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El destino del libro


Por Manuel Alonso Erausquin

El libro impreso y el libro digital. Estudio sobre los modos de producción editorial en el cambio de milenio

Editorial Publicaciones de la Universidad de Alicante. Alessandro Cavaliere.
S. Vicente del Raspeig, 2005

El interés por la evolución e incluso el replanteamiento profundo que el avance de los procesos digitales de tratamiento de datos podía –y puede– propiciar en la creación, circulación y uso de los libros ha provocado buen número de análisis en los que la elocuencia objetiva de los datos se ha cruzado con dos ópticas u opciones de evaluación claramente enfrentadas: imparable éxito o muy probable fracaso del denominado e-libro o libro digital. El reciente estudio de Cavaliere revisa buena parte de los factores que concurren en el asunto, así como numerosos de los referidos análisis, y viene a confirmar explícitamente «las dificultades para definir una senda para el futuro de la edición impresa» y para «apostar, siquiera a largo plazo, por una nueva fórmula convincente edificable sobre las ruinas del libro impreso». En definitiva, viene a certificar que se prolonga indefinidamente un «compás de espera en donde el enorme legado de la cultura escrita atiende una señal para tomar una vía u otra».

Cavaliere diferencia y revisa, en capítulos específicos, la incidencia de la digitalización sobre diversas parcelas propias del proceso editorial o vinculadas a él, como son: la función del editor, la producción electrónica, la digitalización de lo impreso, la conservación de los libros, el consumo de papel, y la conciliación entre el modo de escritura digital y la «cultura de lo impreso», siempre desde el marco de aquellas tendencias que considera más destacables en el sector. Así, señala como rasgos significativos la reorientación del cometido de las bibliotecas en cuanto puntos de contacto entre edición y lectura, la utilización de la producción digital para las reediciones de tirada corta y ajustada a demanda, disminuyendo el volumen de almacenaje, el incremento de la influencia que los departamentos comerciales ejercen sobre las líneas editoriales de las empresas y la diversificación notoria de puntos de venta. Todo ello dentro de la creciente velocidad de renovación en la oferta, en una adaptación interesada y parcial a las nuevas circunstancias, aun dentro de la heterogeneidad internacional en las normativas comerciales acerca del libro, en una «suerte de fuga hacia delante».

Respecto a los antedichos factores, el autor presta especial atención al inmovilismo conceptual de los editores, al incremento de la difusión digital de obras de consulta o de conocimiento, con los problemas ligados a la recuperación de las inversiones en grandes obras de este carácter (enciclopedias, por ejemplo), a la debilidad efectiva del e-libro (acentuada recientemente, ya con posterioridad a su análisis), a las eventuales ventajas que puedan lograrse con el papel electrónico o e-paper, o a la reflexión acerca de las interrelaciones palabra-soporte-lector y sobre la conveniencia y las posibilidades de revisarlas a fondo, además de referirse a algunos otros aspectos, también pertinentes, pero de entidad menor.

Estancamiento de la edición digital

En conjunto, esboza Cavaliere un acercamiento sintético y bastante completo al tema. Sin embargo, opta por no establecer con claridad una posible, y hasta conveniente, jerarquía entre los elementos que están entorpeciendo o impidiendo, una implantación efectiva de los denominados “libros digitales”. Ha preferido, al parecer, dejar que cada lector lleve a cabo esa distinción acerca del peso que unos y otros tienen en la configuración y la dinámica de la realidad resultante. Desde mi apreciación particular, considero que resulta necesario y útil identificar como dominantes tres factores bien delimitados: en el destino del producto, la amplia resistencia efectiva –y cotidianamente verificable– por parte de los usuarios, a la lectura prolongada sobre pantalla; en el canal de transmisión, la potencia y la rigidez –incluidas las disputas por intereses gremiales– que presenta el actual sistema de promoción, distribución y ventas de libros; y en el origen y creación de los productos, las dificultades efectivas con las que tropieza la protección de los derechos morales y económicos de autores, traductores y editores, frente a la piratería.

Tengamos en cuenta que el último y más potente escalón de la comunicación digital de recepción personal es ya el teléfono. En él se pueden descargar, y se descargan cada vez más, bajo pago, imágenes y sonidos de diverso tipo, incluidos productos musicales, y hasta guías de visitas de monumentos o series de ficción en microcapítulos. Sin embargo, no se aprecian tendencias, ni de oferta ni de demanda, para que naveguen comercialmente en ese canal textos de naturaleza científica o literaria, ni siquiera artículos breves o minirrelatos. La correlación –e incluso confluencia– entre los intereses de los creadores, transmisores y usuarios así lo provoca. Claro indicio, de que, sin nuevos elementos de fomento y estímulo para el dinamismo –e incluso con ellos–, la demora de la edición digital está asentada y se mantendrá a largo plazo, con independencia de la mayor o menor idoneidad que se le atribuya desde los diferentes puntos de vista que los raciocinios teóricos aporten.

Artículo extraído del nº 67 de la revista en papel Telos

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Manuel Alonso Erausquin