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La ciber-revolución en marcha


Por Lola Cuenca Jaramillo

Editorial Gedisa. Howard Rheingold. Multitudes inteligentes. La próxima revolución social
Barcelona, 2004

Ciertamente el calificativo de ‘inteligente’ aplicado al gran número de personas que conforma una ‘multitud’ representa algo novedoso, pues no es fácil catalogar a los colectivos, incluso de reducido número, con este adjetivo. En principio es una consideración que se suele ostentar a nivel individual, aunque existe gran número de asociaciones que reflejan en sus estatutos fundacionales unas condiciones para acceder al estatus de socio, que implican la inteligencia selectiva de sus miembros. Constituidas estas asociaciones en asambleas, cabe aceptar que la premisa de su inteligente gestión se da por asumida.

Si hemos de atenernos al título, el apelativo de inteligente parece más bien un astuto reclamo, pues la inteligencia de estas muchedumbres radica en el uso masivo de las más sofisticadas tecnologías, particularmente inalámbricas. El autor las define como «grupos de personas que emprenden movilizaciones colectivas -políticas, sociales, económicas- gracias a que un nuevo medio de comunicación posibilita otros modos de organización, a una escala novedosa, entre personas que hasta entonces no podían coordinar tales movimientos».

La Sociedad de la Información constituye uno de los logros del uso inteligente de los modernos aparatos de conexión colectiva con que los ciudadanos de los países desarrollados acceden a saciar la curiosidad (innata y adquirida) sobre el entorno que les rodea; entorno que ya adquiere en la actualidad una dimensión universal. El espacio en el que se desenvuelven los medios de comunicación social es inmenso y la rapidez con la que funcionan hace que en segundos recorramos a una velocidad de vértigo los continentes antaño tan alejados.

Rheingold, infatigable viajero, observador in situ del comportamiento colectivo de estratos y sectores sociales de países con marcados contrastes en sus estilos de vida, forma parte de una peculiar organización radicada en nuestro país, en Barcelona concretamente, que ha acuñado el término, nuevo para la mayoría, de Infonomía (‘red de innovadores’) para ir desarrollando una labor que ya data del año de su creación (2000), coincidiendo con el nuevo milenio (http://www.infonomía.com/infonomía/). Dividida esta organización por sectores de trabajo en sus diversas especialidades, nuestro autor se ha integrado en el área de la Sociedad de la Información, donde comparte su actividad con otros destacados profesionales. Consideramos que, además de su condición de infonomista, su categoría como cibersociólogo es la que deberíamos de aplicar a este infatigable investigador de la Cibersociedad.

¿Qué se podría destacar de todo lo aportado por Rheingold en este panorama futurible de unas tecnologías inalámbricas que multiplicarán los hallazgos inteligentes para una cuantificada masa de usuarios que, aislados o unidos por medio de tantas posibles alternativas, habrán de conquistar nuevas parcelas de información y comunicación?

No se trata de una ‘rebelión de las masas’ orteguiana, sino de una más compleja coyuntura donde el individuo-masa se comunica hasta el punto de reunirse en multitudinaria convocatoria ante una toma de conciencia por hechos con cuyos antecedentes se identifican y hermanan.

A pesar de la seriedad que tal tema contiene, el autor hace gala de cierto sentido del humor. Nos hemos regocijado cuando, al detallar las presuntas aplicaciones de las motas micromecánicas sensibles en enjambre comenta que «los ordenadores tenían un tamaño de una habitación en los años cincuenta; en los ochenta, eran como una mesa. Hoy podemos llevar en la mano potentes sistemas de computación y comunicación. Lo siguiente será perderlos de vista cuando se caigan en la alfombra». Rheingold tiene además el buen gusto de salpicar su texto investigador con alguna que otra anécdota ilustradora de su exposición.

Cuadernos de viaje

Lo que hemos de destacar en este erudito investigador es su método de trabajo de campo, que presuntamente radica en su ‘cuaderno’ (ordenador portátil inalámbrico, micrograbadora de voz, teléfono móvil con cámara incorporada…) y podemos imaginar cómo en las noches de la habitación de hotel se enfrasca en una febril actividad ante la trascripción de tantos datos, conversaciones y entrevistas. Resaltando además su erudición ante la bibliografía consultada y su incuestionable categoría profesional y humana.

Su postura ante la inteligencia de las multitudes no deja lugar a duda, pues él mismo se cuestiona la certeza del tal aserto. Se desliza a lo largo de esta obra, siquiera sutilmente, el papel que algunos jóvenes han venido desempeñando en el desarrollo del actual lenguaje informático. Los actuales prohombres de las Nuevas Tecnologías de la Comunicación (hoy, en plena madurez) comenzaron su andadura con apenas 20 años.

El autor narra sus experiencias en primera persona, lo que da a su trabajo un cierto aire de familiaridad que, en materia tan intrincada como es todo lo concerniente a las investigaciones de la moderna electrónica, confiere a su exposición una aparente llaneza no exenta de complicidad con el lector, para que éste pueda ir abriéndose paso entre anécdotas y disquisiciones técnicas sin sentirse abrumado por las ingentes cantidad y calidad de los datos aportados. Eso sí, maestro en técnicas de persuasión, maneja también en su escritura multitud de recursos visuales.

Prólogo de actualidad

Ante los sucesos de marzo de 2004 en España, y parangonándolos con parecidas movilizaciones políticas espontáneas a través de la red de Internet y el teléfono móvil, reflexiona el autor en el prólogo a la edición castellana subtitulado Sobre las multitudes inteligentes de España tras el 11-M. Este prólogo, escrito para la edición en español en julio de 2004, año y medio después de la redacción del libro, sintetiza la intención del autor: «nos hallamos ante un nuevo medio de organización social, cultural y política en ciernes. Las redes telefónicas inalámbricas y los sistemas informáticos accesibles para cualquier usuario constituyen, junto con las personas, un potencial inmenso (para bien y para mal), comparable al de la imprenta o el alfabeto. Con toda probabilidad no serán pacíficas o democráticas todas las movilizaciones políticas futuras organizadas por Internet y el teléfono móvil. El motivo de esperanza más pragmático es que el nuevo régimen tecnosocial -los medios, el modo en que se utilizan, las instituciones que surgen y las que caen derrocadas- es todavía joven».

Más adelante insiste y matiza «la red móvil de Internet, al igual que los cambios de poder que propicia, es todavía joven. Las instituciones que acabarán controlándola y beneficiándose de ella se encuentran en fase de formación». No se le podía escapar a la aguda percepción del analista que, tarde o temprano, estos sistemas de comunicación acabarán siendo presumiblemente controlados por instancias aún no concretadas. Pues los poderes económicos y políticos hace tiempo que están tomando posiciones.

A pesar de ello finaliza su prólogo dando paso a su parte optimista que se reafirma en la creencia de los grandes logros conseguidos por la humanidad a través de la libertad, la democracia, la educación y la comunicación, -sin olvidarse de otros avances menos positivos- y que «si comprendemos la fuerza de las herramientas con que contamos, tal vez consigamos determinar el modo en que se emplearán en el futuro».

Mención especial a la traductora Marta Pino, porque la traslación de los términos de la moderna e imaginativa jerga de los cibercomunicadores de habla inglesa al castellano es digna de admiración.

Libro, en definitiva, de lectura y consulta obligadas para profesionales y usuarios cibernautas que opten por ampliar sus conocimientos y recabar datos esenciales sobre el comportamiento de los colectivos que están ejerciendo nuevas alternativas de comunicación inteligente.

Si respecto a las revoluciones sociales se sabe cuándo comienzan pero no cuándo ni cómo acaban, ahora estamos inmersos en la de las multitudes inteligentes.

Artículo extraído del nº 65 de la revista en papel Telos

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Lola Cuenca Jaramillo