Las escuelas modernas propugnan metodologías basadas en la diversión, las emociones y en la negación del fracaso mientras tachan a las pedagogías clásicas como autoritarias y limitadoras de la creatividad infantil. El filósofo y pedagogo Gregorio Luri, sin embargo, defiende en estas páginas el regreso a una escuela donde el conocimiento riguroso sea el eje. Un conocimiento que exige esfuerzo y concentración y que tiene como resultado la comprensión y, con ella, el placer intelectual. Las matemáticas, la lengua, la historia, la física, la química, el arte… estos conocimientos y la búsqueda de la excelencia son las que permitirán superar la brecha entre ricos y pobres, no la equidad en la mediocridad. Para Luri, la escuela no debe degradarse a un espacio de entretenimiento porque los niños que no tengan la posibilidad de encontrar conocimientos poderosos fuera de ella quedarán desamparados.