La más reciente aportación de Armand Mattelart al estudio de las estrategias y comportamientos comunicativos y de su evolución bucea en las raíces y los motores que han constituido su impulso y su sustento mas confesados y explicitos a escala global. La comunicación-mundo (1) se plantea, desde su denominación y su declaración de intenciones, como una reconstrucción genealógica capaz de permitir el análisis de «las modalidades de implantación de las tecnologías y las redes que, desde el siglo XIX, no han dejado de repudiar las fronteras de los Estados-naciones y, a la vez, de poner de manifiesto los conceptos, las doctrinas las teorías y las controversias que han acompasado la construcción de un campo de observación científico cuyo objeto es la comunicación internacional» (pág. 13, cursiva del autor).
No insiste la obra en trabajos previos centrados en la historia de los avances o de las innovaciones comunicativas o en la sucesión de las teorías acerca de la materia, aunque se entrelace con esos quehaceres (2).
Su interés fundamental e innovador se concentra en clarificar lo que podemos denominar historia de la intervención de los poderes en la comunicación contemporánea, dedicando especial atención a la incesante y creciente interdependencia internacional. Con la parti- cularidad de que esa nuclear globalización ecuménica no se plantea, en el resultado entregado, como hipótesis para la demostración, sino como tópico evidente, como ojo de huracán, como leit-motiv directamente emparentado (por declaración expresa) con la homóloga noción braudeliana de economía-mundo.
En consecuencia, no insiste el autor de forma explícita en lo obvio, sino que se limita (nada menos) a exponer las implicaciones entre las políticas comunicativas preponderantes en el tráfico e intercambio internacional de información, la investigación en tomo a sus inspiraciones y a sus efectos, y las construcciones teóricas correspondientes.
Teje, así, una red escrutadora de las redes de comunicación y de sus génesis, usos y comportamientos Red que al extenderse y engrosarse ante los ojos del lector pone de manifiesto interconexiones bien significativas entre la evolución de todos los diferentes medios y sistemas de comunicación como elementos de influencia ideológica, de rentabilidad económica y de identidad cultural.
Estos tres ejes de referencia aparecen, por otra parte, desde el arranque de la obra, como guías para su ordenación estructural, pues el trabajo se propone o sintetiza en su prólogo original (El triángulo de la comunicación) como una revisión de los lazos tendidos, a propósito de la comunicación internacional y sus representaciones, entre la guerra, el progreso y la cultura. Estos tres vértices encabezan las tres partes en las que se ordenan los once capítulos (más una conclusión abierta) de la obra, y marcan la atención del autor, como referencia fundamental, en cada momento.
Pero su función estructurante no puede (ni quiere, evidentemente) ser mantenida a rajatabla, dado que las implicaciones entre las vertientes de la revisión, o las caras del triedro. son tan continuas como necesarias. El resultado nos sitúa ante la contemplación, e incluso la comprensión, del potente unitrino de la divinidad mediática. Guerra, progreso y cultura son, en última instancia, referencias constantes y, al mismo tiempo, conceptos simbólicos, en cuanto que remiten a contenidos más lejanos que los que sus directos correlatos encierran.
Así, la trascendencia del dominio del correo, del telégrafo, de la radio o de los satélites para el control de movimientos ajenos, de células insurgentes, de batallas psicológicas, en momentos de tensión o conflagración bélicas, es epicentro de toda una galaxia de censuras, intoxicaciones, persuasiones, indagaciones y teorizaciones justificativas que no pueden mantenerse ajenas a la penetración económica, a la consolidación de mercados de suministro o de venta y al tráfico financiero.
A su vez, la conexión entre intercomunicación y progreso, entre desarrollo tecnológico comunicativo y bienestar físico e intelectual, como paradigma de la expansión para la industria de la tecnotrónica y de la telemática, no puede separarse de la penetración mercantil general, de la interdependencia politicoeconómica, de la propagación e implantación sigilosa de un modelo de crecimiento basado en la circulación del dinero y en la excitación del consumo, o de la presencia y acción de regímenes militares en países en vías de desarrollo. La parcelación funcional del discurso del autor resulta, pues, forzosa y saludablemente retocada con variadas y sólidas pasarelas en el desarrollo efectivo de su indagación recopilatoria.
Esta particularidad de negación real de una auxiliar intención fragmentante, esos saltos de campo a campo entre las parcelas, preacotadas de la guerra (poder) el progreso (crecimiento) y la cultura (identidad) no vienen sino a enriquecer la revisión ofrecida. Y a constatar, como refuerzo del planteamiento fundamental del trabajo, el valor de su intensidad indagadora, de su amplitud de atención, de su dosificada densidad.
El modo de ir entretejiendo la gran red expositiva, con atención simultánea a la evolución histórica, a las variopintas interconexiones mediáticas y a las múltiples confrontaciones teórico-ideológicas constituye, desde mi punto de vista, el principal esfuerzo de la obra y es su mayor logro.
Lo es por su profundidad de enfoque, por su sostenimiento decidido y eficaz a lo largo de todo el discurso, y por su mantenimiento en el territorio de la estrategia expresiva del autor sin que éste ceda a la posible tentación de convertirlo en carne explícita del contenido directo que transmite.
Y lo es, en definitiva, porque desvela, con plena elegancia distanciada, que los grados de espontaneidad y de libertad, tan abrillantados y cacareados en estos territorios de la actividad humana, son, cuando no falaces, más aparentes que profundos, e incluso quintacolumnistas a la postre traidores a la misma causa que aseguran favorecer.
Todo ello se traduce en constatación, más o menos cómplice, para convencidos o iniciados en las realidades que se evidencian, y en revelación o reto, mas o menos discutibles, para catecúmenos o para militantes irreductibles del potente status quo. Y todo ello sin simplificaciones o maximalismos reduccionistas, sino con inmersión continua en reglas complejidades o en curiosas paradojas. En cualquier caso, ésta es una interpretación personal que, por la indicada actitud mostrativa (y no directamente demostrativa) del autor, puede encontrar divergencias o réplicas en otros lectores.
Al igual que caben discusiones en torno a la interpretación y reelaboración de los abundantes y bien documentados datos y testimonios que la obra presenta. Evitaré, pues, entrar en territorios más concretos o subrayar ciertos aspectos destacables por encima de otros, en una síntesis simplificante que tal vez rozase la divergencia o la descortesía con la respetuosa actitud del autor hacia su trabajo y hacia los lectores. Además, el ajustado y eficaz prólogo que a la edición española aporta Enrique Bustamante, me permite sustituir tal óptica interpretativa de revisión -a mayores o menores rasgospor una directa adscripción al contenido de esa introducción.
Sobre todo cuando afirma que se encuentra en el libro una reflexión humanista acerca de grandes problemas de nuestro tiempo y una crítica de sus grandes mitos: «De la tecnología como reto que exige respuestas globales e internacionales. De la empresa como nuevo centro de gestión de las relaciones sociales pero también como territorio de confrontación.
Del intelectual como figura mayoritariamente escorada hacia los medios y el poder. Del nuevo orden mundial como escenario revisitado por los maniqueismos…» (pág. 12). Lo que no me resisto a destacar, ya en la vinculación de la lectura con el entorno más próximo, es la utilidad que la obra puede (y debiera) tener para provocar, donde corresponda, una revalorización efectiva de la importancia de la investigación en el campo de las políticas de comunicación y de sus efectos, si no se quiere que nuestro crecimiento comunicativo continúe siendo hoja zarandeada por vendavales (e incluso soplos) ajenos y lejanos.
(1) MATTELART Armand: La comunicación-mundo. Historia de las ideas y de las estrategias. Madrid, Fundesco, 1993. 316 págs. Prólogo a la edición española: Enrique Bustamante. Traducción: Gilles Multigner. (2) Como guía para contextualizar este camino paralelo, la obra incluye un Apéndice de referencias cronológicas (págs. 281 a 295) que dan buena idea de las coordenadas en las que opera el autor.
Artículo extraído del nº 36 de la revista en papel Telos
Comentarios