10 de octubre de 2022
por
Mujer Corteza
[ FOTOGRAFÍAS: ELISA MIRALLES ]
Todo empezó en febrero de este año, durante las visitas guiadas de mi primera exposición individual en Madrid. En ellas contaba, como siempre hago cuando me preguntan por mi trabajo, que las cortezas fueron unas de las primeras superficies sobre las que escribían los romanos antes de conocer los rollos egipcios. Lo decía Plinio el Viejo en el siglo I d.C. y lo recoge Irene Vallejo en su aclamado ensayo, El infinito en un junco. No en vano, lo que hago con mis obras es una forma de escribir. De hecho, cada una de mis piezas cuenta pequeños relatos que, sumados, podrían conformar un libro. Y fue precisamente esta información que acabo de detallar la que hizo que Javier Moya, coordinador de la Revista TELOS, al escucharlo por boca de una de esas visitas, me convocara para ilustrar el número 120 dedicado a la Escritura. No cabía en mí de satisfacción, pero también de cierto respeto hacia un proyecto de tal envergadura. No obstante, acepté el reto: empecé a documentarme, a esbozar posibles ideas, asistí a un par de reuniones más, leí y releí los artículos que iban a constituir el Cuaderno central de la revista (el encargo consistía en ilustrar cada uno de ellos, la portada central y la del propio Cuaderno. Ah, y un desplegable)…
A la hora de materializar mis propuestas todo fue libertad, confianza y buen rollo. Y tiempo, tiempo suficiente como para poder pensar en cómo llevarlo a cabo sin prisas. Juraría que me dieron unos tres meses. ¿Se puede pedir más?
Para mí lo importante era ser fiel a Mujer Corteza: hacerlo todo de manera analógica y utilizar cortezas en su creación (también papel reciclado, virutas y acrílico). Hice una primera entrega y la recepción por parte de TELOS fue buena, lo que me dio confianza para seguir trabajando en esa línea de total libertad (las restricciones, a veces, se las pone una misma). Habría dos entregas más: una, con el resto de collages; otra con la portada, que se me resistiría un poco. Las fotos de mis collages para la entrega final a TELOS correrían a cargo de la gran Elisa Miralles.
Codificando y decodificando el mundo ilustra el artículo que abre el Cuaderno central: La creación literaria y la experiencia lectora en la era del metaverso, de Nerea Pallares. Su texto me hizo reflexionar sobre cómo interpretamos el mundo, cómo los datos e información que recibimos a diario influyen en nuestra percepción del mismo, cómo las experiencias inmersivas pueden hibridar nuestras vidas reales y virtuales, y qué consecuencias tiene todo ello sobre nuestro devenir. De ahí salió mi collage con ese ser humano que apenas es una cabeza que procesa (input: digital; output: analógico-cortezas).
La réplica de los copistas ilustra el artículo de Álvaro de la Rica, quien hace un recorrido histórico en Técnica y arte de la escritura. Aquí la idea del collage surgió de inmediato. Tenía que ser necesariamente un homenaje al trabajo de los copistas. Había vuelto a ver “El nombre de la rosa”, la película de Jean-Jacques Annaud basada en el libro de Umberto Eco; y el libro de Irene Vallejo resonaba constantemente en mi cabeza. La ilustración hace alusión a la réplica de la escritura como un virus (maraviloso) que se multiplica de manera infinita y permite el acceso al conocimiento más allá del lugar en el que se genera.
Page Not Found surgió de una manera casi instantánea ante la lectura de La influencia de la inteligencia artificial en la escritura, de Richard Benjamins. ¿Cuáles son los riesgos de la IA? ¿Quién la domina? ¿Qué intereses hay detrás? ¿Cómo puede afectarnos todo ello? Ante estas preguntas, no hay respuestas que valgan. Es más, no hay respuesta alguna. De ahí lo de ‘página no encontrada’. De ahí que no haya elementos figurativos en la composición, solo elementos gráficos y cortezas.
La cocreación. Volcán en erupción surge como respuesta a la lectura del artículo de Jorge Carrión, Escribir con imágenes. La humanidad regresa a su infancia. Su artículo me hizo reflexionar acerca de cómo nos comunicamos hoy en día: muchas veces, respondemos con un lacónico emoji a un mensaje de WhatsApp, otras nos vale con un meme o un GIF para comunicar todo lo que queremos decir… ¿No es esto una vuelta a los orígenes? ¿No es un regreso al potencial comunicador de las pinturas rupestres? ¿Son estas imágenes resultado de un proceso individual o responde más bien a un trabajo colectivo? Para mí, la cocreación es siempre más explosiva y enriquecedora. Lo que no ves tú, lo ve el otro. De ahí mi collage con dos cabezas y un único volcán.
¿Qué hay al otro lado? es un collage que se pregunta con curiosidad de niño qué está pasando en esas comunidades virtuales de gente joven que está creando relatos, poesía y otros mundos literarios de manera paralela a los sellos editoriales, y cómo interactúan ambos. En realidad, se lo pregunta Victoria Saez en su artículo Jóvenes, escritura literaria y redes sociales. Yo solo reacciono a sus reflexiones con este collage que vislumbra un agujero negro cuya composición es difícil de dilucidar hoy en día. Todo está abierto, todo es posible. Parece bello, pero también puede convertirse en un infierno.
Cual tecla de un piano da la réplica al artículo de Alejandro Piscitelli. En la Escritura centauro en la era de la creatividad computacional leí lo siguiente: “El noventa por ciento de los artículos periodísticos serán producidos por bots en 2025”. Me dio vértigo ver hacia dónde nos dirigíamos. Reflexionando sobre ello, sobre cómo ilustrar esta suerte de distopía, me topé con la idea de un piano cuyas teclas parecen todas iguales, pero generan sonidos distintos. ¿Puede un bot simular la calidad, la humanidad o el sentido del humor de un ser humano a la hora de escribir un texto? Los resultados pueden parecerse, pero seguro que suenan distinto.
El collage destinado al desplegable fue el descartado para todo lo demás, así de sencillo. Las razones de los libros, escrito en código morse, no encajaba en ninguno de los artículos que integraban el Cuaderno central. Y, sin embargo, no podíamos prescindir de él, encajaba en la temática general y nos gustaba su materialización.
Con la portada del Cuaderno central quise poner el foco en algo que englobara todo lo relativo a la escritura, a modo de resumen. ¿Cuál era el elemento en común a todos los artículos?, me pregunté. Sin duda, el ser humano. Y es ahí donde surgió Somos seres eléctricos. Nos comunicamos.
La portada de la revista se hizo la remolona y fue la última en salir. No era fácil ilustrar un concepto tan infinito como La escritura: de mesopotamia al código binario. Pensé primero en una portada en blanco (ya saben, negro sobre blanco); también en hacer una portada en braille, pero ninguna de las dos opciones nos acababan de convencer. Finalmente, volviendo a mis cortezas y a su campo semántico y conceptual, la idea vino rodada: ¿por qué no hacer un árbol lleno de ramificaciones? Así, en definitiva, había sido la evolución de la escritura. Las ramificaciones de la escritura fue el resultado y no, no había manera de encajar mis cortezas ahí.
Alter ego de Inma Flor, responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales en el Instituto Polaco de Cultura. Desde 2015 ha creado su propio imaginario como collagista y ha participado en exposiciones en España y México. Su trabajo fue galardonado en 2021 en el Festival Lírica al Margen.
Ver todos los artículosAlter ego de Inma Flor, responsable de Comunicación y Relaciones Institucionales en el Instituto Polaco de Cultura. Desde 2015 ha creado su propio imaginario como collagista y ha participado en exposiciones en España y México. Su trabajo fue galardonado en 2021 en el Festival Lírica al Margen.
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