13 de diciembre de 2024
por
Carla Rivas Faro
Ilustrador
Van Saiyan
La ficción a menudo es un reflejo de la realidad. Este es el caso de las películas del queridísimo actor aragonés Paco Martínez Soria, que junto al director Pedro Lazaga, retrataron el inicio del éxodo rural en España con éxitos cinematográficos como La ciudad no es para mí (1966) y Abuelo Made in Spain (1969). En ellas, nuestro protagonista se desplaza a Madrid para visitar a sus hijos, que han emigrado del pueblo en busca de un éxito tan solo alcanzable en la ciudad. El mundo rural se concibe como un lugar atrasado, decadente y lleno de “cazurros”, donde el éxito en forma de prosperidad económica y social no tiene lugar.
Desde la década de los años 60, este proceso se ha perpetuado en el tiempo, llegando a ser considerado un hecho legítimo en el imaginario colectivo del mundo rural: que los jóvenes abandonen el pueblo para alcanzar el éxito en la ciudad. Un fenómeno que deja a la ruralidad desprovista de la inversión educativa realizada y del potencial creador de los jóvenes que se marchan.
El medio rural fracasa en su capacidad de retener a la población joven por tres razones que se cruzan y superponen: la falta de oferta laboral, la falta de servicios (tanto públicos como privados) y la percepción del mundo rural, dentro de la cual el éxito profesional no parece una opción factible.
El medio rural fracasa en retener a los jóvenes
Debido a que, aunque la versión tradicional del éxito es definido como algo subjetivo y personal, la realidad es que existen medidas cuantificables de éxito en forma de rankings; estudios con más salidas laborales, empleos más demandados o salarios más altos. La tendencia es evidente: los empleos digitales y de base tecnológica se imponen como ganadores, los cuales, si bien es cierto que muchos pueden realizarse en remoto, no están asociados con el entorno rural (World Economic Forum, 2023, 30).
Sin embargo, en medio de este desalentador panorama de “subdesarrollo”, una puerta de luz se abre como un posible camino a seguir por los jóvenes: el emprendimiento social rural, capaz de revertir estas tres problemáticas.
Para seguir desarrollando esta idea es preciso distinguir entre emprendimiento y emprendimiento rural. La diferencia entre ambos, presentada por L. Pato y A. Teixeira (2018, 46-59), radica en que este segundo tipo está fuertemente influenciado por las redes y rasgos sociales de su comunidad local. Además, su integración en el entorno aumenta las probabilidades de éxito. Los autores establecen que, para que un emprendimiento cumpla con la condición de “rural”, debe aunar estos cuatro factores:
(a) estar localizado en un entorno rural,
(b) uso y suministro de productos locales,
(c) empleo de trabajadores locales,
(d) venta de un “producto rural”.
A su vez, los autores R. Newbery, J. Siwale y A. Henley (2017, 3-4) justifican el rol del emprendimiento rural como un elemento de vital importancia en el aprovechamiento de la innovación y el mantenimiento y desarrollo de comunidades locales, así como la creación de oportunidades laborales y el uso sostenible de la tierra o la agricultura, definiendo el futuro local y el desarrollo económico. No obstante, dentro del emprendimiento rural también es crucial el componente social, es decir, el foco en el entorno junto a la búsqueda de un beneficio social más allá del económico.
Este emprendimiento es ejecutado por la figura del emprendedor social rural: aquel perteneciente a la comunidad y parte del propio capital social del territorio. Su conocimiento del entorno y comprensión de los retos a los que se enfrenta el mundo rural lo convierten en responsable legítimo de la creación de iniciativas capaces de generar valor social y económico (R. Lang y M. Fink, 2019, 155-168). Un agente que cuenta con doble apego al lugar: el apego emocional, es decir, los sentimientos y vínculos personales del emprendedor social rural con el municipio y sus habitantes, y, en segundo lugar, el apego instrumental: sus conocimientos sobre el lugar y su cercanía a los recursos disponibles (E. Kibler et al., 2015, 24-29).
El concepto de la “nueva ruralidad” rompe con el imaginario del mundo rural como un lugar yermo de oportunidades. La centralidad que ha ganado la sostenibilidad en nuestras vidas y empresas otorga al mundo rural un puesto privilegiado al ser recipiente de los recursos ecosistémicos. Este enfoque hace emerger, a su vez, nuevos nichos de negocios, como la transición ecológica, la gestión de espacios naturales y de energías alternativas, o los retos en materia agrícola (C. Rivas, 2024).
En segundo lugar, la innovación se presenta como otra opción de emprendimiento, no solo en su vertiente tecnológica, sino también aquella fruto de la reconfiguración de relaciones y recursos existentes en el medio rural, dando lugar a versiones renovadas de ideas, proyectos, iniciativas o negocios tradicionales.
Por último, el propio desarrollo rural como oportunidad de emprendimiento, poniendo el foco en la idiosincrasia de los territorios y acercando las políticas públicas nacionales a nivel local (C. Rivas, 2024). Este último tipo se ha propagado en España en los últimos años en un gran número de provincias, aplicando el segundo tipo de innovación a los Grupos de Acción Local.
La importancia de los jóvenes en el medio rural tiene tres facetas: la demográfica, la simbólica y la emprendedora.
El factor demográfico aborda el abandono del medio rural por parte de los jóvenes. Se trata del aspecto más evidente puesto que provoca un descenso vegetativo y de la natalidad en el medio plazo. A continuación, el factor simbólico viene representado por el vínculo entre el concepto de juventud y otros como novedad, vida o progreso, lejanos de la tradicional percepción retrógrada del mundo rural (N. Morales, 2018, 36-37). Pero, ¿qué vínculo existe entre los jóvenes y las oportunidades de emprendimiento social rural?
Ante el desajuste entre la mano de obra y las oportunidades de empleo que se nos ofrecen a los jóvenes, un nuevo enfoque es posible. Debemos poner en valor que en nosotros confluyen todas las características necesarias para la creación de nuevos proyectos innovadores en el territorio. Los jóvenes de la actualidad tenemos una educación formal superior a la de nuestros progenitores; además, a este hecho se le suma nuestra normalización del acceso a internet. La habilidad adquirida de formarnos e informarnos mediante las redes crea nuevas posibilidades de capital social y humano (A. Rubio y N. Pascual, 2018, 138-139).
Esta visión global de los jóvenes permite la glocalización de su entorno, es decir, traer lo global a lo local, y el desarrollo de innovaciones basadas en la reconfiguración de recursos ya existentes en el territorio. Internet permite la visibilidad de ideas, proyectos e iniciativas a escala mundial, conecta personas y rompe barreras físicas.
Los jóvenes rurales tenemos en nuestras manos una llave que abre ambas puertas: el conocimiento del mundo de las redes y el conocimiento del entorno, siendo nosotros mismos parte del propio capital social del lugar. Estas condiciones posibilitan la proliferación de proyectos que provean a los jóvenes de oportunidades de empleo autocreadas que también puedan llegar a dar trabajo a más personas.
Por otra parte, estas oportunidades de trayectorias profesionales pueden abordar industrias diferentes al sector agrícola y forestal, a menudo no tan atractivas para muchos jóvenes de un mayor nivel educativo. El mayor entendimiento de las redes y la formación en diversas ramas de conocimiento, así como una mayor sensibilidad hacia el desarrollo sostenible en todas sus facetas, abren nuevas puertas para el emprendimiento social rural.
Por último, el emprendimiento social rural nos ofrece a los jóvenes la posibilidad de un camino de autorrealización y prosperidad en el medio rural. El vínculo entre este tipo de emprendimiento y un propósito personal abre el camino a alcanzar ese éxito tan presente en el imaginario colectivo popular. De esta forma, se deconstruye el panorama desesperanzador imperante en el mundo rural hasta la fecha hacia un escenario de oportunidades, desarrollo y progreso.
El emprendimiento es la ventana capaz de mejorar la calidad de vida mediante la diversificación de las economías rurales, con nuevos nichos de negocio como la sostenibilidad, la innovación y el propio desarrollo rural, que abren un gran abanico de posibilidades. En este escenario, los jóvenes somos los agentes con mayor potencial innovador y mejor formados para aprovechar estas oportunidades, motivar nuevo valor en el territorio y construirnos a nosotros mismos una trayectoria vital en el mundo rural.
La sostenibilidad, innovación y desarrollo rural son oportunidades de la ‘nueva ruralidad
Por otra parte, internet y las redes sociales se erigen como una herramienta esencial para la consecución de la innovación en el entorno. La glocalización trae ideas, iniciativas y proyectos novedosos que pueden implementarse en el medio rural. Por su parte, los jóvenes pueden adaptarlos a la idiosincrasia del lugar mediante el conocimiento adquirido al pertenecer al propio capital social del territorio.
De esta manera, el emprendimiento social responde a las tres principales necesidades de los jóvenes del medio rural frenando su marcha y abandono del territorio. En primer lugar, genera nuevos empleos, fortaleciendo así el mercado laboral rural y otorgando un medio de vida. Propicia la creación de servicios mediante el estímulo a la diversificación de la economía rural, con la que más personas pueden verse beneficiadas. Finalmente, aporta valor e innovación a la región, enriqueciendo el imaginario del medio rural y permitiendo la autorrealización de los jóvenes.
El emprendimiento social rural dibuja un camino hacia el éxito económico y social que tanto anhelaba Paco Martínez Soria para sus hijas en la ficción y que habría permitido a la familia vivir feliz y prósperamente en aquel pequeño pueblecito del Pirineo aragonés.
Kibler, E., Fink, M., Lang, R. y Muñoz, P. (2015): “Place attachment and social legitimacy: Revisiting the sustainable entrepreneurship journey”. Journal of Business Venturing Insights, 3,
págs. 24-29.
Lang, R. y Fink, M. (2019): “Rural social entrepreneurship: The role of social capital within and across institutional levels”. Journal of Rural Studies, 70, págs. 155-168.
Morales, N. (2018): “Despoblación y juventud rural: Elementos impulsores hacia el éxodo o la permanencia”. Revista de Estudios de Juventud: Juventud Rural y Desarrollo, 122, págs. 33-48.
Newbery, R., Siwale, J. y Henley, A. (2017): “Rural entrepreneurship theory in the developing and developed world”. The International Journal of Entrepreneurship and Innovation, 18(1), págs. 3-4.
Pato, L. y Teixeira, A. (2018): “Rural entrepreneurship: The tale of a rare event”. Journal of Place Management and Development, 11(1), págs. 46-59.
Rivas, C. (2024): “Oportunidades de emprendimiento en el medio rural para la dinamización económica, social y cultural del entorno en España”. Observatorio de la Despoblación de Guadalajara. Disponible en: https://despoblacionguadalajara.es/
Rubio, A. y Pascual, N. (2018): “Nichos de negocio y empleabilidad juvenil como factores de desarrollo rural sostenible en la España deshabitada”. Revista de Estudios de Juventud: Juventud Rural y Desarrollo, 122, págs. 135-149.
World Economic Forum (2023): Jobs outlook. The Future of Jobs Report
(págs. 28-36).
Creadora de contenido en redes sociales sobre divulgación del medio rural con foco en sus problemas, oportunidades e iniciativas. Graduada en Economía y Negocios Internacionales por la Universidad de Alcalá y estudiante de Sociología en la UNED.
Creadora de contenido en redes sociales sobre divulgación del medio rural con foco en sus problemas, oportunidades e iniciativas. Graduada en Economía y Negocios Internacionales por la Universidad de Alcalá y estudiante de Sociología en la UNED.
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