30 de mayo de 2018

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¿Existe simbiosis antropológica entre el ser humano y la tecnología digital?

por Rafael Martínez-Cortiña

La masificación del acceso a tecnología digital ha modificado en menos de diez años la manera en que pensamos, actuamos, trabajamos y nos interrelacionamos. Se está produciendo una intensa reflexión sobre el impacto de la tecnología digital sobre el ser humano, cuya evolución camina hacia la denominada singularidad tecnológica

 

[ILUSTRACIÓN: DAVID SÁNCHEZ ]

 

Se está produciendo una intensa reflexión 1 sobre el impacto de la tecnología digital sobre el ser humano 2 y se comienza a debatir sobre la necesidad de establecer una edad mínima para el uso de dispositivos móviles. El teléfono inteligente  empieza a ser considerado como una potente herramienta para la cual se requiere algo de madurez, como ya ocurre, por ejemplo, para poder conducir automóviles. Una década después de su introducción empezamos a observar los efectos de la tecnología digital sobre el ser humano a escala global.

La masificación del acceso a tecnología digital ha modificado en menos de diez años la manera en que pensamos, actuamos, trabajamos y nos interrelacionamos. La conexión global ha permitido que miles de millones de personas operen hoy como un gigantesco cerebro interconectado que funciona 24 horas al día, siete días por semana. En muy poco tiempo, la nueva vida digital ya está tan presente en nuestra vida cotidiana que ya empezamos a “sentir” su impacto. Una nueva corriente de reflexión al respecto, la cíborg- antropología 3, parte de que ya existe una relación de simbiosis entre el ser humano y la tecnología digital, habiendo desarrollado entre ambos una “vida en común”.

¿Qué define con mayor exactitud nuestra relación con la tecnología digital?

El foco de análisis tradicional se ha concentrado mayoritariamente en el estudio de la tecnología en sí, en su capacidad de conexión y de generación de datos, así como su capacidad de multiplicar las posibilidades humanas en un modelo de negocio con crecimiento exponencial a escala global. La ergonomía y usabilidad de la solución digital son tan importantes como el precio. Las posibilidades de integración con otras tecnologías, así como la versatilidad y la potencia, son elementos fundamentales para analizar una solución tecnológica y establecer su valor. Desde una perspectiva tradicional, la tecnología digital es valorada en términos monetarios y de potencial de conexión global, su análisis es fundamentalmente tecnológico y es considerada como una más entre todas las tecnologías que existen.

En los últimos cinco años ha ido creciendo una corriente nueva de pensamiento que ha hecho girar el foco del análisis hacia el impacto de la tecnología en el ser humano. Ya no es la tecnología en sí lo que importa, y su visión es clara: desde la irrupción de la tecnología digital, los seres humanos actuamos como cíborgs. La nueva corriente de cíborg-antropólogos, liderados por Amber Case4, considera que los dispositivos móviles son prótesis que permiten mejorar enormemente nuestras capacidades, más allá de las estrictamente humanas. Dicha prótesis se adapta perfectamente a nuestras orejas, bocas y manos, y es lo que nos hace comportarnos en el año 2018 como cíborgs. Sin la prótesis digital, parece ser que podemos entrar en crisis, al tomar involuntariamente consciencia de nuestras limitaciones humanas reales. Esta línea de pensamiento considera que los dispositivos móviles permiten el acceso casi inmediato a posibilidades que las capacidades humanas requieren de aprendizaje, pero ante ello, numerosas personas han preferido delegar determinadas funciones en la tecnología digital, aunque a costa del desarrollo de sus propias capacidades humanas.

Desarrollemos primero nuestras capacidades humanas

Si la corriente de ciborg-antropólogos hoy tuviera razón y antropológicamente ya fuésemos ciborgs es porque ha habido una simbiosis con la tecnología digital. Ha ocurrido, sin darnos ni cuenta. La hemos adaptado silenciosamente como solución a nuestras necesidades y la hemos personalizado según nuestras preferencias. Utilizamos constantemente la tecnología digital para el desarrollo de numerosas otras funciones, y ahí es donde puede haber unas enormes consecuencias, porque depende de nosotros poder elegir la mejor de las opciones para alcanzar un objetivo deseado. Si la tecnología digital está complementando nuestras capacidades humanas, suena acertado. Si las está sustituyendo, suena errado y por ello en numerosas ocasiones se alerta de la dependencia que puede generar la tecnología digital en el ser humano.

Ante este panorama, el Ministerio de Educación de Francia directamente ha prohibido el uso de terminales móviles durante el horario escolar5, recreo incluido. El Ministro de Educación francés, Jean-Michel Blanquer, considera que el uso de terminales móviles “debe de estar controlado», además de incluso declarar que «es bueno que los niños no estén tan a menudo, o incluso nunca, delante de una pantalla con siete años de edad». Dicha medida parece sensata en mentalidades que consideran que debemos desarrollar nuestras capacidades humanas primero y acceder a la tecnología digital después. Consideran que esa “prótesis inteligente” no debe sustituir capacidades humanas, porque de lo contrario, nos convertimos en seres efectivamente dependientes de la tecnología.

Su análisis se basa en que estamos delegando nuestras capacidades naturales en la tecnología, hasta el punto de casi anularlas a favor de una solución digital que parece que lo consigue todo de una mejor y más rápida manera. Que Francia considere que el acceso libre al teléfono móvil es adecuado a los 15 años es como asumir que se requiere una cierta madurez para el uso de la tecnología digital, como al fin y al cabo ocurre con otras tecnologías. Si en 2018 los padres están alarmados por los contenidos que pueden ver sus hijos en dispositivos móviles, no deseo imaginar la preocupación que tendrán los padres en el año 2025 cuando sus hijos estén enganchados a realidades virtuales y aumentadas completamente ajenas a la realidad parental.

El impacto de la tecnología digital sobre el ser humano no es que antropológicamente hayamos podido evolucionar a cíborgs sin darnos ni cuenta, sino que podría significar el primer paso serio en el escalón de la evolución humana hacia la denominada singularidad tecnológica

Lo que se empieza a percibir como dañino es que en el año 2018 numerosas personas ya sólo deseen interactuar online, hayan delegado toda su creatividad en aplicaciones digitales y se hayan olvidado de desarrollar sus capacidades tradicionalmente humanas. Estas mismas personas reconocen haber perdido su capacidad para interactuar en la vida real con otras personas y no necesitan visualizar un resultado deseado porque en menos tiempo una aplicación genera una solución mucho más creativa. ¿Para qué pensar si el móvil me lo soluciona todo? podría ser el resumen del pensamiento en muchas personas, que inconscientemente se han ido haciendo cada vez más dependientes del acceso a soluciones digitales.

¿Qué puede ocurrir cuando, por circunstancias varias, una persona que ya funciona como un cíborg se ve involuntariamente privada de comunicación digital? La realidad a la carta que permite el universo digital se puede tornar en una agria realidad cuando desaparece la tecnología y de repente aparece una realidad para la cual numerosas personas ya no se sienten preparadas, ya que no desean vivir una vida sin conexión. Pueden entrar en crisis ante la falta de acceso a un dispositivo móvil porque la tecnología digital ya es una parte muy relevante de su vida. Si falta el móvil, no saben suplirlo con sus propias capacidades humanas, que no terminaron de desarrollar ante las numerosas soluciones digitales que obtenían un mejor resultado. Si falta el dispositivo móvil, parece que muchas personas ya no saben vivir.

¿Avanzamos hacia un cambio evolutivo?

Las implicaciones más asombrosas de todo esto que estamos viviendo no son que antropológicamente hayamos podido evolucionar a cíborgs, a escala mundial, sin darnos ni cuenta. Creo que lo más relevante es que eso podría significar el primer paso serio en el escalón de la evolución humana hacia la denominada Singularidad Tecnológica6. Muchas tecnologías han acompañado y potenciado la evolución humana, pero la simbiosis con la tecnología digital ya sitúa al ser humano en un escenario que no era imaginable hace apenas diez años. Hoy, en el año 2018 confiamos en tecnologías digitales conectadas con otras tecnologías que trascienden el mundo biológico y mejoran nuestras capacidades mentales y físicas. La integración de tecnologías robóticas y genéticas, la inteligencia artificial, el machine learning, la realidad virtual y la nanotecnología, entre otros, conectados bajo el Internet de las Cosas (IoT) nos harán progresar de una forma definitiva a otro escalón evolutivo. Futuristas como según Raymond Kurzweil7 consideran que habrá una revolución en términos de conocimiento8.

La tecnología nos está facilitando evolucionar y ahora parece que exponencialmente. Puede achacarse que no se trata de una evolución estrictamente natural, pero es evolución, al fin y al cabo. Aparecen posibilidades que nos cuesta comprender bajo nuestra mentalidad actual y visualizamos nuevas incógnitas relativas a disyuntivas éticas que deberemos estar preparados para afrontar.

Puede ser que la tecnología digital nos haya convertido antropológicamente en ciborgs y puede que estemos confiando en tecnologías que ya trascienden la condición natural del ser humano. Desde el Neolítico hemos evolucionado enormemente y ahora en el siglo XXI lo hacemos de manera exponencial. Si en 2018 ya existiese simbiosis con la tecnología digital, la presencia masiva de inteligencias artificiales en el año 2025, bajo una sociedad longeva, será percibido como natural por un ser humano que se habrá ido expandiendo evolutivamente como súper humano.

 

[Rafael Martínez-Cortiña debatirá sobre estos temas el próximo lunes 4 de junio en el encuentro ¿Qué te hará superhumano? de la Revista Telos en la Feria del Libro de Madrid junto a Mar Souto, Antonio Diéguez, Elena Postigo, Antonio Orbe, Felipe Debasa, Antonio Rodríguez de las Heras y Mario Arias. Puedes solicitar tu entrada aquí. Acceso gratuito ]

Notas

 11 “Mi hijo tiene ocho años y no le dejo usar la tableta, ¿estoy entorpeciendo su desarrollo?” (https://elpais.com/tecnologia/2018/05/25/actualidad/1527243094_981001.html).

 2“The impact of digital technologies on human wellbeing. Evidence from the sciences of mind and brain” (https://static.lgfl.net/LgflNet/downloads/online-safety/LGfL-OS-Research-Archive- 2011-Nominet-Impact-on-Wellbeing.pdf). Nominettrust.

 3“Cyborg anthropology” (https://en.wikipedia.org/wiki/Cyborg_anthropology).

 4

 5“Francia prohíbe el uso de móviles en los colegios… hasta en el recreo” (http://www.elmundo.es/tecnologia/2017/12/13/5a316e33e2704e257b8b45d3.html).

 6Singularidad tecnológica” (https://es.wikipedia.org/wiki/Singularidad_tecnol%C3%B3gica).

 7“Raymond Kurzweil” (https://es.wikipedia.org/wiki/Raymond_Kurzweil).

 8“Al fin y al cabo, ¿qué es la singularidad y cuándo llegará?“ (http://www.bbc.com/mundo/noticias/2014/10/141003_singularidad_finde_dv).

Bibliografía

CASE, A. (2015). Calm technology: Calm technology. Principles and Patterns for Non-Intrusive Design. Sebastopol (California). O’Reilly Books.
HARRIS, M. (2017). Nuestra especie. Madrid: Alianza editorial.
DE ANDRES, T. (2002). Homo cybersapiens. La Inteligencia artificial y la humana. Pamplona: Eunsa.
GÓMEZ PIN, V. (2006). Entre lobos y autómatas. La causa del hombre. Madrid: Espasa.
GARCÍA SERRANO, A. (2012). Inteligencia artificial. Fundamentos, práctica y aplicaciones. Madrid: Editorial RC Libros.

Autor

Economista por la Universidad Complutense y MBA por ESCP Europe. Co-fundador de Thinkeers. Miembro del Comité Científico de TELOS. Analista en Millenium Project. Su último libro es (Tu) Nación Digital, que publica Eolas Ediciones.

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