11 de abril de 2025
por
Inés Bebea
[ ILUSTRACIÓN: NEBULA CORDATA/ ISTOCK ]
Hay cinco chicos sentados en un banco. Son de los guais. Se mueven con soltura y hablan con desparpajo. Nueva representación: ahora los cinco chicos permanecen inmóviles sentados en el banco. Cada uno está mirando su móvil. Pregunto: ¿Qué violencia hay en esta imagen? El resto del grupo guarda silencio. No parece evidente. Desde dentro de la escena, uno de los chicos responde: que estamos cada uno a lo nuestro con el móvil… Estamos juntos, pero estamos solos.
Esta escena surgió en un taller de alfabetización digital crítica. Invitábamos a jóvenes a representar situaciones cotidianas para aprender a identificar el ciberacoso. Con unas pocas pautas teatrales, creaban escenas en grupos y luego lo representaban delante de los compañeros. Estos chicos nos mostraron una soledad profunda, difícil de verbalizar. He recordado esta imagen muchas veces. Ayer, sin ir más lejos.
Esta semana puse mi primer parte disciplinario como tutora de clase. Fue duro. Es un buen grupo y muchos se sienten motivados por la ciberseguridad y el hacking ético. Pero a veces pasan cosas. Un día hubo mucho barullo y varios estudiantes se quejaron de que una chica había copiado en un examen. Además había un vídeo de prueba. El profesor me informó de que iba a poner un parte a la chica.
Me resultó extraño que hubiera un malestar general por este motivo. Hablé con varias personas del grupo. Había sido una tarde difícil y el examen los pilló por sorpresa. Todos estaban nerviosos por eso. Al terminar su examen, Pablo salió al pasillo y desde allí vio que Sara miraba su móvil durante el examen. Lo grabó en vídeo y lo compartió con comentarios en un grupo de Whatsapp. Los profesores estaban haciendo la vista gorda. Era una injusticia. El grupo se fue encendiendo y armó un buen lío.
En nuestro centro educativo está prohibido utilizar el móvil. Grabar imágenes de una persona sin su consentimiento y difundirlas en Internet puede suponer una infracción legal. Si las imágenes fueran íntimas, sería delito. Tanto profesores como estudiantes lo estábamos pasando por alto. Quizás había que añadir otro punto de vista en esta historia, el de la persona que hizo esa grabación. ¿Qué pasó? ¿Te molestaba esa compañera? ¿Para qué lo enviaste al grupo? ¿Te salió bien el examen? ¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas en casa? Lo sé. Entiendo.
Intento reconocerme a mí misma en una situación similar para sostener la escucha. Mi presencia atenta da sus frutos. Al hablar con Pablo, todo cobra sentido: la presión del examen, su estado de ánimo, sus problemas personales. No era solo un vídeo, era una respuesta emocional a una situación de estrés. Él mismo se da cuenta. Los nativos digitales necesitan el contacto humano para tocar Tierra. Como sugiere la propuesta curricular del educador César Coll, la competencia digital no puede limitarse a enseñar herramientas: debe prepararnos para las situaciones que nos toca vivir.
Necesitamos una educación tecnológica que incorpore tres pilares esenciales de reconexión con nuestra humanidad:
Autoconocimiento: Aplicaciones, redes sociales y videojuegos están diseñados para enganchar. Captan nuestra atención y disparan nuestras emociones, tal y como expone la investigadora Catherine L’Ecuyer en su libro Educar en la realidad (Plataforma Editorial, 2015). En la medida en que Pablo aprende a identificar sus emociones y necesidades, puede distinguir cómo está su autoestima, si se siente sereno o ansioso, si necesita afecto o escucha. Observarse le ayuda a saber si le conviene más compartirse en Whatsapp o ir al gimnasio y descargar energía… La energía emocional también se transforma.
Educación en valores: Hacer daño con el móvil es demasiado fácil. Y puedes no darte ni cuenta, como le pasó a Pablo. Para ver el impacto de tus prácticas digitales, necesitas desarrollar una empatía que trascienda la pantalla: ¿te gustaría que subieran un vídeo tuyo? A Pablo le pasa otra cosa: tiene un iPhone y le encanta que los demás lo vean. Siente una tentación irresistible de sacar el móvil del bolsillo con la menor excusa. El consumo tecnológico también es una cuestión de valores. Cuando se da cuenta, Pablo aprende a quedarse con las personas que le quieren por quién es él, y no por su iPhone.
Educación crítica en tecnología: La tecnología no es neutral. Cada dos por tres el móvil de Pablo vibra en su bolsillo. Si no sabe algo, le pregunta a ChatGPT. Pensar críticamente es hacerte preguntas para comprender cómo funciona tu móvil y las apps a nivel técnico, económico, social y ético. ¿Por qué estamos tanto tiempo conectados? ¿Dónde se guarda lo que subimos a las redes? ¿Las aplicaciones son realmente gratuitas? ¿Tener más tecnología nos hace mejores? ¿Qué formas de ciberviolencia he normalizado? Son algunos de los ejemplos que desarrollamos en la guía para familias para educar en el uso crítico de la tecnología. Pablo gana tranquilidad cuando regula el uso del móvil, silencia las notificaciones y configura medidas de seguridad digital. Sin embargo, todavía prefiere la IA a tener una conversación difícil.
Pablo recibió su parte disciplinario y ahora investiga sobre peritaje informático. Le gusta la ciberseguridad, pero no se había dado cuenta de que grabar a su compañera era justo lo contrario. En clase, hablamos sobre cómo gestionamos las situaciones de estrés. Procuro darme cuenta cuando tengo un pico de estrés y reconozco mi vulnerabilidad con el grupo. Pido su comprensión. Sara sigue utilizando su traductor en clase, como hizo aquel día en el examen. También hablamos de las diferentes necesidades que tenemos cada persona: déficit de atención, bloqueos emocionales, dominio del idioma, conflictos en casa, conciliación laboral, etc. Nos damos comprensión mutua.
Ser humanos implica mucho más que adaptarnos a la tecnología: supone desarrollar una mirada crítica que nos permita comprender el mundo en el que vivimos y relacionarnos de manera más consciente con la tecnología. Ser humanos significa cultivar el autoconocimiento, la empatía y la reflexión aplicadas al uso que hacemos del móvil, de la IA, de las redes sociales. Ser humanos es estar presentes con nuestras vulnerabilidades y nuestros dones. Los nativos digitales necesitarán ser más humanos que sus padres. La educación tecnológica debe ir más allá del manejo de herramientas; necesita formar una ciudadanía digital crítica que nos reconecte con nuestra humanidad.
Bebea González, I. (2015): Alfabetización digital crítica: una invitación a reflexionar y actuar. Madrid, Editorial Biocore. Disponible online: https://archive.org/details/AlfabetizacionDigitalCriticaUnaInvitacionAReflexionarYActuar
Bebea González, I.(2024): Con criterio propio: una guía para educar un uso crítico de las tecnologías en familia. Madrid, Fundación Esplai. Disponible en: https://fundacionesplai.org/wp-content/uploads/2024/08/Guia-y-uso-critico-de-as-tecnologias-en-familia.pdf
Coll, C (2023): Nuevo currículo, nuevos desafíos educativos. Madrid, Editorial SM. Disponible en: https://issuu.com/gruposmespana/docs/nuevo_curriculo_libro
Fernández, J. (2010): Educar en ser persona. Tolosa, Fundación Arantzazu Baketik.
L’Ecuyer, C. (2015): Educar en la realidad. Barcelona, Plataforma Editorial.
Morán, C. (2018): ¿Nos salvará la tecnología? 99 preguntas y 99 experiencias para aprender a vivir en un mundo justo y sostenible. Madrid, Ecologistas en acción. Disponible en: https://www.garuacoop.es/wp-content/uploads/2018/07/99_Tecnologia.pdf
Profesora de Formación Profesional en Informática y Comunicaciones. Emprendedora social. TEDx Speaker. Autora de “Con criterio propio: una guía para educar un uso crítico de las tecnologías en familia” (Esplai, 2024).
Ver todos los artículosProfesora de Formación Profesional en Informática y Comunicaciones. Emprendedora social. TEDx Speaker. Autora de “Con criterio propio: una guía para educar un uso crítico de las tecnologías en familia” (Esplai, 2024).
Ver todos los artículos
Comentarios