12 de octubre de 2020
por
Jorge Balladares Burgos
Hoy en día se vive una crisis local y planetaria por motivos de la emergencia sanitaria del coronavirus. Parecería que la incertidumbre y la recesión económica condicionan los estilos de vida de las personas y las familias. Una vuelta a la normalidad como antes se empieza a percibir como una aspiración por alcanzar y el deseo difuso de un pronto retorno a nuestra cotidianeidad. De manera emergente, la educación ha adaptado sus procesos a una educación remota que involucre varias estrategias, como la educación virtual, la educación a distancia, la educación en casa, las clases sincrónicas y asincrónicas, entre otros. A esto se suma el confinamiento, el teletrabajo y un nuevo ritmo doméstico en las familias y en la vida de las personas. Este nuevo escenario, además de desafiarnos a pensar en otra educación posible, nos urge a responder de forma emergente para garantizar los procesos educativos en estos tiempos de una emergencia mundial.
Las sensaciones de una incertidumbre ante el futuro y de improvisaciones ante la emergencia han incidido en la forma de cómo la educación presencial adopta otras modalidades emergentes. Una solución educativa inmediata ha consistido en adaptar los procesos educativos a una educación en línea, al aprendizaje virtual o e-learning en una época histórica de la humanidad donde la tecnología y el Internet nos mantienen conectados, informados y comunicados. Sin embargo, la brecha digital continúa siendo una realidad no solamente para los lugares alejados o sectores rurales, sino al interior de los propios centros urbanos o megaciudades.
Estos nuevos escenarios emergentes invitan a repensar la educación no solamente en ámbitos formales, sino también desde ámbitos informales y no-formales para la educación
El acceso a Internet y su falta de calidad en la señal en determinados sectores, la carencia de dispositivos tecnológicos actualizados que respondan a nuevas aplicaciones virtuales, la falta de una infraestructura tecnológica que atienda a las necesidades de los miembros de la familia en tiempos de confinamiento –por ejemplo, una computadora para toda la familia–, permiten concluir que la educación en línea puede ser efectiva en algunos casos y en otros no.
Estos nuevos escenarios emergentes invitan a repensar la educación no solamente en ámbitos formales, sino también desde ámbitos informales y no-formales para la educación, en los que el aprendizaje puede residir fuera de los ámbitos formales e, inclusive, fuera de las propias instituciones educativas. Tanto el aprendizaje cotidiano a través del uso de las tecnologías como las conexiones en la información a través de redes y nodos pueden ser dos perspectivas que permitan comprender en los nuevos entornos y ambientes virtuales en el que el profesorado y el alumnado se encuentran e interactúan. Sin embargo, esto no ha sido fácil para las instituciones educativas dado que una modalidad presencial ha prevalecido en los últimos años, y donde modalidades no-presenciales eran consideradas como una opción lejana por sus costos o por las dudas en torno a su calidad académica. A esto se suma una falta de una formación del profesorado en competencias digitales y una integración poco efectiva de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) en el aula de clase.
Una primera respuesta equívoca que se ha generado en estos tiempos de transformación a una educación remota a través de la educación virtual es el trasladar la lógica de una clase presencial a una videoconferencia o clase en línea. Las jornadas de clase presencial donde se generaban relaciones entre los actores educativos a través de la convivencia e interacción humana se tradujeron en largas horas de los estudiantes sentados frente al computador de su casa y escuchando la voz unidireccional del profesor o de los profesores. Este cambio espacial del aula de clase por un computador no es garantía de asegurar un aprendizaje efectivo en los estudiantes, por lo que este cambio de espacio educativo devino a un cambio de estrategia donde irrumpe el tiempo educativo. La temporalidad como estrategia educativa permite que los aprendizajes no solamente sean sincrónicos o en tiempo real, sino también asincrónicos o en tiempo diferido; donde el tiempo de aprendizaje con la presencia del profesor sea combinado con el aprendizaje autónomo o estudio personal, o con aprendizajes prácticos.
Emerge una nueva comunidad educativa doméstica, donde el estudiante y los padres de familia interactúan con el docente y con la institución educativa
Los nuevos escenarios familiares donde prima la hibridez entre el estudio, el trabajo y la tarea doméstica han generado un nuevo acercamiento entre sus miembros al acompañar el ritmo de aprendizaje de los hijos, de conocer lo que hacen los padres en el trabajo, o de fomentar cómo nos responsabilizamos de que nuestro espacio familiar se convierta en un espacio de convivencia armónica, reduciendo cierta sensación de encierro sin razón, o superando la sensación de abandono del hogar por pasar tanto tiempo fuera por el trabajo o las actividades cotidianas antes del confinamiento o la paralización absoluta por la emergencia. Me atrevería a dilucidar una nueva comunidad educativa doméstica, donde el estudiante y los padres de familia interactúan con el docente y con la institución educativa en el seno de su hogar mediado con la tecnología y el acceso al Internet.
Hoy el modelo educativo vigente está en crisis con el surgimiento del contexto de emergencia sanitaria. Como consecuencia, se presenta la oportunidad de repensar y diseñar otro tipo de educación posible no solamente a través de pedagogías emergentes, sino de realizar una reflexión sobre los objetivos, los contenidos y el perfil de egreso que plantean los currículos vigentes en función de educar a un sujeto para una sociedad de alto rendimiento y productividad. Esta emergencia sanitaria invita a pensar en un nuevo orden planetario donde se privilegie la vida misma en su relación armónica con la naturaleza, y nos interpele el porqué de una pobreza insultante y marginalidad radicalizada en una de las épocas de mayor productividad, opulencia y consumo de la humanidad.
¿Cómo podemos prepararnos para un nuevo futuro en la educación? ¿Cómo repensar que otra educación es posible? Estas preguntas nos invitan a pensar en un nuevo punto de partida para la educación y las nuevas relaciones e interacciones, como relacionalidades emergentes, entre los diferentes actores de la comunidad educativa mediada por la tecnología y las estrategias a la distancia, donde la educación se hibrida con el seno del hogar y cuando es tiempo para innovar y transformar la enseñanza y el aprendizaje. Otra educación es posible cuando una educación remota empieza a articular varias estrategias desde la educación en línea, la educación a distancia, la educación en casa, la educación innovadora, la educación mediada con tecnología, entre otros.
Hay algunos educadores que auguran que la modalidad semipresencial o los estudios mixtos entre lo presencial y lo virtual (b-learning o blended learning en inglés), será el camino inmediato para que la educación retome estrategias de la modalidad presencial a largo plazo; o será la estrategia emergente para retornar a una educación presencial, aunque sea de manera parcial o temporal.
Balladares, J. (2020): “Una educación remota en tiempos de contingencia académica” en Revista Andina, 2, 29-35.
Han, Byung-Chul (2020): “La emergencia viral y el mundo del mañana” en El País. Madrid.
Pardo, H. y Cobo, C. (2020): Expandir la universidad más allá de la enseñanza remota de emergencia. Barcelona, Outliers School.
Doctor en Formación del Profesorado y TIC en Educación por la Universidad de Extremadura. Máster en Filosofía y Tecnologías aplicadas para la gestión y práctica docente por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Coordinador académico de la Unidad de Gestión de la Educación Virtual de la Universidad Andina Simón Bolívar.
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