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Tendiendo puentes desde (y entre) la comunicación y la cultura: estructuras, políticas y propuestas


Por María Trinidad García Leiva

Portada libro

Estructuras de la comunicación y de la cultura. Políticas para la era digital
Ramón Zallo
Barcelona: Gedisa, 2011, 414 p.
ISBN: 978-84-9784-665-3

«Es natural que me pregunte una vez más cómo hay que tender los puentes, buscar los nuevos contactos, los legítimos, más allá del entendimiento amable de generaciones y cosmovisiones diferentes…».

Para alguien que accedió a Economía de la comunicación y la cultura (1987) y El mercado de la cultura (1992) hace poco más de una década, a través de fotocopias y al otro lado del Atlántico, la lectura y reseña de la última obra de Ramón Zallo, Estructuras de la comunicación y de la cultura. Políticas para la era digital se presentaron, al mismo tiempo, como una invitación difícil de declinar y un desafío singular que afrontar.

Tal y como reza la contraportada, se trata de un libro que parte de detectar la necesidad de una explicación pedagógica sobre los cambios que trae consigo la digitalización general de la comunicación y la cultura, proceso que el autor enmarca en un contexto doble de globalización e impactos territoriales. Dicha necesidad alienta un trabajo que aborda esa explicación pero que también desvela los retos y riesgos asociados y que, a partir de los mismos, formula directrices de políticas culturales y comunicativas y una agenda de prioridades y propuestas.

A su vez, los prólogos de Enrique Bustamante y Germán Rey dejan claro que se trata de un trabajo que, por la amplia panorámica de núcleos temáticos que ofrece, da cuenta de los múltiples cambios acaecidos durante los años transcurridos desde la aparición de Economía de la comunicación y la cultura.

¿Cómo tender el puente?

«Entonces el puente, claro. ¿Cómo tender el puente, y en qué medida va a servir de algo tenderlo?».

Estructuras de la comunicación y de la cultura… se configura, desde un punto de vista formal, en catorce capítulos organizados en tres grandes apartados. Si el primero plantea un acercamiento a la cultura y la comunicación en la era global y digital desde la economía política y el segundo encara las claves y fundamentos de una economía crítica de la cultura y la comunicación con el objeto de delinear su especificidad y fronteras, el tercero se centra en las políticas culturales y comunicativas.

La primera parte del volumen incluye cuatro capítulos, el primero de los cuales contiene las siempre necesarias definiciones introductorias que clarifican la mirada y el punto de partida: si la comunicación nos habla sobre todo del cómo -propone Zallo-, la cultura nos remite en cambio al qué, al quién, al para qué y a los efectos sociales; mientras que la idea de sistema cultural y comunicativo (y su estructuración) permite, a su vez, marcar fronteras y espacios de conocimiento. El segundo capítulo contextualiza el recorte propuesto en el escenario de las transformaciones que se verifican en el sistema económico y geopolítico mundial -definible desde la idea del capitalismo global financiero inmaterial o cognitivo- y se pregunta cómo la globalización y la digitalización redefinen la cultura y las comunicaciones. Esto permite al autor, a continuación, conectar de modo específico tal análisis global con sus efectos en las identidades y comunidades, para advertir que los territorios tienen hoy que elegir entre ser puro terminal en la red de los sistemas comunicativos dominantes u organizar su propio sistema cultural y comunicativo.

Cierra este primer bloque una reflexión sobre los retos culturales que provienen de Internet (por qué, cómo, cuáles) y la manera en que los enfrenta el capital humano con conocimiento. Se describe qué pasa con los sectores culturales tradicionales en la Red, pero también qué papel y funciones ejercen los usuarios. Se argumenta que Internet es un sistema de sistemas y que deviene centro de la hilera, aunque también se recuerda que serán los usos sociales los que establezcan las preferencias.

A estas alturas de la obra muchos serán los puentes que visualice el lector atento. De hecho, quienes hayan seguido de cerca los escritos de Ramón Zallo todos estos años tendrán la sensación de estar transitando más de uno, puesto que muchos planteos no le serán ajenos. Y sin embargo, la articulación que se ofrece de un pensamiento que es autónomo y original en no pocos epígrafes, alrededor de temas que pueden ser (o parecer) familiares, supone una visión integral y novedosa de nodos temáticos que son trascendentales para comprender la cultura contemporánea. Si acaso, cabría avisar a los más desprevenidos sobre la posibilidad de despistarse entre los diferentes planos de análisis que se abordan de forma sistemática y alternativa (local, regional, nacional, global).

La segunda parte del libro consolida el análisis estructural en otros cuatro capítulos que ratifican un posicionamiento crítico que se construye tanto como contrapunto al determinismo tecnológico y el relativismo posmoderno como al ‘ombliguismo comunicacional’. Mientras el número cinco justifica la necesidad e importancia de una economía crítica de la cultura y la comunicación, delineando las fronteras epistemológicas de su definición, el seis se centra en explicar la centralidad y relevancia social del sector audiovisual y en caracterizar al sistema radiotelevisivo al inicio de la era digital. Al respecto, Zallo señala que el mismo se ve afectado por tendencias generales como la diversificación, la fragmentación, la privatización y la recentralización de las comunicaciones.

Los capítulos restantes se dedican, en este orden, a explicar cómo es que la crisis afecta al ámbito de la comunicación y la cultura y a presentar lo que el autor considera que deberían ser las prioridades para la investigación en economía política de la comunicación y la cultura. Este segundo bloque del libro contiene, pues, una explicación de los distintos tipos de crisis que es posible identificar (cíclica de sobreproducción, financiera, tecnológica, ecológica…) y una sólida argumentación acerca de por qué comunicación y cultura pueden ayudar a la salida general de la misma. Asimismo, se atreve a delinear prioridades para la investigación destacando, a modo de ejemplo, el caso de la construcción de indicadores culturales y comunicativos a partir de una propuesta concreta basada en índices universalizables y específicos.

Las políticas culturales y comunicativas en la era digital

Ahora bien. Cuando llegue a este punto el lector se dará cuenta de que no solo se le está invitando a tender y transitar puentes, sino que además se le interpela sobre la necesidad y el propósito de hacerlo. Porque la mirada renovada que se ofrece sobre conceptos y debates ya clásicos (como la legitimidad del servicio público o la relación entre pluralismo y concentración), no es en ningún caso complaciente. Y eso se constata especialmente en el último bloque de una obra que conjuga el análisis riguroso con la elaboración de propuestas.

Los capítulos nueve a catorce, cuya extensión supone casi la mitad del volumen, se dedican a pensar las políticas culturales y comunicativas en la era digital, con especial énfasis en el debate en torno a la propiedad intelectual y el servicio público y un contundente anclaje en la situación española. En primer lugar, Zallo revisa los criterios que deberían alimentar las políticas culturales y comunicativas hoy, sintetizando como líneas de aplicación preferentes el progreso en clave social, la igualdad en el acceso y el intercambio y la comunicación alternativa y para el cambio social, entre otras.

En segundo lugar, se adentra en la caracterización de las políticas culturales y comunicativas en España y las Comunidades Autónomas. Lo que le permite, en tercer lugar y en el capítulo doce, retratar y valorar la política audiovisual española del periodo 2004-2010, además de aproximarse, en los capítulos once y trece, a dos de los debates más polémicos de los últimos años: el de la gestión de los derechos de propiedad intelectual y su remuneración, por un lado, y el de la legitimidad e institucionalización del servicio público de radiotelevisión, por otro.

Si en relación con el último se desglosan aquellos cambios institucionales que son ya insoslayables, como la regularización de los mandato-marco y los contrato-programa, en lo que refiere a los derechos de autor, se parte de la premisa de que existe un desajuste creciente entre las potencialidades democratizadoras de la Red para la difusión y el acceso generalizados a los contenidos y su apropiación mediante el actual sistema regulatorio. Se explican los modos alternativos de remuneración ya conocidos, junto a un borrador de propuesta propia que parte de la premisa de comprender a la sociedad como agente colectivo y titular del conocimiento. Finalmente, el último capítulo despliega una agenda detallada de prioridades y propuestas para la política cultural y comunicativa, en España y las Comunidades Autónomas, con especial foco en el audiovisual e Internet. Con enunciados que apelan a la codecisión y la planificación, que colocan a la creación y a los usuarios en el centro de las decisiones, que reclaman una política específica para la integración cultural y espacial, o que proponen intensificar las relaciones culturales externas, Zallo redondea un libro intelectualmente ambicioso pero ciertamente honesto.

«Ahora habrá que pasar el puente; no es difícil…»

En suma, Estructuras de la comunicación y de la cultura… bien puede presentarse como un puente. Un puente que vincula la reflexión teórica de investigadores y estudiosos con la práctica política de gestores culturales. Un puente que se tiende, de forma atrevida, para ser transitado por todos aquellos que no pierden de vista las prioridades y necesidades de una investigación socialmente comprometida. Un puente que conduce, en definitiva, de modo provocador y a través de numerosas notas y una amplia bibliografía -cualquiera sean las coordenadas geográficas y generacionales de partida- a cruzar muchos otros puentes.

«Porque un puente, aunque se tenga el deseo de tenderlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verdaderamente puente mientras los hombres no lo crucen. Un puente es un hombre cruzando un puente, che».

Artículo extraído del nº 91 de la revista en papel Telos

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María Trinidad García Leiva

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