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Las ideas de MacBride en el ocaso de la guerra fría


Por José Marques de Melo

A diez años de su publicación, los objetivos del Informe MacBride siguen vigentes. Pero la experiencia de América Latina debe conducir a una profunda revisión de su búsqueda y aplicación.

1. MACBRIDE Y LA GUERRA FRIA

Diez años después de su publicación, el Informe MacBride permanece actual. Sus tesis continúan siendo válidas. Sus metas persisten vigorosas. Sus utopías aguardan terreno fértil para florecer. Entonces, ¿por qué las barreras y los obstáculos encontrados? ¿Por qué la UNESCO se vio en la incertidumbre de postergar su viabilización?

En realidad, las ideas contenidas en el documento producido bajo el liderazgo de Sean MacBride nunca fueron combatidas en esencia. Sólo fueron rechazadas por la apariencia, provocando un huracán que casi desestabilizó a la UNESCO.
La coyuntura política les fue desfavorable. En los estertores de la guerra fría, las grandes potencias occidentales dictaron su sentencia de muerte. Y presidieron, en estilo pomposo, su precoz funeral.
Vale la pena rescatar el sentido original del proyecto para reevaluarlo en esta fase de transición del contexto internacional.
La esencia de las propuestas de la comisión MacBride se encuentra consolidada en la Resolución de Belgrado, aprobada por la 32a. Sesión de la Conferencia General de la UNESCO, en octubre de 1980 (1). Contiene once principios, en los cuales debería fundamentarse el NOMIC – Nuevo Orden Mundial de la Comunicación y de la Información:

1) Eliminación de los desequilibrios y desigualdades que caracterizan la situación vigente.
2) Eliminación de los efectos negativos de determinados monopolios, públicos o privados, y de las excesivas concentraciones.
3) Remover de los obstáculos internos y externos para un libre flujo y más amplia y equilibrada diseminación de informaciones e ideas.
4) Pluralidad de fuentes y canales de información.
5) Libertad de prensa y de información.
6) Libertad para los periodistas y todos los profesionales, en los medios de comunicación, una libertad inseparable de la responsabilidad.
7) Preparación de los países en desarrollo para lograr mejoras en sus propias situaciones, sobre todo en lo que respecta a la adquisición de equipamiento propio, capacitación del personal, recuperación de infraestructura, además de tornar sus medios de información y de comunicación sintonizados con sus propias necesidades y aspiraciones.
8) Compromiso sincero de los países desarrollados para ayudarlos a alcanzar dichos objetivos.
9) Respeto a la identidad cultural de cada pueblo y al derecho de cada nación para informar el público internacional sobre sus intereses, aspiraciones y respectivos valores sociales y culturales.
10) Respeto al derecho de todos los pueblos para participar del intercambio internacional de información, basándose en la igualdad, justicia y beneficio mutuo.
11) Respeto al derecho de la colectividad, así como de los grupos étnicos y sociales, para tener acceso a las fuentes de información y participar activamente en los flujos de comunicación.

MacBride tenía conciencia de que el NOMIC no se agotaba en un conjunto de preceptos mágicos, correspondiendo efectivamente a un proceso histórico. «Los aspectos de ese proceso se modificarán constantemente, mientras que los objetivos continuarán siendo los mismos: mayor justicia, mayor equidad, mayor reciprocidad en el intercambio de información, menor dependencia en relación a las corrientes de comunicación, menor difusión del mensaje en sentido descendente, mayor auto-suficiencia e identidad cultural y mayor número de ventajas para toda la humanidad».

Por eso, él recomienda prudencia, paciencia y persistencia: «Se tendrá que caminar paso a paso, llenarse de paciencia y recorrer un largo itinerario antes de poder crear nuevas estructuras, aplicar nuevos métodos y generar una nueva mentalidad» (2).

Una falsa imagen internacional

La imagen construída en nuestro continente en relación al Informe MacBride y al NOMIC se aleja completamente de sus intenciones y de sus propósitos. De ahí la oposición manifestada por los grandes medios y el silencio con que fue recibida por los gobiernos o la indiferencia que suscitó en los intelectuales. Su enjuiciamiento y condenación ocurrieron a partir del «mito MacBride», diseminado masivamente por la «retórica» del Gobierno de los USA. Se trata de una «retórica» elaborada para resistir a los «excesos retóricos» de la UNESCO, como bien los define William Harley, portavoz del Departamento de Estado norteamericano para asuntos de comunicación (3).

Harley explica que la retirada de los Estados Unidos de la UNESCO no se debió exclusivamente al NOMIC, pero éste tuvo un peso decisivo. Su análisis apunta dos motivaciones políticas: a) La supremacía cuantitativa de las naciones del Tercer Mundo, después de la descolonización de Africa y de Asia,en los años 70, convirtiendo la UNESCO en un organismo dominado por los intereses de los países no alineados; b) La habilidad de la Unión Soviética para seducir a esa mayoría de jóvenes naciones, conquistándolas en las conferencias generales de la UNESCO para la aceptación de principios estatizantes en el campo de la comunicación y de la cultura, rechazando las reglas del libre mercado.

Es cierto que Harley reconoce la postura imparcial de la UNESCO en sus documentos y declaraciones oficiales, basándose siempre en el pluralismo que caracteriza los organismos intergubernamentales encabezados por la ONU. Pero insiste en la tesis de que la UNESCO, no obstante el discurso público orientado por el consenso, alimentaba una actitud beligerante en el seno de su burocracia, reclutando asesores «tercer-mundistas» comprometidos con ideas anti-occidentales -«colonización informativa, imperialismo cultural, desequilibrio noticioso y de flujo informativo entre Norte y Sur, además de la supuesta manipulación o de la cobertura desfavorable sobre el Tercer Mundo en los Media occidentales».

El rompimiento con la UNESCO fue la estrategia encontrada por los Estados Unidos, contando con el refuerzo de Japón y de Inglaterra, para hacer inviable el avance de aquellas tesis «tercer-mundistas» que habían sido expurgadas del Informe MacBride. Según William Harley, la UNESCO se valió del PIDC -Programa Internacional para el Desarrollo de la Comunicación- con la finalidad de patrocinar «estudios y reuniones potencialmente capaces de comenzar futuras acciones que pueden conducir al control de la prensa o a modelos represivos».

Una nueva estratégia de comunicación

La retirada de las grandes potencias capitalistas significó un rudo golpe para la implementación del NOMIC, pues la UNESCO se vio desprovista del monto financiero necesario para viabilizar algunas de las metas proyectadas para los años 80. La reciente elección del español Federico Mayor para el cargo de director-general de la UNESCO y la formulación de una «nueva estrategia en materia de comunicación» (4) se sitúan entre las tentativas de apaciguar los ánimos y lograr el retorno de los países alejados voluntariamente de aquella organización internacional.
La nueva estrategia de la UNESCO va a surgir también en un momento histórico marcado por el fin de la guerra fría, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética dialogan para superar la confrontación que acarreaba la división del mundo en dos áreas de influencia geo-política. La perestroika de Gorbachev y la auto-crítica realizada por los líderes soviéticos sobre las equivocaciones cometidas por el «triunfalismo comunista» afectan sensiblemente el ánimo de los defensores del NOMIC en los países del Tercer Mundo. La caída del Muro de Berlín y la derrota electoral de los Sandinistas influyen en las actitudes de los investigadores y de los comunicadores progresistas, llevándolos a revisar tácticas políticas.

Reflejo de ello es la aceptación por consensos de la «nueva estrategia de comunicación» aprobada por la 25a. Conferencia General de la UNESCO. Aún permaneciendo fiel a los ideales del Informe MacBride, existe un claro retroceso retórico, implícito en las palabras de Federico Mayor: «Esta evolución es sumamente importante para la Organización, que podrá salir de las ásperas controversias de los últimos años. Al adoptar esa nueva estrategia de comunicación, los Estados Miembros optaron claramente por inscribir a la UNESCO en la vía de la libertad y de la solidaridad». (…) «

La situación evoluciona de tal modo que los progresos de la libre circulación incluyen no sólo las relaciones norte-sur y este-oeste sino también las relaciones oeste-oeste». Basándose en la unanimidad existente sobre la reducción de las desigualdades comunicacionales entre los países y los desequilibrios en los intercambios internacionales y nacionales de información, el nuevo Director-General de la UNESCO formula una postura concreta: -«Ayudar a los países en desarrollo a reforzar sus capacidades de comunicación, desarrollando infra-estructuras, formando personal capacitado y utilizando tecnologías apropiadas» (5).

Las actitudes de los investigadores de la comunicación ante el nuevo discurso de la UNESCO oscilan entre el pesimismo y el realismo. Herbert Schiller, por ejemplo, se muestra inconforme: «El movimiento por un nuevo orden internacional de información está actualmente en eclipse» (6). Collen Roach advierte que la «UNESCO puede ser usada para promover ventas de tecnología» (7). Rafael Roncagliolo pragmáticamente reconoce: «Es obvio que en nuestros días las circunstancias son muy distintas. El contexto internacional, que venía modificándose desde el clímax de la crisis económica y de la deuda, desembocó, en el último año, y en particular debido a la situación europea, en una saludable distensión, que, lamentablemente acarrea una mayor marginalización del Tercer Mundo (…). Pero, al mismo tiempo, la expansión de la revolución tecnológica a escala mundial baratea los equipamientos de comunicación. Hoy es técnicamente posible multiplicar los canales de transmisión y recepción (…) ¿Por qué no utilizar las nuevas tecnologías para democratizar las comunicaciones, incrementando el número y la pluralidad de aquellos que producen y transmiten mensajes?» (8) En la misma línea de razonamiento se sitúa Kaarle Nordestreng: «La única diferencia notable en relación a los antiguos programas de la UNESCO es un énfasis retórico en la libertad, independencia y pluralismo de los medios de comunicación». (…) «El cambio no es crucial». (…) «Es una ilusión concluir cínicamente que ahora todo está perdido. La UNESCO fue y sigue siendo una ensalada-mixta un fórum abierto a varias fuerzas políticas que se fortalecen mutuamente»(9).
El nuevo plan de la UNESCO para el quinquenio 1990-1995 contiene cuatro metas bien definidas:

1) Inversiones en infraestructura, ampliando y modernizando las redes de comunicaciones de los países en desarrollo.
2) Capacitación de recursos humanos, priorizando la producción educativa, la selección de tecnologías apropiadas y la investigación aplicada.
3) Realización de estudios sobre el impacto socio-cultural de los medios de comunicación de masas y de las nuevas tecnologías en la identidad cultural de los pueblos.
4) Desarrollo de programas destinados a educar a los usuarios de los medios de comunicación, preparándolos para escoger críticamente los mensajes disponibles, para reaccionar a las posibles manipulaciones y para defender sus derechos como ciudadanos (10).

2. MACBRIDE Y EL ESPÍRITU DE BUENA VOLUNTAD

Si bien es cierto que las tesis del NOMIC, mencionadas en el Informe MacBride, continúan siendo válidas y merecen un rescate eficaz en América Latina, también es correcto afirmar que cualquier acción en ese sentido requiere una auto-crítica profunda de la comunidad académica y profesional que la viene respaldando con un sentimiento de naturaleza socialista.

Urge repensar nuestra conducta intelectual a partir de las alteraciones radicales que se procesan en el escenario político actual. La reconquista de la democracia nos ofrece un espacio favorable para revisar nuestros métodos de actuación y nuestros propósitos para la construcción de un mundo nuevo, marcado por la justicia, la solidaridad y el pluralismo.

El paso decisivo es la sustitución del radicalismo retórico, imbuído de una cierta dosis de prisa transformadora, por un lenguaje pacífico, capaz de aprehender contradicciones pero también de respetar las divergencias. En ese sentido, vale la pena anotar dos lecciones que emergen de la lucha de Gorvachev para reestructurar el socialismo en la URSS:
«Nosotros no renunciamos al socialismo, sino a todo lo que le es ajeno. Al mismo tiempo nos libramos también de las ilusiones inspiradas por la impaciencia revolucionaria, del afán de instigar y acelerar la marcha de la Historia. Necesitamos meditar a fondo sobre las deducciones conceptuales y filosóficas que de allí provienen. Una cosa, sin embargo, está clara (y eso está confirmado por nuestra experiencia): el socialismo no puede ser implantado por la violencia. El socialismo forzado es funesto para el ideal socialista, es una profanación».

«Ciertamente, crear el socialismo con el consentimiento y el respeto a los derechos e intereses de todos los grupos sociales es más complicado que obligar a las personas a llevar por la fuerza un modo de vida semejante al de un cuartel. El paso de las actitudes compulsivo-administrativas a las democracias es extraordinariamente complejo y doloroso. (…) Pero no existe otro camino. Es preciso crear premisas políticas para esclarecer las contradicciones, resolver los problemas mediante el diálogo, buscar el consenso, conciliar los intereses apoyándose en la legalidad democrática y en el orden jurídico. Nos alienta la certeza de que este camino no conduce a la disgregación de la sociedad, sino a la creación de otra nueva, aunque sea a través de la crisis, al saneamiento de la vida. Es el camino del progreso real» (11).

Pero no se muda la retórica, sin que haya un cambio de postura académica. Y necesariamente ese cambio de actitud presupone la distinción entre el trabajo de investigación y la militancia política. Lo que no significa defender un comportamiento ideológicamente neutro como científico. Eso implica, sí, una conducta de honestidad intelectual, observando la realidad con el rigor que exige la producción científica, eliminando las desviaciones analíticas. Estas, generalmente, camuflan las «convicciones» deseadas pero no siempre son confirmadas por el uso de metodologías legitimadas por la comunidad académica internacional.

Es necesario ver con atención, en el caso latinoamericano, las experiencias de investigación-denuncia, investigación-acción, investigación-participación,entendiéndolas como alternativas marcadas por la coyuntura de resistencia al autoritarismo de las décadas de los años 70 y 80, pero que se desgastaron por las distorsiones metodológicas emprendidas por investigadores ingenuamente convertidos en misioneros de causas nobles, tornándose cómplices de una desvalorización de la actividad científica. Por eso mismo, perdieron la credibilidad y dejaron de contribuir como científicos a la construcción de un nuevo orden de la comunicación.

Revisiones necesarias

También es necesario reconsiderar algunas de las estrategias que sirvieron de base al movimiento latinoamericano de sustentación del NOMIC:

1) En el campo de las políticas de comunicación predominó una visión estatizante, en detrimento de la postura dirigida al fortalecimiento de la sociedad civil. Esa tendencia se fundamenta, por un lado, en las experiencias de radiodifusión pública de Europa Occidental, en oposición al modelo privatista desarrollado en los Estados Unidos.

Por otro lado, se alimentaba de la apariencia democratizante pregonada por los gobiernos del Este Europeo, que insinuaban el mantenimiento de sistemas de comunicación ejercidos con la participación de las masas trabajadoras, pero en realidad controlados por el partido único y censurados por la burocracia estatal. La propia Historia se encargó de demostrar que las iniciativas de apropiación de los Medios por los gobiernos nacionalistas o populistas del continente redundaron en proyectos manipuladores de la opinión pública, al servicio de los ocupantes del poder. Más fructíferas fueron las experiencias de comunicación alternativa y popular ejecutadas por grupos comunitarios, por los sindicatos, iglesias y movimientos populares, que contribuyeron significativamente a la derrota de los regímenes militares.

2) Esa desviación estatizante funcionó también como bloqueo para la comprensión de las contradicciones que marcan la fisonomía de los medios de comunicación mantenidos por la iniciativa privada. Impidió también el reconocimiento del nuevo orden de comunicación que se construía en algunas de esas redes masivas, a través del incremento de la producción endógena, en sustitución a la producción importada. Naturalmente ese proceso fue regulado por las leyes de la oferta y la demanda, tornándose hegemónicos aquellos productos que encontraron sintonía con las expectativas de los segmentos intelectualizados de la población.

3) El rechazo a lo masivo, que fructificó en diversos núcleos intelectuales seducidos por unas ideas frankfurtianas asimiladas acríticamente, provocó una sobrevaloración de lo popular comprometido. Gracias al flujo financiero desencadenado por los nuevos mecenas eclesiásticos, sindicales y partidistas de Europa Occidental, proliferaron en la región experiencias abundantes de comunicación comunitaria, ejercidas por intelectuales orgánicos.

Muchas de las iniciativas fracasaron cuando los patrocinadores europeos suspendieron las remesas en monedas fuertes o cuando los propios intelectuales enfrentaron resistencias de las poblaciones beneficiadas, que rechazaban tutelas externas. Las experiencias victoriosas, y que continúan subsistiendo con fuerza, son las que nacieron dentro de los propios movimientos sociales y que recurrieron a formas de auto-gestión de producción y emisión.

Necesario es reconocer que el aura de la comunicación dialógica, atribuída a tantos medios alternativos de comunicación de América Latina y que impresionaron mucho a sus subvencionadores del otro lado del Atlántico, no está siendo confirmada por la observación empírica de algunos investigadores competentes y fiables. El supuesto diálogo encubre manipulaciones hábilmente conducidas por los adeptos del centralismo democrático o de la creencia evangélica. Bajo el ropaje de un nuevo orden comunicacional permanece el viejo orden informativo, en escala menor, pero poco diferente de los artificios populistas vigentes a mediados de este siglo.

4) Esa tensión entre lo popular y lo masivo contaminó los programas universitarios de formación de los comunicadores. Muchas escuelas y facultades de comunicación sucumbieron a la apelación de lo alternativo y priorizaron esa tendencia en las respectivas estructuras curriculares. Esto fue agravado por la desviación estatizante de las políticas de comunicación, defendidas por los sectores progresistas, lo que contribuyó a crear un abismo entre las universidades y la industria cultural.
Se estableció, por tanto, un antagonismo entre las premisas del Informe MacBride y las funciones desempeñadas por las escuelas de comunicación, que dejaron de formar profesionales competentes, enfatizando la preparación para las tareas de investigación o para el manejo de los medios alternativos.

En los países en que existía una reserva de mercado para las profesiones de comunicación social ese desfase entre escuela-empresa se tornó conflictiva, generando campañas de descrédito de las escuelas de comunicación.

No preparadas para absorber las innovaciones tecnológicas peculiares a la sociedad informatizada, las escuelas de comunicación están siendo cuestionadas por el sector empresarial y en muchos casos por las propias asociaciones profesionales.

Es sintomático que las ideas originales del NOMIC, consolidadas en el Informe MacBride no hayan penetrado los curriculum de dos tercios de las instituciones universitarias del sector conforme observó Hamid Mowlana en estudio sobre el tema (12).


5) Se deduce ciertamente de esa ausencia de estudios y debates sobre el Informe MacBride, en las escuelas latinoamericanas de comunicación, la frágil sustentación que las tesis del NOMIC merecieron en los Medios de la región, durante los años 80. La prevalencia de los puntos de vista de la SIP -Sociedad Iberoamericana de Prensa- y de la AIR -Asociación Interamericana de Radiodifusión- no puede ser entendida exclusivamente por la hegemonía editorial de que disponen los propietarios de periódicos.

Ha sido tradición lationamericana la preservación de espacios periodísticos para la emisión de opiniones de los profesionales asalariados, aunque sean discordantes de las ideas defendidas por sus patrones. En el caso del NOMIC fue muy escasa la defensa de los postulados del Informe MacBride,lo que impidió que la opinión pública tomara conocimiento de las motivaciones de la UNESCO.

Es verdad que muchos periodistas alineados a la izquierda, y por tanto muy próximos a la corriente internacional defensora del informe MacBride, ofrecieron resistencia a dar respaldo a las tesis del NOMIC por su retórica estatizante. Esos profesionales temían fortalecer a los gobiernos autoritarios que dominaban varios países de la región, debilitanto la resistencia de la sociedad civil, inclusive de facciones empresariales que les ofrecían oposición cerrada (13).


6) Sin lograr una difusión amplia en la prensa, las tesis del NOMIC no galvanizaron las corrientes vivas de la sociedad latinoamericana. Les faltó respaldo sindical, partidario e inclusive académico. No comparto el triunfalismo de Antonio Pasquali al proclamar que «América Latina es una de las regiones donde las tesis del NOMIC recibieron apoyo significativo, tanto del sector público como del privado, de los profesionales de la comunicación, de las comunidades científica y religiosa y de los investigadores» (14).

En realidad, el debate sobre el NOMIC se quedó restringido a los gabinetes ministeriales y a los círculos intelectuales que gravitan en el escenario internacional, sin movilizar a los auténticos líderes de la sociedad civil. Solamente la Iglesia Católica inició un trabajo en esa dirección, acompañada minoritariamente por sectores evangélicos, pero sin penetrar en sus bases eclesiales (15). Ese trabajo necesariamente tendrá que ser realizado, comenzando por los líderes partidarios de todos los matices, sin dejar de comprometer también a los sectores empresariales, cuyos negocios en el ámbito de la industria cultural pueden ser beneficiados por el intercambio sur-sur que se esboza en los proyectos de integración latinoamericana.

7) Las perspectivas de ampliación del mercado de bienes simbólicos en el continente, a partir de las experiencias de éxito de empresas como Globo y Televisa en el mercado internacional, constituyen evidencia actual de las tesis del Informe MacBride. De la misma manera que esas dos corporaciones,además de otras de menor alcance, consiguieron ocupar espacios en el mercado mundial, fortaleciendo un embrionario flujo de exportación sur-norte a través de las telenovelas y otros géneros televisuales, es posible expandir la circulación de mercancías culturales latinoamericanas, dentro de la propia región. La iniciativa de los ministros de cultura del continente, en el encuentro de Río de Janeiro, en 1989, debe merecer todo el respaldo gubernamental y empresarial (16).

8) Finalmente, cabe repensar el propio alcance del NOMIC, o sea, la idea de que un nuevo orden mundial de la información puede generar un nuevo orden económico munidal. Fue ésta la motivación de los dirigentes de los países no-alineados al lanzar la propuesta del NOMIC, en 1973, convencidos de que una relación más equilibrada Norte-Sur pasaba por la alteración de las pautas de los grandes medios de comunicación, poco sensibles a los problemas y angustias de los países en desarrollo (17).
Se trata, a mi parecer, de una falsa pregunta, basada en la creencia de la omnipotencia de los mass media. No basta el voluntarismo de la industria cultural para producir alteraciones en las sociedades. Los medios ejercen influencia, pero no determinan rupturas históricas.

Estas ocurren como producto de las contradicciones socio-económicas, que asumen dimensiones políticas incontrolables en coyunturas especiales. En esos momentos, el papel de los medios es decisivo, como resultó evidente en los episodios que marcaron la caída del «socialismo real» en Europa del Este. Sobre todo, hoy, «en la sociedad de comunicaciones globales, de los mass media, de los viajes y de la economía transnacional», a que se refiere Hobsbawn (18).

Pero es preciso relativizar el papel de los medios de comunicación, como mediadores sociales y como catalizadores de situaciones políticas pre-existentes. Nunca como agentes revolucionarios, capaces de producir transformaciones independientes de las fuerzas vivas en confrontación en una sociedad.

El fracaso relativo del NOMIC puede ser explicado también por la falta de apoyo en las aspiraciones de las colectividades que pretendían beneficiar ¿Una idea lanzada antes de tiempo? Vale la pena profundizar la reflexión sobre ese aspecto del problema, principalmente ahora, cuando la deseada superación de la guerra fría y la emergencia de un clima propicio a la construcción de un mundo nuevo, suscita la inevitabilidad de un nuevo orden económico como requisito para la preservación de la paz entre las naciones (19).

Las nuevas formas de cooperación entre los países ricos y los países pobres no pueden resumirse en la ecuación de los problemas de la infra-estructura económica, ya que presupone también el reequilibrio en los intercambios culturales e informativos. Este es un momento propicio para que las tesis del NOMIC sean retomadas, reevaluadas en función de las alteraciones del cuadro mundial e implementadas en el meollo del realineamiento político y económico en proceso.

MacBride confesó la falta de consenso, en la comisión de la UNESCO por él presidida, para dar sentido a la expresión Nuevo Orden. «A pesar de esas divergencias, no hubo un solo miembro de la Comisión que no estuviese convencido de la necesidad de efectuar reformas de estructura en el sector de la comunicación y de que el orden actual es inaceptable».

Pero él se empeñó en lograr el consenso para la aprobación del Informe final, publicado por la UNESCO bajo el título Un solo mundo, voces múltiples, ofreciéndolo como paradigma para la construcción del NOMIC. ¿Cuál fue la fórmula utilizada por el político irlandés para obtener el consenso? Sean MacBride dijo que fue muy simple: ¡recurrió al espíritu de buena voluntad! Y conluyó, vaticinando: «si los futuros diálogos fueran regidos por ese mismo espíritu de buena voluntad, será posible construir un nuevo orden en beneficio de la humanidad» (20).

El momento histórico se configura propicio para dar vida a las ideas forjadas por el espíritu conciliador de MacBride. La Carta de París, recién aprobada por la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa, ofrece indicios alentadores (21).

Particularmente en el caso latinoamericano, se torna indispensable que los hombres y mujeres de buena voluntad mediten seriamente sobre la exhortación de Alain Touraine en el final de su libro Palabra y Sangre:

«No habiendo cedido, en ningún instante, a al ilusión de una visión ética de la historia latinoamericana, no habiendo jamás mostrado al pueblo, a las masas, a los campesinos pobres o al proletariado industrial avanzando victoriosamente para la toma del poder, y, habiendo destacado varias veces la extraña fragilidad de los movimientos y de los partidos revolucionarios, así como la dependencia de los actores sociales con respecto a las intervenciones del Estado, yo me siento libre para recordar que la heteronomía de los actores sociales no significa su ausencia y no nos autoriza a aumentar, entre demandas sociales y ofertas políticas, la separación introducida por los que ven la política como un mercado donde el poder desempeña el papel del dinero.

El actor social ‘consciente y organizado’ casi no existe en América Latina. Sin embargo, el actor social amalgamado con fuerzas políticas y protestas morales está presente en toda ella. Neoliberales que sólo hablan de instituciones y radicales que hablan apenas de imperialismo participan de la misma persecución de los actores sociales que, desde hace treinta años, es el gran pasatiempo de las ciencias sociales. Y, sin embargo, estos actores están allí, a veces unidos en la defensa comunitaria y en la expresión religiosa, a veces manipulados por los aparatos o líderes políticos, pero presentes lo bastante como para que no se puedan separar los mecanismos políticos de los problemas, de las reivindicaciones y de los movimientos sociales. Los que oponen los movimientos sociales a la democracia son ciegos y preparan la destrucción de los primeros por un poder autoritario.

Pero los que hablan sólamente de instituciones y de reglas del juego construyen sobre arena. Evidentemente el futuro de América Latina depende en parte del futuro de la economía mundial y en parte también de su propia capacidad para construir democracias representativas.

Pero depende, sobre todo, de la transformación de las demandas sociales en acción política, de las protestas morales en reformas, de la conciencia nacional en voluntad de modernización.

Aunque los actores son débiles, ausentes o desarticulados, es siempre en términos de actores y de capacidad de acción donde se sitúan los problemas de América Latina»(22).

(1) «Resolution adopted by the general conference of UNESCO at its twenty-first session», in Shea, D. y Jarrett, W. Mass communication in Americas. Focus on the new world information and communication order, The Center for Latin America University of Wisconsin-Milwaukee, 1984, págs. 82-83.
(2) Macbride, Sean, prólogo en UNESCO – Um mundo e muitas vozes, Río de Janeiro, Editora de la Fundación Getúlio Vargas, 1983, pág. XIII.
(3) Harley, William G, «United States concerns with the Unesco Communication Programs», en Shea y Jarret, ob. cit., págs. 16-27.
(4) «Communication in the Service of Humanity, Unesco’s new plan» Media Development 3, Londres, Wacc, 1990, págs. 23-24.
(5) UNESCO, «Nueva estrategia en materia de comunicación», Boletín ALAIC 2, San Pablo, Alaic, 1990, págs. 26-30.
(6) Shiller, Herbert I., «Forgetful and short -sighted- what hope the future?», Media Development 3, Londres, Wacc, 1990, págs. 26-27.
(7) Roach, Collen, «Limitations and news posibilities», Media Development 3, Londres, Wacc, 1990, págs. 28-30.
(8) Roncagliolo, Rafael, «Tejiendo un nuevo orden», Media Development 3, Londres, Wacc, 1990, págs. 34-35.
(9) Nordestreng, Kaarle, «From compromise to compromise», Media Development 3, Londres, Wacc, 1990, págs. 36-37.
(10) «Communication in the Service of Humanity», Media Development 3, Londres, Wacc, 1990, págs. 23-24.
(11) Gorbachev, Mijail, «El mundo futuro y el socialismo», El socialismo del futuro 1:1, Fundación Sistema, Madrid, 1990, págs. 10-11.
(12) Mowlana, Hamid, Aspects of the Mass Media Declaration of Unesco, Budapest, IAMCR, 1989, pág. 29.
(13) Marqués de Melo, José, «Comunicaçao da massa na Nova República: Transiçao sem Mundança», en Comunicaçao: Direito à informaçao, Campinas, Papirus, 1986, págs. 23-38.
(14) Pasqual, Antonio, «What UNESCO hopes accomplish in Latin America», en Shea y Jarrett, ob. cit., pág. 12.
(15) Marqués de Melo, José, «Igreja e nova ordem mundial da informaçao, Para uma leitura crítica da comunicaçao, San Pablo, Paulinas, 1985, págs. 139-164.
(16) Marqués de Melo, José, «Comunicación Audiovisual y Desarrollo Latinoamericano», texto preparado para el simposium Perspectivas sobre el Espacio Audiovisual Larinoamericano. Promovido por ULCRA, México, 1989.
(17) Vigevani, Tullo, «Nova Ordem Mundial da Comunicaçao», en Queiroz e Silva, Roberto P. de, Temas básicos em comunicaçao, San Pablo, Paulinas. INTERCOM, 1983, págs. 197-201.
(18) Hosbawn, Eric, «1989- o que sobrou para os vitoriosos», Folha de S. Paulo, 12/11/90, pág. 3.
(19) Lapouge, Gilles, «Nova ordem mundial começa na Europa», O Estado de S. Paulo, 18/11/90, pág. 16.
(20) Macbride, Sean, prólogo, ob. cit., pág. XVI.
(21) Arbex, José, «Carta de Paris consagra mercado e democracia», Folha de S. Paulo, 22/11/90, pág. A-20.
(22) Touraine, Alain, Palavra e Sangue -Política e Sociedade na América Latina. San Pablo, Trajetória Cultural, 1989, págs. 537-538.

Artículo extraído del nº 33 de la revista en papel Telos

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José Marques de Melo

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