P
Philip Schlesinger: Entre lo público y lo privado


Por Luis Alfonso Albornoz

Para el año 2001 el profesor e investigador Philip Schlesinger, experto en el área de Comunicación y editor asociado de Telos desde su creación, ha sido nombrado titular de la Cátedra Hispano-británica "Reina Victoria Eugenia" de estudios de doctorado de la Universidad Complutense de Madrid.

Graduado con honores en Oxford en Filosofía, Política y Economía (1970) y doctorado en Sociología en la London University (1975), Schlesinger dirige actualmente el Media Research Institute de la Universidad de Stirling (Reino Unido), del cual fue fundador. A la actividad que desarrolla en Stirling y, este año, en el curso de doctorado en la Universidad Complutense, debemos sumar su tarea, ininterrumpida desde 1993, como profesor de Medios y Comunicación en la Universidad de Oslo.

El trabajo académico de Schlesinger ha contribuido a desarrollar los estudios sobre la sociología de los medios de comunicación, la comunicación política, el análisis de la relación entre los medios y el crimen y la violencia, así como el análisis teórico y los debates acerca del concepto de "europeidad". Asimismo, a través de un frondoso trabajo ha contribuido a difundir y analizar la producción académica latinoamericana sobre cultura y comunicación. En los últimos veinte años Schlesinger ha sido el autor o coautor de nueve libros o monografías; su último libro, Open Scotland? Journalists, spin doctors and lobbyists, publicado el presente año, analiza el tema de la autonomía escocesa y las relaciones entre los medios de comunicación, los políticos y los lobistas.

En una de sus estancias en Madrid, hemos tenido oportunidad de disfrutar de la amabilidad del profesor Schlesinger y recoger las siguientes impresiones.

La investigación condicionada

Telos: Además de su experiencia como investigador, usted ha venido reflexionando acerca de las condiciones en que hoy se desarrolla la investigación sobre la comunicación en su país, en particular, y en otros países. ¿Cuál es su visión actual sobre este tema?

Philip Schlesinger: Me parece importante hablar sobre este tema pues ejemplifica la importancia del contexto del sistema educativo nacional que para la mayoría de las personas es el marco del cual proviene la investigación. En mi propio contexto lo que me parece más importante es la tendencia dirigies la tendencia dirigista que tienen los grandes subvencionadores. Por ejemplo, los consejos nacionales de investigación, escogen temas muy ligados a los intereses del Estado y a la moda que influye sobre los intereses del Estado, y presentan estos temas a la comunidad de investigadores, que debe entrar en competencia por becas y subvenciones en los términos ya establecidos. Esto se convierte en un modo dominante de configurar la investigación porque si no te avienes a jugar este juego quedas marginado. En inglés tenemos un término para definir este fenómeno: the audit culture, la cultura de la auditoria (01). Es decir que debemos satisfacer a nuestros patrones a través de indicadores de performance.

Hay pues una filosofía que indica que lo más importante no es que la investigación pueda generar su propia problemática, sino que es necesario consultar con los usuarios, es decir, con las empresas, con el gobierno y, normalmente, con los medios, para construir proyectos que sean “relevantes”.

Estamos así ante un nuevo modo de producción que está muy organizado y que constriñe, cada vez más, la independencia del pensamiento, la capacidad de producir una problematización independiente. Este es un modelo que evidentemente se está universalizando. Hace un decenio, en mis viajes por Australia, América del Sur o Escandinavia, la gente me decía que los británicos eran unos maníacos porque habían creado un sistema que no tenía ninguna lógica. Ahora parece que el virus se ha expandido. Hay un intercambio de modelos de hacer investigación muy claramente ligado al status actual de nuestro modo de producción. No es un accidente, es algo integral al concepto de utilidad del individuo, de la creación de un cuasi mercado en el sector público, de la doctrina de la contabilidad para todo lo que haces, de la doctrina de producir cifras para todo. Es una mentalidad que se impone con fuerza sobre toda persona, es imposible evitarlo.

Naturalmente continúan existiendo espacios en los cuales puedes hacer tus propias cosas, pero si quieres dinero y quieres crear grupos de investigación es cada vez más difícil evitar este tipo de sistema que está racionalizando nuestra producción académica. Probablemente, no ha llegado a este punto en España, pero se ha convertido en un modelo muy conocido en otros países. Lo inquietante es que ahora ya no es chocante para investigadores de muchos países entender lo que estoy diciendo.

Telos: En Los artificios de la razón imperialista de Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant (02), los autores plantean la difusión de lo que denominan «pensamiento EE.UU.» en las ciencias sociales, tanto desde el punto de vista de la terminología como de los temas a abordar. Un ejemplo que dan es el de la influencia de las fundaciones norteamericanas, como la Fundación Rockefeller, que están guiando la investigación en las ciencias sociales. ¿Siente esa influencia en el mundo académico británico o europeo?

P.S.: El argumento de Bourdieu y Wacquant es el siguiente: vivimos en una esfera de poder (asimismo una esfera pública internacional) dominada culturalmente a todo nivel por los Estados Unidos. Ese contexto tiene implicaciones no solamente en la cultura popular, sino también en la cultural intelectual y, especialmente, en la fabricación de teorías y conceptos que pueden influir nuestro modo de pensar. El texto de los dos sociólogos franceses es un J’accuse: dicen que las corrientes dominantes de las ciencias sociales se han comprometido con una versión de la realidad puramente generalizada de la actualidad específica estadounidense. El uso de conceptos como raza, underclass, political correctness, etnicidad, reflejan el terreno norteamericano, y no, por ejemplo, el latinoamericano o el europeo.

Me parece que hay algo importante en este argumento; pero es poco original, y pertenece a una crítica del imperialismo cultural y de la historia de las ideas ya conocido desde hace decenios. Al mismo tiempo, es una reflexión desde un punto de vista típicamente francés que se diferencia con insistencia del mundo anglosajón. Naturalmente, hay un límite en toda crítica de este tipo: tiene una tendencia determinista, pero al mismo tiempo necesita dar espacio a los críticos mismos para escapar de un determinismo que produce el conformismo. Pero el privilegio conceptual del crítico implica su propia posición de ventaja estructural epistemológica, y ésta no se explica.

En nuestro campo de investigación particular, los dos autores tienen razón en que el lenguaje conceptual -por ejemplo en el campo de los cultural studies- puede replicarse acríticamente, con consecuencias importantes para nuestra capacidad de analizar la realidad sociocultural. Asimismo, tienen razón en señalar que existe un impulso editorial de vender libros y revistas al otro lado del Atlántico que puede influir profundamente en la producción intelectual.

Es verdad, también, que los think-tanks influyen mucho en la cultura política. Sobre esto, estoy de acuerdo.

Pero, existe también el peligro de exagerar la conformidad intelectual y la presión estructural ignorando, no obstante, las estrategias de resistencia y de formular alternativas. Vivimos en contextos nacionales que se diferencian y estos contextos se contraponen a la ‘globalización’ y producen variaciones. El círculo no es cerrado -como reconocen Bourdieu y Wacquant solamente en las notas de su texto-, y en los escasos casos en los cuales reconocen trabajos de mérito no explican cómo es posible escapar a las determinaciones ideológicas que afligen al resto de los trabajos. En un modo típicamente francés, Bourdieu y Wacquant ven a Gran Bretaña como el caballo de Troya norteamericano. Es verdad que en mi país la vida política y, sobre todo, la organización de la economía han estado desde hace veinte años más próximas a los Estados Unidos que anteriormente. Pero es importante no promulgar un discurso simplificador sobre la vida intelectual y política mundial: en realidad puedes encontrar mucha resistencia a la ideología dominante, pero no es conveniente reconocerlo porque complica demasiado el análisis.

Telos: Hace unos años la academia británica asistió al debate entre los cultural studies y corrientes más críticas del pensamiento, como la economía política de la comunicación. ¿En qué ha quedado ese debate? ¿Cuál es el panorama británico hoy?

P.S.: Sin duda la economía política es hoy en día en el Reino Unido un deporte minoritario, y también la sociología de la comunicación es igualmente minoritaria. Hay poca investigación profunda empírica en medio de una inflación de estudios bastante superficiales. Pero, al mismo tiempo, es importante no caer en la trampa de demonizar campos opuestos. Creo que hay algunos que trabajan en el contexto de los estudios culturales que hacen un buen trabajo y otros que trabajan en el campo de la sociología o de la economía política que hacen un malísimo trabajo. Me parece que las etiquetas llegan a ser un problema para el análisis. Lo que sí me parece trascendental es seguir una problemática importante y realizar investigaciones que utilizando cualquier método lleguen a resultados sin doctrinas.

Lamentablemente hay una postulación en el contexto británico que no nos ayuda a hacer un trabajo bien hecho y esto representa un bloqueo para nuestro progreso. En mi caso, muy conscientemente, no pertenezco a ninguna corriente ni tengo ningún interés en entrar en esta disputa que me parece infructuosa. Es claro que mi propio trabajo puede ser utilizado por gente que comporta una variedad de etiquetas y de inclinaciones. Me parece que tenemos un objeto de estudio que es la cultura, que es la comunicación, y entendemos bien que existe un juego de distinciones bourdieuano en el campo académico, muy ligado a la configuración de disputas que no arrojan mucha luz al lector.

En el actual contexto británico estamos en el momento de evaluar la investigación que se realiza cada cinco años. De hecho, soy el presidente de la comisión evaluadora nacional y un crítico en el interior del proceso evaluador que quiere mejorar sus efectos. Esta evaluación quinquenal pertenece a la racionalización del campo académico del que he hablado anteriormente. Es claro que hay una fuerte presencia de investigadores en Gran Bretaña en el campo de la comunicación, la cultura y los medios. Por lo menos hay 450 personas pertenecientes a 45 instituciones que, en muchos casos, producen trabajo de mérito. Es decir que cuando nos retiremos de la rumorosa lucha sobre las etiquetas, veremos que hay una base muy sólida de producción. Mi consejo es que quien esté interesado en la materia lea lo que se produce y no se preocupe demasiado por las etiquetas. Así, creo, podremos llegar a una opinión informada.

Nuevas tecnologías: ¿nueva cultura audiovisual?

Telos: Según algunos autores parecería que nos encontramos ante una nueva cultura audiovisual, de formas nuevas de comunicarnos y de informarnos, que no pertenece a una cultura nacional sino a una cultura, llamémosla, planetaria. En primer término, ¿es esto así?; luego, ¿cómo deberíamos estudiar esta nueva cultura audiovisual?

P.S.: En primer término debemos definir qué entendemos por una nueva cultura audiovisual, qué componente es nuevo. Probablemente lo nuevo esté ligado al uso del ordenador y a las nuevas técnicas de producción digital. De hecho, no estoy absolutamente convencido de que haya una revolución en la forma de comportarse de la gente. La mayoría continúa consumiendo cine y televisión; este consumo permanece dominante, y por ello es la experiencia cotidiana dominante. A este consumo debemos añadir las relaciones entre el hombre y la mujer con el ordenador y la entrada en el espacio virtual, el espacio de Internet y el uso, por ejemplo, del e-mail. Sin embargo, no me parece una modificación significativa del consumo audiovisual. Existe la posibilidad de recibir imágenes utilizando el ordenador pero se trata de un modo de uso que es minoritario y que no da mucho placer en comparación con los modos tradicionales de consumo audiovisual. Por este motivo, soy un poco escéptico acerca de las afirmaciones del tipo «una revolución está teniendo lugar en estos momentos».

El audiovisual ha sido globalizado desde el inicio del siglo XX. El cine atraviesa fronteras y éste no es un fenómeno nuevo. El deseo de controlar el movimiento de los productos culturales es evidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y todos los argumentos sobre la protección cultural y la necesidad de crear industrias culturales nacionales son muy antiguos. Todo es muy repetitivo. Se puede tomar un texto de los años veinte del siglo pasado y se comprueba que fundamentalmente no es tan diferente de un texto escrito más recientemente. No hay mucha complicación en este argumento: es la idea de que cada etnia o nación tiene su propia producción y ésta está ligada a su identidad cultural o práctica nacional o frases de este tipo. Y esto es realmente absurdo porque la cultura es algo vivo, no es algo tan disciplinado.

Por tanto no me resulta tan obvio que exista un cambio dramático reciente. Si hay un cambio, es el hecho que utilizamos el ordenador para cosas muy banales. El modo de comportarse tiene efectos muy variables sobre la cultura. Si tú pasas, por ejemplo, mucho tiempo haciendo surfing como hobby y, eventualmente, tus condiciones cambian y en otro tipo de vida no puedes hacerlo puede ser una fase transicional de juventud. Y, según mi experiencia, la utilización de los nuevos medios de información es absolutamente banal: buscar un vuelo barato, buscar algún libro que quieres, contactar con un amigo en la Argentina fácilmente sin utilizar el teléfono, visitar sitios web que te interesan porque tienes una obsesión de un tipo particular. Imágenes que se han sacado de este mundo pueden ser utilizadas en el entretenimiento general, también pueden ser recicladas en el cine contemporáneo, en el drama, en las noticias. Pero esto no es una revolución. Es otra dimensión de construir la imagen de la vida cultural cotidiana.

No me parece por tanto que debamos repensar de nuevo nuestro campo de estudios. Me parece, especialmente si ves lo que hacen las grandes empresas, que estamos en un momento de incertidumbres estratégicas. Muchos gobiernos han proclamado la necesidad de adaptarse a la Sociedad de la Información por segunda vez en veinte años y la gente no se adapta según las proclamaciones. La gente hace lo que quiere, utiliza lo que es conveniente utilizar. Tú no utilizas el teléfono celular para acceder a Internet sino para hablar con amigos. Hay un aspecto del marketing de la tecnología durante el decenio pasado que en inglés se denomina hype –es decir, hiperbolizar- que es absurdo, pero que al mismo tiempo ha convencido a gobiernos y empresas para invertir de un modo poco equilibrado. En todo caso estas inversiones no pueden producir efectos mágicos.

Telos: Tengo la impresión que al referirse a una cultura audiovisual ha puesto el acento en la palabra audiovisual y en la cuestión tecnológica. Sin embargo, ¿qué es lo que están construyendo en término de valores los medios de comunicación?. ¿Podríamos calificar a esos valores como planetarios?. ¿Son esos valores propios de algunas particulares culturas nacionales y se hacen planetarios?

P.S.: Me parece que hay una fuerte influencia de la cultura norteamericana, aun en mi país, pero no creo que todos estemos en una misma situación. Por ejemplo, hoy nos encontramos en Madrid donde el peso que tiene la familia es importante en la sociedad, pero en mi sociedad no lo es en el mismo sentido. Aquí, la práctica católica permanece como un aspecto importante entre la gente y esto no es así en mi país. Hay también muchas variantes de cultura política y económica que pueden influir en la recepción de la “cultura global” y domesticarla variablemente. En el caso de la televisión y del cine me parece que no estamos frente a una nueva situación.

Es arriesgado referirse siempre a una edad dorada, confundir nuestra memoria con la realidad, confundir la interpretación del pasado con lo que ha pasado realmente. No me parece analíticamente bien fundado aislar los efectos de la cultura audiovisual de los planteamientos más rudimentarios en la sociedad pero que pueden influir más profundamente, por medio de la educación y de la familia, sobre los valores culturales.

El uso del ordenador no me parece necesariamente incluido en la cultura audiovisual porque haya imágenes sobre la pantalla. Para la mayoría de nosotros que trabajamos con ordenadores es un medio para producir más; para otra parte de la sociedad es un modo de divertirse. Pero no creo que deba ser calificado como un aspecto de la cultura audiovisual. Me parece que el uso del ordenador debe ser categorizado como una actividad diferente, y por este motivo probablemente necesitamos analizarlo en un contexto distintivo y puede ser una cosa coyuntural que esté ligado al audiovisual o no.

Concentración multimedia vs. interés público

Telos: Como bien conoce, la concentración de medios es un fenómeno mundial contemporáneo que desde mediados de la década de los 80 se va agudizando paulatinamente hasta nuestros días. ¿Podría hacer un balance de este proceso y señalar cómo ve hoy la conformación del mosaico mediático a nivel mundial?

P. S.: Tiene razón en señalar que se trata de un proceso que aumenta cada día. Lo que me parece importante es interrogarnos acerca de las consecuencias. Una consecuencia evidente es que no sólo hay concentración de poder mediático sino, al mismo tiempo, de poder económico y, también, político. Por ejemplo, se puede encontrar en Europa grupos como los de Murdoch y Berlusconi, que en modos diferentes, directa o indirectamente, les otorgan poder político. Esto me parece una cosa muy importante. Si se analiza el caso de Rusia, también, se encuentra que la confrontación entre la gente de Putin y el poder massmediático es una cosa muy evidente hoy en día. Es decir que la concentración es totalmente un fenómeno económico-político con una lógica económica.

En el contexto actual, un aspecto motor es el deseo de cubrir todas las bases en todos los medios. Se trata de crear un fenómeno multimediático para producir economías de escala y alcance, y para intentar racionalizar las incertidumbres del mercado. Ésta es una función claramente importante. Naturalmente, este control de riesgos es al mismo tiempo imposible, porque resulta imposible cubrir todas las actividades. Es imposible conocer precisamente si, por ejemplo, la e-economía será rentable si tú creces en la dirección de la digitalización. Me parece que estamos en un momento muy interesante en el cual el equilibrio entre los llamados medios tradicionales –prensa, radio y televisión terrestre- han llegado a un cierto límite de rentabilidad y hay una tentativa de innovar globalizando a los nuevos medios y conformando grupos más o menos equilibrados. Pero los riesgos de esta estrategia están creciendo y se han puesto en evidencia durante el año pasado con el fracaso de la e-economía, la disminución del valor de las acciones en este campo, etc. Quizás estamos en un punto clave de este proceso de concentración y de la explotación de nuevas posibilidades. En este momento, creo, tenemos un desequilibrio potencial en el mercado de los grandes grupos.

Todo esto naturalmente tiene implicaciones políticas y, también, culturales. Las implicaciones políticas están muy ligadas a la necesidad de ignorar las fronteras, de ignorar los confines nacionales, de internacionalizar, o -en la frase convencional de moda- de globalizar las acciones y la rentabilidad de los grandes grupos. Y esto supone una internacionalización del poder mediático que a veces puede desestabilizar la política nacional y, por cierto, pesar de un modo importante en muchos contextos políticos nacionales. Esto es un hecho ya conocido desde hace decenios en América Latina, pero también en Europa occidental está muy presente. Culturalmente creo que tenemos un contexto bastante paradójico porque hay una dominación del producto audiovisual norteamericano en muchos países, pero también existe la posibilidad de que países como Brasil o México entren en el círculo de disfrutar la posibilidad de exportación hacia América del Norte. Esto no implica un desafío directo a las nociones de imperialismo cultural, pero es un modo de edificar un área cultural correspondiente a la presencia latina en el corazón de América del Norte.

Es decir que al mismo tiempo que existe un flujo de productos globalizantes, se da también un momento nacional, de resistencia nacional y un gran gusto por consumir lo nacional. Lo que señalo es muy evidente, por ejemplo, en la prensa que es primordialmente un medio nacional. Naturalmente existe una prensa de elite, sobre todo en inglés, que puede traspasar los confines nacionales, pero es sólo para la clase económica dominante y para informar a las instituciones políticas sobre todo en asuntos externos. Sin embargo, el consumo de noticias y de entretenimiento en la prensa escrita es nacional. Es decir que lo nacional mantiene una gran importancia en un mundo globalizado y cuando examinamos el consumo de lo filmado, es evidente también que hay gustos que están ligados a realidades nacionales, al tiempo que hay una producción que está ligada a la condición de transnacionalidad. Es decir que podemos llegar a una situación en la cual haya mucha concentración mediática -y de poder político y económico que son aspectos de ésta- pero, al mismo tiempo, hay un modo de circulación de productos culturales que debe jugar el juego de lo nacional. Han pasado ya veinte años desde que se pensaba que existía una relación lineal entre producción cultural y dominación ideológica. Pero en el contexto actual afirmar esto es bastante arriesgado. Esto no quiere decir que no existan otros tipos de influencias como por ejemplo vender e internacionalizar formatos del tipo ¿Quién quiere ser millonario?, Gran Hermano, Isla de Tentaciones, etc.. Esta es otra manera de globalizar valores: el valor del dinero, el del deseo de jugar, el de asumir riesgos, etc. Es difícil medir qué impacto tiene todo esto pero está claro que está muy ligado a la fantasía de transformar la vida personal y que poca gente puede ser indiferente a este tipo de llamada.

Telos: El pasado cinco de mayo en el diario español El País se publicó un artículo de Jeremy Rifkin en el cual denunciaba la presión que están ejerciendo 37 de los principales economistas norteamericanos a la FCC para que ésta acceda a que las empresas de radiodifusión que tienen en concesión parte del espectro radioeléctrico puedan subalquilarlo en mercados secundarios. Rifkin denuncia un plan parcial de privatización del espectro radioeléctrico. ¿Cuáles considera que son las tendencias a medio plazo? ¿Va a continuar la concentración de medios? ¿Va a acelerarse la comercialización de los formatos híbridos globales?

P.S.: Creo que sí. El que cita es un ejemplo interesante; tenemos algo parecido en Gran Bretaña donde desde los años noventa ha sido una lotería obtener el derecho de emisión de televisión. También existe un contrapeso a esta subasta por las frecuencias radioeléctricas que se expresa en la necesidad de mantener un cierto nivel de calidad, aunque podemos discutir si realmente se ha aplicado. Me parece que otra vez estamos en el momento de decidir entre el principio de mantener una idea del interés público o vender todo al dios de lo privado. Espero que, por lo menos en Europa, no sigamos el camino norteamericano si eventualmente se llega a vender el espectro. Esto me parecería un paso muy negativo porque existen otros valores aparte de la rentabilidad. Hay una herencia que es el patrimonio de cada comunidad y ésta debe ser una herencia equilibrada.

Llevamos casi un cuarto de siglo, por lo menos en Europa, en una situación de principios en pugna. No tenemos una realidad estable donde podamos ser conscientes de gestionar la tensión entre lo privado y lo público de un modo adecuado. Me parece muy importante entender que en este momento lo público está bajo mayor presión que lo privado. En esta situación es decisivo defender el principio del interés público y hallar una modalidad moderna de gestionar lo público que sea aceptable en el contexto actual, porque es claro que no estamos en los setenta sino que se trata de un nuevo contexto político y económico. Existe también una lucha sobre el principio de cómo equilibrar estas tensiones. En relación con este punto yo tengo un punto de vista de suma cautela sobre el todo mercado puesto que éste no es un principio sin costes sociales.

Estados y mercados

Telos: Sin embargo, el crecimiento de las empresas capitalistas ligadas a la información y al entretenimiento, en muchos casos, contó con el guiño de los propios estados nacionales.

P.S.: Sí, esto es un problema. Por ejemplo, en Gran Bretaña el esbozo de la futura ley sobre las comunicaciones es liberalizante. En el equilibrio hay más espacio para el principio de rentabilidad del mercado que para la defensa de los valores culturales, por ejemplo, para la educación o el ideal del espacio público. Éste es solamente un ejemplo entre muchos. Es claro que el mercado no es autónomo, el mercado es un fenómeno económico que depende sobre todo del modo de construcción del espacio económico dentro del Estado-nación. Es sobre todo el Estado quien crea una versión del mercado que puede aceptar propuestas de intereses capitalistas particulares. En el contexto europeo es claro que existe un mercado supranacional, el mercado europeo, y en el marco de éste existen mercados nacionales que funcionan de modos diferentes. Éste no es un aspecto particular, es un aspecto de la realidad en todas partes del mundo. Es decir que el Estado es un modo de interpretar y de gestionar los impulsos de la economía internacional, es un mediador de hecho que puede influir en el juego en su espacio. Por ello es muy importante influir en el debate sobre los principios con argumentos políticos. Existe un aspecto del pensamiento contemporáneo que marca que la globalización es una cosa inevitable, que no tiene remedio, que no podemos hacer nada; pero esto es mentira. Probablemente no podemos hacer absolutamente todo, pero podemos modificar, podemos disputar, podemos producir leyes que sean diferentes a las de otras partes del mundo. Por esto la instancia estatal continua siendo muy importante.

Telos: Observo que valora cierta autonomía de la instancia estatal-nacional capaz de dialogar y jugar en un mismo plano con las fuerzas del mercado. Ahora, me pregunto si esta autonomía del Estado es válida también dentro de otros contextos regionales, como puede ser el contexto de los países de América Latina.

P.S.: No, creo que el planteamiento es menos válido. Como ocurre en el contexto europeo, hay límites. Sin embargo, no debemos concebir el mundo como un mundo de Estados aislados, individuales. Hay agrupamientos de Estados, existen instituciones legales para resolver diferencias entre Estados y todos los Estados están conformados por relaciones de poder. El Estado no es un espacio neutral sino de relaciones de poder. Es claro que en estos momentos el poder económico mundial depende de tres grandes actores: América del Norte, Japón y, ahora, la Unión Europea. Y los intereses de estos tres bloques no siempre coinciden.

Otros actores, naturalmente, tienen una voz menor en este proceso. No podemos parangonar las condiciones de subdesarrollo con las economías más avanzadas. Reconozco que existen problemas para Estados individuales débiles si intentan resistirse a la conformación de un área económica favorable a los Estados Unidos. Es evidente que hablo sobre todo de la experiencia de la Europa occidental donde sí creo que hay espacio y fuerza, si queremos, para producir un modelo alternativo. Sé que en América Latina existe a veces la ilusión de que Europa puede ser una alternativa a los Estados Unidos, especialmente en el campo cultural. Pero, en este momento creo que probablemente todos estamos desilusionados por la ausencia de progreso en este sentido.

Telos: Frente a este panorama, avizora mecanismos sociales de contención por parte de la propia sociedad civil, más allá de la actuación de los Estados nacionales.

P.S.: En este nivel creo que hay poca resistencia. Por cierto, en el contexto europeo me parece que si hay resistencia, ésta puede ser algo muy ambiguo porque puede estar ligada a un nacionalismo retro, es decir, a un modo muy defensivo de concebir el espacio cultural. Es interesante, según mi experiencia, ver cómo cuestiones de política cultural y de política comunicacional tienen poco interés para la sociedad civil, es decir, para la mayoría de personas, si por la categoría sociedad civil no entendemos solamente a los profesionales de las ONG´s y de los grupos de presión.

Realizar proyectos alternativos en el campo de la cultura y, también, en el campo de la comunicación pertenece, sobre todo en este momento, al dominio del experto. No hay movilización frente a esta temática salvo en el caso de la defensa de una cultura nacional muchas veces ligada a un nacionalismo probablemente no progresista. Esto es un problema porque: ¿quién puede entrar en el discurso sobre las políticas de comunicación? Están los think tanks, los gobiernos, los funcionarios que asesoran a los gobiernos y los universitarios, y estos últimos muchas veces están comprometidos como ayudantes de proyectos estatales o de proyectos de empresas. Hay poco espacio para una discusión que debe invitar a la mayoría a considerar este dominio. Debemos preguntarnos ¿por qué ese efecto de la satisfacción con el mundo cómo es?, ¿es que la gente no se concibe capaz de entrar en un discurso que parece un discurso propio del experto y en el cual las consecuencias no son evidentes? Es muy complicado.

Por ejemplo, el tema de la concentración de medios a nivel popular es mayoritariamente un discurso acerca de personalidades del tipo de Murdoch, Berlusconi o Kirch. Es difícil para alguien que no posee una formación adecuada escuchar los argumentos y no pensar en ese problema como una confrontación entre ciertos individuos y el Estado. Al mismo tiempo, los partidos políticos no tienen mucho interés en ampliar el conocimiento público porque desde el punto de vista de un partido siempre se trata de ganar ventaja inmediata: criticar la concentración porque ahora es conveniente, pero mañana, probablemente, sea conveniente negociar con los barones de los medios.

Debido a esta circunstancia hay una carencia de argumentos acerca de qué es una cultura y un espacio comunicacional organizados bajo el principio del interés público. Hay una falta prácticamente total de un tipo de discurso que invite a cada uno a ser protagonista en la discusión. Creo que nosotros en las universidades no ayudamos mucho porque estamos muy especializados y hablamos entre nosotros, con los expertos del campo que pertenecen a grupos editoriales o al gobierno, pero hemos perdido el modo de hablar política y públicamente de un modo comprensible. Éste me parece un fenómeno del último cuarto de siglo, claramente ligado a la transformación de la esfera pública, de los partidos políticos y del movimiento sindical.

Artículo extraído del nº 51 de la revista en papel Telos

Ir al número Ir al número


Avatar

Luis Alfonso Albornoz