22 de septiembre de 2025
por
Teresa Cuerdo Vilches
[ ILUSTRACIÓN: HURKA/ ISTOCK ]
El pasado agosto asistimos al mes estival con récord histórico en cuanto a olas de calor, siendo la última la más intensa desde que hay registros, superando a todas las anteriores. En los últimos años esto se ha convertido en un mantra: cada vez son más frecuentes, duraderas e intensas. Este escenario genera un sinfín de reacciones sociales, mediáticas y políticas. Surge entonces una pregunta recurrente: ¿puede una ciudad prepararse para una ola de calor?
Partimos de que no todas las ciudades son iguales. Difieren en tamaño, distribución, población, densidad o tipología edificatoria. La historia también pesa: los tejidos viarios, las plazas, las calles estrechas o los edificios emblemáticos marcan un comportamiento distinto frente a fenómenos meteorológicos.
En España y en Europa, la ciudad consolidada estrecha el margen de cambio. Sus materiales, colores y morfología condicionan cómo absorben o reflejan la radiación solar, además de su respuesta a precipitaciones o al viento.
A lo largo de la historia, las ciudades se han adaptado a cambios económicos y sociales. Sin embargo, a mediados del siglo XX, la posguerra, el éxodo rural y la industrialización provocaron un crecimiento urbanístico acelerado, con viviendas de baja calidad. La crisis energética de los 70 introdujo normas de ahorro energético aún incipientes, y en las últimas décadas la globalización y el consumo han intensificado el cambio climático. Para colmo, el acceso masivo al transporte aéreo, el aire acondicionado y el vehículo privado agravan aún más el problema.
El impacto se amplifica más aún en las grandes urbes. Tráfico, contaminación, infraestructuras de hormigón y asfalto, así como la falta de sombra y vegetación, refuerzan la isla de calor urbana. El cambio climático incrementa la frecuencia de fenómenos extremos (olas de calor, sequías, inundaciones, incendios o frío extremo), lo que, sumado a migraciones hacia áreas urbanas en busca de servicios y seguridad, tensiona aún más la capacidad de las ciudades para responder.
Muchas urbes ofrecen hoy una respuesta hostil a los eventos extremos. Esta hostilidad convierte los espacios públicos en lugares poco habitables, llegando a ser “no lugares” en palabras del antropólogo francés Marc Augé. La ausencia de arbolado, la desconexión de fuentes de agua o parques infantiles inutilizables en verano son claros ejemplos.
Las soluciones no deben ser aisladas ni temporales, sino integrales, sostenibles y participativas. Propuestas como colocar un sombrajo ineficaz o mantener aulas escolares activas a más de 30°C ilustra lo poco que sirven respuestas parciales. La clave está en desarrollar estrategias coordinadas entre administraciones, titulares de edificios y ciudadanía.
Entre las soluciones que permiten adaptar las ciudades al calor destacan:
¿Y qué hay de los refugios climáticos? Sin duda se han multiplicado en los últimos años como oasis urbanos. Sin embargo, cuando presentan temperaturas muy diferentes al resto de la ciudad, pueden generar estrés térmico en personas vulnerables. Se recomienda diseñar, además, espacios intermedios atemperantes que permitan una transición gradual.
La adaptación no debe centrarse solo en las altas temperaturas: los edificios también deben almacenar calor en invierno. Existen materiales termoópticos que cambian de color según la temperatura, así como materiales de cambio de fase (PCMs) que acumulan calor y modifican sus propiedades. Otras soluciones eficaces incluyen los jardines verticales caducos, los sistemas de sombreado móvil o los toldos urbanos desplegados en verano.
La biomimética, por su parte, ofrece innovaciones inspiradas en la naturaleza, capaces de adaptar fachadas y cubiertas dinámicamente. Aunque inicialmente costosas, abren el camino hacia ciudades resilientes.
Lo que parece indiscutible es que no existen recetas únicas. Es necesario pensar en la escala del edificio, el barrio y la ciudad antes de identificar la solución óptima. La orientación, los vientos predominantes, las proporciones de las calles y el mobiliario urbano influyen en la habitabilidad. Integrar estos factores de manera conjunta en el diseño urbano garantiza espacios más saludables y resilientes, siempre adaptados a las condiciones locales, sociales y climáticas.
Además de planes estructurales globales, en eventos concretos o temporadas críticas puede ser útil diseñar acciones estratégicas temporales. Sevilla, por ejemplo, reparte agua en la Feria de Abril. Y en Madrid, algunos comercios ofrecen agua gratuita en verano. Estas medidas no sustituyen a la planificación a largo plazo, pero alivian en momentos de riesgo, un apoyo adicional a Planes Estratégicos de Prevención y Alerta.
En cualquier caso, las adaptaciones de las urbes a las temperaturas deben garantizar continuidad más allá de los cambios de gobierno.
La información es poder. Explicar a los ciudadanos cómo mejorar sus viviendas o barrios favorece el cambio estructural. Los gobiernos pueden canalizar ayudas y fondos europeos para rehabilitación y eficiencia energética, apoyándose en la participación de comunidades de vecinos y entidades locales.
Las oficinas de ventanilla única (OSS) son un buen ejemplo de recurso de información y asesoramiento que fomenta la implicación ciudadana.
Igual que el clima cambia, también debe hacerlo el tejido urbano. La adaptación de las ciudades al calor no es estática: debe revisarse y ajustarse continuamente. La ciudad debe entenderse como un sistema único en el que viviendas y espacios públicos actúen al unísono, con soluciones oportunas y sostenibles en el tiempo.
La adaptación de las ciudades al calor no es estática: debe revisarse y ajustarse continuamente
La adaptación debe ser dinámica, multiescalar y multidisciplinar, con la participación de gobiernos, sector privado, academia y ciudadanía. Y aunque las medidas no resulten baratas ni rápidas, han de garantizarse con condiciones de operación y mantenimiento viables, independientemente del actor que las impulse.
El éxito de las ciudades resilientes ha de ser compartido: un proyecto de todos y para todos.
Augé, M. (1993): Los no lugares: espacios del anonimato. Barcelona: Gedisa, 1993, pp. 6-128.
CanalSur Noticias. Un toldo de ganchillo para dar sombra a las calles de Espartinas (Sevilla) en Facebook, 29 de agosto de 2025, 12:12. Disponible en: https://www.facebook.com/CanalSurNoticias/videos/un-toldo-de-ganchillo-para-dar-sombra-a-las-calles-de-espartinas-sevilla41-vecin/1031027995612304/
EFE. La AEMET confirma que la reciente ola de calor ha sido la más intensa hasta ahora en España en Agencia EFE. [en línea] Disponible en: https://efe.com/medio-ambiente/2025-08-24/aemet-confirma-reciente-ola-calor-mas-intensa-hasta-ahora-espana/
Follos, F., Linares, C., Lopez-Bueno, J. A., Navas, M. A., Culqui, D., Vellon, J. M.; Luna, M. Y., Sanchez-Martinez, G. y Diaz, J. “Evolution of the minimum mortality temperature (1983–2018): Is Spain adapting to heat?” en Science of the Total Environment (2021, vol. 784, 147233). Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2021.147233
Gouveia, J. P., Cuerdo-Vilches, T., Caneva, S., Del Pero, C., Ricci, D., Elangovan, E., Mlecnik, E., Abdelhalim, E., Leonforte, F., Salvalai, G., Aste, N., Mjörnell, K., Thuvander, L. y Silva, M. White paper on affordable, sustainable energy transition and building renovation en IWG5-CSA Implementation Working Group on Energy Efficiency in Buildings, 2025.Disponible en: http://hdl.handle.net/10261/384436
Navas Martín, M. Á. y Cuerdo Vilches, T. (2025): El ambiente construido hostil al cambio climático”. En: Vivienda y cambio climático: desafíos regulatorios. Valencia: Tirant lo Blanch 151-164.
Van Helden, W., Cuerdo-Vilches, T., Lager, D., Spoden, A., et.al. White Paper on Clean Heating & Cooling Technologies and Thermal Energy Storage for Buildings en IWG5-CSA Implementation Working Group on Energy Efficiency in Buildings. (2024). Disponible en: https://doi.org/10.20350/digitalCSIC/17145
Es doctora arquitecta en el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (CSIC). Investiga sobre ciudad y arquitectura sostenibles, así como su impacto social, medioambiental y en la salud. Coordina proyectos y redes de investigación nacionales e internacionales.
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Es doctora arquitecta en el Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (CSIC). Investiga sobre ciudad y arquitectura sostenibles, así como su impacto social, medioambiental y en la salud. Coordina proyectos y redes de investigación nacionales e internacionales.
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