Editorial Cátedra. José Luis Sánchez Noriega. Diccionario temático del cine Madrid, 2004 |
Llevamos un tiempo excesivamente largo en el que apenas abundan investigaciones sobre cine; nos referimos a esas aportaciones notables y singulares que impulsen el interés sobre el medio más allá de ciertas monografías curiosas y guiones que son los que, con mayor frecuencia, llegan a las librerías.
El mercado español se está saturando de trabajos con buenos lanzamientos promocionales que llegan, con pretendida novedad, desde otras latitudes con el objeto de sorprender, deslumbrar o divulgar algunos aspectos de la historia, la teoría y la tecnología cinematográfica. Al igual que conocemos trabajos escritos por quienes se limitan a cortar y copiar algo propio de la cultura tecnológica que nos envuelve, aplaudimos aquellos otros que desde su sencillez buscan insuflar curiosidad e interés en el lector a quien, además, llevan por un camino de aprendizaje, motivador en sí mismo.
En este sentido cabe hablar de la obra de José Luis Sánchez Noriega, profesor, historiador y apasionado del cine, con una dilatada trayectoria en la que son numerosas sus aportaciones hasta la fecha; publicaciones que han definido su perfil investigador.
Este Diccionario temático del cine insiste en su afán divulgador de todo aquello que ayude al espectador de cine tanto al curioso como al interesado por estos temas a comprender mejor qué es lo que se ha hecho hasta la fecha, quiénes están detrás de las películas que han dejado huella en el imaginario colectivo y qué temas de interés dieron lugar al amplio repertorio de películas.
Más allá de los planteamientos culturales, de lo que debemos hablar es siempre de la utilidad de un libro en el que su autor ha puesto buena parte de sus conocimientos. La utilidad de un trabajo significa trascender, superar esos límites impuestos por la comprensión del texto y llegar a despertar interés continuado por leer parte del contenido o interesarse por aquello que le sugieren ciertos visionados cinematográficos.
Este libro de Sánchez Noriega no es para leerlo de una tirada; es ese tipo de obra de consulta que descubre al lector que sobre un determinado tema se ha recorrido un largo camino. Esto es especialmente significativo y destacable para las nuevas generaciones de espectadores, porque son los que están recibiendo, consumiendo abundantes historias cinematográficas que les llegan como novedades que, sin duda, lo serán para ellos; aunque bien pensado los directores y productores actuales que están detrás de los proyectos saben muy bien qué es lo que se ha hecho con anterioridad y tiran, consecuentemente, de ese archivo que forman los catálogos de las grandes y pequeñas productoras de cine. Circunstancia sin duda nada baladí, dado que los horizontes que se presentan para el desarrollo del cine en el siglo XXI se ajustan a estos intereses, generando un cierto desánimo en buena parte de los espectadores adultos que comprueban las consecuencias nefastas para un cine más personal, preocupado por temas menos recurrentes, necesitado de espacios de comunicación entre las más diversas sociedades. Quizás por esto, como deseo de atrapar ese pasado cinematográfico cargado de constantes creativas más amplias, el autor sintetiza la aportación temática de la industria cinematográfica más conocida.
Trayectorias multidimensionales
Sánchez Noriega propone al lector en su Diccionario temático del cine una serie de recorridos que hablan del hombre desde casi todas sus dimensiones. Desde su propia existencia vital e individual hasta su inclusión en una determinada sociedad; desde una época determinada de la historia hasta los conflictos generados por la irracionalidad del ser humano; desde las prácticas comunicativas hasta las más variadas manifestaciones culturales; desde las posiciones políticas más diversas hasta las iniciativas educativas impulsadas en cualquier rincón del mundo. Y todo ello sin olvidarse de los sentimientos y las miserias que rodean la vida de cualquier individuo o sociedad, apostando también por los más diversos grupos sociales, ejercicios de la profesión y espacios de ocio y entretenimiento que se dibujan en cualquier ámbito geográfico, al ritmo de ciertos aires de modernidad, desarrollo cultural o progreso tecnológico.
El enfoque que el autor realiza de cada una de las voces que conforman este diccionario es personal, aunque muchas de ellas tengan una identificación precisa por parte de todos los espectadores cinematográficos. No obstante, ante ciertos territorios comunes, el mismo Sánchez Noriega se ve obligado a precisar algunas cuestiones, como que los géneros, por ejemplo, se identifican con actividades y que el lector encontrará suficiente información sobre las mismas al margen de que aparezca o no dicha entrada. También su decisión, siempre respetable, aunque forzada por la acotación temática, le obliga a tener que reunir dentro de una misma voz varios apartados dedicados a personajes o temas más concretos que están, sin duda, vinculados al título principal (es el caso de Mitos y héroes); igualmente, por extensión de la voz o con el deseo de hacer más comprensible y reunir una serie de producciones dispersas, se refiere en la misma entrada a la Prehistoria y Edad Antigua, mientras que lo hace por separado con Edad Media y Edad Moderna. Algo similar tiene que ver con Deportes, una voz lo suficientemente amplia en la que se refiere a determinadas disciplinas, dejando al margen aquellas otras que, según su criterio, requieren una voz propia (artes marciales, baloncesto, boxeo, fútbol…); también al hablar de Hollywood y Cine, en las que se entremezclan las profesiones e iniciativas industriales entre otras cuestiones.
Al margen de estos comentarios, y dado que el autor es muy honesto en este sentido, debemos decir que el resultado es amplio, riguroso y exhaustivo hasta donde las limitaciones del ser humano lo permiten, porque sin duda cualquier lector puede echar en falta un título cualquiera (por recordar algunos a modo de ejemplo, cuando habla de Nazismo [Nacionalsocialismo] se deja en el tintero una pequeña pero excelente película de Orson Welles titulada El extraño, 1946; en la voz Policía no recoge La muchacha de Londres, 1929, un filme relevante en la carrera de Alfred Hitchcock; o en Vivienda, no contempla la comedia Venta por pisos, la película que Mariano Ozores dirige en 1972).
En todo caso, estas omisiones no restan valor al trabajo realizado, pues somos conscientes de la dificultad que entraña abordar un proyecto de esta envergadura, es encomiable que se pueda disfrutar de esta obra porque abre las puertas a la curiosidad y a las más diversas iniciativas formativas.
Artículo extraído del nº 66 de la revista en papel Telos