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La era de la información fragmentada


Por José M. Cerezo

El texto se centra en los cambios que se están produciendo en los hábitos de consumo de información y en sus posibles implicaciones socioculturales. La nueva realidad digital ofrece también un nuevo escenario en el que la información fragmentada se impone sobre los modelos de acceso lineal y argumental tradicionales.

Palabras clave: Información fragmentada, Nativos digitales, Conocimiento, Sociedad de la Información (SI)

The author refers in his article to the different changes that are taking place in the habits of the consumption of information and accordingly the social and cultural consequences. The new digital reality offers an innovative scenario in which the fragmented information beats the former lineal and traditional access.

Keywords: Fragmented Information, Digital natives, Knowledge

En apenas 15 años desde su nacimiento, Internet ha supuesto una revolución cuyos límites y consecuencias sólo ahora empezamos a comprender y vislumbrar plenamente. Inmersos como estamos en uno de los cambios socioculturales y económicos más importantes de la historia y a pesar de que avanzamos en su desarrollo, continúan las incertidumbres sobre las implicaciones finales de este proceso. Si la cultura y el conocimiento tradicional, entendidos como un continuo lineal y argumental –sustentados principalmente en el libro y otros soportes físicos como vehículo de transmisión– han sufrido durante años el asedio del mundo audiovisual, Internet parece haber acelerado su trasformación de manera irreversible.

A la espera de acontecimientos y estudios más detallados, parece relevante la emergencia e implantación de un nuevo modelo de conocimiento basado en lo que vendremos a denominar en este articulo como “información fragmentada”: retazos de realidad de unos pocos bits, noticias que en segundos se difunden en el mundo interconectado para hacerse un hueco durante también apenas unos segundos en el magma de información en el que vivimos.

No queremos con esto insinuar que el libro, uno de los interfaces más perfectos y sofisticados pese a su sencillez, vaya a desaparecer. El nuevo escenario de transmisión de información digital basado en ceros y unos transformará a medio o largo plazo algo más relevante y sustancial, a nuestro entender, que el formato físico que es la esencia misma de la información y por extensión del conocimiento.

Tradicionalmente, la adquisición de conocimientos se ha obtenido a partir de un proceso, más o menos sacrificado, basado en el análisis de los datos a través de la reflexión. La velocidad e inmediatez del nuevo escenario fragmentado desdibuja este proceso. En un reciente estudio sobre la usabilidad ( 1) de Internet, se ponía de manifiesto cómo los internautas, más que leer, escanean la información cuando navegan ( 2). Como término medio, el tiempo que los internautas pasan en una página web apenas les permite leer el 20 por ciento del texto. Según este estudio, la mayoría de los usuarios deja de leer antes de llegar a las 200 palabras. En una sociedad cada vez más compleja, la información se vuelve, en esa búsqueda de fragmentación y liquidez, cada vez más simple. La fragmentación de la información nos ayuda al acceso a la misma de forma rápida y permanente, pero no al conocimiento y a la profundidad de los temas.

El octogenario Zygmunt Bauman se ha revelado como uno de los sociólogos que mejor ha sabido expresar este nuevo escenario de comienzos de siglo, al describir una vida líquida como referente de la nueva sociedad. Sostiene Bauman que «la vida líquida es una vida devoradora. Asigna al mundo, a las personas, y a todos sus demás fragmentos animados e inanimados el papel de objetos de consumo (…). Condiciona, además, el juicio y la evaluación de todos esos fragmentos según el patrón de objetos de consumo (…)»

Si aplicamos las palabras de Bauman, es procedente considerar la información como uno de los “objetos inanimados” a los que hace referencia, convirtiéndose en uno de los elementos de consumo más demandados. La fragmentación nos alivia de la necesidad de información, al mismo tiempo que crece la sensación de ”infoxicación”, creando un círculo vicioso que relativiza la cantidad de información de calidad que realmente necesitamos. Alguna de las aplicaciones más interesantes, como los SMS o la sindicación de contenidos a través de los RSS, Twitter, etc., profundizan en esta tendencia. Los blogs y, de forma más intensa (aunque aún de manera minoritaria) la aparición del microbloging, son buena muestra de esta realidad fragmentada. Con el advenimiento de Twitter como paradigma de la información fragmentada, un tweet, constituido por un máximo de 140 caracteres, se consolida como la nueva medida digital para los nativos digitales.

La información se fragmenta

En este contexto observamos cómo lo breve, lo fragmentado, se van imponiendo sobre la información extensa. La historia y el modelo educativo vigentes hasta ahora se basaban en un continuo argumentario que formaba el corpus de todo el conocimiento. La información fragmentada no tiene un comienzo claro y menos aún un final. Lo fluido y lo digital se imponen, lenta pero inapelablemente, sobre lo sólido. La revista Wired ha denominado a este fenómeno “Cultura Snack” ( 3). Para la biblia del conocimiento digital, desde los politonos para los teléfonos móviles al microbloging, el entretenimiento y la información –como parte cada vez más sustancial de éste– se han convertido en aperitivos de realidad que permiten mantenernos conectados permanentemente con un coste mínimo en recursos y atención.

La información se fragmenta para poder distribuirse rápidamente para un consumo rápido. Una sociedad interconectada e hiperinformada a través de los medios digitales no puede detenerse y la fragmentación permite potenciar su adaptabilidad en el escenario de la realidad líquida.

Todo ello, además, debemos enmarcarlo en el contexto de la Web 2.0, donde la información es relevante como objeto de consumo. Si en la última década del siglo pasado, durante la Web 1.0, el contenido era el rey, en la Web 2.0 el usuario ha pasado a ser el protagonista gracias a la ayuda de las nuevas plataformas tecnológicas, las cuales se erigen también como las futuras protagonistas de la que será previsiblemente la tercera generación de la web. Observamos cómo, cada vez más, las plataformas tecnológicas adquieren un mayor protagonismo, incluso por encima del usuario. En este proceso, los contenidos y el usuario como “conjunto” es relevante en la medida que la plataforma tecnológica lo es.

En La prensa sin Gutenberg, (Grasset & Fasquelle, 2005) Fogel y Patiño reflexionan sobre el caudal de imágenes, texto y la dispersión que se produce «por la sobreabundancia de una red donde todo se mezcla». A este respecto, en Everything is Miscellanious, Weinberger llama la atención sobre el «poder del nuevo desorden digital», la entropía de la Red como cualidad fragmentada de una nueva “cultura híbrida” (Bauman, 2006).

La transformación en el sector audiovisual

En este contexto, observamos cómo el proceso de fragmentación no es exclusivo del entorno textual. Internet, que nació como un medio eminentemente textual, paulatinamente se ha convertido en un medio en el que el audiovisual adquiere un mayor protagonismo. Con el despliegue de las conexiones de Banda Ancha y el éxito del vídeo on line, el modelo audiovisual fundamentado en la televisión también se transmuta. La fragmentación de pantallas y audiencias también está alterando a gran velocidad el sector audiovisual. Sirvan de ejemplo los vídeos on line y Youtube como referentes globales del nuevo “matrix audiovisual” que está transformando incluso la realidad televisiva. En la rigidez del mundo off line en contraposición con la plasticidad del mundo on line, las reglas se alteran y modifican tanto como queramos.

El usuario, en su afán de conexión permanente e información fluida y constante, demanda plataformas y tecnologías eficientes que le permitan tener una actividad continúa, aunque ésta sea cada vez más intrascendente. La información en la era digital fluye rápidamente entre los intersticios de la realidad líquida. Siguiendo esa premisa de inmediatez y eficacia, los diseñadores, expertos en usabilidad, los creadores de contenidos y los periodistas buscan la eficacia para retener la atención de unos usuarios que apenas leen 200 palabras. Nos sentimos atraídos por el poder hipnótico de lo breve y fragmentado.

Conscientes todos de asistir a la mayor inflación de información de la historia, observamos cómo la calidad de nuestro conocimiento se transmuta. Una de las grandes preguntas que nos planteamos a medida que nos adentramos en el conocimiento de la sociedad fragmentada es si existe calidad en el conocimiento obtenido a través de la información de fácil acceso. Parecen más adecuadas que nunca las palabras del poeta T. S. Eliot ( 4) cuando se preguntaba: «¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?».

¿Es, por tanto, la Web 2.0 –como venimos asegurando– el retorno a la sabiduría colectiva de la mano de la “inteligencia de las multitudes”, o simplemente profundizará en el irreversible alejamiento de ésta? Es decir, profundizaremos desde lo colectivo en los valores individuales democráticos o, por el contrario, se impondrá la popularización frente a la democratización? En buena medida la solución la tienen las generaciones de nativos digitales, el uso que sepan hacer de las nuevas herramientas y, en definitiva, en las capacidades que se desarrollen para jerarquizar, seleccionar e interpretar la información. Un triple proceso que tradicionalmente ha estado en manos de los prescriptores tradicionales (las cuatro P: políticos, padres, profesores y periodistas). En la actualidad, la capacidad de prescripción se ha vuelto más horizontal, extendiéndose en gran medida a los ciudadanos por medio de los blogueros, geeks y otros habitantes del universo virtual.

Nos hallamos inmersos en un cambio que en gran medida no somos capaces de interpretar porque, pese a que nos duela, la trasformación la realizamos inmigrantes digitales que vivimos entre dos mundos. Todo ello nos lleva a asistir a este proceso con cierta dosis de esquizofrenia e incertidumbre debido a nuestra percepción de que estamos participando de forma activa en la trasformación de un mundo que se va y al que pertenecemos generacionalmente, en beneficio de uno nuevo –el de los nativos digitales– al que nunca perteneceremos plenamente. Analizamos el futuro de acuerdo con nuestra conceptualización del pasado, intentamos comprender el futuro fragmentado desde una perspectiva argumental lineal, lo que nos lleva a aumentar nuestra capacidad de incertidumbre.

En defensa de los inmigrantes digitales

De las clasificaciones realizadas hasta la fecha por estudiosos del modelo digital, la de Marc Presnky ( 5) ha sido una de las más exitosas. En la contraposición que establece entre nativos e inmigrantes, define a la perfección los dos modelos de usuarios que, a grandes rasgos, surcan la Red y se desenvuelven en la sociedad digital. Pero, desde nuestro punto de vista, y a diferencia de Prensky, lo que existe entre unos y otros no es una contraposición real, sino una simbiosis. Si algo han demostrado los inmigrantes es su innata capacidad de adaptación y reubicación en un ecosistema que a priori no les pertenece. Sin embargo, los inmigrantes digitales se han convertido en catalizadores e impulsores de muchas de las innovaciones, incluso aportando nuevas visiones y usos de éstas, por delante incluso de los nativos.

Marc Prensky es en la actualidad uno de los autores más interesantes para comprender las transformaciones que hemos detallado. Prensky, que lleva varias años dedicado al estudio de las implicaciones de las TIC entre los jóvenes, acuñó el término de “nativos digitales” para designar a los jóvenes que están desarrollando plenamente su aprendizaje en el entorno tecnológico y cuya «lengua materna es la de los ordenadores, los videojuegos e Internet». Por su parte, los “inmigrantes digitales” serían todos aquellos que se han incorporado con posterioridad al mundo digital, pero que sienten fascinación e interés por la tecnología, habiendo experimentado un proceso de adaptación a la misma. Prensky, a partir de sus observaciones y comparaciones sobre el comportamiento ante el aprendizaje, concluye que incluso al analizar la misma tecnología, el uso que de ella se hace es sustancialmente diferente.

No obstante, los inmigrantes, aunque formados mayoritariamente en la cultura del libro y en el audiovisual tradicional, han sido los promotores e impulsores en gran medida del cambio de paradigma. Como han apuntado otros autores, como el canadiense Don Tapscott ( 6), el cambio de paradigma generacional no tiene precedentes a lo largo de la historia. Las implicaciones y transformaciones debido a las TIC están modificando las estructuras sociales, cambios que afectan no sólo al uso de las tecnologías sino también a los comportamientos y relaciones. En palabras del propio Prensky, «los inmigrantes digitales dedicados a la enseñanza piensan que los estudiantes son los mismos que en la época que ellos estudiaban y que lo que era válido en el aprendizaje para ellos lo sigue siendo ahora. Pero esto ya no es válido. Los estudiantes hoy son diferentes».

En The emerging on line life of the digital native, Marc Prensky explica que, mientras que para los nativos los blogs son un fenómeno eminentemente «afectivo», para los inmigrantes digitales prima el aspecto «intelectual». Para los primeros «el encuentro» ha dejado de ser exclusivo del «cara a cara» para desplegar una gran cantidad de posibilidades a través de la mensajería instantánea, los chat, los wikis, y cuyo cénit de interconexión e interrelación lo representan las redes sociales. Sin embargo, datos recientes muestran cómo esa diferenciación entre inmigrantes y nativos a veces se desdibuja. Puede ser sólo un indicador parcial, pero es revelador saber que según Comscore, más de la mitad de los usuarios de Myspace son mayores de 35 años ( 7).

Hacia un cambio de paradigma

Volviendo a nuestro hilo argumental, sí parece evidente que para afrontar la nueva realidad fragmentada, los alumnos están más preparados que sus formadores y progenitores, con el consiguiente cambio de la influencia y control de los educadores sobre los alumnos. Las barreras y límites generacionales se desdibujan, primando las habilidades digitales frente a la edad para pertenecer al mundo de los nativos o al de los inmigrantes. La mayoría de los bloggers más influyentes y con más seguidores, un inmenso número de usuarios de Twitter y una gran cantidad de emprendedores son inmigrantes que han sabido interpretar y adaptarse con incuestionable éxito.

Y la gran diferenciación y brecha entre inmigrantes y nativos no está en el uso de la tecnología, sino en el contexto de acceso a la información y la comunicación. La formación de los mayores de 30 años, por poner una barrera generacional, se sustenta en el conocimiento lineal y no fragmentado, a diferencia de los nativos que han crecido en este contexto de forma natural. Es decir, los inmigrantes se han sabido adaptar a la defunción de los mass media analógicos y abrazar como propios los modelos emergentes; han adaptado el conocimiento lineal y argumental de los periódicos, de los libros, del cine e incluso del cómic, a la realidad fragmentad de Internet y de las nuevas tecnologías. Los inmigrantes, por tanto, reducen la brecha, auténtica división digital entre ellos mismos y las generaciones previas a la era del acceso, actuando como puente entre unos y otros.

Pero –y resulta una crítica recurrente a las habilidades desarrolladas por los nativos– la capacidad de comprensión e interpretación no digital, alejada de las pantallas, sufre también el efecto de la fragmentación. El informe PISA de 2006 ponía de manifiesto los problemas que tienen los estudiantes españoles para entender un texto, según el coordinador del estudio en España, Ramón Pajares, en un artículo publicado por el diario El País, «Los alumnos españoles tienen problemas en lectura, no soportan leer tres líneas y media con referencias precisas y no perderse» (Aunión, J. A., 2007). Es probable que toda la culpa de este fenómeno no se deba exclusivamente a las tecnologías, pero es evidente que el desapego por la lectura va en aumento entre los usuarios acostumbrados a las pantallas digitales.

Esto no pretende ser una valoración entre lo bueno y lo malo, sino la constatación de un cambio de paradigma que altera las bases de la sociedad del saber previa a la denominada “eGeneración”. Cambios que afectan a valores como el conocimiento la cultura o la democracia. Que la información fragmentada vaya dirigida a la constitución de una inteligencia digital –o, en su defecto, hacia una atrofia de habilidades fundamentales como la interpretación de un texto– son aspectos fundamentales que de momento nadie puede responder, pero que refuerzan el valor de los inmigrantes como catalizadores de los cambios que se están produciendo y que tanta incertidumbre generan.

Como sostiene Jorge Wagensberg, «El cerebro ante el exceso de incertidumbre se frustra»; es lógico pensar que para muchos la sociedad fragmentada produzca una buena dosis de incertidumbre y, por tanto, de frustración. Los inmigrantes a caballo como diría Machado, «… entre un mundo, el analógico que muere y otro, el digital que bosteza», han sabido en gran medida adaptarse al mundo digital como arma contra la incertidumbre que depara el futuro.

La información y las redes sociales

Las redes sociales se han convertido durante los dos últimos años en el fenómeno de mayor crecimiento e interés por parte de los internautas. Su uso está cada vez más extendido, no siendo ya únicamente utilizadas por los nativos digitales. Si la revista Time ( 8) dedicó en 2007 su portada a “Tú” como protagonista de la revolución digital, las redes sociales han dado relevancia al “Nosotros” como metáfora de la conexión e interrelación permanente. Las redes no son exclusividad de los nativos, también los inmigrantes han sabido adaptarse e incluso apropiarse de ellas. Si, como parece, la expansión de las redes sociales va a ir ligada a su desarrollo, en el ámbito de la movilidad su influencia y extensión será aún mayor, dotándolas de capacidad superior de ubicuidad y fragmentación, el sueño dorado de los nativos digitales, la conexión universal y permanente.

Como hemos comentado, el interés de las redes sociales no radica tanto en los contenidos como en su capacidad para establecer conexiones y relaciones de valor. Es la importancia creciente de los nodos interconectados frente al conocimiento individualizado. Los nuevos prescriptores serán los nodos mejor interconectados, el acceso y la transmisión de la información en el futuro estará muy vinculada a cómo se comporten y evolucionen las redes sociales.

Volviendo al análisis del comportamiento de los nativos digitales, Prensky considera que mientras para los padres y educadores «el conocimiento es el poder», para los nativos digitales «compartir el conocimiento» se convierte en el nuevo referente para entender el poder de influencia y prescripción: “dar para recibir más a cambio”. En este escenario, la información fragmentada se consolidad como moneda de cambio. Pero no cualquier tipo de información; al observar los hábitos y usos en las redes sociales se observa cómo lo visual (fotos, vídeos, gifts) prima una vez más sobre lo textual. En los próximos meses seremos testigos de cómo el vídeo on line se erige en uno de los contenidos con más presencia en las redes sociales.

La capacidad viral y el poder de prescripción serán los grandes valores diferenciales de las redes frente al resto de medios. Éstas se articulan como “jardines vallados” en los que se ofrecerá al usuario todo lo que demanda del mundo on line como trasposición del mundo real. Su poder como comunidades de influencia está todavía por desarrollar, pero ya se perciben como potenciales competidores incluso de los buscadores. Se trata de la información fragmentada como máxima expresión.

En este entramado de conexiones ha encontrado un buen caldo el marketing, y en especial el político, como hemos sido testigos en los últimos procesos electorales tanto en los EEUU como en España. Pero por el momento no sabemos si las redes sociales se convertirán en el ágora del debate público y político o en simples bazares digitales. La evolución de la información fragmentada será determinante para el desarrollo de la democracia y del papel del ciudadano en el contexto virtual.

La democracia fragmentada

Si el periodismo se ha considerado el quinto poder y, en palabras de Arthur Miller, el buen periodismo es «un país hablándose a sí mismo», ¿qué papel juega la información fragmentada como pilar de la democracia?

Diversos estudios muestran el paulatino desapego y desinterés de los jóvenes hacia lo político. En Jóvenes y política. El compromiso con lo colectivo se pone de manifiesto cómo seis de cada diez jóvenes españoles no siente ningún interés por el compromiso social y que siete de cada diez consideran que los políticos «defienden únicamente sus propios intereses y sólo se ocupan de ellos en época electoral». Este paulatino desinterés de los jóvenes por la política, unido al alejamiento creciente por la información «tradicional» y al aumento del tiempo dedicado al ocio –gracias a la ubicuidad tecnológica–, comienza a despertar cierta inquietud sobre el futuro de la democracia.

The Economist ( 9) publicaba en el verano de 2006 un artículo de gran repercusión cuyo expresivo título (Who killed the newspaper?) ya alertaba sobre el papel que la prensa debe jugar para salvaguardar los valores democráticos en un nuevo contexto en el que su influencia va en claro retroceso. Con anterioridad había sido Cass R. Sunstein en Republica.com, Internet, democracia y libertad (2003) el que anticipaba un escenario cada vez más polarizado políticamente como causa de las de las nuevas tecnologías y sus implicaciones en la libertad de expresión. Para Sunstein, Internet es un medio efectivo para preservar y promover la democracia, pero al mismo tiempo puede ser una herramienta para dinamitarlo; en sus propias palabras, «un sistema en el que los individuos pueden diseñar su propio universo de comunicaciones amenaza con debilitar este beneficioso proceso, no sólo por el riesgo que supone la difusión de falsa información a través de las cibercascadas, sino también porque la situación de fragmentación impide que la información verdadera se extienda tanto como debería».

Conscientes del cambio de paradigma, organismos e instituciones como la fundación Carnegie Corporation de Nueva York confían en que el periodismo estará subvencionado como medida inevitable para la supervivencia de la democracia. En la actualidad, la blogosfera está ocupando un espacio de control sobre los propios medios; casos como el denominado Rathergate (10), que se ha convertido en estandarte de este nuevo poder de control sobre los medios tradicionales; así parecen ponerlo de manifiesto.

Una esperanza en la nueva generación

Pero confiar en que los blogs sean los exclusivos garantes de la democracia y contrapoder a los abusos puede parecer a día de hoy excesivamente arriesgado. Es indiscutible que los blogs se han convertido en un espacio de libertad para los ciudadanos de los países sin libertad de prensa; los partidos, como antaño lo hicieron con los libros y los diarios, dirigen sus estructuras hacia la censura, cerrando y encarcelando bloggers. La lista es tan larga como países donde no existe libertad de expresión, con casos tan llamativos como la prohibición de las autoridades cubanas, que impidieron la salida de la isla a Yoani Sánchez, reciente ganadora del premio Ortega y Gasset por su blog “Generación Y” (11), para viajar a Madrid a recibir el premio, lo que consiguió hacerla aún más famosa e influyente. Pocos días después, la revista Time la incluyó en su lista de las 100 personalidades más influyentes del mundo.

Sin embargo, salvo honrosos ejemplos, en la mayoría de las sociedades democráticas, a día de hoy, la popularización de la información a través de las nuevas tecnologías no parece haber contribuido a profundizar en los valores democráticos, sino más bien a convertirse en una eficaz herramienta de marketing político, la denominada “Twitter-política”. A este respecto, existen serias dudas sobre cómo se articulará la democracia en la sociedad digital y acerca de la aportación que la información fragmentada puede llevar al discurso político de los ciudadanos.

A lo largo de la historia, las élites políticas, culturales y religiosas han sido capaces de controlar los flujos de información. Bien es verdad que la información fragmentada es más compleja y difícil de controlar, aunque no imposible. La información fragmentada presenta oportunidades de participación y de control sobre otros poderes públicos y privados que deberán desarrollarse y potenciarse en el futuro. Por el contrario, se corre el riesgo de que la información y el conocimiento fragmentado se conviertan únicamente en un eficaz fuego de artificio de fácil asimilación y olvido. Por todo ello, y para concluir, resulta pertinente una vez más recordar las palabras de Armand Mattelart cuando afirma que «con cada generación técnica se reaviva el discurso salvítico sobre la promesa de concordia universal, democracia centralizada, justicia social y prosperidad general. Cada vez, también, se comprobará la amnesia respecto de la tecnología anterior».

Bibliografía

Aunión, J. A. (2007). Leer más de tres líneas sin perderse, El informe PISA en España. El País, 3 de diciembre de 2007.

Bauman, Z. (2005). Liquid life. Cambridge: Polity Press.

Castells, M. (2006). Observatorio global. Crónicas de principio de siglo. Barcelona: La Vanguardia Ediciones.

Fogen, J. F. & Patiño, B. (2005). Une presse sans Gutenberg. París: Grasset & Fasquelle.

Fumero, A. & Roca, G. (2007). Web 2.0. Madrid: Fundación Orange.

Megías, E. (2006). Jóvenes y política. El compromiso con lo colectivo. Madrid: Injuve; FAD; Caja Madrid.

Mattelart, T. A. (2001). Histoire de la société de l’information. París: Editions Le Découverte.

Sunstein, C. R. (2001). Republic.com. New Jersey: Priceton University.

——— (2003). República.com, Internet, democracia y libertad. Barcelona: Paidós.

Surowiecki, J. (2005). The wisdom of crowds. New York: Doubleday.

Tascopp, D. (1998). Growing Up Digital: The Rise of the Net Generation. New York: McGraw Hill.

Weinreich, H. et al. (2008). Not quite the average: an empirical study of web use. ACM Transactions on the Web, vol. 2, No. 1, february. [en línea]. Disponible en http://www.useit.com/alertbox/percent-text-read.html

Artículo extraído del nº 76 de la revista en papel Telos

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