21 de abril de 2020
por
Almudena Solana
Ilustrador
Juárez Casanova
Sostenibilidad es cuidado, de uno mismo y del otro, de lo otro, como la calma de una regadera diminuta en las manos de un niño, como las últimas gotas de una ducha rápida y fría porque hay alguien esperando detrás. Los demás, los otros, lo otro, representan tal vez esa humanidad suprema a la que alude Claudio Magris en El infinito viajar1. Individuos con los que a uno le toca convivir, como por casualidad; desconocidos hermanos. Son aquellos que acompañan los momentos desaprovechados, quizá los no eficaces; las escenas menores de la vida, las sencillas coincidencias, las cuarentenas. Son también el entorno que respiramos, la música de un río que recordamos, el árbol bajo el que, quién sabe, un día nos besamos.
¿Cómo convivir con ese entorno? ¿Cómo sentir cercana la Antártida y su récord de calor? Las predicciones cinematográficas de colapso medioambiental se yuxtaponen a las noticias en los medios y la vida se convierte en otra peli, en la que todo se ve falso o ajeno, para que nada afecte. Pero con la pandemia, el planeta se paró y, no sólo la naturaleza ha chillado, el ser humano también reclama atención. Él es el principio de todo.
Si estamos inmersos en profundos cambios que llevan a consolidar la sociedad de consumo como único sistema de desarrollo, significa esto que los individuos deben estar formados para ello: la vida ha de ser algo más que un gran péndulo que va de la productividad (trabajo) al consumo (evasión).
El último niño en los bosques2 fue un ensayo recuperado en un descarte de biblioteca. Liquidaban los libros nunca consultados, algo que nos puede hacer pensar hoy en un baile del pensamiento de los grandes autores distópicos: Bradbury, Vonnegut, Huxley, Orwell, Zamiatin. Ese libro narra el trastorno que el “déficit de naturaleza” origina en los niños. Y nos preguntamos, si no pisan los bosques, ¿cómo concienciarles sobre la sostenibilidad del medio ambiente? La naturaleza es esencial para un desarrollo físico y emocional en la infancia. También el juego al aire libre y en compañía, más que la posesión de muchos artefactos.
En la sociedad de la sobreabundancia y el acomodo en lo propio, el diálogo es lo que nos hace humanos, lo que nos hace crecer en relación a los demás. Igual que la sostenibilidad, el diálogo interpersonal también ejemplifica el cuidado de uno mismo y del otro. Si esto es así, en la sociedad post coronavirus es más fácil entender la epidemia de soledad que invade Estados Unidos. Desde hace unos años abrazo el desafío artístico de contar historias más allá de los cauces tradicionales. Así creé el concepto Fabric Poetry: cuento historias de la gente a través de pañuelos únicos. Los excedentes de telas, como los libros no leídos de las bibliotecas, piden esta segunda oportunidad.
En la sociedad de la sobreabundancia y el acomodo en lo propio, el diálogo es lo que nos hace humanos, lo que nos hace crecer en relación a los demás
Imaginemos que un ser humano pueda disponer de dos currículums, el de los logros y el de los fracasos. En el primero de ellos luce el éxito, y bajo ese brillo narcisista –el gran desajuste mental en nuestros días– los seres humanos se saludan orgullosos. En cambio, es en el fracaso, en la sombra, cuando los seres humanos se reconocen. El currículum triste enumeraría de una manera redonda los intentos de aquellas cosas que nunca se consiguieron y, tal vez, más se acercan a la esencia de lo que somos. ¿Cómo incluir aquí el cuidado de uno mismo y de lo que nos rodea? Si lo hiciéramos, el currículum triste, ese que arropa lo inacabado, lo imperfecto, mostraría el camino hacia la utopía, el gran cambio, la gran revolución.
¿Qué debe incluir la utopía? La verdadera libertad, que es aquella que refleja el dominio absoluto de uno mismo a lo largo de sus pasos en la tierra. Es Riemen3 quien recuerda las palabras de Sócrates: “El valor es la habilidad de conquistar, no a los otros sino a uno mismo”. Desde ahí, todo fluye: la ética a través del cuidado de los demás, la alteridad, la pluralidad, la mezcla, la huida de lo igual.
¿Cómo establecer que la mala salud del fondo de los mares no nos resulte ajena? ¿Cómo convencernos que el otro, lo otro, forma parte de uno mismo porque solo así, con los demás, crecemos? ¿Debemos recordar que lo grande o lo abundante no siempre es mejor? ¿Cómo rendirnos al nacimiento de un pensamiento propio?
En 1985, Italo Calvino fue invitado por la Universidad de Harvard a impartir unas conferencias sobre sus propuestas más personales para el siguiente milenio. Una de ellas, según recoge su libro Lezioni americane4 se centró en “la ligereza”, algo que le llevó a hablar de la L´insostenibile leggerezza dell´essere, el libro de Milan Kundera (La insoportable levedad del ser) una constatación en cualquier idioma sobre la necesidad de vivir hoy de otra manera.
La vida es un viaje que ya desde su inicio ha sido ligero, sin peso en las alas. Lo ligero se asocia más con la determinación que con la vaguería o el abandono del dejar pasar el existir permitiendo que se convierta esa existencia casi en algo pesante… (de insoportable levedad). Por eso, el ser humano para Calvino es ligero, proactivo, despierto. La pesantez del hardware, argumenta Calvino, sería la máquina; el software, en cambio, sería quien la utiliza, alguien libre.
Estamos en una sociedad siempre en tránsito, la psicología humana es más lenta que los avances tecnológicos que ella misma ha generado. Leemos en El Gatopardo: “No somos ciegos, querido padre. Solo somos hombres. Vivimos en una realidad móvil a la que tratamos de adaptarnos como las algas se doblegan bajo el impulso del mar”5. Asumimos la sentencia “cambio climático” como pareja de hecho de dos palabras, siempre juntas. Pero no nos paramos a pensar más allá. No pensamos que esas palabras deben separarse, por siempre. Lo dejamos pasar, como un cambio más. Se lee en el Epitafio en la tumba de Alvin Toffler6 (muy cerca de la de Ray Bradbury): “La vida no es adaptarse al cambio, la vida es cambio”.
Durante los últimos 300 años la sociedad occidental se ha visto azotada por la furiosa tormenta del cambio. Una grandiosa evolución y desarrollo tecnológico que, sin embargo, nos trae consigo un decaimiento de las habilidades sociales de los seres humanos, algo a lo que he dedicado los últimos años de investigación: la transformación del diálogo.
¿A qué tormenta nos referimos? A aquella que nos enmudece. Nos hace frágiles en el mundo real y fuertes en el mundo virtual. En ese nuevo escenario, las máquinas, nos dice Erich Fromm7, cada vez están más vivas y los humanos más inánimes, más quietos; siempre cansados8 porque no hay tregua. Las coordenadas de espacio y tiempo desaparecen. El nuevo espacio ya no es aquel en el que incide la luz sino el gran azul de una pantalla de ordenador que muestra una vida siempre presente y siempre en tránsito desde la que se abren ventanas que no son ventanas y que, sin embargo, muestran un mundo más real que el preexistente. Los contornos de uno mismo se confunden: lo interior, lo exterior, la verdad, el simulacro. El ser humano en relación consigo mismo se proyecta en un falso diálogo, confundiéndose con el ser que le gustaría ser, algo que he dado en llamar alteridad endogámica.
Hoy, las fronteras están en todas partes, no solo en la tierra, les recordaba a los alumnos de Humanidades de la Universidad de Chapman. Cada ser humano es una frontera a la defensa de lo propio. Alejado del yo, lo demás deja de existir. Después de eso, todo queda entrelazado entre el individuo, el nuevo entorno y la máquina. El mal uso que se haga de ella es lo que origina su propio desequilibrio.
La vida es prisa, productividad, checking lists (listas de control), encuestas de satisfacción, protocolos de actuación. Esa es la gran máquina social, aquella que activa nuestro lado autómata, mecánico. Es la organización en detrimento de la individualidad. En este sentido, los objetivos del 20309 están en el pódium donde se muestra la vanidad de las promesas por cumplir. “17 objetivos para transformar nuestro mundo. ¡Que nadie se quede atrás!” es el llamamiento desde la web de Naciones Unidas para trabajar por la igualdad, la sostenibilidad, el fin de la pobreza… ¿Es obediencia lo que se pide? Y nos preguntamos si, desde la obediencia mecánica no se pierde la oportunidad de verdadera transformación. “La máquina constituye un ejemplo del engranaje de las multitudes humanas, […] pero –argumenta Nietzsche– no dice nada de la soberanía del individuo”10. “Hay un impulso procreador desde el alma, desde la introspección, sin el que, más allá de las fuerzas mecánicas, no podría entenderse el crecimiento, la huella de cada cual en su paso por la tierra”11.
La naturaleza es esencial para un desarrollo físico y emocional en la infancia
Ojalá sintiéramos este arrojo al leer las propuestas del 2030. Incluso se dedica un apartado a cosas que pueden hacer “los vagos sin moverse del sofá”. La realidad duele. Como apunta Natalia Ginzburg en relación, por ejemplo, a la educación de los hijos: “Se les debe enseñar, no el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia respecto al dinero; no la prudencia sino el valor y el desprecio del peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor a la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito sino el deseo de ser y saber”12. Este equilibrio en el ser, sin duda, nos llevaría a la sostenibilidad.
Hemos de establecer un nuevo orden, desde la educación13 y las características de lo humano a las que nunca accederá la máquina: el asombro, la curiosidad, la compasión, el dolor existencial…. El arte, añade una A al mundo STEM. STEAM14: vapor, en inglés, un término que atraería lo ambiguo, lo existencial, lo ajeno. La actitud, ligera, desmitificaría el exceso, esa abundancia que, después de todo, al final de una vida, no es otra cosa que residuo, basura, excremento, detritus.
Son las Humanidades las que nos hacen tomar conciencia de la necesidad de la revolución como ley de vida. Una revolución de la mano de la tecnología, preocupándonos por el origen mismo, esto es, el nacimiento de una actitud propia en la que nada resulte ajeno, ni la salud del planeta, ni la salud del propio ser humano que vive en él, porque sin equilibrio humano, nada se sostiene.
1Magris, C. (2008): El infinito viajar. Anagrama.
2Louv, R. (2008): Last child in the Woods. Algonquin Books.
3Riemen, R. (2017): Para combatir esta era. Taurus.
4Calvino, I. (1988): Lezioni americane. Sei proposte per il prossimo millennio. Garzanti.
5Lampedusa, G.T. (1980): El gatopardo. Argos Vergara.
6Pierce Brothers Westwood Village Memorial Park and Mortuary. Westwood, Los Angeles.
7Fromm, E. (1984): La condición humana actual. Paidós Studio.
8Han, B-Ch. (2012): La sociedad del cansancio. Herder.
9En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, una oportunidad para que los países y sus sociedades emprendan un nuevo camino con el que mejorar la vida de todos, sin dejar a nadie atrás. La Agenda cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que incluyen desde la eliminación de la pobreza hasta el combate al cambio climático, la educación, la igualdad de la mujer, la defensa del medio ambiente o el diseño de nuestras ciudades. Disponible en: https://www.un.org/sustainabledevelopment/es
10Nietzsche, F. “El viajero y su sombra” en La enseñanza de la máquina. Edaf.
11Durant, W. (2014): Fallen Leaves. Last words on life, love, war and God. Simon & Schuster.
12Riemen, R. (2017): Para combatir esta era. Taurus.
13Morin, E. (1999): Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Unesco.
14STEAM del inglés ciencias, tecnología, económicas, arte y matemáticas.
Bajtin, M. (1982): Estética De La Creación Verbal. México, Siglo XXI.
Baudrillard, J. (1978): Cultura Y Simulacro. Barcelona, Kairós.
Mumford, L. (2015): The Story Of Utopias. CreateSpace Independent Publishing Platform.
Nussbaum, M. (1995): Poetic Justice. Boston, Beacon Press.
Toffler, A. (1973): El Shock Del Futuro. Barcelona, Plaza & Janés.
Doctora en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Autora de cuatro novelas y artista plástica. Fundadora de Fabric Poetry. Reside entre Madrid y Los Ángeles.
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