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El español goza de buena salud


Por Francisco Moreno FernándezJaime Otero Roth

Los aspectos sociodemográficos de la lengua están en auge porque sobre ellos se asienta su potencial económico. Pero el estudio demográfico del español es una tarea compleja ( *).

A medida que la lengua española ha cobrado auge como vehículo de comunicación para una gran comunidad de naciones –para sus intercambios culturales, educativos, comerciales–, la atención académica y de los agentes políticos y empresariales se ha vuelto crecientemente hacia los aspectos sociales y económicos del español como lengua internacional. Entre estos aspectos, el demolingüístico –el estudio de la población hispanohablante, su distribución geográfica y evolución en el tiempo– es a menudo tratado con tanto apresuramiento como poca exactitud.

Unas veces se han hecho “las cuentas del Gran Capitán” y se ha afirmado que son más de 600 millones los que hoy hablan español; en otras ocasiones se hacen “las cuentas de la lechera”, calculando los años que Brasil y Estados Unidos tardarán en ser bilingües; otras veces, por fin, se hace “la cuenta de la vieja”, como la que parecen haber practicado las autoridades responsables de la traducción en la Unión Europea, restando de los hablantes de español a aquellos que dicen tener otras lenguas maternas en España, como si no existiera la posibilidad de ser bilingüe. La base de datos Ethnologue, por ejemplo, afirma que el español tiene en España unos 28 millones de hablantes; el resto de los españoles usa otras lenguas, incluidos el caló, el quinqui o el extremeño, del que se dice que puede hablarlo medio millón de personas, ‘incluidos algunos monolingües’.

Por su historia, su acervo cultural y la amplitud de su dominio lingüístico, el estudio de la geografía humana del español merece más objetividad y rigor. Una demolingüística solvente es además el punto de partida necesario de toda investigación que tenga como objetivo determinar el valor económico de la comunidad lingüística. Sobre la base demográfica del español, caracterizada por su considerable peso relativo en el mundo y por su concentración predominante en el continente americano, se asienta el potencial económico de la lengua española.

Algunas consideraciones metodológicas

El rigor exigido por tales objetivos obliga a señalar los límites actuales de la demolingüística del español. Estos se deben, de una parte, a la falta de datos censales generales referidos al habla de la población en todos los países considerados. Las fuentes no son homogéneas ni simultáneas dentro de nuestro dominio lingüístico, compuesto por una veintena de países con estructuras sociales y sistemas estadísticos diferentes. Lo son menos aún cuando se trata de contar minorías hispanohablantes en países donde el español no es lengua oficial. A la hora de las comparaciones internacionales, el problema de las fuentes se multiplica; por esta razón se ha recurrido a recopilaciones internacionales que a su vez proceden de datos de origen muy diverso a los que se han aplicado criterios coherentes con la demografía del dominio hispánico ( 1).

De otra parte, los objetivos de la demolingüística del español exigen establecer de una forma previa y no ambigua qué se entiende por “hablante de lengua española”; esto es, qué se entiende por “hablante” y qué se entiende por “lengua española”. El método propuesto aquí distingue tres grupos de hablantes de español, representados por medio de tres círculos de expansión consecutiva (ver figura 1 ( 1)).

El primer círculo –o círculo nuclear– correspondería a los hablantes que constituyen el Grupo de Dominio Nativo (GDN) del español; el segundo círculo –o círculo ampliado– corresponde al Grupo de Competencia Limitada (GCL) en español. El tercer círculo –o círculo periférico– corresponde al Grupo de Aprendices de Lengua Extranjera (GALE), es decir, de español como lengua extranjera. De este modo, la comunidad lingüística de los usuarios potenciales (GUP) de la lengua española estaría constituida esencialmente por los miembros del GDN, al que se sumarían los miembros del GCL y del GALE, tal y como se recoge en esta formulación:

GUP = GDN + (GCL + GALE)

En esta ecuación, el GDN representa al conjunto de individuos cuya capacidad de usar una lengua determinada se corresponde con –o se aproxima a– la de aquellos que la adquieren desde la infancia, en interacción con su familia, con los miembros de una comunidad o a través de la escuela. En este grupo estarían incluidos los hablantes de español como lengua materna, los hablantes de español como lengua principal y los hablantes bilingües en comunidades con implantación social del español. El GCL es el conjunto de individuos cuya capacidad de usar una lengua es limitada (dominio precario o restringido a ciertos temas o situaciones comunicativas). Serían hablantes de español con competencia limitada los de segunda y tercera generación en comunidades bilingües; los usuarios de variedades de mezcla bilingües; y las personas extranjeras de lengua materna diferente del español residentes en un país hispanohablante. El GALE estaría compuesto por aquellos individuos que han adquirido o están adquiriendo una lengua determinada a través de un proceso de aprendizaje de aula. Su dominio de la lengua puede ser muy diferente, desde los principiantes a los expertos, sean estos estudiantes de español de la enseñanza reglada en un país no hispanohablante, o los estudiantes de español en instituciones de enseñanza de español como lengua extranjera.

En cuanto al concepto de “lengua española”, para el recuento de hablantes de español en el mundo se ha considerado como manifestaciones de la lengua española todas sus variedades dialectales –europeas, americanas y africanas– incluyendo también las hablas criollas de base hispánica, así como las variedades judeo-españolas distribuidas por varios lugares del mundo. No está de más insistir en que la lengua española tiene un carácter de koiné y que se caracteriza por su homogeneidad lingüística, especialmente en los niveles más cultos, sin perder de vista que aglutina variedades geolingüísticas y sociolingüísticas diversas.

El español presenta otros rasgos distintivos que son relevantes para su dimensión demolingüística: es una lengua en expansión demográfica desde hace siglos (especialmente en América y durante el siglo XX), posee una amplia difusión geopolítica (es oficial en 20 países) y es geográficamente compacta (la mayor parte de los países hispanohablantes ocupa territorios contiguos en el continente americano). En su extenso ámbito de difusión, coexiste con un variado conjunto de lenguas. En determinadas Comunidades Autónomas españolas, comparte oficialidad (y un bilingüismo considerablemente avanzado) con otras lenguas peninsulares de larga tradición literaria, como el catalán, el gallego o el vascuence. En América, el español convive con un buen número de lenguas (alrededor de un millar) que tienen por lo general escaso peso demográfico (menos del 2 por ciento de la población de Hispanoamérica es monolingüe en alguna de ellas), con contadas excepciones como el náhuatl, el quechua o el guaraní.

Demografía del español en el mundo

Para una ordenada determinación del número de hablantes de español, conviene en primer lugar distinguir los hablantes de español en países y territorios donde el español es lengua oficial, nacional o general (21 países), de los hablantes de español en territorios en los que no lo es (ver cuadro 1 ( 2)), estableciendo la proporción de los hablantes de español respecto de la población de cada país.

El análisis de la demografía del español en países y territorios en los que el español no es lengua oficial (ver cuadro 2 ( 3)), se distinguen dos perfiles de hablantes: 1) los que dominan la lengua de forma nativa o cuasi-nativa, generalmente por haberla aprendido en el seno de la familia o por convivencia estrecha con hispanohablantes (GDN); en este grupo se incluyen los emigrantes de países hispanos desplazados a los territorios señalados, así como los hablantes de lenguas criollas de base hispánica; 2) los que usan la lengua con una competencia limitada, generalmente por haberla aprendido en un contexto bilingüe o multilingüe en el que el español no es la lengua de mayor presencia social (GCL). Este tipo de contextos muy a menudo viene constituido por países o territorios vecinos de los países hispánicos, con fronteras que a veces han sido muy débiles o inexistentes.

Según estos cálculos, el GDN de la lengua española estaría formado por 399.981.000 hablantes. A estos sumaremos los hablantes con competencia limitada en español (GCL) en países donde el español no es lengua oficial, que rondarían la cifra de 23.138.000. Ahora bien, si aceptamos que los extranjeros residentes en los países en los que el español es lengua oficial han de conocer la lengua, aunque sea de forma limitada, para la comunicación más elemental en esas sociedades hispanas, es razonable incluir en el GCL de la lengua española esta población extranjera no hispanohablante, que cifraríamos de forma aproximada en 1.860.000 para el periodo considerado ( 2). Sumando las dos cantidades, el GCL del español resulta ser de 24.998.000 hablantes.

Así pues, la suma del GDN y el GCL, dentro y fuera del mundo hispánico, nos da una cantidad de hablantes de español de 424.979.000. Y si a éstos sumamos los que la están aprendiendo en calidad de lengua extranjera (GALE) según las cifras aportadas por el Instituto Cervantes (14.000.000) ( 3), obtendríamos que el conjunto de la comunidad idiomática del español, la formada por aquellos capaces de comunicarse en lengua española, desde el nivel del nativo al del aprendiz, esta integrado por 438.979.000 hablantes (ver cuadro 3 ( 4)).

El español y las grandes lenguas internacionales

Con todas las reservas expuestas sobre la exactitud de los datos demolingüísticos, lo que nos dicen estas cifras es que la lengua española es una realidad pujante y lo va a seguir siendo durante largo tiempo. Estos agregados sitúan rotundamente a la lengua española entre las primeras del mundo en términos de número de hablantes. Pero el escenario actual y las tendencias futuras de la demografía del español se aprecian con más claridad al compararla con otras grandes lenguas internacionales.

Si tomamos las lenguas oficiales en Naciones Unidas ( 4) y sumamos la población de los países donde estas seis lenguas son oficiales, veremos que en su conjunto alcanzan el 72,8 por ciento de la población mundial. Si en cambio sumamos los hablantes nativos de estas lenguas, en conjunto representan alrededor del 38,1 por ciento de la población mundial. En la figura 2 ( 5) se advierte que sobre todo el inglés y el francés, pero también el chino, son lenguas oficiales en algunos países donde buena parte de la población habla otras lenguas.

Así, por ejemplo, solo un 19,3 por ciento de la población de los países donde el inglés es oficial es hablante nativo de esta lengua. Piénsese en la India, que tiene más de 1.100 millones de habitantes, de los que unos 200.000 pueden considerarse como hablantes nativos de inglés. Pero al mismo tiempo, el inglés es el idioma de los negocios y la administración en buena parte de este enorme país, que pronto quitará a la China el puesto de país más poblado del mundo. Se calcula que 200 millones de hindúes lo utilizan como lengua franca. Lo mismo ocurre en otros países de África y Asia que podríamos llamar semi-anglófonos, y también en países semi-francófonos como Burkina Faso, Camerún, Costa de Marfil o Senegal, o del Magreb como Argelia o Marruecos, donde el francés dejó de considerarse oficial por imperativos de la descolonización pero se sigue empleando ampliamente en la vida pública.

En cambio el español destaca, como ya sabemos, por su cohesión: el 96,6 por ciento de los habitantes de los países de habla hispana son hablantes de nivel nativo de español. Este dato marca una diferencia fundamental entre el español y el inglés, las dos lenguas europeas más extendidas del mundo, que en la actualidad están prácticamente igualadas en número de hablantes nativos.

La figura 3 ( 6) representa la tendencia del peso relativo de cada grupo de hablantes respecto a la población mundial. Para estas proyecciones se ha tomado como base el porcentaje de los hablantes nativos de un idioma respecto al total de la población de los países donde es oficial. Parten, por tanto, del supuesto de que ese porcentaje se mantendrá estable a lo largo del periodo considerado. Sabemos por el caso del español, sin embargo, que ese porcentaje puede variar con el tiempo ( 5). El conocimiento y uso de la lengua dentro del dominio lingüístico puede extenderse (ese fue el caso del español al menos en los últimos 10 años) o contraerse, en función de factores como el crecimiento natural de la población (que puede producirse a ritmo distinto según las diferentes comunidades lingüísticas dentro de un mismo territorio), las políticas educativas (que según los casos tenderán a integrar o a separar de la comunidad lingüística a los hablantes de idiomas minoritarios) o las decisiones políticas sobre el papel de las lenguas en las instituciones o en la administración pública, que pueden impulsar significativamente el uso de una lengua en un territorio dado. Hay que advertir, por otro lado, que, además del crecimiento natural de la población, hay otro factor de cambio demográfico y por lo tanto demolingüístico de gran importancia y difícil previsión, como es el de las migraciones internacionales.

De las lenguas de origen europeo consideradas, el español es la que presenta una estructura más joven y mayor crecimiento a corto plazo. Aunque a ritmo más pausado, los hablantes nativos de español seguirán aumentando en las próximas décadas más deprisa que los de chino, francés, inglés y ruso, aunque menos que los del árabe. En 2020, los hablantes de español en los países donde es oficial podrían haber alcanzado a los de inglés. Sin embargo, en las proyecciones a más largo plazo se observa una tendencia a la estabilización, a medida que las pautas demográficas de los países hispanoamericanos van acercándose a las del mundo desarrollado. En 2050 ambos idiomas verán reducida su participación en la población mundial a poco más del 5 por ciento.

Pero la influencia futura del inglés va mucho más allá de la evolución probable de su grupo de dominio nativo. Este muestra una tendencia a estabilizarse y a perder peso relativo en el mundo: del 6,2 al 5,6 por ciento de la población mundial en el periodo considerado. Sin embargo, su influencia como lengua franca dentro de los países donde hoy es oficial crecerá, previsiblemente, hasta más que doblar el GDN y alcanzar el 12,4 de la población mundial. Su ámbito de crecimiento potencial es aún más amplio si se considera la población de aquellos países en su conjunto, que representará en 2050 alrededor del 38 por ciento de la población mundial.

Con todo, la gran influencia potencial del inglés dependerá de su papel como primera lengua de comunicación internacional, que se mantendrá o tenderá a aumentar en el futuro previsible. Si se mantiene este papel, es probable que el grupo de competencia limitada del inglés no deje de aumentar, engrosado por los aprendices de inglés como lengua extranjera y los usuarios de servicios educativos en inglés ( 6). David Graddol ha señalado recientemente que se está extendiendo en el mundo una forma de aprendizaje del inglés que está modificando su posición como lengua extranjera o segunda lengua. Piénsese por ejemplo en los países nórdicos, o en algunos países asiáticos donde el inglés se aprende desde edades muy tempranas y es más que una lengua extranjera para la mayoría de la población ( 7).

La figura 4 ( 7) ilustra la diferencia entre la estructura de los grupos de competencia del inglés y el español. Estos datos provienen de fuentes diferentes, en este caso de B. Kachru y David Crystal ( 8), pero están basados en planteamientos teóricos similares a los aplicados aquí en cuanto a tipos de hablantes. Se puede apreciar como en el GDN el inglés y el español están igualados, pero el inglés cobra ventaja en el GCL y más aún en el GALE. La diferencia se explica por la internacionalización experimentada por el inglés a lo largo de los últimos cien años, que la ha llevado a ser la más importante lengua internacional y la lengua franca por antonomasia, especialmente en los ámbitos del comercio, la economía, la ciencia y la tecnología. La comparación revela que el crecimiento de la comunidad idiomática del español vendrá dado, en buena medida, por el desarrollo de la demografía hispana, pero sobre todo ha de venir por su aprendizaje y uso como lengua extranjera.

Conclusiones

Las estimaciones sobre hablantes de español presentadas aquí están basadas fundamentalmente en datos consolidados, procedentes en su mayoría de censos nacionales del periodo 2000-2005. Confirman que el español, con 438 millones de usuarios potenciales, se sitúa entre las cuatro lenguas más habladas del mundo, y que la proporción de uso del español está en torno al 5,6 por ciento de la población mundial, casi a la par que el inglés y el hindi y sólo por detrás del chino.

Pero la demografía es una realidad móvil, en el tiempo y en el espacio. Al ritmo de las actuales proyecciones demográficas, y teniendo en cuenta las últimas estimaciones para mediados de 2005, el agregado de los distintos grupos de hablantes de español en este momento podría sobrepasar de largo los 450 millones. El crecimiento del GDN del español en la última década ha sido de cerca del 10 por ciento. En esta tendencia ha intervenido el crecimiento natural de la población, pero también la extensión del español dentro de los propios países hispanohablantes. Al mismo tiempo, la población mundial se desplaza quizá como nunca antes lo había hecho, empujada por las migraciones internacionales; es preciso tener en cuenta este fenómeno cuando, para estimar agregados de hablantes de español en el mundo, se suman los hispanohablantes censados dentro del dominio hispánico con hispanohablantes llegados recientemente a países donde el español no es lengua oficial.

Al situarlo entre las grandes lenguas internacionales comprobamos que el español goza de buena salud demográfica, y que en el futuro previsible seguirá estando entre las lenguas más habladas y difundidas del planeta, con un marcado protagonismo regional en el continente americano; pero también que las tendencias demolingüísticas mundiales plantean al español nuevos retos. De igual forma que las principales lenguas internacionales, las proyecciones demográficas señalan el comienzo de un declive de los hablantes de español en términos relativos con la población mundial. En contraste, otras lenguas como el árabe, el hindi o el bengalí presentan tendencias de crecimiento proporcional positivo. Aunque el español es la lengua occidental en mejor estado de forma desde el punto de vista demográfico, las proyecciones demolingüísticas indican que el reto del español en el futuro estriba no tanto en su crecimiento demográfico, que tiende a estabilizarse en comparación con otras lenguas internacionales, como en la difusión de su uso como segunda lengua o lengua extranjera.

Artículo extraído del nº 71 de la revista en papel Telos

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Francisco Moreno Fernández


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