30 de abril de 2020
por
Diego Isabel La Moneda
Ilustrador
Emma Gascó
“¿Quién piensa que en el año 2030, fecha marcada para alcanzar la denominada Agenda 2030, saldremos a las calles de todas las ciudades del mundo a celebrar que hemos alcanzado los Objetivos de Desarrollo Sostenible y hemos frenado el cambio climático?”
Llevo haciendo esta pregunta al inicio de cada conferencia que imparto desde finales del 2015, año en el que se aprobaron tanto los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas1 como los objetivos del Acuerdo de París de Cambio Climático2. Tras realizar la pregunta más de un centenar de veces a un público total de más de diez mil personas —principalmente en Europa, América Latina y Estados Unidos—, las personas que alzan el brazo convencidas de que alcanzaremos nuestros retos globales son entre el 1 por ciento y el 2 por ciento del aforo total. ¿Por qué más del 98 por ciento de las personas no confían en que alcancemos los objetivos de la Agenda 2030? ¿Cómo podemos esperar alcanzar unos objetivos si no confiamos en nosotros mismos?
Al profundizar en los motivos por los que la gente no confía en que consigamos tan importantes metas, nos encontramos con dos causas principales: un modelo económico inadecuado para tan ambiciosos objetivos y una enorme falta de confianza en nosotros mismos como sociedad. Además, la crisis de la COVID19 ha descubierto la fragilidad del actual modelo económico y su falta de resiliencia local y global. ¿Estamos preparados ante futuras pandemias? ¿Y ante potenciales crisis energéticas? ¿Qué pasaría con la economía y la vida de las personas si hubiera un “apagón tecnológico”? Estas preguntas hacen que nos replanteemos la idoneidad del actual modelo.
En primer lugar, no podemos solucionar problemas como el cambio climático o la destrucción de la biodiversidad con el mismo modelo económico —lineal, extractivo y basado en el hiperconsumo— que es la causa principal de dichos problemas.
Por otra parte, informes como el Edelman Trust Barometer3 nos muestran que la ciudadanía no confía en los gobiernos, las empresas y en los medios de comunicación —en España la confianza ha disminuido siete puntos porcentuales entre 2018 y 2019— y que la mayoría de las personas piensan que ellos y sus familias vivirán peor dentro de cinco años que ahora. ¿Cómo levantar la mano para afirmar que confío en que en el año 2030 habremos erradicado la pobreza y el hambre, todas las personas disfrutarán de educación de calidad y salud, acabaremos con las desigualdades y frenaremos el cambio climático si no confío en mi misma, ni en las instituciones que me representan, ni en las empresas que rigen la economía?
Lo mejor que han traído los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París de Cambio Climático ha sido el consenso casi global en la necesidad de alcanzarlos. Sabemos qué queremos alcanzar, pero no sabemos cómo o no confiamos en el cómo que estamos aplicando. En el caso de España, otro aspecto positivo y punto de inflexión ha sido la celebración de la COP25 de Cambio Climático en Madrid4. Acoger este evento global ha hecho que durante dos semanas se haya desarrollado en toda España la mayor campaña de educación ambiental jamás conocida. Todos los medios de comunicación hablaban cada día de los retos del clima y miles de personas se movilizaron para poner su granito de arena y manifestar que es “Tiempo de Actuar”. Gracias a este elevado consenso en la necesidad de avanzar hacia tan importantes metas y teniendo aún diez años por delante para alcanzarlos, deberíamos estar más convencidos de nuestra capacidad para lograrlos.
Pero las personas no alzan su mano porque, a pesar de todas las movilizaciones ciudadanas y las declaraciones de intenciones de los gobiernos, no ven ningún cambio sustancial en el modelo económico, que es la base del estilo de vida que llevamos. En la pasada edición del NESI Global Forum celebrada en Málaga en abril de 2019, más de 800 personas de 42 países manifestaron que ha llegado la hora de “cambiar la economía para cambiar el mundo”, acordando que necesitamos una transición de la economía si de verdad queremos alcanzar los objetivos de la Agenda 2030. Solo una transición económica nos ayudará a avanzar en la dirección adecuada y estar preparados para afrontar retos como el planteado por la pandemia del Coronavirus.
¿Por qué hablamos de transición ecológica cuando lo que necesitamos en una transición económica? No dudo de las buenas intenciones de todas aquellas personas que hablan de “transición ecológica” ni de las que deciden denominar a un ministerio como Ministerio de Transición Ecológica, pero detrás de esta denominación se esconde una trampa lingüística que nos puede hacer fracasar en la consecución de nuestros objetivos. El poder de las palabras es enorme.
Ambas palabras, “ecología” y “economía”, vienen del griego y tienen un origen etimológico común. Ecología se compone de “oikos”, que significa “casa, hogar” y “logos” que significa “estudio de”. Por lo tanto, la ecología es el estudio de nuestra casa, nuestro hogar, que no es otro que el planeta tierra, la naturaleza de la que somos parte. Por su parte, “economía” viene de “oikonomos”, compuesta también por “oikos” y por “nomos”, que significa “ley o reglas de administración”. Por lo tanto, “oikonomos” y economía significan “las leyes y reglas por las que administramos nuestra casa”.
Tenemos la oportunidad de hacer que esta década pase a la historia como “los maravillosos años veinte”, en los que fuimos capaces de reinventar la economía y ponerla al servicio de las personas y del planeta
Esto tiene mucho sentido. Por una parte, la ecología se encarga de entender cómo funciona la naturaleza, las leyes naturales por la que se rige y el funcionamiento de sus ecosistemas. Por otra, la economía, que es algo que hemos creado los humanos, es el conjunto de reglas y normas con las que funcionamos a la hora de producir alimentos —a través de la agricultura y la ganadería, disciplinas que manejamos gracias al conocimiento adquirido por la ecología— y otros productos (no olvidemos que todo producto que usamos hoy en día, ya sea un teléfono inteligente, una botella de vino o un patinete, vienen de la extracción y procesamiento de diversos recursos naturales). Además de regular cómo se crean los productos, la economía también determina las normas que rigen el intercambio de los productos y servicios. Este intercambio se puede realizar a través de métodos tradicionales como el trueque o a través de la creación de lo que denominamos dinero, ya sea en moneda, papel o digital.
Es decir, el concepto de “transición ecológica” literalmente significa cambiar o transformar la manera en la que estudiamos la naturaleza, nuestro hogar, pero no la manera en que interactuamos con ella. Esta interacción viene marcada por la economía, ya que la economía, las reglas y las normas de gestión de nuestro hogar —ya sea nuestra ciudad, país o todo el planeta— sí que es algo que está en mano de los seres humanos.
La conclusión de este razonamiento sobre la importancia de las palabras es que, si solo hablamos de transición ecológica y creamos organismos para gestionarla cuyas competencias son medioambientales y no económicas, estaremos una vez más desvinculando el modelo económico de los aspectos medioambientales. Es importante que empecemos a hablar claramente de que es necesaria y urgente una transición económica desde el actual modelo hacia un nuevo modelo alineado con los objetivos consensuados a nivel global.
Llegados a este punto, podemos afirmar que para ser una buena economista —una persona capaz de definir y gestionar las normas y reglas que regulan la “casa”— esa persona primero tiene que ser una gran ecologista, es decir, una persona que haya estudiado y entendido la forma en la que funciona la naturaleza.
Una economía que solo aspira al beneficio financiero es antinatural
El actual sistema, que ve a la naturaleza como recursos naturales y considera el impacto que produce en ella como una externalidad que no se debe tener en cuenta, tiene como objetivo el crecimiento y maximización del capital. Si eres un Estado, el objetivo es que crezca el Producto Interior Bruto (PIB); si eres una empresa, que crezca el beneficio de la cuenta de resultados.
Aristóteles ya nos avisó cuando dijo: “Una economía que solo aspira al beneficio financiero es antinatural”5 y lo estamos viviendo ahora con los efectos del cambio climático y la destrucción de la biodiversidad. También el economista británico Kenneth Boulding nos avisó hace décadas de que “quien crea que es posible un crecimiento infinito en un planeta finito, o es un loco o es un economista”. Solo podremos encarar una transformación de la economía y reinventar nuestro modelo productivo si aceptamos que debemos dejar de creer en afirmaciones como que el crecimiento económico per se genera bienestar o que hay que consumir mucho para que las fábricas produzcan mucho y así generar empleo y bienestar —y no considerar el impacto de este modelo en el planeta y, como consecuencia, en nuestras vidas—.
¿Cómo sería una nueva economía alineada con la Agenda 2030 y capaz de afrontar crisis globales como la de la COVID19 desde la acción local? Para responder a esta pregunta, abordar este cambio de paradigma y alinear el modelo productivo con los objetivos globales, durante la recién iniciada década de los años veinte necesitamos abordar cinco cambios fundamentales en la forma de entender la economía:
1.Economía con propósito
Del crecimiento ilimitado hacia una economía en la que las organizaciones identifiquen su propósito y el impacto que quieren generar en la sociedad y lo alineen con los objetivos globales. Ya existen propuestas en esta línea tales como la Economía del Bien Común del austriaco Christian Felber, el movimiento de las B Corps, el Comercio Justo, la banca con valores o la inversión de impacto. Siguiendo estas propuestas, la década de los años veinte tendrá la oportunidad de ser recordada en el futuro como “la década del propósito”.
2. Nuevos indicadores para medir el éxito de la economía
Si cambiamos el objetivo de la economía debemos cambiar la forma de medir su éxito. En esta nueva década tenemos el reto de consensuar nuevos indicadores tanto para la economía global como para el desempeño de las empresas. La buena noticia es que ya tenemos propuestas tanto para las economías nacionales (Better Life, de la OCDE; Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas; Happy Planet Index de la New Economics Foundation o el Producto de la Felicidad Bruta desarrollado por Buthan) como para las empresas (Balance del Bien Común o Triple Balance, entre otras).
3. Economía circular
Transitar desde el actual modelo de producción lineal hacia una economía circular que aplique el ecodiseño como punto partida para un modelo en el que desaparezca el concepto de residuo y todo se recircule, imitando los procesos de la naturaleza. En los próximos años la economía circular será una premisa de cualquier actividad económica y aparecerá el concepto de “economía regenerativa”, aquella que no solo respeta la naturaleza, sino que la regenera, algo necesario para paliar los efectos del cambio climático y la destrucción de ecosistemas de las últimas décadas. Por último, una economía circular y regenerativa es una economía resiliente, capaz de generar autosuficiencia en el nivel local, lo que permitirá producir recursos para afrontar crisis pandémicas, energéticas o alimentarias.
4. Consumir menos y mejor
Cambiar la forma en que consumimos: del hiperconsumo a consumir menos y mejor. Esta es la principal conclusión del estudio Otro Consumo para un Futuro Mejor6 realizado en 2019 por la Organización de Consumidores y Usuarios y el Foro NESI sobre el futuro del consumo. Consumidores que se convierten en productores, transición “de la posesión de objetos al uso”, upcycling de productos dándoles un nuevo y mejor uso o el consumo colaborativo son algunos de los cambios que ya estamos viviendo y que irán a más en los próximos años.
5. Reinventar el trabajo
Cambiar el concepto de trabajo. Durante los años veinte viviremos una evolución desde tener un solo trabajo y trabajar para sobrevivir hacia un nuevo mercado laboral caracterizado por personas que buscan realizar diferentes actividades que realmente les motivan y llenan sus vidas de sentido, con independencia de que tengan mayor o menor remuneración económica. Este cambio cultural, unido al avance de la tecnología, representa una oportunidad única para replantear el concepto del trabajo y, como consecuencia, nuestro estilo de vida.
Si somos capaces de abordar estas cinco transformaciones, aún estaremos a tiempo de alcanzar nuestros objetivos y hacer que esta década, recién iniciada, pase a la historia como “los maravillosos años veinte”, la década en la que fuimos capaces de reinventar la economía y ponerla al servicio de las personas y del planeta.
1El 25 de septiembre de 2015, los líderes mundiales adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible. Disponible en: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible
2El 12 diciembre de 2015, en la COP21 de París, los países participantes alcanzaron un acuerdo para combatir el cambio climático y acelerar e intensificar las acciones e inversiones necesarias para un futuro sostenible con bajas emisiones de carbono. Disponible en: https://unfccc.int/es/process-and-meetings/the-paris-agreement/que-es-el-acuerdo-de-paris
32019 Edelman Trust Barometer Global Report.
4La vigésima quinta reunión de la Conferencia de las Partes (COP), el órgano de decisión supremo de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre cambio climático (UNFCCC por sus siglas en inglés), fue organizada y presidida por Chile y se celebró entre los días 2 y el 13 de diciembre en Madrid.
5Aristóteles, Política, Libro III, Cap. 12.
6“Otro Consumo para un Futuro Mejor”. 2019. Organización de Consumidores y Usuarios y el Foro NESI.
Aristóteles. Política.
Felber, C. (2012): La economía del bien común. Barcelona, Deusto.
Organización de Consumidores y Usuarios y Foro NESI (2019): “Otro Consumo para un Futuro Mejor”.
Organización de Consumidores y Usuarios y Foro NESI de Nueva Economía e Innovación Social. Disponible en: https://www.ocu.org/consumo-familia/consumo-colaborativo/informe/otro-consumo-futuro-mejor
Director del Foro NESI de Nueva Economía e Innovación Social. Ingeniero de Montes. MSc Global Governance and Ethics por la Universidad de Castilla y León. Autor de Yo soy Tú: Propuesta para una Nueva Sociedad.
Ver todos los artículosDirector del Foro NESI de Nueva Economía e Innovación Social. Ingeniero de Montes. MSc Global Governance and Ethics por la Universidad de Castilla y León. Autor de Yo soy Tú: Propuesta para una Nueva Sociedad.
Ver todos los artículos¡Artículo valiente y revelador sobre la nueva era en la que nos encontramos. Me quedo con el concepto de la necesidad de dar un paso adelante como sociedad poniendo la economía al servicio de las personas y del planeta.”Sí se puede”!
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