31 de marzo de 2020
por
Rafael Martínez-Cortiña
Las ciudades vacías ofrecen la imagen que sigue al apocalipsis, pero, en ellas, las personas confinadas están alimentando el cerebro digital. Aunque parezca que el mundo se ha quedado deshabitado, un tráfico incesante surge del aislamiento y produce una ola gigantesca de información que se mide ya en exabytes, lo que podría invitarnos a pensar que, el preciso momento en que escribo estas líneas, está cambiando todo en el futuro de la humanidad.
La aparición de tres novedades permite imaginar un escenario para los años 20 del 2020 que nunca se había planteado hasta hoy en los análisis prospectivos, ni siquiera en los de la Comisión Europea. Es relevante indicar que estas tres novedades ya son parte constitutiva de nuestra realidad, pero eran desconocidos hasta ahora en la historia de evolución humana. ¿Nos dirigimos quizá a un nuevo Renacimiento que ponga al ser humano, otra vez, en el centro de los valores?
En el año 2020 una enorme cantidad de Homo sapiens se ha visto forzada a encerrarse en sus entornos domésticos por la presencia de una amenaza común, un virus. Aislarse ante una enfermedad no es nuevo para el ser humano; antes al contrario, epidemia, cuarentena y lazareto son palabras antiguas. Lo relevante ahora es que, gracias a las tecnologías, el aislamiento en el 2020 permite a las personas la conexión a cualquier ecosistema de conocimiento y permite a cada una de ellas aprender y reflexionar en cualquier momento, a escala global.
El momento actual para la reflexión sobre qué sociedad deseamos es crucial en numerosos frentes. El ser humano nunca ha tenido tanto tiempo para recapacitar sobre su futuro ni nunca ha tenido tantas herramientas de conocimiento a su disposición. Además, no estamos aislados como en anteriores situaciones de enfermedad o emergencia, ya que basta un dedo para poder hablar entre nosotros e, incluso, para poder vernos. Es un aislamiento que no nos priva ni del sonido ni de la imagen y, por ello, no es un aislamiento que diezme la comunicación, sino que la multiplica. Es razonable pensar que, si ha habido un tráfico más intenso de internet, es porque las personas han buscado y utilizado las herramientas digitales que permiten suplir la carencia de contacto físico.
Un número extraordinario de cerebros simultáneamente conectados distribuye y comparte información
Entonces, no estamos realmente aislados, puesto que no hemos perdido el acceso a toda la información y el entretenimiento, y además es posible acceder a ellos a cualquier momento del día y de la noche, en una sucesión de instantes regulados únicamente por la naturaleza, donde, por ejemplo, el contraste entre días laborables y festivos se difumina. Es la primera vez que en la historia de la humanidad se afronta así una epidemia. En las ocasiones anteriores, las personas se aislaban real y completamente y sufrían por ello todo tipo de carencias, a veces hasta el hambre. Ahora intentamos estar conectados al cien por cien porque internet nos alimenta con aquellos bienes abundantes, en forma de contenidos, pero también de mercancías, que deseamos consumir a la carta. Este nuevo tipo de aislamiento nos permite, pues, colaborar en la construcción de una nueva mentalidad que será difícil revertir. Tras el aislamiento ilustrado hiperconectado del año 2020, cambiarán, muy probablemente, nuestros valores.
La crisis mundial del COVID-19 ha puesto de manifiesto la consolidación de la simbiosis entre tecnología digital y seres humanos. La cíborg antropóloga Amber Case afirmó en 2017, en TELOS: “los robots sirven para que podamos ser más humanos”. Por primera vez, el ser humano abraza la tecnología para suplir sus carencias. Hoy más que nunca usamos la tecnología para ser más humanos.
El acceso ilimitado a cualquier tipo de información responde a la necesidad de numerosas personas que buscan soluciones que respondan a su anhelo de seguridad, empatía, libertad, comunidad y transparencia. Anoten, por favor, estos cinco valores. Utilizamos la tecnología para sentir mayor confianza y accedemos gracias a ella a canales de aprendizaje e información. Ahora, el ser humano puede adherirse a la sabiduría de un cerebro diverso que opera incesantemente, día y noche, a escala global. Ello permitirá a las personas mejorar su conocimiento en cualquier área, acceder a excelentes fuentes académicas o conocer las investigaciones científicas que se producen en todas las universidades del mundo.
La necesidad de información, de seguridad y de respuestas nos ha impulsado a la más extensa conexión digital producida hasta hoy por el mayor número de personas, de todas las edades, clases sociales, religiones, razas y culturas. En la actualidad, una infinidad de inteligencias humanas se ha conectado a un mismo espacio digital que, gracias precisamente a su enorme diversidad, permite tomar las decisiones que se consideran óptimas. La transmisión continuada de información en tiempo real a un sinfín de nodos que ya albergan conocimientos avanzados está formando, por fin, la base de un sistema de inteligencia colectiva que pudiera resultar muy útil para los nuevos modelos de gobernanza que se plantean para la década de los años 2030.
Ahora, el ser humano puede adherirse a la sabiduría de un cerebro diverso que opera incesantemente a escala global
Nunca el ser humano había recibido tantos impactos de tipo cultural en su cerebro en tan poco tiempo. Hoy, en silencio, nuestra creatividad y nuestra imaginación se ven estimuladas al infinito por el acceso inmediato a productos culturales de cualquier índole, de cualquier tiempo y de cualquier procedencia. Todos nosotros estamos alimentando el cerebro digital, con información, necesidades y valores. Conectamos con desconocidos con quienes compartimos valores y con quienes configuramos comunidades de pares, de iguales. Nos hacemos preguntas y desarrollamos nuestro pensamiento crítico. Tras el silencio de la cuarentena, retumbará una creatividad que, tal vez, traerá un nuevo Renacimiento del ser humano.
El año 2020 es un punto de inflexión. El ser humano tiene la oportunidad de plantearse qué sociedad desea. Quizás haya llegado la hora de elevar nuestra imaginación y repensar nuestra tecnología para construir una sociedad más robotizada, sí, pero también más generosa y, por fin, más humana.
Economista por la Universidad Complutense y MBA por ESCP Europe. Co-fundador de Thinkeers. Miembro del Comité Científico de TELOS. Analista en Millenium Project. Su último libro es (Tu) Nación Digital, que publica Eolas Ediciones.
Ver todos los artículosEconomista por la Universidad Complutense y MBA por ESCP Europe. Co-fundador de Thinkeers. Miembro del Comité Científico de TELOS. Analista en Millenium Project. Su último libro es (Tu) Nación Digital, que publica Eolas Ediciones.
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