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El cine como objeto de reflexión


Por Antonio Lara

Se ha dicho con cierta frecuencia que nuestra época es deficitaria en el delicado tema de la reflexión cinematográfica, especialmente si la comparamos con otros años -el decenio de los 20, por ejemplo- en los que ese pensamiento, aplicado al nuevo arte de las imágenes animadas, era bastante abundante. Y no sólo destacaba la gran cantidad de textos y obras, sino que entre esa multitud de escritos y propuestas había algunos cuyo valor se sigue apreciando en nuestros días y que hoy constituyen una parte fundamental del patrimonio de la humanidad. Se podrá argüir que aquellos eran tiempos fundacionales y que esa juventud del medio era, precisamente, la causa de esa auténtica floración de estudios y comentarios, algunos de los cuales fueron capaces de remontar la tentación de lo efímero para transformarse en algo permanente, en una aguda reflexión sobre lo que es, o sobre lo que empezaba a ser el cine, ese entretenimiento tan joven, mera prolongación de las posibilidades de la física recreativa, que aspiraba, en ocasiones, a convertirse en un nuevo arte, precisamente el séptimo.
Ahora, con la perspectiva y el desengaño que sólo puede ser el resultado del paso del tiempo, muchas de aquellas pretensiones se redujeron a esos vanos intentos de escapar a la barraca de feria donde se proyectaban muchas de aquellas producciones primitivas, ingenuas y hasta inocentes, hechas a trancas y barrancas, y cuyo mayor encanto radicaba, precisamente, en haber sido realizadas con absoluta sencillez, sin pretender copiar al arte afincado y estable de las páginas impresas, al que se hacía en los escenarios teatrales o al que surgía, a veces, en las salas de concierto, al compás de las partituras viejas de siglos. Gran parte de los aciertos indiscutibles de aquella crítica incipiente -que pretendía afincarse y ennoblecerse gracias a algún planteamiento teórico audaz, que unas veces surgía por casualidad y otras empujado por un indiscutible talento- consistió, desde luego,en la habilidad o en la intuición para distinguir lo consabido (la simple copia o prolongación de las conquistas previas de la escena o de la novela popular al celuloide) de lo que, realmente, constituía algo nuevo, aunque siempre afincado en la tradición humanística occidental, sin la que nada hubiera sido posible, porque, como recuerda el viejo dicho, «la naturaleza tiene horror al vacío».
En estos años de fin de milenio, en cambio, casi a punto de cumplirse el primer centenario de la invención de las imágenes en movimiento, la cosa es radicalmente diferente. Ya no estamos -ni podríamos estar, aunque lo pretendamos- dentro de esos planteamientos ingenuos en los que casi todo es, o parece, nuevo y milagroso, sino que la situación es radicalmente distinta, dominada por la complejidad y la multitud de perspectivas, la mayoría antagónicas o excluyentes. Precisamente por eso, los contados libros que intentan huir de la anécdota o del comentario a ras de tierra, sin meterse en honduras, son doblemente apreciados, por su escasez y por su noble audacia. La obra de Juan Hernández Les, Cine y literatura: la especificidad de la imagen fílmica (1), es una buena -y oportuna- muestra de esta aspiración a la palabra cinematográfica que se afianza y afirma en tiempos de penuria, con la noble ambición de aportar algo distinto de lo consabido y anodino. El estilo de este joven autor -al que los aficionados recuerdan por su larga trayectoria crítica, desarrollada en varias publicaciones y, hasta hace pocos meses, en La guía del ocio de Madrid, y por sus libros especializados en cine, entre los que hay que destacar los que consagró al cine de autor, a Berlanga y a Elías Querejeta- es polémico y audaz, abundante en afirmaciones concluyentes, que no es necesario compartir para tener en cuenta, y arranca de unas pocas convicciones, serias, que desarrolla con osadía y, sobre todo, con conocimiento de causa.

UNA OBRA POLÉMICA

Este es un libro universitario, en el sentido de que se apoya en una amplia bibliografía previa, para desarrollarla o contradecirla, dos modos de tenerla en cuenta con igual seriedad, atento a las exigencias de una documentación estricta y completa. Ha sido escrito con sencillez y rigor, pero no pretende complacer a nadie ni halagar a los lectores perezosos, sino que huye de esa tradición académica, en la que -demasiado a menudo- el conformismo y las precauciones ahogan la originalidad. Hernández Les pretende, y consigue, afirmar su personalidad, para entrar con claridad en ese terreno movedizo y vivo de la obra juvenil que pretende ofrecer las opiniones con humildad, sin alzar la voz, y, simultáneamente, con un sano atrevimiento, porque sólo del contraste y de la discusión puede salir la luz.
Juan Hernández Les parte de un punto de vista que nos recuerda a André Bazin (de hecho, de forma explícita, reivindica en su texto la herencia baziniana) esto es, la referencia a una forma de análisis de la realidad cinematográfica que no prescinde de los métodos humanistas, los mismos que la tradición occidental ha puesto en práctica en los últimos siglos, aplicados a toda la realidad cultural en la que estamos inmersos, nacidos y vivificados por un gran conocimiento de las películas y de los autores, pero sin caer en beaterías ni adoraciones extemporáneas. No dudo de que su libro producirá pasmo en algunos -por ejemplo, cuando reivindica obras discutidas, como el Hamlet de Zeffirelli- y, aunque algunos de los autores que reivindica, como Ford, Hichtcock o Truffaut, estén, ahora, más allá de toda discusión, otros son más sorprendentes. Su estudio de las relaciones entre cine y literatura, uno de los ejes básicos de su estudio, merece la pena ser leído y tenido muy en cuenta.
No quiero dejar de lado -ojalá tuviera más espacio para comentar otros aspectos que merecerían un análisis pormenorizado- una dimensión sustancial de esta obra, la de haber sido escrita en español, y traducida al gallego -en una versión magnífica, a lo que se me alcanza, y para la que ha sido decisiva, a mi juicio, la intervención de José Coira- con el título de Especificidade da imaxe fílmica, editada por el Cegai, Centro galego das artes da imaxe. Es bueno, un magnífico antecedente, que las lenguas peninsulares no se reduzcan sólo a la anécdota de unos cuantos estudios autóctonos, sino que se apliquen, también a estos trabajos teóricos que ganan, si cabe, con tales traducciones.
Por encima de cualquier otra consideración, creo que estamos ante una obra densa, que debe ser leída con cuidado, y que abre nuevas direcciones en nuestro pensamiento cinematográfico hispano, aplicado a la riqueza sin límites de las obras más interesantes de este nuevo arte en pos de una indiscutible madurez.
(1)Especificidade da imaxe filmica. Ed. Cegai, Centro galego das artes da imaxe, Coruña, 1993.

 

Artículo extraído del nº 37 de la revista en papel Telos

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