Alguna vez, participando en un seminario con mis compañeros de profesión, vaticiné que el papel de la prensa de papel, valga la redundancia, va a cambiar. Que va a quedar centrado fundamentalmente no únicamente, claro en la información local y en la prensa gratuita. Es una profecía que provoca iras entre los periodistas ya instalados en los medios digamos tradicionales y que no es plenamente aceptada aún por una mayoría de mis colegas. Como una primera afirmación polémica debe tomarse, pues, lo que acabo de escribir.
Pero de lo que ya nadie se permite dudar es de que la información en la Red, a través de Internet, no es cuestión de futuro, sino de presente. La Red permite la inmediatez como la radio, la imagen como la televisión, la lectura demorada como el periódico, el archivo como la hemeroteca, la conexión entre noticias, la introducción del vídeo, del sonido, de lenguajes nuevos como el Flash. Y permite también la interactividad, de manera que la función del receptor del mensaje adquiere características de protagonismo inéditas hasta ahora. Y, tras el enunciado que acabo de hacer de las características más relevantes y obvias de Internet, podríamos agregar un auténtico tratado de filosofía del nuevo periodismo, que minuto a minuto se va inventando a sí mismo mírese el maremoto que están suscitando los blogs, por ejemplo. Pero no tengo aquí sitio para ello, por más que la cosa me parezca tentadora, dado que, desde Gutenberg, no habíamos asistido a un invento tan importante para el género humano.
Solamente diré que no hay ya quien frene esta revolución, que ni siquiera tiene, en plenitud, una década de existencia, pero que ya está transformando nuestra cotidianeidad: el teletrabajo, la extrema flexibilidad laboral, las nuevas funciones informativas de los teléfonos móviles son factores que nos anuncian los profundos cambios que van llegando a nuestras vidas, en las que la información juega, naturalmente, un papel primordial. Nosotros mismos, los que llevamos algunos años dedicándonos a transitar por esta apasionante autopista de información, ignoramos adónde irá a parar el tigre que cabalgamos; sólo sabemos eso, que lo cabalgamos y que no hay quien lo pare ni quien pueda bajarse de él, so pena de perder todos los trenes laborales y vitales que imaginarnos podamos.
Sé que hay muchas reticencias aún a este avance implacable. Incluso entre algunos notables especialistas en comunicación, para no hablar de buen número de capitanes de importantes empresas, la Red, Internet, parece todavía cosa menor, relegada a investigadores, precursores y casi visionarios marginales. Algo que llegará, pero que aún no ha llegado del todo, porque le falta perfeccionarse. Y ahí está el error: la información en Internet y, si es algo, Internet es pura información, que es lo más caro que el ser humano puede poseer está en continuo perfeccionamiento, porque se encuentra en perpetua evolución (hablaba antes de revolución permanente).
No podemos esperar a que llegue a una estación final, porque eso, previsiblemente, ya no va a ocurrir: continuamente van a llegar avances técnicos y, con ellos, nuevas provocaciones para que los profesionales de la información inventen nuevas vías por las que transitar en sus ansias de comunicación.
Que nadie se enfade, pero aquí estamos. Y no digo que venimos para quedarnos porque mañana estaremos ya en otro lado. Así, para bien o para mal, están las cosas.
Artículo extraído del nº 59 de la revista en papel Telos