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La Comunicación como ciencia


Por Piedad Bullón de Castro

Editorial Paidós. José Luis Piñuel y Carlos Lozano. Ensayo general sobre la comunicación
Barcelona, 2006

¿Puede la comunicación convertirse en una ciencia autónoma, sacudiéndose el vasallaje de disciplinas tan dispares como la biología o la lingüística? Tal es el andamio sobre el que se levanta este Ensayo general sobre la comunicación, que arranca con una declaración de principios de lo que es y no es la comunicación. Hasta ahora, no es más que un conjunto de teorías propuestas por otras ciencias, pero no una disciplina propia que deba ser repensada como objeto científico. Pues bien, abordar los fenómenos comunicativos en un marco general nuevo, a fin de convertir la comunicación en objeto de estudio o de reflexión científica, es lo que proponen en este ensayo José Luis Piñuel, catedrático de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, y Carlos Lozano, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Es notorio que la comunicación invade todos los aspectos de la vida. Es una actividad cotidiana que se utiliza para experimentar, conocer y relacionarse con los demás, para la que no hay necesidad de tener conocimiento teórico alguno sobre ella. Generalmente, cuando las personas se interesan por el hecho comunicativo, su curiosidad o inquietud no está orientada por saber más sobre el concepto o sobre sus implicaciones sociales o históricas. Cuando se acercan al fenómeno lo hacen con un sentido práctico; su interés se centra en saber qué hacer para “comunicarse mejor”. Y esto es así porque, sin saberlo y sin tener conciencia de ello «por las experiencias, por los éxitos o los fracasos, aprendemos a comunicar».

Con la comunicación siempre se consigue algo, desde los asuntos más importantes y trascendentes de nuestra vida hasta los aspectos más nimios de lo cotidiano. La comunicación es por ello un instrumento del que nos valemos para alcanzar nuestros objetivos. Ahora bien, el hecho de que se utilice y se analice como un instrumento no significa que la comunicación sea sólo un utensilio. Es mucho más; es experiencia, aprendizaje, evolución biológica e histórica, conciencia –condiciones que compartimos con otros seres vivos y que los autores denominan “capital biológico”– y también las condiciones que caracterizan el capital cognitivo disponible o, lo que es lo mismo, los discursos socialmente vigentes.

Un manual para el conocimiento de la comunicación

Es innecesario subrayar que para ser un buen comunicador no es necesario ser un buen conocedor de los aspectos teóricos de la comunicación. Este Ensayo general sobre la comunicación no es un libro para entrenarse en determinadas destrezas expresivas, sino más bien un manual para acercarse, de la mano de los autores, al conocimiento existente sobre la comunicación. Aunque Piñuel y Lozano parten de las aportaciones de autores y disciplinas que se han ocupado del asunto, su lectura y análisis rompen los esquemas que desde hace mucho tiempo han intentado simplificar y explicar el panorama comunicativo.

Carmen Caffarel, en el prólogo, descubre dónde radica la mayor aportación de este ensayo. Los autores –dice– han puesto frente a frente muchas de las disciplinas proveedoras de teorías sobre el hecho comunicativo, con un modelo teórico propio, que ha sido capaz de superar los enfrentamientos y contradicciones e invitar a la cooperación entre disciplinas. El libro aporta mucho más que los manuales al uso, en la medida en que supera las construcciones históricas de las principales teorías sobre comunicación. Por esta razón, constituye una novedad en el panorama editorial de las obras de referencia sobre el tema, que se usan como libros de texto o se recomiendan en las universidades españolas y latinoamericanas en el ámbito de las ciencias humanas.

Hasta ahora, los textos de referencia sobre Teoría de la Comunicación se han concebido conforme a dos alternativas: como manuales que desarrollan las aproximaciones científicas del conjunto de las ciencias humanas, sociales y también, en muy exigua proporción, de las ciencias de la naturaleza, al estudio de los procesos comunicativos; o como ensayos sumamente especializados, que pensadores de nuestro tiempo escriben para el debate científico entre investigadores especializados. Los autores reordenan, en última instancia, los saberes clásicos que subyacen en la Teoría de la Comunicación. El libro se ha escrito a cuatro manos, y vuelve una y otra vez sobre la amplia y compleja interdisciplinariedad de la comunicación.

Podría parecer ingenuo que, en esta “era de la ciber-comunicación”, dos profesores universitarios se sientan animados a escribir un libro que trata sobre una materia en la que nadie cree ser inexperto. Pero la aparente ingenuidad se torna perentoria cuando pensamos que el conocimiento que aportan abarca un extenso panorama histórico, prácticamente desde el surgimiento de la corporalidad y la movilidad de los primeros seres vivos hasta el presente de tele-interacciones globalizadas.

La mediación dialéctica

La estructura del libro, que consta de nueve capítulos, ayuda a ordenar e integrar las contribuciones que la biología, la psicología, la lingüística, la filosofía, la historia y la sociología han hecho al estudio de la comunicación animal, humana y social. Se eliminan, buscando una mejor comprensión, las excesivas divisiones que siguen los manuales al uso. También han huido los autores de la exposición lineal: el libro se articula a partir de un esquema que, al principio de cada capítulo, orienta al lector antes de internarse en una fronda de galerías y trayectos.

Los autores consiguen así combinar dos propósitos, el divulgativo y el pedagógico, con una síntesis, que aparece en cada apartado, de la aportación teórica de las distintas disciplinas y su forma de entender el fenómeno de la comunicación. Una suerte de recorrido histórico, que tiene como punto de arranque, o kilómetro cero, la experiencia que todos tenemos acerca de la comunicación. En el punto de llegada se encuentra el lector con las propuestas de los autores, que reinterpretan, integran y reorganizan un nuevo «diseño epistemológico –y también de método– que pretende aprehender mejor todos los aspectos que sean relevantes a este objeto de estudio».

En el último capítulo, Piñuel y Lozano sostienen que la comunicación influye y condiciona todos los aspectos sociológicos y psicológicos que forman parte e intervienen en las situaciones comunicativas, y que al mismo tiempo la comunicación es influida y condicionada por esos mismos aspectos sociológicos y psicológicos implicados. A partir de aquí, el estudio de lo comunicativo, de lo sociológico y de lo cognitivo de las interacciones personales, sociales o históricas se desdobla, dependiendo del perfil a analizar, en una faceta activadora (mediadora) de las otras dimensiones o, por el contrario, en una faceta activada (mediada) por las otras dimensiones involucradas en la misma situación comunicativa.

El modelo teórico que prefigura estas dimensiones sociales y cognitivas de la comunicación procede de la Mediación Dialéctica de la Comunicación Social (MDCS) que, en palabras de Marta Rizo, «es una perspectiva que define a la comunicación como la interacción a la vez mediadora y mediada en los procesos por los cuales los seres vivos, los seres humanos, la culturas, las sociedades, construyen sus propios dominios de existencia. O lo que es lo mismo, la comunicación es comprendida como mediación básica para la existencia de la sociedad, como mecanismo vital para el mantenimiento y perpetuación de los sistemas vivos, sean animales o humanos». Un modelo que sirve también para cambiar el juego de la comunicación, planteándose innovaciones, para diseñar con más acierto la lógica de la investigación científica, que permita estudiar los cambios que la comunicación genera en las sociedades y en el conocimiento.

Artículo extraído del nº 70 de la revista en papel Telos

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Piedad Bullón de Castro