8 de abril de 2020
por
Fabio Almada
Tras un par de meses de crisis, países enteros en cuarentena, economías al borde del colapso y un tercio de la población mundial bajo algún tipo de restricción de movimiento, la batalla contra la más reciente pandemia ha sido ganada. La COVID-19 ha sido contenido y poco a poco la población comienza a reincorporarse a la vida diaria previa al confinamiento. Estas son las noticias que cualquier gobernante o ciudadano desearía leer en las portadas de los periódicos cuando el mundo logre superar la actual crisis sanitaria. Sin embargo, las consecuencias por venir no serán tan fáciles de digerir y las dinámicas de la gobernanza global nos hacen cuestionarnos si el orden mundial se verá afectado una vez el polvo se eleve.
La pandemia de la COVID-19 sorprendió al mundo en un período de altas tensiones. El presidente Trump enfrentándose directa e indirectamente con China e Irán; conflictos armados y crisis humanitarias en Siria y Yemen; y desastres ecológicos en el Amazonas y Australia. En un momento donde son altamente requeridos, la multilateralidad y la cooperación internacional han sido fuertemente debilitadas por el resurgimiento del nacionalismo, radicalismos y de movimientos aislacionistas en diferentes partes del mundo, minimizando la posibilidad de la aplicación de políticas en común para afrontar la situación y las secuelas económicas por venir.
Organizaciones internacionales como la OCDE, a pesar de las cuarentenas y limitaciones de movimiento no han dejado de trabajar a distancia para entregar a los estados miembro las mejores proyecciones y estudios para que afronten los obstáculos políticos y económicos con las políticas más eficaces. El informe provisional del panorama económico de marzo de 2020 indica que el impacto a la economía es severo. La OCDE proyecta que la ya vulnerable economía global se verá gravemente afectada. Nadie sabrá el verdadero impacto en la economía hasta pasado un tiempo, cuando las estadísticas oficiales sean publicadas. No obstante, la mayoría de los economistas prevén que las más grandes economías perderán por lo menos un 2,4 por ciento de su PIB a lo largo de 2020 y las estimaciones para el crecimiento global son estimadas en una reducción de entre el tres por ciento y un 2,4 por ciento.
La rivalidad sino-americana no queda a un lado; es en momentos así cuando las potencias luchan por la supremacía política y económica
El incremento exponencial de casos de CODIV-19 que paralizó gran parte de China a principios de año parece haber sido controlado. Con una mezcla de duras restricciones de movimiento y una dudosa transparencia en el real número de casos, China ha podido contener el virus y ha comenzado a reiniciar su economía y producción, exportando no solo mascarillas y respiradores, sino también delegaciones de médicos a más de ochenta países, incluyendo Italia y España, esta última acción ha sido un símbolo del soft power del gigante asiático.
La estrategia de Xi Jinping consiste en mostrar la superioridad del modelo chino, en comparación del estadounidense, en donde se negó la seriedad del virus hasta muy tarde para poder frenar su llegada. En solamente una semana, los casos en EE.UU. han superado los de cualquier otro país. Con un sistema de salud privatizado, la mayoría de la población estadounidense tendrá dificultades para acceder a un rápido y eficaz tratamiento, lo cuál postergará el tiempo que el actual potencial mundial mantenga su economía en stand by.
Las nuevas tecnologías han demostrado ser muy útiles en estos tiempos. Las telecomunicaciones y plataformas de comunicación han permitido que millones de personas trabajen desde sus hogares, distribuidoras como Amazon han mantenido constante abastecimiento de productos entregas y compañías gig1 ofrecen la posibilidad de que ciertos sectores puedan continuar con su actividad económica. Pero el uso de la tecnología se extiende a un uso directo para mitigar los efectos del virus. Países como China, Singapur y Corea del Sur han aplicado el uso de la tecnología para rastrear brotes de infección y evitar la propagación exponencial de más casos.
El gobierno chino se caracteriza por el control sobre la vida de sus ciudadanos con el uso de la tecnología. El acceso a la información pública ha permitido que el gobierno chino monitoree continuamente a su población y, desde diciembre del año pasado, también la propagación del virus. Con la instalación de cámaras de reconocimiento facial y detección de temperatura infrarroja en la mayoría de las grandes ciudades, las compañías de inteligencia artificial como SenseTime y Hanwang Technology han afirmado poder reconocer con precisión a las personas incluso si llevan mascarilla. Las aplicaciones de teléfonos inteligentes también se han utilizado para observar el movimiento de las personas y determinar si han estado en contacto con un infectado. Se han instalado cámaras en la mayoría de las vías principales para garantizar que la gente en cuarentena permanezca en sus hogares.
Es posible que China salga de esta crisis más fuerte en términos relativos y menos dispuesta a ser criticada, pero si Xi Jinping aspira a asumir un liderazgo global
La rivalidad sino-americana no será puesta a un lado en tiempos de crisis como es la pandemia actual, es en momentos así cuando las potencias luchan por la supremacía política y económica expandiendo su influencia en todos los ámbitos. Laboratorios americanos y chinos se encuentran ahora en una carrera por desarrollar una vacuna para la COVID-19. Si China es capaz de ganar esta competencia, sería una victoria que comparar con el lanzamiento del Sputnik soviético durante la Guerra Fría.
China busca reconocimiento por su respuesta contra el virus y no se va a entristecer por ver cómo debilita a sus rivales, pero es importante recalcar que no es lo mismo reclutar a líderes extranjeros como “amigos de China” que tener un atractivo modelo, un método chino, y poder explotarlo efectivamente. Es posible que China salga de esta crisis más fuerte en términos relativos y menos dispuesta a ser criticada, pero si Xi Jinping aspira a asumir un liderazgo global, el partido popular chino debe abandonar sus tendencias por la ambigüedad y el cinismo oportunista.
Es muy probable que los efectos a largo plazo de la pandemia, vayan más allá de lo político y económico. Los países podrían llegar a ser aún menos acogedores con los inmigrantes, para reducir la probabilidad de infecciones, se podría aumentar la oposición al desarrollo de densos centros urbanos, lo que limitaría la construcción de nuevas viviendas y aumentarían costos en las ciudades. Varios países intentarán ser autosuficientes en su elaboración de productos “estratégicos” como lo pueden ser el material médico, fuentes de energía y materia prima, lo que representaría un retroceso de la globalización.
Por más perdidas económicas y las posibles disputas en la política internacional, la peor consecuencia de una pandemia como la del COVID-19 siempre será la gran pérdida de vida. Después de meses de escuchar los dígitos una y otra vez es fácil olvidar que cada una de las muertes reportadas representa a una persona y una familia entera que ha perdido a un ser amado. Ahora más que nunca es importante recordar que la cooperación y la solidaridad internacional son esenciales para derrotar a este enemigo en común.
1Puede traducirse como compañías dedicadas a gestionar encargos.
“No Shinig City on a Hill the pandemic will boost China’s standing, its propagandists claim” en The Economist, 26 de marzo de 2020.
“Coronavirus: the world economy at risk” en OECD Perspectivas económicas, informe provisional de marzo de 2020.
“The post-virus economy: China goes back to work” en The Economist de 26 de marzo de 2020.
Estudiante de relaciones internacionales en la URJC. Con experiencia académica en países como Argentina, España, Francia y Canadá. Actualmente trabaja en la OCDE en el Centro de política y administración tributaria.
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