#ForoTELOS2020

Anne Applebaum: «Es necesario mantener un debate distinto sobre cómo funciona internet y las redes sociales y cuál es su relación con la política»

La periodista Anne Applebaum reflexiona sobre el sistema, las democracias y las consecuencias que la crisis sanitaria puede acarrear. Entre ellas, la migración al mundo en línea.

 

[ ILUSTRACIÓN: JEFF BENEFIT ]

Hay momentos en la historia en los que parece que tenemos una idea clara de por dónde pueden ir las cosas. Otros, sin embargo, parecen una encrucijada. De lo que no hay duda es de que hoy nos encontramos en un punto de inflexión. Anne Applebaum, periodista e historiadora, señala las consecuencias: decepción y cansancio, no solo en relación con quienes nos gobiernan, algo que considera normal, sino también con algo de mayor envergadura: nuestros sistemas políticos. Situación a la que se añade la migración al mundo en línea que la pandemia ha supuesto.

En 2020, al cansancio generalizado de las democracias se le sumó una crisis sanitaria sin precedentes. Esto ha hecho que muchas tendencias sociales hayan cambiado: algunas se han acelerado, como la transición hacia el teletrabajo. Otras se han ralentizado, como la velocidad con la que vivimos. Otras se han detenido, como los viajes… Pero, ¿cuáles de todas ellas son susceptibles de permanecer entre nosotros?

Una de las candidatas es la transición de una gran cantidad de trabajo, vida social y entretenimiento a la esfera digital. Esto, en opinión de Applebaum, provocará todo tipo de consecuencias, afectando desde la propiedad comercial y las tiendas físicas hasta cómo nos conocemos (incluidas las parejas) o cómo estudiamos. Le corresponderán, por su parte, consecuencias tanto positivas como negativas.

Además la pandemia ha acentuado las desigualdades en muchos países. Exceptuando sectores como aquellos que han tenido la posibilidad de continuar trabajando desde casa, millones de personas han perdido su empleo, en especial en el sector servicios. El resultado, el sentimiento de insatisfacción, se puede apreciar en las manifestaciones y las protestas políticas que se dan en muchos países.

En general, la insatisfacción y la idea de que la pandemia ha tratado a las personas de forma injusta es algo muy peligroso, como advierte la periodista.

El hecho de que la sociedad haya visto claramente que las soluciones a una situación como la actual (vacunas, curas e investigación científica) tienen un carácter internacional transformará el modo en el que se ve el internacionalismo. A pesar de todos estos factores, parece que el sistema no está por la labor de experimentar cambios estructurales, aunque esté obsoleto.

Lo más importante y vital para gobiernos, cultura y economía es la forma en la que Internet influye en la política actual, así como nuestro modo de usarlo.

Por un lado, la transición al mundo en línea ha aumentado la desconfianza de la población. La gente ve los acontecimientos políticos como algo que ocurre lejos, en los mismos dispositivos en los que ven películas y series de televisión. Además, recibimos las noticias de forma desordenada. Tan pronto leemos un mensaje de un familiar, como un anuncio de laca o la crónica de un ataque terrorista y una noticia sobre las elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Unido a la teatralización de la política, cuyo ejemplo la experta deposita en la estrategia de Donald Trump (gritos, mentiras y ruido), resulta difícil definir qué es más importante y relevante. Por ello, la gente comienza a verlo como una especie de broma, un juego. Como algo que no se ve y carece de importancia.

La propuesta de Applebaum es distanciarnos y reflexionar acerca de cómo Internet y las redes sociales han empezado a dividirnos y a cambiar la forma en la que hablamos los unos con los otros.

Por otro lado, los algoritmos de las redes sociales dan prioridad a la indignación y a la emotividad, haciendo que este tipo de ideas se extienda más rápidamente por la red que el contenido sensato y constructivo. Hay que plantearse cómo debería ser el espacio en línea en una democracia. ¿Qué tipos de derechos digitales y responsabilidades deberían tener los ciudadanos? ¿No deberían las principales plataformas de comunicación favorecer los debates constructivos en lugar de la indignación y las emociones?

Tras una migración masiva hacia el mundo en línea, no solo se plantean este tipo de preguntas, también ha crecido la amenaza que suponen nuevos conceptos. Entre ellos, la democracia de la vigilancia: la venta de nuestros datos. A menudo y por comodidad, renunciamos a gran parte de nuestra privacidad y facilitamos mucha información personal, sin sopesar las consecuencias que esto puede acarrear.

Hay empresas que utilizan la información que voluntariamente ofrecemos para lucrarse o incluso la venden a los gobiernos, quienes se sirven de ella para adquirir más influencia. De nuevo, debemos distanciarnos. Comprender que no es posible evitarlo por completo pero que es necesario establecer límites.

 

 

Es cierto que, en ocasiones, la información que proporcionamos puede resultar socialmente útil. El mejor y más actual ejemplo lo tenemos en las aplicaciones móviles que se han desarrollado durante la crisis sanitaria por SARS-CoV-2 para saber si un individuo ha estado en contacto con personas infectadas de Covid-19. Esto permite disminuir la transmisión de la enfermedad. Ahora bien: ¿hasta qué punto debemos renunciar a nuestra privacidad en nombre de la salud? ¿Hasta qué punto tenemos que ceder nuestros datos por el bien común?

Durante siglos, un gobierno tras otro han ampliado sus poderes como resultado de la necesidad de poner a la gente en cuarentena o restringir los movimientos de la enfermedad. Hoy en día, esto se traduce en que cada vez más empresas y aplicaciones móviles tienen información médica y personal sobre nosotros. Desde el punto de vista de la periodista, sería preocupante que los Estados y las empresas privadas puedan o se estén adueñando de parte de estas competencias sin que siquiera nos hayamos percatado.

Según Applebaum, si quisiéramos supervisar y controlar este tipo de datos, podríamos hacerlo. En las aplicaciones podría incorporarse algún tipo de mecanismo de autodestrucción, de manera que estos desapareciesen tras cierto tiempo. Todo queda en nuestras manos: de nuevo distancia, análisis y sentido crítico.

Invitados

Mar Abad

Periodista y escritora

Anne Applebaum

Redactora de The Atlantic y Premio Pulitzer en 2004

Contenido relacionado