que transfiere el trabajo de determinados procesos de aprendizaje fuera del aula y utiliza el tiempo de clase, junto con la experiencia del docente, para facilitar y potenciar otros procesos de adquisición y práctica de conocimientos dentro del aula.
3MOOC es el acrónimo en inglés de Massive Online Open Courses. Son cursos gratuitos online.
4NOOC es un curso online masivo y abierto, pero de corta duración, y muy especializado en un tema concreto.
5SPOC son Small Private Online Courses. Mantienen una característica principal de los MOOC, que son online, pero ni son masivos, ni son abiertos.
Bonal, X. y González, S. (2021): “Educación formal e informal en confinamiento: una creciente desigualdad de oportunidades de aprendizaje” en Revista de Sociología de la Educación – RASE, 14 (1): 44-62. Disponible en: https://doi.org/10.7203/RASE.14.1.18177
Díez Gutiérrez, E. y Gajardo Espinoza, K. (2020): “Educar y evaluar en tiempos de coronavirus: la situación en España” en Multidisciplinary Journal of Educational Research, 10(2), 102-134. Disponible en: Doi: 10.4471/remie.2020.5604
OECD (2021): 21st-Century Readers: Developing Literacy Skills in a Digital World, PISA. París, OECD Publishing. Disponible en: https://doi.org/10.1787/a83d84cb-en.
Rogero García, J. (2020): “La ficción de educar a distancia” en Revista de Sociología de la Educación-RASE, 13(2), 174-182. Disponible en: https://doi.org/10.7203/RASE.13.2.17126
Asesor técnico docente en el Ministerio de Educación y Formación Profesional. Su tesis doctoral sobre la equidad educativa recibió el primer accésit del Instituto Nacional de Administraciones Públicas.
Ver todos los artículosAsesor técnico docente en el Ministerio de Educación y Formación Profesional. Su tesis doctoral sobre la equidad educativa recibió el primer accésit del Instituto Nacional de Administraciones Públicas.
Ver todos los artículosProfesora titular de universidad en la UNED. Doctora en Pedagogía por la Universidad Complutense de Madrid, fue directora del Centro Nacional de Innovación e Investigación Educativa (CNIIE) de 2018 a 2020 y directora del Centro de Orientación y Empleo (COIE-UNED) de 2013 a 2017.
Ver todos los artículosProfesora titular de universidad en la UNED. Doctora en Pedagogía por la Universidad Complutense de Madrid, fue directora del Centro Nacional de Innovación e Investigación Educativa (CNIIE) de 2018 a 2020 y directora del Centro de Orientación y Empleo (COIE-UNED) de 2013 a 2017.
Ver todos los artículos
Comentarios