8 de marzo de 2021

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Ciudades no solo inteligentes

por David Corral Hernández

Vivimos una época de transformaciones urbanas para hacer de nuestras ciudades lugares más sostenibles. Algunos cambios son planificados y otros imprevistos y acelerados por el coronavirus, pero todos tienen un propósito compartido: un futuro de ciudades inteligentes con la tecnología como uno de sus pilares.

 

Damasco es una de las ciudades más antiguas de la Historia y una referencia constante a lo largo de ella por su importancia política, cultural, comercial, militar, religiosa… Por la capital de la actual Siria, cuyo centro histórico es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, han pasado a lo largo de miles de años distintas y diferentes culturas que han dejado su legado “inteligente”, tecnologías o ideas con milenios de antigüedad. Tras ser conquistada por Alejandro Magno, los sucesores del mismo trazaron en sus calles las ideas del griego Hipodamo de Mileto, teórico del hábitat urbano y padre del urbanismo con su esquema de ciudades en retícula. Un sistema con las funciones divididas entre lo sagrado, público y privado y tres clases separadas, con la élite guerrera y dirigente en la cima. Después llegaron los romanos, que tuvieron en las ciudades una de las bases fundamentales de su imperio, con Roma como claro exponente de centro de poder o Damasco, del comercio y la cultura. Recorridas, al igual que los acuartelamientos militares, por el decumanus maximus y el cardus maximus, que marcaban la orientación de la urbe y servían como calles principales. Las ciudades eran homogéneas en su trazado y daban sentido de unidad al Imperio, independientemente de su situación y del dispar origen de sus habitantes.

Pensadas para los ciudadanos y su bienestar, las ciudades romanas contaban con edificios públicos que servían para gobernar, impartir justicia y administrar (basílicas), orar (templos), comerciar, diversión (hipódromos, circos, anfiteatros o teatros) o foros en los que los ciudadanos libres negociaban, intercambiaban ideas o debatían, tanto del futuro político o bélico como de gladiadores y cuadrigas, a la sombra de columnas y arcos de triunfo que recordaban y ensalzaban las hazañas de césares y legiones. Hasta ellas llegaban y desde ellas partían las calzadas, carreteras uniformes que unían al imperio y por las que circulaba la base de su poder: el comercio y las unidades militares. A las urbes también llegaron enormes avances tecnológicos y arquitectónicos para la época, como la higiene que proporcionaban las cloacas y alcantarillas o los baños públicos (termas), el agua potable de acueductos y fuentes, los cuarteles de bomberos y las grandes obras, como puentes o puertos. La caída del imperio, y la posterior “edad oscura” de guerras continuas entre religiones, ciudades-estado o reinos pequeños basados en economías más feudales y rurales, supuso la degradación y olvido de los avances e infraestructuras urbanas que habían puesto al ciudadano romano, su bienestar, su riqueza y poder político y militar, como fin y centro de su razón de ser en el más importante, poderoso, próspero, avanzado y culto de los imperios antiguos.

Encontramos en las nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial, el 5G o la “nube”, entre otras, los medios para avanzar y poder superar la próxima pandemia o crisis que venga, sea del tipo que sea.

Hoy, siglos después, con el coronavirus y la destrucción sanitaria, económica, laboral, social, etc. que deja a su paso, estamos enfrentándonos a una nueva “oscuridad” y encontramos en las nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial, el 5G o la “nube”, entre otras, los medios para avanzar y poder superar la próxima pandemia o crisis que venga, sea del tipo que sea. En nuestras ciudades modernas aún perviven trazados romanos conviviendo con apretadas callejuelas medievales, paseos y avenidas ilustradas, el ladrillo y acero de épocas industriales, con el hormigón y contaminación del desarrollismo del siglo pasado o con rascacielos que desafían a la física con sus diseños y materiales. Todo ello había avanzado en este nuevo milenio hacia modelos “inteligentes” y más sostenibles gracias a los últimos progresos tecnológicos y urbanísticos. Y es en esas ciudades inteligentes, o en su concepto, donde se están depositando las esperanzas y presupuestos de la que se espera sea la recuperación y la futura normalidad postpandémica. Conectarán con 5G a millones de personas, sus vidas, y sus dispositivos intercambiando continuamente miles de millones de datos, personales y públicos, con la pretensión de hacer las actividades cotidianas y profesionales más fáciles, como viajar en coches autónomos movidos por energías limpias, la sanidad remota, la seguridad y el teletrabajo o teleformación/educación casi presencial. En este mundo IoT, construido sobre los pilares de la Industria 4.0 y la Sociedad 5.0, la “nube” virtualizará cosas que aún son reales o tangibles y la Inteligencia Artificial velará por la mejor gestión de recursos, del consumo energético, de la fabricación y distribución de bienes o la reducción del impacto medioambiental, entre muchas posibilidades.

Son numerosos los estudios y proyectos planteados por arquitectos, ingenieros, científicos, empresas, etc. para hacer realidad esta inteligencia urbana y no es difícil imaginar cómo podrían ser, en no demasiado tiempo, Nueva York, Londres, París, Shanghai o Tokio, incluso alguna de nuestras ciudades. Pero la digitalización, el cambio de modelo energético y descarbonizar las economías o hacerlas circulares, tiene un precio y no es pequeño ni, en muchos casos, fácil de asumir en tiempos tan complicados por la pandemia y la crisis económica que está provocando. Si hablamos entonces de El Cairo, Delhi, Kinshasa, Ciudad de México, São Paulo o Dhaka, algunas de las ciudades más pobladas del mundo con sus decenas de millones de habitantes, la imaginación puede empezar a flaquear y podría aparecer una preocupación: las brechas, las que se pueden producir por el acceso a la tecnología, por la pobreza energética, entre las economías mundiales y locales, o por perpetuar o ahondar la famosa Norte-Sur, una separación que la ONU intenta cerrar con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)1.

Si las ciudades son inteligentes deberán desarrollar entonces su faceta humana para saber cómo tratar con una pandemia cada vez más presente.

Tampoco hay que ir muy lejos. En nuestro entorno podemos encontrarnos con que se amplían o abren nuevas brechas entre las grandes capitales, con las ciudades de menor tamaño o población y, más aún, con los entornos rurales. Y si hablamos de vecinos, habitantes o ciudadanos, para los que se están diseñando estas ciudades y a los que, en la mayoría de los casos, no se les ha preguntado cómo quieren que sean los lugares en los que viven, podría darse una nueva ordenación social entre los digitales con recursos y acceso a la tecnología, los digitales que quieren seguir siendo analógicos o los analógicos que quieren ser digitales pero no tienen posibilidad pese a tener los conocimientos. Y la tecnología o sus fabricantes ¿harán homogéneas a todas las ciudades inteligentes, con su decumanus y cardus digitalis? ¿Estas ciudades se convertirán en estados tecnológicos autónomos de su entorno? ¿Se dará la gentrificación digital de los barrios habitados por analógicos? ¿Será mejor vecino el que más datos aporte? Y, cuestión fundamental, ¿quién dota de lógica y razón a la inteligencia de las ciudades y quién velará por el uso adecuado y la protección  de los datos personales? Ahora que los “foros” urbanos están vacíos y silenciosos, más aún por las medidas sanitarias, los debates y las relaciones han pasado a mantenerse en mundos virtuales mientras, en la calle, nuestros móviles y auriculares (y mascarillas) nos aíslan de los demás y de lo que se conocía como “la realidad”. Si las ciudades son inteligentes deberán desarrollar entonces su faceta humana para saber cómo tratar con una pandemia cada vez más presente: con la soledad, con el cuidado y bienestar de sus habitantes o el buen gobierno de los recursos y de un bien esencial: la verdad. Ciudades inteligentes y sostenibles, sí, pero con cerebro, corazón y con el alma que las ha hecho singulares a ellas, y a quienes las viven, a lo largo de generaciones y generaciones de personas. 

Notas

 1https://www.undp.org/content/undp/es/home/sustainable-development-goals/

Bibliografía

ONU. The World’s Cities in 2018. Disponible en:
https://www.un.org/en/events/citiesday/assets/pdf/the_worlds_cities_in_2018_data_booklet.pdf

OECD. Digital Government Index (DGI): 2019.Disponible en:
http://www.oecd.org/gov/digital-government/oecd-digital-government-index-2019.htm

Autor

Periodista, responsable de Innovación de RTVE, especialista en nuevas tecnologías y relaciones internacionales. Observador internacional de misiones electorales.

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