La convergencia resulta evidentemente un tema clave para el futuro. Pero su análisis debe hacerse globalmente y a diversos niveles: en la estructura industrial, en la estrategia de los actores y en la formación de los usos sociales.
Al análisis comparativo de la evolución de los sistemas de comunicación y el que intenta descubrir las tenden-cias destacadas que afectan a los productos culturales y de información en las sociedades industriales suelen fundamentarse en planteamientos que «caen de su peso» y se imponen a todos, ya sean profesionales, ya investigadores. Pocas veces se ponen en duda esos planteamientos indiscutibles, cuando de hecho se podría dudar de su capacidad explicativa e incluso de su validez.
Es lo que ocurre con el planteamiento político-jurídico del concepto de desregulación, del que ya unos autores (2) pertenecientes a diversos países y sectores de la comunicación han demostrado que no sólo ocultaba significados distintos, sino, y sobre todo, que se lo mencionaba para dar cuenta de fenómenos no equiparables entre sí o, por lo menos, situados en niveles distintos.
Semejante crítica puede formularse al concepto de informatización (o al de digitalización), que suele referirse tanto a la introducción de máquinas de tratamiento de la información en el trabajo, en la oficina o en las fábricas, como a la introducción de unidades de producción en la red, a la sustitución -por programas de tecnología superior- de los conocimientos prácticos humanos en un sector de la actividad productiva, o incluso a la modificación, a escala de la humanidad, de los mecanismos del raciocinio y de la formulación de los modos de pensar.
En este texto nos apartamos lo más posible de tales planteamientos que tienden a naturalizar y englobar, con el propósito de derribar y volver a edificar un fenómeno que se presenta como el centro del proceso de informatización social -la convergencia tecnológica- y sus corolarios, la integración y la interactividad.

1. LA CONVERGENCIA TECNOLÓGICA: UNA EDIFICACIÓN SOCIAL CONTROVERTIDA

Desde que surgió, hacia mediados de los años 70, el discurso sobre la informatización de la sociedad (3) se construyó desde la fascinación ejercida por dos fulgurantes aperturas tecnológicas: la miniaturización de la informática -y el consiguiente abaratamiento de los costes- y la generalización de la digitalización de las señales.
Con la miniaturización, no sólo la microinformática llegó a ser utilizada con toda normalidad en la oficina y con una frecuencia cada vez más mayor en casa (4), sino que empezó a extenderse a todos los sectores de la producción industrial, desde el coche hasta la caja registradora. Aunque la teleinformática sea bastante anterior a esa época, hizo progresos considerables gracias a la multiplicación de los microordenadores. Cuando antes se limitaba al intercambio de datos entre grandes ordenadores, ahora se utiliza normalmente para toda clase de transacciones, desde el correo electrónico hasta la gestión de inventarios.
Los avances en la digitalización de señales han convertido la convergencia entre telecomunicaciones, radiodifusión e informática en un tópico del discurso sobre el desarrollo tecnológico. En los años 70, los futurólogos consideraban que el televisor estaba llamado a convertirse en un terminal multiuso capaz de integrar los distintos medios de comunicación. Se afirmaba que no tardaría en utilizarse para la consulta de bancos de datos, para los videojuegos, las transacciones comerciales, al igual que para la audición de emisiones informativas y recreativas. Luego, los videojuegos, la microinformática y el videotex se desarrollaron en soportes independientes y se habló menos del televisor como central de comunicación. Más recientemente, el discurso sobre la convergencia tecnológica volvió a cobrar vida con los progresos de la fibra óptica y la instalación de redes de banda ancha (5). Se ha vuelto a soñar con la integración entre telecomunicaciones, informática y radiodifusión. En Quebec, el sistema Vidéoway, que empezó a comercializarse en 1991, constituye el último hito en la materialización de dichas aspiraciones. En Francia, el sistema Télétel y las aplicaciones de la red Numéris desempeñan el mismo papel.
Como puede observarse, el discurso sobre la convergencia se enraíza en el progreso tecnológico. Resulta fácil entender la fascinación de los ingenieros frente a tamaña posibilidad técnica, que representaba un perfeccionamiento desde la perspectiva de su disciplina. Por lo demás, se ha progresado mucho en el terreno de la integración entre informática y telecomunicaciones. Sin embargo, aunque se utilice cada vez más la informática en el sector audiovisual y la radiodifusión utilice desde hace tiempo los sistemas de telecomunicaciones, todavía la integración entre las tres tecnologías está en pañales. Pese a ello, se deriva una vez más una consecuencia ineluctable de una posibilidad tecnológica. Se presenta a la convergencia como una evolución natural y necesaria, un punto de llegada al que no hay modo de escapar (6). La única elección social que quedaría consistiría en apresurarla o en retrasarla. Una vez más se impone el determinismo tecnológico como fundamento del discurso social y político dominante.

Resulta evidente que el carácter ineluctable de la convergencia supone un discurso racional sobre la necesidad de una adaptación. Por lo que se utiliza a menudo la convergencia como justificación de la desregulación o de la nueva regulación de todo el sector de las comunicaciones. Ya que la convergencia se impone y se impondrá cada vez más, se afirma que es preciso eliminar o revisar las leyes y los reglamentos que la obstaculizan y retrasan inútilmente su realización. En última instancia, se ve en la convergencia una alternativa a la regulación: si se produce naturalmente una convergencia, ¿para qué regular? De tal suerte que la convergencia desempeña el papel de un argumento que legitima el análisis y la transformación de determinados aspectos del orden social y político.

Para los economistas liberales, el argumento cubre las posibilidades de economías de escala que podrían resultar de las redes numéricas de banda ancha y las ventajas eventuales de una mayor competencia. Ellos consideran que, por razones de interés público, se podría ordenar la eliminación de las trabas a la competencia entre operadores del cable y del teléfono, así como las prohibiciones relativas a la propiedad conjunta de ambos tipos de empresas. Con la convergencia tecnológica, la distinción tradicional entre los sectores de telecomunicación y de radiodifusión resultaría anticuada y se impondría una desregulación favorable a la vez a la competencia y la colaboración (7).
De la convergencia entre las técnicas de transmisión, que quizás podría desembocar en una integración de los servicios, se salta con facilidad a un discurso sobre las perspectivas de una nueva integración social y política (8). Este discurso no es nuevo, sino que recupera una antigua temática relativa a la función social de los medios de comunicación social. Como se recordará, en sus inicios estos medios -tanto la radio, la televisión como la prensa escrita- han suscitado acalorados debates a este respecto. ¿Favorecían la atomización y la desintegración social o eran, por lo contrario, potentes medios de información y participación capaces de crear una nueva solidaridad colectiva (9)? ¿Eran responsables del deterioro de la vida familiar o, al contrario, proveían nuevas oportunidades y nuevos motivos de encuentros? La gran prensa escrita, la radio y la televisión, ¿tenían por efecto el aislamiento de los individuos o constituían, en una sociedad moderna donde los modos tradicionales de sociabilidad estaban en vía de desaparición, medios modernos de relación y de pertenencia sociales? Numerosos debates teóricos (10) e investigaciones han defendido los dos puntos de vista sin llegar a convencer. Las mismas esperanzas provocan otra vez la discusión sobre los más recientes desarrollos tecnológicos. Más allá de las conjeturas acerca de las hazañas tecnológicas, nos parece que es a este nivel que se hallan los verdaderos desafíos del discurso sobre la convergencia y la integración.
Por otro lado, no es probablemente una casualidad el que los mismos discursos celebren a la vez, y en la misma medida, las ventajas de la convergencia y las posibilidades interactivas de las nuevas tecnologías. Ambas características técnicas constituirían los medios necesarios para la restauración de la vida social y de la democracia (11). Al contrario que la televisión convencional, de la radio y de la prensa de masa, las nuevas tecnologías en vía de convergencia incluyen la posibilidad de una comunicación bidireccional (12). Ya que su pantalla y su teclado le franquean el acceso a una multitud de servicios, el ciudadano dejaría de ser pasivo y podría otra vez participar en la vida social y el debate democrático (13).

2. POR UN PLANTEAMIENTO CONSTRUCTIVO Y DIALÉCTICO

Oponemos una perspectiva constructiva y dialéctica a aquel planteamiento lineal inspirado en el determinismo tecnológico. Mucho más que una etapa obligada o un punto de llegada ineluctable, la convergencia se presenta como un producto social (14). La convergencia no es un proceso natural, sino el resultado de esfuerzos concertados, de luchas por el poder y de conflictos que se enmarcan en las lógicas que estructuran actualmente las ramas de la radiodifusión y las telecomunicaciones que -es necesario subrayarlo- han iniciado un proceso acelerado de industrialización.
Determinados grupos de actores -agencias gubernamentales, ingenieros, empresas privadas, grupos de presión o de usuarios- se interesan por la realización de la convergencia tecnológica y de la integración de los servicios. Según el poder del que disponen, reivindican su logro, adoptan estrategias de desarrollo o medidas para instaurarlas, favorecerlas o acelerarlas.
Al contrario, otros grupos de actores -otras agencias gubernamentales y empresas, otros grupos de presión y otras categorías de usuarios- no están interesados en la convergencia y prefieren que la separación entre las ramas (15) se mantenga. Quedan por identificar los grupos que pertenecen a cada uno de los bandos.
Mientras unos grupos de actores toman por objetivo la convergencia tecnológica y la integración de los servicios, otros desean lo contrario (la divergencia, la separación entre ramas y la competencia entre las mismas). Más que un desenlace fatal, la convergencia es lo que está en juego para la sociedad; y puede seguir caminos distintos según los contextos (16). Las leyes, las políticas gubernamentales y también la estructura industrial de los diversos países influencian profundamente su evolución, al igual que la de los conocimientos y de las costumbres que están vinculados a ella.
Desde principios de los años 80, la oferta y la integración de los nuevos servicios de videotex se han producido en Francia en la rama de las telecomunicaciones (17); ésta sigue siendo actualmente el vector principal de la convergencia tecnológica. Pero al principio de los años 80, cuando todavía nada estaba decidido y los sistemas de videotex estaban en pañales, el Télétel tenía un competidor, Antiope, que dependía de la rama de la radiodifusión. El primero se impuso rápidamente, mientras que el segundo, aunque siga defendiendo ahora algunas aplicaciones, no llegó a convertirse en un polo integrador para el desarrollo de nuevos servicios telemáticos. Algunos verán en ello otro resultado del determinismo tecnológico, ya que las telecomunicaciones parecen ofrecer más posibilidades de transmisión e interacción. Quizás las cosas no sean tan simples. Nada en el plano técnico llevaba a la conclusión de que los operadores del sector de la radiodifusión no serían capaces de resistir la instalación y la explotación de una red interactiva. Aunque en un contexto diferente, el de Italia, llegaron a explotar con éxito un sistema de teletexto. En el caso holandés, el papel desempeñado por la teledistribución refuerza esta posibilidad.
Cabe la posibilidad de que los factores técnicos hayan cobrado más peso o lo hayan perdido, según los casos, por culpa de determinadas opciones políticas y económicas. En 1983, el que era entonces el Ministro canadiense de Comunicaciones, Francis Fox, escogió convertir la distribución por cable en «el vehículo privilegiado de la revolución informática en Canada» (18). Dio así un buen empujón a los operadores por cable a expensas de sus posibles competidores. Ya en 1978, el informe Nora-Minc identificó en Francia las telecomunicaciones como el vector de integración del conjunto del sector de las comunicaciones; lo hizo con el propósito de contrarrestar la influencia de IBM en el proceso de informatización de la sociedad (19). También en este caso, la Administración favoreció a un grupo de actores al escogerlos para realizar el desarrollo tecnológico y dirigir una eventual convergencia.
En Alemania, las obligaciones políticas y legales favorecen a la importante sociedad federal de telecomunicaciones, Deutsche Telecom, que aprovecha las restricciones legales impuestas a las sociedades públicas de televisión, las cuales dependen en gran parte de los Estados regionales, para copar poco a poco el terreno de los nuevos medios de comunicación social (20).
En Quebec, dos sistemas están actualmente en pugna por la conquista del mercado de los servicios de videotex: Alex, el sistema de Bell Canada -una empresa de telecomunicaciones-, y el sistema Vidéoway de Vidéotron -al principio, una empresa de distribución por cable-. Tal como van las cosas, parece que el segundo se impone más que el primero. Al contrario de lo que ocurrió en Francia, la rama de la teledistribución es la que se convierte en el vector principal de la oferta y de la integración de los nuevos servicios.

Por si hiciese falta, citemos otro ejemplo del impacto de los factores económicos, políticos y jurídicos en la evolución de la convergencia tecnológica, y, por consiguiente, de su carácter eminentemente social: en Canadá, la ley prohíbe a las compañías de teléfono las operaciones en el sector de la radiodifusión. Por lo tanto, Bell Canada no puede colaborar con las empresas de radiodifusión (puede, eso sí, alquilar sus líneas telefónicas), ni entrar con ellas en competencia directa en su propio terreno. Sin embargo, esta limitación no rige en el campo de las actividades internacionales de las empresas. Es por ello que Bell Canada y Vidéotron han aunado sus fuerzas en Gran Bretaña para ofrecer, en régimen de asociación, servicios integrados de telefonía y televisión a los abonados al cable. Por lo tanto, en el marco de la legislación actual, el contexto es más favorable al desarrollo de la convergencia en Gran Bretaña (21), aunque no se realice con la rapidez y la facilidad previstas por los estudios sobre la instalación de la fibra óptica y la privatización de British Telecom.
Los avances tecnológicos dejan una posibilidad de desarrollo de nuevos mercados y de reestructuración de los ya existentes en el sector de las comunicaciones. Determinados grupos ejercen fuertes presiones para que tal desarrollo sea autorizado y favorecido por las políticas gubernamentales y la legislación. Para justificar y reforzar sus reivindicaciones argumentan que el resultado podría ser una mejor integración social, una mayor democratización política y una mejora en los servicios educativos (22). El discurso sobre la convergencia tecnológica debe situarse en ese contexto. No es en absoluto evidente que se llevará a cabo el proyecto en su totalidad (23). Pero cabe preguntarse seriamente si su planteamiento no ha contribuido al mayor fortalecimiento de la integración económica de la producción, de la distribución y del consumo en los campos de la cultura, la información y las comunicaciones (24).
Por lo tanto, la convergencia no es un fenómeno meramente tecnológico. Se trata más bien de una apuesta social mayor con explícitas dimensiones económicas, sociales, jurídicas, políticas y culturales (25). Es una edificación social cuyos contornos varían en función de los distintos contextos político-económicos. Dentro de esta perspectiva, creemos que se debe abordar dicho objeto de interrogación científica de un modo constructor y dialéctico y basarse en un estudio comparativo a fondo de diversos casos.

3. METODO DE ANÁLISIS

Quizás el análisis comparativo sea muy instructivo, pero el camino para llevarlo a cabo está lleno de obstáculos. La primera dificultad radica en el hecho de que no existen dos contextos nacionales idénticos: la historia, las instituciones políticas, la geografía, los recursos naturales, la estructura económica, etc., es decir, un conjunto innumerable de factores, imposibilitan las comparaciones punto por punto. En consecuencia, se debe evitar una primera trampa, la que consiste en sacar los elementos de su contexto y de su marco de producción histórica. La segunda dificultad se sitúa en el otro extremo: la tentación de lo único, de lo que no sufre comparaciones, es decir, el encierro en los particularismos y el terreno anecdótico. Este segundo riesgo conduciría a minimizar la importancia de factores comunes, de las mismas fuerzas que obran en varios países -como Francia y Canadá-, aunque a veces bajo modalidades distintas, porque éstos comparten una misma civilización y un sistema económico cada vez más global.
Entre Escila y Caribdis, hemos identificado las preguntas pertinentes, las fuerzas que se debe localizar y los factores que hay que tomar en cuenta, pero cuidándonos mucho de adoptar a priori una única matriz de referencia. En cambio, por una parte, nuestro análisis queda estructurado por las mismas preguntas relacionadas con tres niveles (que corresponden a las secciones siguientes en el texto): 1. la estructura industrial y las estrategias empresariales; 2. las políticas, los reglamentos y las iniciativas del Estado; 3. la formación de los usos sociales. Por otra parte, el análisis toma en cuenta, simultáneamente, dos contextos nacionales, los de Francia y Quebec, donde la convergencia tecnológica, o la separación persistente entre ramas, evoluciona al ritmo de los enfrentamientos entre lógicas y estrategias, de acuerdo con distintas reglas de juego y temporalidades que no necesariamente coinciden, pese a la globalización de los desafíos y de las economías.

Nuestro estudio se centra principalmente en la evolución del Minitel en Francia y del Vidéoway en Quebec, así como en sus repercusiones en las industrias culturales y de la información. Como ya hemos señalado, el primer sistema depende del vector telecomunicaciones y el segundo, de la vertiente teledifusión-distribución por cable (26). Tomamos en cuenta, en ambos casos, los sistemas competidores que no lograron imponerse con tanto éxito, Antiope (rama de la radiodifusión) y las aplicaciones derivadas de Numéris, en Francia, y Alex (rama de la telecomunicación) en Quebec.
En consecuencia, el método consiste en partir de un análisis de casos aplicado a un fenómeno emergente que provoca conflictos entre vectores -las telecomunicaciones y la teledifusión- que responden a lógicas distintas, las cuales a su vez están siendo cuestionadas por el hecho de su confrontación y de la propia posibilidad de convergencia.

4. ESTRUCTURA INDUSTRIAL Y ESTRATEGIAS DE ACTORES

La aplicación a la cultura y a la información de técnicas comerciales e industriales depende de la interacción entre la tendencia, propia a la relación social capitalista, a la integración del mayor número posible de sectores (por ejemplo, la agricultura, la asistencia sanitaria, la cultura, etc.) y las condiciones que permiten convertir productos culturales en mercancías industrializadas. Tal interacción crea estructuras (27) y lógicas (28) de funcionamiento propias a cada industria cultural.
Sin embargo, hace falta tiempo para la emergencia de las estructuras y lógicas industriales, como lo confirma la historia de los medios de comunicación social. No obstante, una vez esbozadas, tales estructuras y lógicas tienden a la estabilización y la reproducción. Llegan de ese modo a establecer limitaciones y condiciones que influencian, sugieren e incluso «determinan» las estrategias de acción de los actores, tanto en una industria determinada como en industrias afines o complementarias. Dichas limitaciones y condiciones explican por qué las estrategias suelen limitar la capacidad de estructuración de los actores a la reproducción ampliada de las estructuras, al crecimiento y a la expansión de su propio mercado.
Sin embargo, en determinados momentos de su historia, las industrias han sido transformadas por la acción de algunos actores, aunque -conviene recordarlo- éstos hayan sido estructurados por las estructuras en las y por las que se han formado. Estos actores pertenecen a veces a la propia industria. Otras veces, pertenecían antes a otros sectores y se inmiscuyeron en una industria para colonizarla e integrarla a la suya o a la rama de donde provenían. Se produce entonces una modificación cualitativa de la estructura, una reorganización estructural. Tales casos son los que concretan la convergencia y llevan a veces a la integración, no sólo de la tecnología, sino del aparato productivo, de las empresas y de las ramas tecnoeconómicas (29).
La estrategia del distribuidor por cable quebequés Vidéotron constituye un buen ejemplo de ello. En efecto, esta empresa a la vez se aseguró una posición dominante en su propia industria -Vidéotron suma cerca del 60 por ciento de los abonados en Quebec (30)- y practicó una estrategia de diversificación. Para ello, por una parte, separó dos empresas de teledifusión tradicional (Télé-Métropole y sus filiales en la producción y Pathonic), realizando, por lo tanto, una integración privada de las tres funciones constitutivas de la industria televisiva, es decir, la producción, la programación y la difusión/distribución. Por otra parte, en virtud de la misma estrategia, hizo hincapié en el desarrollo de las nuevas tecnologías de información y de comunicación e implantó un sistema telemático ligado a la televisión, el sistema Vidéoway. Mediante esta estrategia, Vidéotron intenta colocar poco a poco los componentes de un ámbito audiovisual integrado y diversificado, aunque, en determinados aspectos, también compita con el sistema telemático propugnado por una empresa de telecomunicación -el sistema Alex de Bell Canada-. Es posible que dentro de cierto tiempo ese nuevo ámbito llegase a operar una transformación estructural de la producción/distribución/consumo de la información y a convertirse en un elemento de convergencia, o incluso de integración relativa del sector de las industrias culturales.
A semejanza de la estrategia de Vidéotron, la de France Télécom desempeña un papel decisivo en el desarrollo y la implantación de las nuevas tecnologías de información y comunicación en Francia. En cambio, la posición hegemónica de France Télécom, una herencia del monopolio público de la institución -los PTT- de la que surgió, deja profundas huellas en su voluntarismo industrial y en su consiguiente estrategia de implantación y de generalización.

Con sus estrategias, los actores pueden lograr una mayor estabilización de la estructura y la lógica de una industria o, al contrario, transformarla, o incluso reestructurarla. Sin embargo, no cualquier actor puede desarrollar una estrategia con un potencial de transformación estructural, tal como se podría deducir de los casos de Vidéotron y de France Télécom. Por lo que, cuando la informatización aparece como un desafío social inevitable en la búsqueda del progreso socio-económico, las industrias culturales, los vectores tecnoeconómicos que las atraviesan y los actores que los concretan no son todos iguales ni semejantes en los diversos contextos nacionales y continentales.
En efecto, ese potencial de reestructuración por parte de los actores depende: de su peso relativo (v.g. su dimensión y su posición en el mercado); de su capacidad económica (v.g. sus resultados económicos, el hecho de que ocupen o no un lugar estratégico en una coyuntura de reorganización (31)); y de su voluntad de reestructuración e innovación, la que depende a su vez de su interés por la convergencia y la integración y de su concepción del futuro de la industria o del sector industrial. Ello se traduce algunas veces en un voluntarismo industrial (32), ya sea privado (mercantil), ya estatal. Cabría pensar que los actores con gran capacidad de transformación estructural son los que pueden (33), quieren (34) y saben (35) ajustar sus estrategias al conjunto de las condiciones y posibilidades de desarrollo e implantación de las NTIC.
Esta última observación nos permite subrayar que no basta con que un actor sea importante, de gran dimensión, para que tenga una capacidad de reestructuración o de convergencia. En Francia, en el sector de la teledifusión, el propietario de TF1, Bouygues, se contenta con las ganancias de sus participaciones en la publicidad y no manifiesta ninguna intención de reestructuración. En Canadá, tras haberse lanzado a la aventura del videotex con su sistema Alex, la empresa de telecomunicación Bell Canada parece no querer impulsar por el momento este elemento estratégico, para dedicarse más al desarrollo y la implantación de la radio celular, profundizando así en su propia lógica. Por lo que a Bell Canada respecta, sus iniciativas de estructuración contribuyen poco a la convergencia, ya sea porque son defensivas y no van muy lejos, como en el caso del videotex, ya porque representan un repliegue en el sector de origen, como en el caso de la telefonía sin hilos (celular -móvil- y de bolsillo) y de los servicios telefónicos de valor añadido. Sin embargo, hay que reconocer que en este último caso la estrategia ha sido muy influenciada por la política y la legislación canadienses.

5. LAS POLÍTICAS, LA LEGISLACIÓN Y LAS INICIATIVAS DEL ESTADO

En los sectores que, como los de la cultura y las comunicaciones, admiten regulaciones, las políticas y las intervenciones del Estado condicionan mucho las estrategias de los actores y la evolución de las estructuras y las lógicas industriales.
En el marco de la informatización social, la cual es un tipo de reorganización económica, las políticas y las intervenciones estatales desempeñaron, y siguen desempeñando, un papel fundamental. En efecto, en su rol de administración social centralizada y de salvaguardia de la integración social, el Estado, influenciado por los distintos grupos sociales y de presión, concentra las cuestiones sociales y tiene el deber moral de responder a la demanda social (36) que dimana de la relación social, especialmente de las estructuras y las lógicas industriales cuando están en crisis.
Este papel determinante queda atestiguado por las grandes comisiones de encuesta sobre la informatización que se formaron en los años 70 y 80 (37) a iniciativa de los Estados occidentales y por sus discursos político-prospectivos que tenían como objetivo la preparación de las mentalidades a la aceptación de una reorganización socio-económica centrada en las tecnologías informáticas. Desde el inicio, desde los primeros momentos del proceso de desarrollo e implantación de las NTIC, el Estado representó este rol. Su objetivo era la edificación de un proyecto social informático unificado y ligado a los grandes valores de la relación social capitalista, es decir, la libertad, el individualismo, la democracia, que proclamara la necesidad de la informatización para lograr el progreso social y la modernidad, así como para concretar el futuro.

Las iniciativas estatales posteriores a esas comisiones y sus informes confirmaron ese papel. Al principio, trataron de desarrollar la tecnología. A este respecto, no cabe duda que el Estado francés estuvo implicado en el desarrollo y la puesta a punto de la norma Télétel y del terminal Minitel. El Estado canadiense también invirtió grandes cantidades, vía su Ministerio de Comunicaciones, en la elaboración de la norma Télidon y concedió importantes subvenciones a varias empresas privadas, entre ellas Vidéotron, que se esforzaban por desarrollar aplicaciones comerciales. Luego, para favorecer la implantación de determinados sistemas, los Estados modificaron su legislación. A este nivel, la simplificación y la liberalización de los trámites en el CRTC para fijar las tarifas de la distribución por cable dio la oportunidad a Vidéotron de aumentar muy rápida y sustancialmente su rentabilidad (38), lo que le permitió financiar el desarrollo y la implantación de su sistema telemático. Además, el CRTC no consideró necesaria la regulación del sector de los nuevos servicios relacionados con la telemática, lo que, de facto, confirmó su carácter comercial o protocomercial y contribuyó a ampliar sustancialmente el área potencial del mercado de bienes y servicios audiovisuales, de la comunicación y de la información.
Por lo tanto, las políticas, las leyes, los reglamentos y las decisiones administrativas y financieras de los Estados han desempeñado, y siguen desempeñando, un papel determinante para la emergencia de proposiciones tecnológicas (tanto los equipos como las interfaces y los contenidos) dominantes en los procesos de informatización y para la aparición de uno o varios actor(es) motor(es) en la implantación y la generalización de las NTIC. Pueden, pues, fomentar o desfavorecer la convergencia técnica, la integración tanto técnica como económica y la diversidad de los vectores tecnoeconómicos, de los productos y servicios que concretan la informatización social.
En Francia, por haber encomendado el desarrollo y la implantación de la telemática a los PTT, un monopolio de Estado, otros vectores (Antiope) han sido marginados rápidamente. Además, si la empresa nacida de los PTT, France Télécom, está presente en la radio celular (los móviles) y la distribución por cable, no se observa por el momento estrategia alguna de convergencia o de integración técnica. La empresa, muy integrada en el terreno económico, ha tomado el relevo de la institución monopolista y «coloniza» varios vectores, pero sin apresurar la integración técnica.
En cambio, en Canadá se ha confiado el desarrollo de las aplicaciones de la norma Télidon a diversas empresas ligadas a distintos vectores, entre ellas Bell Canada, en la rama de las telecomunicaciones, y Vidéotron en la de la distribución por cable. En este caso, una tecnología relativamente integrada creó formulas cuyo origen se situaba en vectores tecno-económicos competidores, lo que no favorece la integración, al menos actualmente.
Por lo que, pese a la existencia de un proyecto social informático, del que el Estado es tanto el gerente como el garante, no se realizan de entrada la convergencia y la integración que podrían conferir a la informatización social la unidad necesaria para concretar el objetivo de reorganización social contenido en el proyecto. Tropiezan con las múltiples tendencias contrarias generadas, entre otros factores, por la competencia entre las empresas y los vectores tecnoeconómicos y, a menudo, por intereses nacionales específicos.
En Canadá, las normas del CRTC, que prohíben la propiedad cruzada entre las telecomunicaciones y los sectores de la industria televisiva, constituyen una buena muestra de esas tendencias contrarias. Sin embargo, se ha modificado desde entonces el contexto económico-político. Las presiones ejercidas por los defensores de la desregulación y por la competencia llevaron el CRTC a revisar sus políticas. Se derogó el monopolio de Bell Canada sobre las comunicaciones interurbanas, con lo que se abrió este mercado a la competencia. Probablemente se derivarán de este hecho efectos importantes en las próximas sesiones del CTRC, cuyo tema será el de la definición del servicio básico de la distribución por cable (39). Con todo ello se podría llegar a cambiar completamente las relaciones intersectoriales entre las industrias culturales y, a más o menos corto plazo, a dar un fuerte impulso a las estrategias multimedia, con lo que se favorecería la convergencia y quizás la integración.
Tal como se puede observar, existen relaciones complejas entre lo político, las estructuras industriales y las estrategias de actores. Dependen a menudo de los contextos nacionales y continentales, así como de los actores que, desde un punto de vista político, se considera oportuno mantener, proteger o incluso aventajar (40).
Estas relaciones son tanto más complejas cuando lo político interviene también en otros dos terrenos que inciden directamente tanto en las estructuras y las lógicas industriales como en las estrategias de actores: la reorganización del trabajo en los sectores afectados por la informatización, mediante políticas de formación de la mano de obra, de reciclaje y de seguridad social; la formación de los usos sociales de las NTIC, lo que se logra con la contribución a la instauración de una norma social de utilización de los aparatos, productos y servicios informáticos, con planes de informatización escolar, con medidas fiscales que permiten la adquisición de equipos informáticos por estudiantes universitarios y la financiación de la I+D en hardware y software.

6. LOS USOS SOCIALES

El desarrollo de los usos sociales de las NTIC depende de un proceso «evolutivo» en el que, al contrario de lo que supone el paradigma dialógico, la distribución de los roles motores y estratégicos resulta desigual (41). Este paradigma postula que se realiza la implantación de las NTIC mediante un intercambio bilateral equilibrado entre la oferta y la demanda, la existencia de una relación simétrica entre la técnica y el usuario. Se supone en la perspectiva dialógica que la tecnología implantada es anterior a la oferta y que ésta no hace sino responder a esta necesidad.
Cuando se estudia la introducción de nuevos medios de comunicación social, entre otros, de la informática en la educación, se observa que la necesidad de una tecnología en un campo de actividades no puede surgir y expresarse sino cuando los procedimientos y las necesidades específicos a un sector están moldeados por las capacidades y las limitaciones de esta tecnología (42).
Es por ello que, en la dialéctica de la creación de usos sociales referidos a las nuevas tecnologías de información y comunicación el rol iniciador, y luego motor, en el desarrollo de los usos lo detenta la oferta. Sin embargo, ésto no significa que los usuarios no desempeñan ningún papel organizacional en la dinámica de la implantación y la generalización de las NTIC. En efecto, pese a que la oferta sea anterior desde un principio y a lo largo del proceso de formación de los usos sociales -ya que los usuarios están siempre colocados en una posición de reacción ante las propuestas de los promotores de equipos, de interfaces y de contenidos-, resulta que los hábitos de los usuarios, los usos sociales establecidos y en vías de formación son los que favorecen o se oponen a la implantación de las innovaciones técnicas, al dominio de una proposición tecnológica y, por lo tanto, al dominio de una empresa, de un vector, de una lógica industrial. En resumen, incluso si la oferta es anterior, la respuesta del público es la que sanciona la innovación y la estrategia, y, por ende, la consiguiente estructura industrial-comercial. Por lo tanto, a semejanza de las estructuras industriales y de las políticas, los usos sociales resultan de una dialéctica social, de una edificación negociada.
El desarrollo de los usos sociales no se hace de un día para el otro. La relación de las transformaciones del terminal Minitel (43) y la de las peripecias en la elaboración de la primera fase del sistema Vidéoway (otras dos fases de desarrollo de la interactividad están previstas) demuestran que una tecnología no se estabiliza sino lentamente y que sigue evolucionando incluso en las fases subsiguientes de generalización. Resulta obvio que si la tecnología no se ha estabilizado, tampoco las utilizaciones pueden haber llegado hasta ese punto. Así, desde el principio y a lo largo del proceso de implantación y generalización de una tecnología, estamos frente a utilizaciones y no a verdaderos usos sociales (44). Dichas utilizaciones no deberían estar consideradas sino como «contribuciones» al proceso de formación de los usos.
La evolución de la tecnología, la creación de necesidades y el proceso de formación de usos de las NTIC requieren, por lo tanto, algún tiempo. Según nuestra hipótesis, esta cronología se divide en tres fases (45).
La oferta viene primero y, con ella, prescripciones generales de empleo, a las que los usuarios responden con actitudes de aceptación apologética, de implicación individual entusiasta (los usuarios mañosos), de mayor o menor desviación en relación con las utilizaciones sugeridas o recomendadas, incluida la subutilización (46), o también de franco rechazo. En los casos favorables, esta primera fase concluye con la expresión y la reformulación por los discursos promocionales de las necesidades propias a los campos de actividad afectados por el proceso de implantación.
En una segunda fase, la anterioridad recurrente de la oferta se manifiesta en la aplicación a las máquinas, los programas y las condiciones de acceso de diversos ajustes y correctivos. También caracterizan esta fase prescripciones de empleo adaptadas a las poblaciones y prácticas a las que se dirigen, así como una extensión y diversificación de la gama de productos y servicios ligados a las tecnologías propuestas. Concluye cuando se empieza a percibir una estabilización de la tecnología y sus usos.
En la última fase se produce la cristalización de los usos a medida de la formación y la consolidación de una norma social de producción y de consumo de la técnica y de los programas. Se descubre con la aparición y la reproducción de usos constantes y recurrentes integrados en la vida cotidiana. Son estos últimos los que constituyen los usos sociales.
El modo prescriptivo está presente a lo largo del proceso, aunque bajo formas y modalidades distintas según las fases. Se manifiesta, entre otros, a través de los discursos promocionales. Acompaña, estructura y organiza la conversión de la innovación técnica en médium y las utilizaciones iniciales en usos sociales. Intenta preparar los mercados impulsando a los consumidores y formando a los usuarios (47), y atenuar hasta donde sea posible, en cada una de las tres etapas, el desfase y la tensión entre los usos prescritos y las utilizaciones efectivas que casi fatalmente la anterioridad de la oferta tiende a producir.


En los procesos de formación de usos sociales y de estructuración del mercado, la aparición de los hogares como mercado masivo y la afirmación del consumo individual son momentos claves en la vía del ajuste dialéctico entre la producción y el consumo de masa. En efecto, estas dos tendencias reconcilian dos aspectos contradictorios del mercado de masa, es decir, la maximización de los intercambios mediante el incremento masivo del acto de adquisición y consumo y la individualización de la compra y del consumo.
Por lo demás, dicha contradicción también está ligada a la naturaleza y a la especificidad de los productos y de los sectores objetos de la industrialización y la comercialización. Por una parte, los productos culturales y de la información deben ser únicos o, por lo menos, aparecer como tales, ya que con la repetición pierden su substrato específico, o sea, la orginalidad y la diversidad. El carácter único, original y diversificado que deben revestir los productos informativos y culturales y la libre elección individual en el consumo requieren una puesta a disposición individual. Por otra parte, para cumplir con el objetivo industrial-comercial de maximización de los intercambios, se debe masificar esa puesta a disposición, lo que entra en contradicción con la naturaleza del producto y el necesario modo de acceso individualizado. No se puede resolver esta contradicción sino con un modo de acceso interactivo que dejase la posibilidad de elegir entre la cantidad de productos disponibles (48). Puede plantearse como hipótesis que este modo de acceso favorece la profundización en la industrialización y la comercialización de la cultura y la información. Cabe también pensar que la interacción entre la diversidad masiva de los productos y la necesidad del acceso individual interactivo exige la convergencia y, finalmente, la integración.
En la etapa actual de la evolución de las telecomunicaciones y del campo audiovisual, la introducción de un modo común de articulación económica entre la producción y el consumo, el pago inmediato, podría quizás favorecer esta convergencia y esta integración. Sin embargo, al igual que el crecimiento de las clientelas individuales en el sector audiovisual no hace desaparecer los otros tipos de clientelas, esta modalidad de pago no lleva a la eliminación de las otras formas de pago. Así, la financiación con fondos públicos, con la publicidad (lógica de flujo), el abono básico y, para algunos servicios especializados (lógica del club), la facturación en función del tiempo, el sistema de quioscos a varios niveles y el pago «a destajo» son distintas facetas que se entrecruzan sin llegar a constituir un modo unificado y estabilizado de pago. Ello demuestra que todavía estamos bastante lejos de una cristalización de los usos y modos de acceso en verdaderos usos sociales y, por lo tanto, que la convergencia sigue siendo actualmente un horizonte lejano.

7. CONCLUSIÓN

Por ende, nuestro estudio intenta identificar y analizar las condiciones y consecuencias de la implantación de las nuevas tecnologías de información y comunicación. Sin embargo, su objeto subyacente atañe más exactamente al proceso de industrialización y comercialización de la información y de la cultura. Nuestra problemática pretende debatir y renovar los análisis más frecuentes.
El análisis de la informatización resulta de una importancia fundamental, ya que desde hace unos quince años la información es un factor primordial del proceso productivo; además se convirtió, al igual que la cultura, en un área de valorización del capital. Su contribución determinante al desarrollo del capitalismo la convierte en un bien estratégico (49), lo que no será realmente sino cuando pueda ser almacenada y utilizada, es decir, accesible, a la vez de manera masiva, flexible, diversificada e individual. El proceso de industrialización es el que vela por esa puesta a disposición masiva e individual,en este caso, mediante la informatización. Esta es la causa de que el proceso de informatización de la cultura y de la información resulte de una importancia vital y constituya un desafío para la sociedad.
Tal dimensión global es la que exige que sea abordado el problema simultáneamente a tres niveles macrosociológicos: la estructura industrial y la contribución de la estrategia de determinados actores a la reestructuración; las políticas y las intervenciones estatales; y la formación de los usos sociales de las NTIC.
Sin embargo, el proceso de industrialización-comercialización de la información y de la cultura y sus corolarios, la informatización y la inserción de las NTIC en la sociedad, no han llegado en absoluto al mismo grado de desarrollo. Determinados sectores están poco afectados, mientras que otros lo están en una mayor proporción; además, entre estos últimos, no todos tienen la misma importancia en el desarrollo del proceso. El fenómeno necesita, pues, ser escrutado en donde parece realizarse la instalación de sistemas, de aparatos productivos y de distribución, concretándose así la puesta a disposición masiva e individual. Tal motivo es el que nos hace creer que conviene restringir el estudio a las industrias de las telecomunicaciones y de la teledifusión/distribución por cable, dos sectores especialmente efervescentes y donde se localizan las más importantes iniciativas de desarrollo de las NTIC.
Por otra parte, se impone la necesidad de un análisis comparativo aplicado a fondo que no se centrara únicamente en un aspecto del problema, sino que tomara en cuenta simultáneamente sus principales dimensiones (los tres niveles de estudio), y ello por varios motivos: el proceso no se desarrolla en campos socioeconómicos distintos, sino vinculados entre sí; la informatización se plantea a nivel internacional y la reorganización que conlleva afecta a distintos contextos nacionales; tiene consecuencias internacionales y está estrechamente ligada a la transnacionalización de la economía en la que, conviene recordarlo, la información desempeña un papel estratégico.
La convergencia -y los movimientos a ella vinculados, la integración y la diversificación- es un tema central de la problemática de la informatización y del desarrollo de las industrias culturales y de las comunicaciones, porque en cualquier proceso de industrialización, en determinados momentos -reestructuración, crisis-, algunos sectores industriales empiezan a moverse, a acercarse a otros o a «colonizarlos» para configurar nuevos sectores industriales, incluso nuevas industrias, a las que corresponderán eventualmente, si el desarrollo tiene éxito, nuevos mercados. En el caso del desarrollo de las NTIC, creemos que la convergencia podría aparecer como una condición favorable -otros dirían necesaria- para la profundización del proceso de industrialización-comercialización en los campos de la información y de la cultura. La telemática constituye un buen ejemplo de este fenómeno. Ya lo confirman los futuros, pero muy próximos, productos y servicios que integrarán, gracias a la digitalización, los distintos soportes informativos (sonido, imagen, texto).
Sin embargo, la convergencia debe ser considerada al mismo tiempo como un horizonte más o menos lejano para las lógicas industriales que operan actualmente y como un eje teórico. En efecto, el proceso de informatización remite a otro, más amplio y esencial, el de reorganización social de la dialéctica producción/consumo. En realidad, se trata de un proceso que se inscribe en un contexto de crisis estructural, de búsqueda de una solución, de un camino que permita salir de la crisis. Como en las resoluciones de anteriores crisis estructurales -aquí el fordismo y la importante producción-consumo de bienes domésticos semiduraderos pueden constituir referencias significativas-, la reorganización y, por lo tanto, los bienes, las estructuras de producción, distribución y consumo, deben poseer, hasta cierto punto, una articulación, y quizás algún tipo de unidad. Es probablemente a ese nivel que la convergencia resulta más significativa tanto en el plano social como en el heurístico.

Traducción: Roselyn Paelinck
(1) Este texto es fruto de un trabajo colectivo realizado en el ámbito de una investigación acometida en colaboración entre un equipo de investigadores franceses (Bernard Miège y Patrick Pajon, del GRESEC de Grenoble 3; Pierre Moeglin y Roger Bautier, del GRUSEM de París 13) y los quebequeses (Jean-Guy Lacroix, Gaëtan Tremblay, Gilles Pronovost y Kevin Wilson, del GRICIS de la UQAM), merced al apoyo financiero de los Acuerdos de Cooperación Francia-Quebec.
(2) Simón, Jean-Paul, L’esprit des règles. Réseaux et réglementations aux Etats-Units, et Vedel, Thierry, número extraordinario de la revista Quademi dedicado a la desregulación.
(3) Las formulaciones más conocidas fueron, en Francia, el informe Nora-Minc, L’ informatisation de la société; en Canadá, el informe del Conseil des Sciences, Informatisons la société, demain il sera trop tard; y en Quebec, el documento gubernamental sobre Le virage technologique.
(4) La mayor parte de las empresas, tanto las grandes como las pequeñas, utilizan ahora la informática en distintas tareas. Además, se calcula que en Estados Unidos algo más de un 20% de los hogares está equipado con un microordenador, un porcentaje dos veces superior al que corresponde a Francia.
(5) Glowinski, Albert (bajo la dirección de), Télécommunications. Objectif 2000, París, Dunod, 1980, 284 p.

(6) Citemos, entre otros ejemplos de tal tipo de convicción: Michel Cartier, Stratégies 2000. Un plan de développement pour l’informatique et les télecommunications du Quebec à l’aube de l’an 2000, enero 1992, Montreal multicopiado, p. 2; OCDE, Convergence entre technologies de communications: Etudes de cas de l’Amérique du Nord et de l’Europe de l’Ouest, París, 1992, p. 73.
(7) Un ejemplo de este tipo de posición se halla en OCDE, Ibid., p. 15.
(8) Por lo demás, no todos los textos que hablan de convergencia son muy claros. Algunos se refieren estrictamente a la convergencia de las técnicas de transmisión. Otros, aluden tanto a fenómenos de normalización técnica como a perspectivas de integración y homogeneización social y cultural. Hace falta un trabajo de aclaración. Nos limitamos en este texto a un vocabulario que distingue entre la convergencia de las técnicas de transmisión, la normalización de las emisoras periféricas, la concentración económica de la propiedad y la integración de los servicios.
(9) Jean D’Arcy se encuentra entre los más ardientes partidarios de la segunda tesis. Ver: Cazenave, François, Pionnier et visionnaire de la télévision, Jean D’Arcy parle; propos recueillis par François Cazenave, París, La Documentation française, 1984.
(10) Existe una larga lista de autores que han abordado el tema. Incluye desde Gabriel Tarde hasta Marshall MacLuhan.
(11) Hiltz, Starr-Roxanne y Turoff, Murray, The Network Nation, Addison-Wesley Publishing Company, Londres, 1978, 528 p. Brunel, Louis; Télecommunications. Des machines et des hommes, Quebec-Science y Les Presses de l’Université du Quebec, Quebec, 1978, 175 p.
(12) Entre otros muchos ejemplos de discurso mesiánico, citemos: Information Canada, Univers sans distances. Rapport sur les télécommunications au Canada, Comité directeur de la Télécommission, Information Canada, Ottawa, 1971, p. 163.
(13) A modo de ejemplo de la versión neosocialista: Richta, Radovan, La civilisation au carrefour, París, Seuil, traducción francesa, 1973. Existe traducción española publicad por Edit. Ayuso. Madrid.
(14) «Los componentes propiamente tecnológicos de las redes de difusión no tienen la influencia «determinante» que suelen otorgarles los responsables o los ingenieros-tecnólogos. Más que nunca, la innovación tecnológica aparece estrechamente vinculada con la innovación social o cultural. Y las innovaciones técnicas que se imponen con más facilidad son antes que nada las que descansan sobre prácticas sociales profundamente enraizadas o las que modifican bastante poco los modelos establecidos de difusión de la cultura y la información (…). Para reducir las redes de difusión a sus componentes tecnológicos hay que tener una percepción del todo mutiladora del papel de la comunicación en las sociedades contemporáneas.» (Miège, Bernard, «Des convergences sont envisageables à terme» en Téléphone et télévision. Enquête sur une convergence européenne, bajo la dirección de E. Bustamante, N. Garnham y J.-M. Salaün, y con el grupo Eurocommunication Recherches, Rapport de recherche, 1992, p. 14, que saldrá en la colección Réseaux.) El texto ha sido publicado en español por Fundesco con introducciones de Bernard Miège y Nicholas Garnham. Madrid, 1990.

(15) Determinados actores rechazan la convergencia tecnológica, pero desean la integración de los servicios. El presidente de Vidéoway, por ejemplo, se ha expresado en los siguientes términos: «Se habla mucho de convergencia estos últimos tiempos, pero en realidad ¿qué es lo que debe converger? Si hay algo seguro es que estamos en presencia de una convergencia de palabras: fibra óptica, TV a la carta, interactivo, multimedia, redes integradas televisión/teléfono, PC, etc. ¿Algo más? Creo que nos encontramos frente a diferencias básicas entre dos tecnologías, a nuevos servicios que integran distintos medios de comunicación (multimedia), y que todo ello se fundamenta en una divergencia respecto a la definición de las necesidades del público, a lo que éste está dispuesto a pagar… Pese a que los dos enfoques recurran aparentemente a las mismas tecnologías, ambas arquitecturas siempre fueron, son y serán radicalmente diferentes.» (Michel Dufresne, L’évolution des réseaux de télécommunications et de télédistribution, conferencia dada en Montreal, enero 1992, pp. 1-2 y 4.)
(16) Por lo que respecta al videotexto, ver el artículo de: Vedel, Thierry, «Télématique et configuration d’acteurs: une perspective européenne», en Technologies de l’information et société y Réseaux, noviembre 1989, pp. 15-32.
(17) Charron, J.-M., «France Télécom: un opérateur de réseau devient un acteur de la communication», en Technologie de l’information et société y Réseaux, noviembre 1989, pp. 33-52.
(18) Ministère des Communications, Gouvernement du Canada, Vers une nouvelle politique nationale de la radiotélédiffusion, Ottawa, 1983.
(19) «La única «internacional» capaz de dialoguar en un pie de igualdad con IBM es la que podría surgir de la alianza entre organismos de telecomunicaciones» (Nora, Simon y Minc, Alain, L’informatisation de la société, La Documentation française, París, 1978, p. 14). Y más adelante: «Como se ha observado, el desarrollo de una red de trasmisión de datos y la búsqueda de un alto grado de normalización forman la espina dorsal de una política de comunicación. Tal es la tarea ambiciosa que la Administración ha asignado a la DGT con la construcción de Transpac» (p. 79).
(20) Para un análisis del desarrollo del videotexto en Alemania, ver: Séguy, Françoise (1990a), Stratégies publiques et formation d’un nouveau média. Analyse comparative des systèmes vidéotex de la RFA et de la France (1978-1988), tesis doctoral en Ciencias de la Comunicación, Université Stendhal Grenoble III, 440 p., y: Séguy, Françoise (1990b), «Les stratégies publiques d’introduction du vidéotex en RFA et en France», en Etudes et Travaux du G.R.I.C.C., núm. 4, 28 p. Ver también: Schneider, Volker (1989), «Choix techniques et dynamiques sociales dans l’introduction du vidéotex en Allemagne Fédérale», en Technologies de l’information et sociéte y Réseaux, noviembre 1989, pp. 53-67; Miège, Bernard y Bickel, Suzanne, «Les réalités nationales: Allemagne», en Téléphone et télévision… op. cit., pp. 80-91.
(21) OCDE, Convergence… op. cit.
(22) Existe una literatura muy abundante y siempre renovada sobre la educación. En el caso de Francia, mencionaremos dos documentos «fundadores», el del Ministerio de Educación, más bien partidario de una convergencia desde el ámbito audiovisual (Présents et futurs de l’audiovisuel en éducation: les fondements d’une nouvelle politique, París, La Documentation française, 1981), y el de Jean-Claude Simon, más bien a favor de la rama informática (L’Education et l’informatisation de la société. Rapport au président de la République, París, Fayard, 1981).
(23) «La búsqueda actual de convergencias en la evolución de las industrias audiovisuales y de telecomunicaciones puede parecer paradójica, ya que cada una de ambas ramas parece seguir caminos bastante diferenciados en la orientación de su futuro. En todo caso, se manifiestan mucho más las muestras de diferenciación que las de acercamiento en la mayor parte de los países de Europa Occidental… Si el uno está muy tentado de invertir, o de experimentar, en el terreno ya balizado por el otro, queda también un amplio campo de maniobras intermedio que se empieza a explotar. Cuando se analiza la convergencia en términos de modelo, ésta aparece, pues, como la ocupación de la zanja que separaba a los dos antepasados» (Pradié, Christian et Salaün, Jean-Michel, «Synthèse européenne. Réalité et illusions», en Téléphone et télévision… op. cit., p. 14).
(24) Sobre los temas de la creciente concentración en los campos de la cultura y las comunicaciones, ver: Schiller, Herbert I., 1989, Culture Inc., The Corporate Take Over of Public Expression, Oxford University Press, 1989.
(25) A este respecto, nos acercamos al punto de vista de Patrice Flichy sobre la historia de las técnicas. Patrice Flichy, Une histoire de la communication moderne, espace public et vie privée, París, La Découverte, 1991, p. 10. Versión española en Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1992.
(26) Según la legislación en vigor en Canadá, una empresa de telefonía no puede instalar ni administrar el cable que conduce las señales de televisión.
(27) La estructura de una industria depende: del número de actores presentes en la industria; de la jerarquización de dichos actores en función de su importancia respectiva (la dimensión y los resultados económicos de las empresas) y de su rango en el mercado; de la articulación entre actores y segmentos de producción, factor que confiere a la industria su unidad y especificidad. Resulta de la instalación de un sistema organizado, de un aparato de producción y distribución.

(28) Una lógica industrial resulta de la relación compleja entre el conjunto de los componentes de un sector (por ejemplo, la producción/consumo del acero, de la televisión, del libro, etc.) que nace de la interacción entre condiciones de producción, de intercambio (lanzamiento en el mercado, distribución/difusión) y de consumo. A su vez, dicha interacción queda moldeada por la dialéctica entre las exigencias propias a cada sector y la tendencia inherente a la relación social capitalista a la integración de un número cada vez mayor de actividades sociales, o sea, de sectores. Las lógicas que resultan de tal relación tienden a la reproducción, ya que materializan la estructura a través de las estrategias de los actores que están inspiradas, sugeridas o condicionadas por ellas. Dicho de otra manera, una lógica industrial es una relación compleja que imprime una forma concreta al intercambio y a las relaciones de producción/consumo en un sector, así como a su reproducción. Tal relación es la que explica, entre otras cosas, por qué hasta muy recientemente la producción/lanzamiento/consumo de la televisión adquiría el aspecto de una oleada, la lógica de una oleada, lo que no se verificaba en los campos del disco y del libro, donde el intercambio y las relaciones de producciones/consumo están definidos por una lógica editorial. Por lo que respecta a las lógicas de las industrias culturales, ver: B. Miège, P. Pajon y J.-M. Salaün, L’industrialisation de l’audiovisuel. Des programmes pour les nouveaux médias, París, Aubier, 1986, pp. 64 y 106-107.
(29) A modo de ilustración de ese proceso, ver: P. Pajon, «Le vidéotex comme industrie culturelle», en TIS y Réseaux, volumen 2, núm. 1 y noviembre 1989, núm. 37, pp. 95-104, respectivamente.
(30) Ibid. p. 64.
(31) Las nuevas tecnologías numerizadas de información y comunicación se introducen cada vez más en la diversidad de las industrias y de los sectores industriales. Los promotores de estas tecnologías ocupan por lo tanto una posición «estratégica» que les permite desempeñar un rol motor, no sólo en el sector industrial de donde provienen, sino en el conjunto de la reorganización social que esas tecnologías posibilitan. En este marco, las estrategias con potencial de transformación estructural no pueden ser desarrolladas sino por actores capaces de tal motricidad.
(32) P. Moeglin, «Télématique: De la recherche sur les usages aux usages de la recherche», en Bulletin du CERTEIC, núm. 12, 1991, pp. 23-50.
(33) Lo que depende de factores objetivos, es decir, de las condiciones y posibilidades del mercado y de la fuerza del actor.
(34) Lo que depende de factores subjetivos, es decir, el interés, la voluntad y la percepción, la idea que los responsables se forman de la industria y su evolución.
(35) Factores intangibles vinculados con la interacción entre factores objetivos y subjetivos, lo que remite a la habilidad y a la competencia profesional de los actores. Ver: G. Tremblay y J.-G. Lacroix, Télévision… op. cit., pp. 120 y 123.
(36) Cuando hablamos de demanda social, nos referimos al conjunto de problemas que se plantea la sociedad entendida como una totalidad estructurada, problemas que afloran en el campo de la política porque surgen de la dialéctica de las relaciones sociales y exigen una renegociación del contrato social o, por lo menos, de una parte de éste. Por lo tanto, incluye a la vez las exigencias y la «opinión» del público en general, las voluntades y los puntos de vista de los responsables de las maquinarias productiva y administrativa o, por lo menos, de sus cargos, las respuestas que tanto los trabajadores como el público en general, los empresarios y la clase política formulan en el marco de las relaciones sociales.
(37) A modo de ejemplos, ver: en el caso de Francia: los informes Nora-Minc, L’informatisation de la société, París, La Documentation française, 1978; y Glowinski, Télécommunications. Objectif 2000, París, Dunod, 1980; en los casos de Canadá y Quebec, los informes: Un univers sans distance, Ottawa, Information Canada, 1971; L’arbre de vie, Ottawa, MCC, 1972; Dimension d’une politique de télé-informatique pour le Québec, Quebec, MCQ, 1976; Bâtir l’avenir, Quebec, MCQ, 1982; y Le Québec et les communications: un futur simple?, Quebec, MCQ, 1983.
(38) Tras esta liberalización, los ingresos y beneficios netos de Vidéotron han aumentado entre 1982 y 1989 en un 618 por ciento y de un 1.169 por ciento, respectivamente. G. Tremblay y J.-G. Lacroix, Télévision… op.cit., p. 151.
(39) En junio de 1992, el CRTC resolvió a favor de la demanda de ruptura del monopolio de Bell Canada sobre los interurbanos que presentaron Unitel (compuesta de las empresas CNCP Télécommunications y Rogers Communication -el primer distribuidor por cable en Canadá, también presente en la radio celular a través de su filial Cantel) y BCRL (BC Rail y Lightel).
(40) La reciente decisión (mayo de 1992) de Ottawa respecto de los nuevos criterios para definir la telefonía sin hilos, la cual aventajó directamente a Northern Telecom de Toronto a expensas de una rival sueca, Ericsson, constituye un buen ejemplo de ese tipo de relaciones. Presse Canadienne, «Les nouveaux critères de la téléphonie sans fil», en Journal de Montréal, 14 de mayo de 1992, p. 40.
(41) P. Moeglin, Télématique… art. cit., pp. 43-44.
(42) P. Moeglin, «La notion de besoins éducatifs: remarques sur l’introduction des nouveaux médias dans l’éducation», en Le Bulletin de l’IDATE, mayo 1986, núm. 23, pp. 89-99.
(43) P. Moeglin, Télématique… art. cit., p. 39.
(44) Entendemos por usos sociales, modos de utilización que se manifiestan con la recurrencia necesaria, bajo la forma de hábitos que forman suficientemente parte de la vida cotidiana como para integrarse e imponerse en el abanico de las prácticas culturales preexistentes, reproducirse y eventualmente resistir en calidad de prácticas específicas.
(45) J.-G. Lacroix, P. Moeglin y G. Tremblay, «Usages de la notion d’usages: NTIC et discours promotionnels au Québec et en France», en Les nouveaux espaces de l’information et de la communication, Actes du huitième congrès national des Sciences de l’Information et de la Communication, Lila, pp. 239-248. Sobre la temporalidad en el desarrollo y la implantación de las NTIC, ver también: P. Flichy, «Communication: progrès technique et développement des usages, Rapport à la CEE», en Réseaux, núm. 24, mayo 1987, pp. 105-110.
(46) Sobre este tema, ver: A. Huet, J. Ion, A. Lefebvre, B. Miège y R. Perron, Capitalisme et industries culturelles, Grenoble, PUG, 1984, p. 174.
(47) B. Miège e Y. de la Haye, «De l’ère de la communication aux marchés de la communication», en Communication Information, vol. 6, núm. 2/3, invierno 1984, pp. 209-212.
(48) Ver: P. Pajon, «Comment la télévision utilise la télématique», en Le Bulletin de l’IDATE, primer trimestre de 1990, núm. 39, pp. 73-80.
(49) Ver: Y de la Haye, «Contribution à l’analyse matérialiste des médias», en Dissonances. Critique de la communication, París, La Pensée Sauvage, 1984, pp. 20-60.

Artículo extraído del nº 34 de la revista en papel Telos

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