I
Ideología y cultura a examen


Por Francisco Bernete

Editorial Anthropos, Barcelona / Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa. Blanca Muñoz. Modelos culturales. Teoría sociopolítica de la cultura, 2005
Madrid: Pearson Prentice Hall. Blanca Muñoz. La cultura global. Medios de comunicación, cultura e ideología en la sociedad globalizada
México, 2005

La profesora Blanca Muñoz continúa ofreciendo a los lectores interesados nuevos textos sobre las relaciones entre ideología y cultura, con dos trabajos aparecidos en 2005.

El libro que editan conjuntamente Anthropos y la mexicana UAM, Modelos culturales, trata de las matrices políticas de los modelos culturales desde los que se construyen significados sociales. Remitiéndose a los presupuestos teóricos de las concepciones políticas sobre la cultura, reaviva el debate sobre los valores de la Ilustración. Se trata de un libro valorativo donde su autora defiende unas concepciones políticas sobre la cultura y ataca otras, entendiendo que con ello defiende o ataca determinadas Filosofías de la Historia: las que tienen como proyecto «la defensa de los ideales ilustrados de una humanidad restituida a su ser histórico; o lo contrario, una visión de la historia y de sus habitantes sometidos a esclavitudes físicas y psíquicas, o lo que es peor aún, esclavitudes asumidas inconscientemente de ‘un mundo feliz’ paralizado y permanentemente inmodificable». La autora se sitúa frente a esta última posición y repasa las más representativas teorías sociopolíticas de nuestros días, clasificando cada una de ellas como un “modelo cultural”.

Muñoz vuelve, como en anteriores trabajos, a la contraposición “racionalidad ilustrada” versus “racionalidad instrumental” en términos que permiten posicionarla claramente en uno de los bandos contrapuestos: el que promueve lo universal frente a lo particular, el compromiso racional frente al narcisismo irracional, la legitimación social cooperativa frente a la colonización global de las conciencias, el culto a la eficacia promovido por unos frente a la autonomía y libertad promovidas por otros.

Tras un capítulo inicial dedicado a la Sociedad del Bienestar y sus recientes transformaciones, el segundo se centra en el análisis de la Modernidad, enlazando la razón clásica (encarnada en la tríada crítica, dialéctica y proyecto de transformación) con los proyectos históricos de la Ilustración (planteamiento que retoma de los análisis de Horkheimer y Adorno). En este capítulo, la autora llama la atención sobre un equívoco: el que permitió convertir lo que era una teoría estructurada sobre valores universales en una ideología de derechos formales que servía de fundamento a los intereses de la naciente clase hegemónica surgida de la revolución industrial. La idea de que se ingresa en el siglo XX arrastrando las contradicciones de la sociedad burguesa y diferentes interpretaciones (ideológicas) sobre la razón le conducen a «la pregunta sobre qué modelo cultural debería constituirse en predominante» y, con ello, a repasar las perspectivas desde las que se ha tratado de perfilar el papel de los procesos culturales. Recorrido que se lleva a cabo entre las partes tercera y séptima del libro.

Los “modelos culturales” que se revisitan en esta obra son más bien pocos, pues Muñoz prefiere centrarse en las grandes corrientes clásicas del pensamiento político: los neoconservadores y neoliberales; los postmodernos y sus críticos; los estudios culturales (en general, los acercamientos a la vida cotidiana como objeto de análisis); y, finalmente los frankfurtianos o teóricos críticos (de los que la autora es una reconocida especialista). No se abordan, en esta cala, perspectivas más actuales como, por ejemplo, las que reclaman reconocimiento para las minorías étnicas, las que resaltan el papel de los movimientos sociales como generadores de nuevas matrices sociopolíticas y socioculturales, o los denominados “estudios de género”. No hay lugar para tratar a quienes han abordado la diversidad cultural en el seno de una misma sociedad, ni para planteamientos –a la vez, políticos y culturales– de quienes defienden toda clase de comunidades emocionales donde encuentra sentido la vida de muchos ciudadanos y, especialmente, de muchos jóvenes. En realidad, no hay referencias a otros criterios de identificación distintos de la clase social, salvo en algunos pasajes sobre los estudios culturales y observando que «la identidad, en suma, no puede desvincularse de temas como la opresión, la explotación y la alienación, y las condiciones económico-políticas que hacen compatible una Sociedad de Consumo con unas psicologías colectivas de unos ciudadanos que ven ‘normales’ la pervivencia de esos estados de exclusión para enormes zonas del planeta».

«La cultura global»

Si Modelos culturales es un libro donde se revisan, desde una perspectiva critica, las corrientes más importantes del siglo XX en el abordaje político de la cultura, cabía esperar más actualidad bajo el título La cultura global, rótulo que levanta expectativas en el lector de encontrarse con alguna caracterización de las estructuras simbólicas que pueden estar construyéndose en la sociedad actual, en tanto que caracterizada por la especial relevancia de los flujos informativos. Blanca Muñoz comienza su presentación aludiendo a la “sociedad-red”, pero sólo para denunciar inmediatamente que en ella «el individuo es encauzado hacia una dominación tecnológica que justifica una salvaje dominación de la conciencia» (en línea con las ideas de Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la Ilustración). Cultura que pone en marcha un movimiento de simplificación y unificación de las conciencias que, según la autora, podría acarrear la quiebra de la tradición cultural, la desestabilización de los sistemas educativos y la supresión del pensamiento.

La cultura global es, para Blanca Muñoz, una nueva forma de pensar sustentada por (y sustentadora de) una situación que Chomsky describió como enmarcada por “tres realidades”: el triunfo del neoliberalismo (en el orden económico), la mundialización monopolar (en el orden internacional) y el pensamiento único (como estructura ideológica). La sociedad informacional sólo es mencionada para indicar que su vértice «cada vez está más unificado desde su cima». Con esta perspectiva, propia de la economía política de la comunicación, se desarrolla el trabajo que concluirá señalando contundentemente la responsabilidad de esa cultura global en el debilitamiento del orden democrático y, de paso, el agrietamiento de la cultura intelectual y estética. Y como importante botón de muestra, la sustitución de la independencia de los creadores «por la subordinación a los criterios de los accionistas culturales y mediáticos»; o, si se prefiere, el cambio de la creatividad que administraba la industria cultural a los encargos “ideológicos”, sujetos a las condiciones que imponen los circuitos empresariales.

En definitiva, Muñoz describe los procesos y los efectos del modo (dominante) de producción de cultura y entretenimiento, a partir de las propuestas que la Escuela de Frankfurt elaboró hace más de medio siglo, recogidas sobre todo de El eclipse de la razón, donde se hace la crítica de la razón instrumental en la que derivó la razón ilustrada, la dialéctica de la Ilustración y los estudios sobre el prejuicio. Con citas de Adorno y Horkheimer, con la constatación de que se cierra el círculo trazado por la Teoría Crítica (alienación-ideología-alienación) al considerar los efectos del fetichismo y la cosificación sobre la conciencia, y con una descripción de La personalidad autoritaria (obra de los años 40, publicada en 1950) se pone fin al libro. Sin duda, la autora, no sólo tiene en muy alta estima la Escuela de Frankfurt, sino que la sigue considerando como referencia imprescindible para entender la cultura occidental de los albores del siglo XXI.

Artículo extraído del nº 68 de la revista en papel Telos

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