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Con nota en la producción cultural, pero suspenso en la difusión de conocimiento científico


Por Rosa María Sáinz Peña

PortadaEl español, lengua de comunicación científica

José Luis García Delgado, José Antonio Alonso y Juan Carlos Jiménez (Coords.)

Barcelona: Fundación Telefónica/Ariel, 2013, 488 p.

ISBN: 978-84-08-11316-4
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Este es el último título publicado en la colección Fundación Telefónica/Ariel, decimosegunda entrega del proyecto que sobre el Valor Económico del Español que promueve Fundación Telefónica desde el año 2006 y está dedicada al análisis del español como lengua científica.

El libro está estructurado en tres partes. La primera ofrece los resultados de tres estudios sobre el papel del español en cada uno de los grandes campos del saber: el primero, el territorio de las ciencias sociales; el segundo el ámbito de las ciencias de la naturaleza, las ciencias biomédicas y las disciplinas técnicas, y el tercero en las humanidades.

La segunda parte completa los capítulos previos a través de dos perspectivas complementarias; primero con un estudio bibliométrico de la publicación científica en español en cada una de las grandes áreas del conocimiento y después estudiando el papel de dicho idioma en la atracción de universidades internacionales. Finalmente, la tercera parte recoge una síntesis de las opiniones ofrecidas por quince expertos: Emilio Lamo de Espinosa, Fernando Vallespín, Cristóbal Torres Albero, Josefina Gómez Mendoza, Joaquín Arango, Alfonso Pérez-Agote, Antonio Campos, Rodolfo Gutiérrez, Aurelia Modrego, Daniel Martín Mayorga, Julia García Agustín, Mariano Fernández Enguita, Javier García Cañete, Elena Primo y Aránzazu Narbona.

El español no está bien posicionado en la comunicación científica

A pesar de la gran difusión que tiene en el ámbito de las humanidades o el ocio y la cultura, cuando se trata de comunicación científica la lengua española se ve obligada a reforzar su posición en el ámbito internacional ayudándose del inglés.

En el caso de las ciencias de la naturaleza, las disciplinas técnicas y los usos tecnológicos de amplio consumo, que generan nuevo léxico de forma extraordinaria, la aceptación automática de términos foráneos por el hablante no se traduce después a palabras de uso propio del español. Se cristalizan expresiones en nuestro idioma frente a las que no cabe resistencia, según los expertos, por el ritmo cada vez más acelerado de cambio y su generalizado y masivo uso común. Así, ‘tuiteamos’, ‘cliqueamos’ y ‘reseteamos’, vocablos que aún no ha admitido la RAE, pero que ya han sido aceptados por los hispanohablantes.

Salvo algunas aportaciones singulares, la mayor parte de la producción científica y tecnológica a escala internacional se produce en idiomas distintos al español. El uso del inglés se ha generalizado, sin apelación posible, como lengua de comunicación científica: una batalla que no solo no se puede ganar, sino que ni siquiera se libra. Lo mejor que cabe hacer, según los autores del estudio, es animar a los investigadores españoles a que traten de utilizar el inglés en la presentación de sus resultados investigadores.

La capacidad de la comunidad hispanohablante a escala internacional, según los autores, está, en cambio, muy bien situada en el caso de la producción cultural -cine, música, literatura y videoindustria-. Además, el español ocupa posiciones aceptables en la presentación y difusión de la investigación en el campo de las humanidades, porque la comunidad hispanista usa el español como lengua habitual de comunicación.

Los países hispanohablantes deben otorgar a la lengua española una prioridad que hasta ahora apenas ha tenido en los ámbitos del apoyo público a la investigación y alentar estos espacios de encuentro, así como el bilingüismo español e inglés en el lenguaje científico.

Tal y como apuntan los directores del proyecto del Valor Económico del Español, el tema abordado es complejo y no está exento de matices y dificultades. Aunque la mera relación de sus contenidos revela que se trata de un esfuerzo ambicioso por arrojar luz, ideas y propuestas útiles para el futuro de nuestro idioma en ese relevante campo que es la ciencia.

Artículo extraído del nº 98 de la revista en papel Telos

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Rosa María Sáinz Peña

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