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El cine, siempre


Por Antonio Lara

Editorial
-Ariel. Emilio C. García Fernández. El cine español entre 1896 y 1939. Historia, industria, filmografía y documentos
-Alianza Editorial. José Luis Sánchez Noriega. Historia del cine. Teoría y géneros cinematográficos, fotografía y televisión
Barcelona y Madrid (respectivamente), 2002

Las editoriales no suelen aceptar los libros sobre cine con facilidad, aunque haya casos excepcionales cuando se tratan de diccionarios, biografías, repertorios sobre géneros, orientaciones de cara al videoadicto… La mayoría de los volúmenes sobre cine que se venden bien son los firmados por grandes cineastas, aunque incluso en el caso –nada raro– de que éstos no los hayan escrito, y muy especialmente cuando relatan, con pelos y señales, la vida privada de los autores o allegados, con revelaciones escandalosas de su conducta. Cuando se trata de estudios serios o rigurosos de analizar el arte, la industria de las imágenes animadas o algunos de sus aspectos centrales, las dificultades para publicar aumentan.

En ese contexto tan exigente, la coincidencia de dos títulos de carácter cinematográfico en el mercado, casi al mismo tiempo, es una noticia jubilosa. Se trata, además de trabajos enormemente diferentes, que coinciden en su carácter docente y divulgador, elaborados a partir de la investigación más exigente, enriquecida, además, con las experiencias procedentes de la tarea diaria de enseñar estas materias durante muchos años. Ambos trabajos tienen intenciones muy dispares, sin embargo, y cubren objetivos diferentes, casi opuestos. El cine español silencioso es un ámbito poco estudiado entre nosotros, incluso desdeñado, como si durante los años en los que estuvo vigente nada importante hubiera sido hecho. Para algunos autores, incluso, es como si todo ese tiempo no hubiera valido la pena. De ese modo, sólo tras el final de la guerra civil habría empezado, realmente, a existir en serio. El otro volumen se ocupa de la historia de los medios audiovisuales, sin dejar de lado ninguno de sus aspectos, aunque algo quede fuera, por razones de espacio. El autor hubiera necesitado varios volúmenes para desbrozar la materia, simplemente, puesto que sus más de setecientas páginas sólo insinúan algunos de los temas, sin que sea posible agotarlos.

No se trata de comparar aportaciones que transitan por sendas muy distintas, desde luego, sino de analizar sus rasgos esenciales de cara al lector curioso, puesto que uno y otro resultan muy atractivos, necesarios y, casi me atrevería a decir, imprescindibles.

¿Manual?; ¿enciclopedia?

El investigador Sánchez Noriega denomina manual a su trabajo, pero el resultado es bastante más; a mi modo de ver, los manuales pertenecen a una noble tradición universitaria, con la misión de sustituir a otros volúmenes, en un planteamiento pedagógico, pensando en un tipo de alumno que o bien no acude a clase con demasiada asiduidad o, si lo hace, confía más en la ayuda del libro grueso para aprender que en su capacidad de síntesis con los apuntes que elabora día a día.

Cuando las bibliotecas eran menos ricas que en este momento histórico, es posible que tales propuestas bibliográficas tuvieran un sentido; en este momento, en mi opinión, su uso es más restringido, aunque también se acerque –en determinadas partes– al texto auténticamente enciclopédico, dirigido a varios tipos de lector: erudito, especialista, estudiante de tercer ciclo o profesores especializados en historia del cine. No es malo buscar diversos destinatarios y, mientras no exista, ni pueda existir, el libro total y único, cada uno de los productos impresos procura delimitar a sus destinatarios. El profesor Sánchez Noriega advierte que se trata de un tomo de referencia pensado para preparar los exámenes y pruebas de la asignatura –cubriendo un amplio espectro, según sus propias palabras– en las Facultades de Comunicación Audiovisual, Historia del Arte, Humanidades, Bellas Artes o Periodismo. Ahí está, según mi punto de vista, la principal objeción que se podría hacer a su trabajo: la imposibilidad real de atender a alumnos de tan variado talante, matriculados en cursos nada homogéneos, que van desde la especialización completa de los estudiantes a aquellos cuyos planes de estudio consideran la Historia del Cine una asignatura más –y quizás, no la más importante, mal que nos pese– de las materias que estudian.

El autor ha realizado un esfuerzo memorable, pretendiendo aunar puntos de vista y perspectivas que casi nunca se presentan juntos, porque su carácter es demasiado dispar. Como lo conozco bien –es un universitario con una preparación poco frecuente en el mundo de la enseñanza superior, que se enfrenta al cine y a los medios de comunicación social con una energía inagotable-, no es necesario ponderar el cuidado, la minuciosidad y el cariño con el que ha elaborado este volumen. Si es discutible su inmensa ambición, no lo es, en absoluto, su capacidad para desarrollar este proyecto hasta el final, y en un tiempo increíble, aunque yo prefiero otras obras.

Lo que me parece más endeble de esta Historia del cine es, desde luego, la parte dedicada a la fotografía y a la televisión, absolutamente exigua frente a las dimensiones mucho mayores de espacio dedicado al cine. Para eso hubiera sido mejor eliminarlas por completo del conjunto, porque se trata de campos de conocimiento tan rigurosos y llenos de interés como cualquier otro. Comprendo que las exigencias editoriales y la legítima ambición de totalidad hayan llevado a este punto, pero no me parece admisible establecer esta tremenda disparidad entre los tres medios, porque cualquiera de ellos tendría derecho a un reparto equitativo de la superficie disponible.

Al margen de estas cuestiones, hay que saludar la concisión que respiran muchas de las páginas de este nuevo libro, la destreza con la que el autor ha sabido sintetizar la mayoría de los desafíos a los que se ha enfrentado –me gustan, de modo especial, como me ocurre con otros trabajos suyos, las breves notas monográficas sobre películas concretas, que están pidiendo a gritos una recopilación monográfica aparte– y la preocupación por ofrecer, en todo momento, una exactitud minuciosa en todas sus afirmaciones, con una bibliografía exacta y al día, sin olvidar el filón de la Red, pero sin exagerar esta vía, sino situándola en el justo medio de un recurso contemporáneo, enormemente útil, pero no el único, ni el mejor.

El desconocido cine mudo español

El estudio del profesor Emilio García Fernández se sitúa en otra óptica distinta, aunque también exhiba una amplitud temática al borde de lo heroico, sobre diversos aspectos del cine español, desde sus orígenes hasta el final de los años 40; es decir, cuando concluyó el largo enfrentamiento entre los españoles que comenzó en 1936. Se trata de una monografía al uso en la que el autor ha invertido varios años de trabajo y que conocí en su primera versión, inédita, cuando la presentó en sus ejercicios para la cátedra de Historia del Cine que ostenta en la Universidad Complutense de Madrid. La editorial Ariel de Barcelona ha buscado un formato muy austero, en el que las imágenes brillan por su ausencia, atenta, sin duda, a motivos económicos más que razonables, pero, si las ilustraciones gráficas son necesarias casi en todo momento, aquí resultarían, si cabe, doblemente imprescindibles, por lo que su ausencia constituye una de las insatisfacciones de esta obra que, al margen de este pequeño y gran detalle, debería ser de lectura imprescindible para todos los estudiosos de los problemas de nuestro cine.

La obra se ocupa de varios ámbitos de estudio: la historia, la industria, la filmografía de nuestro cine y, además, revisa los documentos correspondientes al periodo 1896-1939, es decir, desde los comienzos hasta el final de la guerra civil. La sensación del lector –al menos de este lector– es que se ha elegido una perspectiva amplia en exceso, que intenta abarcar demasiadas cosas, en detrimento de cada uno de los cuatro epígrafes particulares del subtítulo, cada uno de los cuales, por su complejidad, hubiera merecido un trabajo monográfico in extenso, aunque es verdad que el desarrollo industrial se lleva la parte del león.

El trabajo de García Fernández es riguroso y ajeno a cualquier oropel, centrado en la exactitud de los datos y precisiones, que renuncia a lo que atrae al público por encima de todo –vida amorosa de las estrellas, escándalos, aspectos políticos de la vida cinematográfica, análisis ideológico de las producciones…– para ocuparse de aspectos económicos y sociológicos con encomiable rigor. No ofrece, como es lógico, afirmaciones concluyentes o definitivas, que no tendrían razón de ser en el contexto de este estudio, sino que se apoya en una tradición bien depurada de examen minucioso de las aportaciones previas, y ofrece numerosos datos e hipótesis variados con una sana humildad, tras escrutar documentos, folletos e informes, desdeñados con frecuencia por otros historiadores y, sobre todo, tras desmenuzar toda la bibliografía disponible, cribándolos y comparándolos entre sí de manera exhaustiva, para rechazar las invenciones estrambóticas y los detalles irrelevantes, quedándose sólo con lo que vale la pena.

El periodo estudiado, además, es muy significativo, porque es el menos conocido, al que se dedica, lógicamente, menor atención en los programas universitarios, conferencias y obras de divulgación. Hace falta una infinita paciencia y muchos años de esfuerzo constante y humilde para llegar a este resultado, donde brilla lo más relevante y significativo, desdeñando el resto. El libro está pensado para estudiosos exigentes, aunque algún alumno de tercer ciclo lo podrá aprovechar al máximo, sobre todo si aprecia el encanto inimitable de la época estudiada o, especialmente, si prepara una tesis porque, entonces, se convierte en un texto de consulta imprescindible.

Artículo extraído del nº 56 de la revista en papel Telos

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