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Viejas, nuevas esperanzas


Por Enrique Bustamante Ramírez

Cumplidos ya sus 25 años de historia, la revista TELOS asiste desde la tribuna de la madurez a las transformaciones del pensamiento social sobre las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC), mientras mantiene su vigencia como espacio de debate plural a la vez que científico.

Un cuarto de siglo es mucho para una publicación, especialmente en el mundo de las revistas de pensamiento, cuya natalidad suele ir pareja con elevados índices de mortandad. Como mérito añadido, TELOS nació como precoz plataforma de investigación y debate sobre la convergencia digital y ha sido así testigo privilegiado desde hace 25 años de las notables mutaciones tecnológicas y sociales dadas en este campo. En su madurez, puede también contemplar reflexivamente las transformaciones del pensamiento social sobre las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (NTIC).

Época de inquietudes

Efectivamente, aprobado el proyecto por Fundesco, con Obdulio Martín Bernal como Editor y yo como Director, comenzamos a preparar TELOS en el otoño de 1984 (diseño mil veces discutido, ‘monstruos’, constitución del Consejo de Redacción, encargo de textos…) y editamos el número 1 a principios de 1985. El lema central que nos guiaba era la convergencia digital entre las telecomunicaciones, la informática y la comunicación social, una transformación que apenas daba entonces sus primeros y balbuceantes pasos.

No se trataba de una misión visionaria personal, sino de una respuesta al ambiente creado en esos primeros años ochenta, con sus enormes esperanzas depositadas sobre la evolución de las NTIC, pero también con una visión humanista y crítica que diferenciaba ya al pensamiento europeo. En el preludio de ese contexto de efervescencia se pueden reseñar informes como el Nora-Minc sobre La informatización de la Sociedad (1978), pero sobre todo el gran coloquio nacional francés sobre Recherche et Technologie, organizado por Jean-Pierre Chevenement bajo la presidencia de Mitterrand, que derivó en el brillante informe de Mattelart y Stourdzé, Tecnología, Cultura y Comunicación. Allí se sostenía que «el progreso científico, separado de la imaginación de nuevas relaciones sociales (redefinición de los valores y las formas de organización) está destinado al final a la esterilidad; y la imaginación de nuevas relaciones sociales desconectadas de la ciencia y de la técnica corre el riesgo de degenerar en la utopía».

El reflejo en España fue siempre algo más tardío pero emblemático: Fundesco había editado ya en 1983 las ponencias del seminario sobre La Sociedad de la Información. Y el Gobierno de Felipe González, con Javier Solana como ministro de Cultura, organizó en 1984 un gran congreso sobre Nuevas tecnologías en la vida cultural española (Fundesco, 1986). Además, y como consecuencia cercana, a finales de 1985 nació el foro de debate Cuenca, Ciudad global de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), que se mantendría durante más de una década, con apoyo de Fundesco, como un foro nacional de presentación y discusión sobre las NTIC en la comunicación social.

En ese marco, el nacimiento de TELOS estuvo precedido -o seguido- de otros alumbramientos editoriales parangonables en Europa: Réseaux, por ejemplo, en París, creado por el Centro de Investigación de la Telefónica Francesa (CNET) nace en 1983 y un año después aparece MédiasPouvoir, desgraciadamente desaparecida; por su parte, Media Culture & Society salió en 1987, como baluarte destacado hasta hoy de la solidez de la tradición investigadora británica en este campo.

Pensamiento social sobre las NTIC

Ciertamente, el clima español sobre la cultura y la comunicación estaba en esa época preso todavía de las múltiples hipotecas que la transición democrática había recibido. Pero, aun en ese marco difícil, el debate sobre las NTIC fue homologable en riqueza y sutileza al mantenido en el ámbito europeo, como testimonian las páginas de TELOS.

El análisis humanista sobre las NTIC se evidenciaba en esos años en la crítica temprana a las ‘utopías conservadoras’ (promesas de felicidad absoluta por el simple desarrollo tecnológico) que nos llegaban del pensamiento estadounidense (James Martin, Alvin Toffler, John Naishbitt, por entonces), ocultando los problemas y las desigualdades sociales que marcaban su desarrollo. Y frente a la concepción estadounidense de la ‘evaluación tecnológica’ realizada por tecnócratas, se levantaba la bandera europea de la ‘experimentación social’, un concepto abierto de las tecnologías que predicaba la necesidad de testar su implantación, articulando el esfuerzo de tecnólogos e investigadores sociales, es decir, del protagonismo del espacio público con la participación intensiva de la sociedad civil.

Muchas cosas han cambiado ciertamente en este lapsus de tiempo. Y no sólo las redes tecnológicas, con ser mucho el cambio desde el videotex a Internet, desde el protagonismo del satélite o del cable al reinado de la ADSL o del móvil. También ha mudado notablemente el pensamiento social sobre las NTIC, centrado en los soportes y las redes digitales, inundado cíclicamente por las nuevas utopías conservadoras, que volvieron a prometer la felicidad universal por la simple expansión mercantil de Internet hasta la crisis de las ‘puntocom’, para recuperarse con nuevos bríos y similares metáforas en torno a la Web 2.0. Y asimismo se han transformado fuertemente los modos de oferta y uso social de la cultura y comunicación en la Era Digital. En medio de la mercantilización general, o quizás a pesar y a través suyo, sigue abriéndose paso una cultura cada vez más seleccionada, activa y compartida que sobrepasa con mucho los modelos de negocio.

Una plataforma abierta

Sin embargo, la felicidad está lejos de estar garantizada por el grupo I+D+M (Mercado). Lo que vemos ante nuestros ojos no es una ‘nueva’ y radical cultura digital, sino una convivencia prolongada y conflictiva entre el mundo analógico -con sus modelos saturados y agotados- y los contenidos culturales digitales que siguen naciendo de la misma creatividad social y no acaban de encontrar ni su viabilidad económica ni sus mecanismos de pluralismo efectivos.

Frente al ‘todos creadores y comunicadores’, los expertos en cultura y comunicación desempeñan un papel más crucial aún. Frente a la promesa de la desintermediación total, surgen potentes nuevos intermediarios (Google, YouTube, Myspace…), que se suman a los viejos grupos multimedia en mutua pugna por convertirse en los nuevos gatekeepers de los consumidores. En fin, las fracturas digitales se acumulan y redoblan entre países, pero también en el interior de las sociedades más avanzadas, construyendo segundas, terceras, cuartas brechas digitales (del acceso a la capacidad cultural, de las mujeres y las minorías étnicas a las diásporas de migrantes, a las capas de edad más avanzada…).

Vivimos así una época paradójica, en la que coexisten los discursos ‘neocom’ más extremistas sobre la expansión de las NTIC, los gurús más felices (consigo mismos), aun en plena crisis económica mundial, con una poderosa resurrección de reivindicaciones sobre las políticas públicas de educación, de comunicación y cultura sobre la necesaria protección y fomento de la diversidad y, en consecuencia, de la cooperación internacional horizontal. Unas contradicciones que marcan hoy nuestro mundo y a las que, posiblemente, debamos habituarnos para mucho tiempo.

La gran virtud de TELOS, nacida hace 25 años, perdida su inocencia infantil y adolescente, asumida su madurez realista y probabilista, es seguir haciéndose cargo de esas paradojas y contradicciones, manteniendo su carácter de plataforma abierta a todas las perspectivas, a todos los debates que abocan finalmente al modelo de Sociedad de la Información (SI) que queremos dibujar para las próximas décadas. Mientras consiga preservar esa naturaleza plural, científica y apegada a los problemas sociales cotidianos planteados por la cultura y la comunicación, TELOS estará viva.

Artículo extraído del nº 81 de la revista en papel Telos

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Enrique Bustamante Ramírez

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