La calidad periodística. Teorías, investigaciones y sugerencias profesionales
Josep L. Gómez Mompart, Juan F. Gutiérrez Lozano, Dolors Palau Sampio (Eds.)
Castelló de la Plana: Publicacions de la UJI, 2013, 208 p.
ISBN 978-94-8021-900-6
Calidad, una palabra talismán. Hoy la calidad se gestiona y se verifica en múltiples procesos de producción, tanto de bienes como de servicios. Los sistemas de calidad tienen rango internacional y aseguran que lo ofrecido cumple las especificaciones previamente comprometidas. Estos sistemas se basan en manuales de aseguramiento de la calidad y en manuales de procedimientos operativos. La persecución de la calidad con frecuencia apunta alto y el término acaba siendo sustituido, o al menos solapado, por el de excelencia.
Que el periodismo es un bien y un servicio de naturaleza social que tiene por producto y por objeto la información es hecho conocido. Los derechos a la información y a la comunicación por parte de la ciudadanía son reconocidos como derechos humanos. Y, sin embargo, tan preciados derechos, tan preciados bienes y servicios, no cuentan con su correspondiente ISO, esto es, certificación de calidad. Y hasta es difícil saber de qué hablamos cuando mentamos la calidad periodística.
Muchas veces se empieza por lo que no es. En octubre de 2012, ante la crisis de los medios y el ahondamiento en la precariedad laboral de los periodistas, el Foro de Organizaciones Periodistas, donde se daban cita la Agrupación de Periodistas de CCOO, la Agrupación General de Periodistas de UGT, la Asociación Nacional de Informadores Gráficos de Prensa y Televisión, el Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia, el Col•legi de Periodistes de Catalunya, la Federación de Sindicatos de Periodistas y el Sindicat de la Imatge-UPIFC, lanzaba un manifiesto en defensa de un periodismo al servicio de la ciudadanía en el que garantizar la información de calidad era objetivo básico.
Para mostrarlo decían rechazar la deontología profesional a las leyes del mercado, explicaban que sin periodistas no hay periodismo y que no es pertinente sustituir al periodista por otros perfiles técnicos y remachaban que las ruedas de prensa sin preguntas eran reprobables. Desde luego, el periodismo sin periodistas, sin deontología y sin preguntas no es periodismo de calidad. Pero ¿cómo establecer criterios que positiven la expresión? A ello se aplica el libro editado por los profesores Gómez Mompart, Gutiérrez Lozano y Palau Sampio; libro que reúne una introducción y 11 capítulos pergeñados por un conjunto de 25 especialistas.
Un concepto en construcción
La calidad periodística, y este es el principal logro del libro, debe convertirse, a la mayor brevedad en un concepto central en la comunicología. Pero el trayecto está sembrado de problemas epistemológicos que hay que despejar. En el capítulo que abre el libro (‘El reto de la excelencia. Indicadores para medir la calidad’), redactado por los profesores Gómez Mompart y Palau, se pasa revista a las aproximaciones que en la literatura científica internacional se han acercado al concepto. Podemos advertir que autores como J. M. de Pablos y C. Mateos o la Red de Periodismo de Calidad de México han planteado unas tablas que miden -y al medir, definen- la calidad periodística, tablas en las que se asume la complejidad del concepto y su relación con los principios que dependen directamente del trabajo del periodista, de las relaciones laborales que configuran el entorno de su función, de los códigos legales o normativos existentes para dar cobertura a la actividad periodística o del modus operandi de las empresas implicadas en la información periodística.
El lector, que tiene ya una amplia perspectiva sobre las aproximaciones plurales a un concepto en construcción, se adentra a continuación en el capítulo (‘El valor agregado del Periodismo, herramienta para el periodismo de calidad’) que firman las profesoras García Gordillo, Bezunartea y Rodríguez Cruz y se ocupa del valor agregado periodístico, un procedimiento estandarizado y patentado de medición de la calidad desarrollado en los últimos lustros en universidades chilenas y argentinas. El procedimiento mide una gran cantidad de variables (proceso de selección de la noticia, presencia de fuentes, equilibrio en la formulación de la noticia con presencia de las partes concernidas, dominio del lenguaje, creatividad en la formulación, capacidad de contextualización, puntos de vista que se involucran en la redacción), aunque deja fuera, precisamente, el entorno empresarial y laboral del periodista.
Con dos primeros capítulos sobre el bagaje teórico que concierne a la calidad periodística, los que siguen se adentran en fuegos cruzados, donde la calidad se relaciona necesariamente con formas específicas de periodismo o con elementos particulares de la construcción noticiosa. El firmado por De Miguel y Berganza, ‘La calidad de los periódicos de pago y gratuitos’ realiza un análisis empírico de más de 7.000 unidades redaccionales de cinco cabeceras generalistas, divididas en diarios de pago y gratuitos. La aportación de Casero y López, ‘La gestión de fuentes informativas como criterio de calidad profesional’, incide en la trascendencia de las fuentes informativas como criterio de calidad.
Obstáculos al ejercicio de un periodismo de calidad
El capítulo ‘Cultura digital, agencias de noticias y credibilidad’, firmado por Marín, Santcovsky y Crespo, reflexiona sobre el binomio agencias de noticias y calidad en el marco de la sociedad informacional y de la cultura digital, que altera las formas de proceder -producir, procesar, distribuir- de las agencias de información y, más aún, invita a los usuarios ‘informativos’ de la Red (desde los bloggers a los ‘wikipedistas’) a prescindir de las fuentes informativas clásicas y a invisibilizar el conjunto de las fuentes utilizadas.
Pero el cambio de paradigma hacia la sociedad informacional no es el único obstáculo que encuentra la calidad periodística. Mónica Parreño, en ‘La argumentación de los periodistas sobre la calidad del periodismo’, parte de una serie amplia de entrevistas en profundidad realizadas a periodistas. El conjunto de argumentos deducidos define una trama compleja que contempla la precariedad profesional, la crisis económica, la capacidad de los periodistas de adaptarse a las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), la detección de una brecha generacional que dificulta la transmisión de conocimiento, la homogeneidad de los contenidos y la imprecisión derivada de la reducción de costes en las empresas de información, la ansiedad generada por el énfasis en la velocidad o la pérdida de valores deontológicos.
El texto de Parreño es sumamente sugerente ya que pone el acento en lo que tal vez sean las carencias más palmarias de sistemas operacionalizados de calidad como el de la VAP, ya reseñado. Los textos de Pérez Curiel, Méndez y Rojas, ‘Parámetros de calidad del trabajo periodístico en red’, y de Ruiz, Masip, Domingo, Díaz Noci y Micó, ‘Participación de la audiencia en el periodismo 2.0′, se adentran en el campo de la calidad en el periodismo digital, ciudadano o participativo. Se evidencia aquí la contradicción entre ciudadanos convertidos en promotores de información y tendencia al ahorro, cuando no omisión, de fuentes identificables y fiables. El trabajo realiza un esfuerzo volitivo en pro de un periodismo ciudadano con marchamo de calidad, pero pone en evidencia que conseguirlo en un entorno desregulado como es Internet resulta más que difícil.
La aportación de Israel y Pomares, ‘Indicadores de calidad en los informativos de televisión’, aboga por la construcción de unos índices de calidad para auscultar los informativos televisivos y ensaya con algunos en el análisis de tres cadenas generalistas españolas durante cuatro años. También sobre la televisión se centran Humanes y Montero, ‘La calidad del pluralismo interno en la TDT’. Las autoras promueven unos índices de calidad para formatos que contemplan las piezas informativas, los encuadres utilizados y la estructura del medio que difunde. Proponen esta metodología para dar entidad empírica a la falta del pluralismo en la TDT española.
El último capítulo, ‘La calidad de la información sobre el medio ambiente’, lo firma Inés Rodríguez y pretende medir la cantidad y la calidad de las noticias medioambientales en tres diarios españoles de amplia circulación y durante un trimestre de 2008. La medición que realiza la autora no responde ni al sistema VAP ni a ninguno otro de los presentados en el estado de la cuestión al respecto, sino a una confección de variables propia y un sistema de puntuación también propio y que diferencia entre textos informativos y textos de opinión.
El lector de este libro acaba con una doble sensación. De un lado, ha descubierto que la calidad periodística merece convertirse en concepto central en los debates contemporáneos sobre el papel de los medios en sociedades democráticas. De otro, deduce que todavía falta recorrer un buen trecho hasta que se establezcan consensos sobre la calidad periodística, aunque el libro mismo representa el camino para llegar a ellos.
Artículo extraído del nº 96 de la revista en papel Telos
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