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El ojo blindado


La Facultad de Ciencias de la Comunicación Blanquerna de la Universidad Ramón Llul afrontó la tarea de poner al día en España el estado del debate sobre la relación entre los medios masivos y la violencia, dedicándole el II Congreso Internacional Comunicación y Realidad, celebrado el pasado mes de mayo, en su sede del Raval de Barcelona.

Medios masivos y violencia, tema tan del gusto de los Mass Comunication Research, permite reflexiones tan imaginativas como la de Alejandro Amenábar en el film Tesis o soporíferas como las de los debates ad hoc en la propia televisión, con personajes turiferarios invocando beatas censuras.

La apuesta entonces era más arriegada, ya que se trataba de alentar estudios originales, creativos, pero sin perder de vista las tradiciones y el actual estado del arte del tema en la agenda académica. La propuesta del evento, atenta a esta necesidad, remarcó desde la convocatoria su interés en la esfera de los recursos, en este caso metodológicos, y de los discursos, los marcos conceptuales en torno esta relación de violencia y comunicación.

Ya en el mismo acto de apertura el decano de la Facultad, Miquel Tresserras, destacó la necesidad de centrar la atención en «el impacto de las tecnologías de la comunicación y la información en el ámbito particular de los comportamientos violentos, así como en el tratamiento que los media dan a la violencia». Y esta consigna quedó reflejada en el programa de actividades, con mesas equilibradas que abordaron de forma pluridisciplinar la relación desde seis nudos marcados: el del debate teórico entorno al abordaje del objeto, el punto de vista del receptor, el tratamiento informativo del conflicto, así como la presencia de la violencia en los productos del arte, la publicidad y la industria del entretenimiento.

La violencia simbólica

En la conferencia inaugural, Gérard Imbert, profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, centró su análisis en los imaginarios de la violencia a los que apelan los discursos televisivos. Presentando un adelanto de El Zoo visual o el show de las pasiones, obra de próxima aparición en la editorial Gedisa, reflexionó sobre el impacto de la –en términos de Bourdieu– violencia simbólica, para plantear la necesidad del estudio de la violencia sensible. Abordando fenómenos particularmente ambivalentes de lo que denominó neotelevisión –tales como Gran Hermano, realitys de acciones policiales, operaciones de rescate o docuseries, donde la violencia aparece a la vez como símbolo y representación– resaltó la apelación al morbo que opera detrás de estos simulacros. Su tesis parte de proponer un sujeto espectador «continuamente solicitado por principios contradictorios, tentaciones opuestas, sentimientos antitéticos» (01), diferente del dividuo deleuziano, un sujeto u-tópico. Sujeto capaz de superar cualquier contradicción, encarnando la lógica de un discurso televisivo en esencia postmoderno, que justificaría que la autenticidad no esté reñida con la simulación.

La presentación de Imbert, quizás la de mayor pretensión teórica, abrió el juego a un debate entre metodólogos cuantitativistas y analistas sociosemióticos, estudios de campo de corte antropológico y estudios de género, modelos teóricos que parten de un sujeto pasivo, súbdito de conspiraciones televisadas, o de uno actante de mediaciones, o en otras palabras, estudios del sujeto remotamente controlado o dueño del control remoto.

Por su parte, la Universidad Ramón Llull presentó las conclusiones de su estudio de audiencia titulado Violencia y televisión (02) realizado sobre la población infantil de Barcelona durante 2001, en las que se presenta la percepción infantil de la violencia en términos de fascinación, postulando la capacidad de los niños de separar realidad de ficción en el relato televisivo y aun de analizarlo en términos críticos. Este trabajo viene a complementar a La violencia en la mirada (03), una publicación de corte teórico que el grupo de investigadores editó antes de emprender el trabajo de campo.

Entre lo más destacado del Congreso, y a riesgo de omitir comunicaciones de investigadores de excelente factura, merecen figurar las intervenciones del investigador de la Universidad de Leeds, David Morrison (04), así como de las holandesas Juliette van der Molen (Universidad de Ámsterdam) y Marijn de Vries (Universidad Gröningen) en sendos estudios empíricos sobre audiencias. El primero presentando un análisis basado en un amplio abanico de entrevistas acerca de cómo la gente define la violencia y un acto violento; las segundas centrando sus análisis en el medio, en este caso, la presentación de los sucesos del 11-S por parte de un informativo dedicado al público infantil.

Sobre niños y su exposición a la violencia también versó la intervención de Serge Tisseron (05), quien se interesó por los efectos psicológicos de esta exposición e impugnó la tesis (sostenida por otros conferenciantes, que en ningún momento replicaron) que postula que las imágenes violentas provocan desensibilización. El investigador de la Universidad París X hizo hincapié en la descripción de las sensaciones que experimentan los niños frente a imágenes violentas, así como de las estrategias educativas necesarias para que el niño, catárticamente, aprenda a tomar distancia de la violencia.

Asimismo, merecen especial atención la presentación de Will Barton Catmur, de la Universidad de Coventry, enfocando en la figura de Mickey Mouse a la sociedad del espectáculo que subyace a la guerra contra el terror y definiendo la existencia de dos fundamentalismos (el neoconservadurismo capitalista americano y el islamismo radical) en conflicto, y las del Grupo Picnic (06), analizando en clave ideológica las operaciones discursivas que desde los medios tematizan la alarma social –inmigración ilegal, violencia de género, «botellón», etc.– o la del profesor Manuel Garrido Lora, de la Universidad de Sevilla, que llega a la conclusión que los medios ofrecen un modelo de resolución de conflictos que en el 90 por ciento de los casos es a través de la violencia.

Violencia es mentir

¿Dónde está la violencia entonces? Tan anatematizada que parece haber dejado en el pasado los debates acerca de la legitimidad de su ejercicio, invisible en los envites de la sociedad de consumo controlado, lo que vulgarmente se entiende por violencia parecería totalmente extraño a cualquier injusticia social.

Así, el despliegue de la violencia institucional y la función disciplinaria de los medios masivos habilitan perspectivas que vuelven a enfocar el acto violento pero desde la óptica de su práctica efectiva, de las resistencias, los dominios, análisis apenas abordado en este más que correcto evento, escrupulosamente organizado hasta el punto de contar ya en la apertura con la edición de un grueso volumen con las comunicaciones presentadas (revista Trípodos, edición extra 2003, 778 páginas).

«Los mass media no reflejan de manera pasiva una realidad preexistente, sino que son conformantes activos», nos propone el investigador Jordi Busquet, abordando el envite de contextualizar las reflexiones escuchadas en las Jornadas. «Predomina hoy la experiencia vicaria del acto violento a través de los medios de comunicación, o las industrias multimedia. En nuestro libro La violencia en la mirada se dice: ‘Ante una sociedad obsesionada por el control y la seguridad, los medios hacen visible el espacio del miedo’».

Recepciones, contenidos, sensibilidades, estéticas, significaciones; posibles encrucijadas para reflexionar sobre la condición humana en un mundo de violencias invisibles.

Daniel Butti

Artículo extraído del nº 56 de la revista en papel Telos

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