20 de abril de 2022
por
David Mata
[ ILUSTRACIÓN: SR. GARCÍA ]
Es saludable tener claro que, tal y como está el patio, intentar prever el futuro a cinco, diez o más años vista, es un intento aciago. Este artículo solo intenta facilitar herramientas de preparación personal para escenarios plausibles y futuros posibles, y en ningún caso tiene una vocación dogmática. Sobre todo, porque en lo que concierne al futuro les contaré un secreto: nadie sabe nada. Ahora se lo explico.
Todo mi centro de operaciones desde marzo de 2020 se ha monitorizado desde mi condición de storyteller1 y desde mi humilde portátil de 13 pulgadas. Objetivo: conocer el pensamiento de las mentes más brillantes del planeta sobre lo que estaba aconteciendo y, sobre todo, sobre su posible impacto. He descubierto que no todas las mentes brillantes tienen un Nobel y que no todos los que tienen un Nobel tienen algo interesante que contar. Decenas, centenas de webinars2; cientos y miles de minutos a través de congresos y ponencias gratuitas en cualquier parte del mundo.
Conclusión: nadie sabe nada o concretamente nadie está nada seguro de qué va a suceder. Esta nada, si la analizamos bien, lejos de ser un inconveniente puede ser una certeza muy cierta. Sabemos que no sabemos nada. Sabiendo esto, solo sabemos que hemos de tener las habilidades y los conocimientos adecuados que hay que tener para cuando no sabemos nada. Esto confirma que: existe un cierto quorum a nivel mundial de todas aquellas habilidades, capacidades y conocimientos básicos que hay que tener para afrontar estos tiempos de incerteza. Eso, por sí mismo, ya es muy valioso, pero me faltaba un desarrollo. Atando los cabos de todos los puertos en los que había navegado desde mi ordenador, llegué a la conclusión de lo que he acabado denominando el “santo grial de la incerteza”.
Empecemos la ruta de Indiana Jones3, desde el principio: se ha sabido identificar que, para poder afrontar el futuro, es necesario tener unas habilidades blandas y otras, digamos, más duras. Dentro de las habilidades blandas se recogen algunas como el pensamiento crítico, la colaboración en el trabajo de equipo, la creatividad, etcétera. Después, otro tipo de habilidades, denominadas duras, que tienen más relación con una serie de conocimientos más específicos. Esto es, por ejemplo, conocimientos y metodologías como las STEAM4 o aprendizajes más tecnológicos como la programación, son algunos de los que se engloban en esta categoría.
Asimismo, se ha hablado mucho sobre cuáles serán los perfiles adecuados en un futuro próximo. Mi lectura es que la vertiente de formación de la persona va a ser más nuclear y relevante que la formación de conocimientos duros (parece ser que tecnológicos). En caso de que detectemos que lo más importante vaya a ser disponer de condensadores de fluzo5, la cosa cambiaría y mi previsión también. Esto es: pasaríamos todos a volver a estudiar cosas concretas, para encontrar trabajos concretos.
Qué importante es saber que no sabes nada para saber que no sabes nada
Parece confirmado que será muy importante tener la capacidad de aprender a aprender. En esta línea también lo defiende José Antonio Marina en su libro Proyecto Centauro (2020): “Toda persona, toda organización y toda sociedad, para sobrevivir, tiene que aprender al menos a la misma velocidad con la que cambia el entorno. Y si quiere progresar, tendrá que hacerlo a más velocidad”.
Por lo tanto, la formación a lo largo de la vida será un tema urgente cada día, también porque parece que tendremos varios trabajos a la vez. Por eso, insisto en que va a ser más importante la formación de la persona, que la de los contenidos, porque los contenidos muchas veces vamos a tener que aprenderlos sobre la marcha; no sabremos con suficiente anterioridad qué contenidos serán necesarios y, por tanto, no se podrán preparar. Así pues, los contenidos no podrán ser lo más relevante, porque no existirán. De una manera similar también se manifiesta Marina Garcés en su libro Escuela de aprendices (2020): “La narración muy simple, va de la tradición de un pasado conocido a la innovación que apunta a un futuro desconocido. Su argumento se basa en una constatación que difícilmente puede ser contrastada, si no sabemos qué es lo que vendrá: nada de lo que conocemos sirve. Es un argumento que vacía de contenidos y de conflictos las preguntas”.
Todos estos vericuetos han llevado a encontrar lo que he denominado el santo grial de lo que se debería conocer para estar lo más preparado posible en nuestro futuro incierto. Además, su disposición natural me ha permitido darle una presentación con toques gastronómicos.
Son cuatro platos con el objetivo de disponer de un kit robusto que permita un desarrollo profesional. El menú está compuesto de un entrante, un primero y un segundo y, finalmente, un postre. Escojan incluso sus chefs preferidos: Ferran y Albert Adrià, los hermanos Roca, Aduriz o, si lo prefieren, algunos más cercanos o de su confianza.
Como entrante, tenemos la alfabetización digital. Algunos quizás no lo pondrían en el menú por lo evidente que es, pero resulta que hay millones de personas en todo el mundo que no están alfabetizadas digitalmente, incluso en el primer mundo. Hagan la prueba. Escojamos a unos jóvenes —esos que llaman peligrosamente nativos digitales— que han finalizado la ESO o el bachillerato y evaluemos sus competencias digitales, las imprescindibles: trabajar, relacionarse, comprar, ocio seguro. ¿Están seguros de que las cumplen hasta el grado de profundidad que se requiere? Sea como fuere, si no tiene claro este concepto, le recomiendo que haga un test rápido, para saber en qué punto está.
El primer plato serían las habilidades blandas y estaría compuesto de capacidades como el pensamiento crítico y el trabajo en equipo, a los que podemos añadir la creatividad o la flexibilidad. Sobre estas habilidades Yuval Noah Harari recoge el sentir de algunas corrientes pedagógicas en su libro 21 lecciones para el siglo XXI (2019): “Muchos pedagogos indican que en las escuelas deberían dedicarse a enseñar las cuatro ces: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad. De manera más amplia, tendrían que restar importancia a las habilidades técnicas y hacer hincapié en las habilidades de uso general para la vida […] y en mantener el equilibrio mental en situaciones con las que no estamos familiarizados”.
El segundo plato es una comprensión importante de cómo funciona la tecnología. No solo desde un punto de vista teórico, sino también práctico. O sea, que en algún momento dado podríamos ser partícipes como actores en la construcción y diseño de la tecnología. Esto es, no solo entender la tecnología, sino hacerla.
El último de los cuatro platos, el postre, está relacionado tecnológicamente con el punto anterior, pero merece darle una entidad propia y autónoma por lo que representa la inteligencia artificial (IA) en sí misma. Sobre todo, porque muchas de las prácticas de la IA necesitan un debate urgente entre las empresas privadas, las administraciones y la sociedad que debe recoger el sentido del ciudadano. Un debate que ha sido aplazado, aun cuando el partido se está jugando ahora mismo.
Fuera de carta, propongo una sentencia un tanto provocadora: creo que los perfiles tecnológicos van a ser los reponedores del siglo XXI, excepto para una élite limitada y una restringida clase alta de la tecnología. Me explico: ¿Quiénes han sido los perfiles más importantes en una pandemia en los inicios del siglo XXI? Como ya sabemos, las personas más relevantes han sido, con todo el merecimiento, las que reponían alimentos en los supermercados, los tenderos que vendían bienes básicos, los profesionales sanitarios… Perdón, pero ¿en esta lista han leído la palabra economista?
Hagamos una proyección a unas pocas décadas vista. ¿De verdad les parece tan descabellado que los perfiles tecnológicos sustituyan al reponedor del supermercado por el programador de tecnología? ¿Creen sinceramente que estos perfiles tecnológicos necesitarán gran cualificación? ¿Están seguros? Soy más del parecer que habrá un colectivo de personas de gama extra, bien cualificada y remunerada —como ahora, como en cualquier cosa—, pero que a la inmensa mayoría se les dará una breve formación para poder desempeñar unas funciones «quirúrgicas», pagadas por minutos.
Es evidente que las personas que posean un perfil alto en conocimientos y experiencia tecnológica estarán mucho mejor posicionadas
Bien, entonces ¿los perfiles tecnológicos del siglo XXI serían reponedores o no? Pues puede ser muy plausible, pero en vez de manzanas, gasolina o pan, pondrán una cadenita blockchain.
Dicho esto, es evidente que las personas que posean un perfil alto en cuanto a conocimientos y experiencia tecnológica estarán mucho mejor posicionadas. Negar lo contrario sería frivolizar y este artículo aspira a ser riguroso.
Quizás a algunos de ustedes se vean tentados y les parezca que las conclusiones del santo grial son de Perogrullo. Si fuera así, me gustaría recordarles que la comprensión de los asuntos más complejos suele solucionarse con cuestiones sencillas. Les pondré un breve ejemplo: hace unas semanas asistí a una ponencia donde estaba la directora de uno de los colegios con más prestigio de Barcelona. Su receta para estos tiempos era: autosuperación, perseverancia y creatividad. ¿De Perogrullo? Decidan ustedes…
1Storyteller: contador de historias o narrador.
3En referencia a la búsqueda del santo grial en la película Indiana Jones y la última cruzada (1989), dirigida por Steven Spielberg.
4STEAM, acrónimo de los términos en inglés para Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas.
5En referencia al mecanismo principal que hacía funcionar el coche que viajaba en el tiempo en la película Regreso al futuro (1985), dirigida por Robert Zemeckis.
Garcés, M. (2020): Escuela de aprendices. Barcelona, Galaxia Gutenberg (Serie Ensayo)
Harari, Y. N. (2019): 21 lecciones para el siglo XXI. Barcelona, Debate (Penguin Random House)
Marina, J. A. (2020): Proyecto Centauro. Madrid, Editorial Khaf (Colección Expresiones)
Comunicador audiovisual y storyteller. Su mayor pasión es la curiosidad radical, que le permite mantener la atención en las preguntas y el pensamiento crítico. Intenta entender de qué material está hecha la condición humana. Conecta saberes multidisciplinares.
Ver todos los artículosComunicador audiovisual y storyteller. Su mayor pasión es la curiosidad radical, que le permite mantener la atención en las preguntas y el pensamiento crítico. Intenta entender de qué material está hecha la condición humana. Conecta saberes multidisciplinares.
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