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Interacció ´04: respuesta global a la asfixia de las culturas locales


La radical mercantilización de las más diversas formas culturales es un hecho sin precedentes. Ante este proceso que vulnera valores y posibilidades de desarrollo, se antepone la reivindicación de diseñar y desarrollar políticas culturales que democraticen la experiencia cultural. Seguidamente, un resumen de lo acontecido en Interacció ’04, un encuentro que convocó a investigadores, artistas, mecenas, políticos y gestores culturales para analizar los peligros que afronta el ecosistema cultural.

Las políticas culturales contemporáneas se mueven en un territorio complejo, en el que el desarrollo de nuevas formas de acceso al consumo de bienes culturales, por momentos, parece encontrarse en pugna con el carácter abierto y plural de los bienes culturales como tales. Las voces más críticas alertan sobre la banalización de los contenidos y la mercantilización de las tradiciones, mientras que los adalides del sistema hacen apología del increíble potencial de las nuevas tecnologías de la información para la circulación y el acceso a las más diversas, y hasta hace poco desconocidas, manifestaciones culturales.

Ante este panorama, los gobiernos deben decidir entre no inmiscuirse, permitiendo la «liberalización» de la cultura como mercado planetario, o abordar las posibles amenazas que el mundo globalizado hace pender sobre culturas, arte y tradiciones populares. Esta problemática fue el eje de Interacció´04 (www.diba.es/interaccio). Conferencias, seminarios y la presentación de la Agenda 21 de la Cultura constituyeron los hitos más importantes de este evento, que sirvió como prólogo a un Forum Universal de las Culturas Barcelona 2004 (www.barcelona2004.org) paradójicamente criticado por su carácter elitista y mercantil.

La séptima edición de este espacio de reflexión y debate, en el que se rindió sentido homenaje a su fundador Eduard Delgado, fallecido el pasado 7 de febrero, sirvió para que redes como Interlocal (www.campus-oei.org/interlocal), integrada por los secretarios de cultura locales de Iberoamérica, y el Forum de Autoridades Locales para la Inclusión Social (FAL), intercambien experiencias y consensúen los términos de la Agenda 21 de la Cultura como marco orientador de las políticas públicas de cultura y como contribución al desarrollo cultural de la humanidad.

La idea de realizar una agenda de la cultura nace a partir de la necesidad de dar respuesta a los desequilibrios en materia de políticas de desarrollo en un contexto de alta concentración por parte de las industrias culturales. En otras palabras, la cultura, entendida como «el sistema de concepciones simbólicas históricamente heredado expresado por medios con los cuales los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida» (Geertz, 2003) peligra al ser emplazada como mercancía y quedar en manos de la iniciativa empresaria su conservación y transmisión. De allí que desde el Foro de Autoridades Locales de Porto Alegre (FAL) se haya promovido una serie de medidas que alienta la diversidad y el carácter abierto de la cultura, así como la importancia de fomentar la creación y la participación popular en la vida ciudadana como mecanismo para preservar las identidades.

Los antecedentes de esta Agenda se basan en el reconocimiento de que los derechos culturales forman parte indisociable de los derechos humanos, tomando como referencia básica la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), el Pacto Internacional Relativo a los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966) y la Declaración Universal de la UNESCO sobre Diversidad Cultural (2001). Pero también es necesario destacar la íntima relación de este proceso de cooperación y compromiso de las autoridades locales con los acuerdos alcanzados para preservar los recursos naturales, que llevaron a la firma de las declaraciones de Río de Janeiro (1992), Aalborg (1994) y Johannesburgo (2002) intentando dar respuesta a la sostenibilidad ecológica.

El documento aprobado, que pretende implicar a todas las instancias gubernamentales a nivel mundial, está acompañado por la Declaración de Barcelona, en la cual se resalta el papel que pueden asumir las ciudades «como mediadoras de conflictos y transmisoras de una cultura de la paz».

La cultura en el foco del debate

En el marco del programa Interacció ’04 interesa destacar la realización de seis seminarios y otras tantas conferencias plenarias. El primero de ellos, titulado «Desarrollo económico y desarrollo cultural: ¿complementarios o antitéticos?», abordó las contradicciones emergentes en el denominado “capitalismo cultural”, reflexionando en torno a la ambigua relación entre desarrollo económico y producción cultural institucionalizada. Bajo la dirección de Xavier Cubeles (BCF Consultors), el encuentro propuso afrontar los procesos de planificación y gestión cultural desde una perspectiva integradora, procurando una valoración de las actividades culturales según la diferente naturaleza de sus impactos (económico, social, ideológico, etc.).

El director de la Fundación Bofill, Jordi Sánchez, coordinó el seminario titulado «Los malestares de las identidades culturales en un mundo diverso». En un entorno como el español, que en los últimos años se ha caracterizado por una fuerte corriente migratoria, la diversidad identitaria se ha convertido en un factor clave para el análisis social. En el seminario se abordaron de manera crítica los factores que limitan la aceptación de culturas “diferentes”, limitándolas a sus aspectos “folklóricos”, afirmando la necesidad de articular marcos públicos de intervención que superen las premisas de “integración como homogeneización” sustentadas por las culturas de acogida de los países centrales.

Por su parte, el director de exposiciones del Palacio de la Virreina de Barcelona, Iván de la Nuez, coordinó el seminario «Las artes: dilemas y fronteras», donde se abordaron las complejas relaciones entre creadores y gestores políticos. Cuál es el lugar del arte en la agenda de los planificadores de la cultura, la autonomía del espacio de los artistas o cuál es el ámbito de la obra artística fueron algunos de los interrogantes propuestos en un debate en el que destacó la presencia de Jordi Martí, director de Interacció ‘04, y de Miguel Morey, profesor de Filosofía de la Cultura de la Universidad de Barcelona.

«La participación en la vida cultural» fue el título del seminario coordinado por el urbanista Jordi Borja, en el cual se propuso considerar la riqueza no sólo en términos economicistas, sino a partir de la capacidad de las personas y colectivos de construir lazos sociales a partir de mecanismos de cooperación e intercambio. En el diálogo sorprendieron gratamente las afirmaciones del filósofo Patrick Viveret, asesor del Tribunal de Cuentas de Francia, quien reclamó «un cambio en la cultura política para reconocer la riqueza social de nuestra sociedad» denunciando que los sistemas de contabilidad nacional están construidos a partir de criterios productivistas (industriales y agrícolas), que marginan los factores sociales y culturales, situación que definió como «insostenible”.

El malestar de la Sociedad de la Información

La emergencia de la Sociedad de la Información no podía quedar fuera del debate, que tuvo su espacio en el seminario titulado «Medios de comunicación y entorno cultural». Allí se abordó la paradoja del potencial democratizador del acceso libre a los medios, que se encuentra ocluido por procesos de concentración de la propiedad de los mismos de dimensiones sin precedentes. Así, el catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Complutense, Enrique Bustamante, afirmó en su ponencia que «la intensiva internacionalización alcanzada por la economía capitalista desde finales del pasado siglo tiene en el ámbito de la cultura y la comunicación consecuencias complejas que plantean nuevos y peligrosos desafíos para la libre competencia y para el pluralismo democrático».

Mientras en las salas adyacentes los secretarios de cultura, alcaldes e intendentes de las principales ciudades de Iberoamérica ultimaban los detalles de la Agenda 21 de la Cultura, Bustamante recordaba la situación generada por el retroceso del Estado «que tiende a abandonar a la simple lógica económica y de mercado el futuro de la cultura y la comunicación masiva, sin compasión para con los desequilibrios y desintegraciones producidas, y olvidando sus decisivas funciones de redistribución y cohesión social, de participación y consenso democráticos». El guante fue recogido por el secretario de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Gustavo López, quien coincidió en que la concentración de medios provoca problemas para la gobernabilidad de la democracia, los cuales pueden ser afrontados a través de políticas públicas que reviertan el proceso de exclusión social, fomentando la participación ciudadana a partir de programas que tengan como eje la cultura plural.

En su turno, Rosa Franquet, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, abordó la problemática de la fractura digital, afirmando que «la ausencia de acceso a la información, así como de habilidades operativas en su manejo, constituye un escollo insalvable para la mayoría de la población mundial». Dominique Wolton, director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas francés (CNRS) tuvo a su cargo la conferencia plenaria, en la que sostuvo que «Internet no está directamente relacionado con la democracia y puede acabar conduciendo a la especulación mercantil y la concentración».

El seminario, coordinado por Emili Prado, catedrático de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Autónoma de Barcelona, se abocó a diagnosticar en profundidad «la salud del sistema de comunicación», que puede ser medida por los flujos de información y productos culturales, y en caso de observarse desviaciones o asimetrías, ya sea entre capas sociales o entre países, quedó manifiesta la necesidad de establecer mecanismos correctores. Los ciudadanos, sus organizaciones y los movimientos sociales serían una parte imprescindible para implementar estas políticas y un elemento esencial en la dinamización, vigilancia y promoción de procesos de apropiación popular de las tecnologías y de generación de contenidos informativos y culturales.

Estas observaciones fueron incorporadas en las jornadas subsiguientes al debate del IV Forum de Autoridades Locales, en cuya apertura el ex secretario general de la UNESCO, Federico Mayor Zaragoza, expresó que «el espíritu de Porto Alegre es la esperanza para un mundo mejor». Afirmaciones que abren un futuro esperanzador al espíritu democrático, pero paradójicamente realizadas en la inauguración de un Forum fuertemente criticado por las asociaciones ciudadanas por su marcado mercantilismo, su falta de sensibilidad social y de apertura al diálogo.

Daniel Butti

Artículo extraído del nº 60 de la revista en papel Telos

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