R
Rehumanizar la Universidad


Por Teresa Quiroz

La formación universitaria de comunicadores sociales está frente a la gran oportunidad de oponer a las tendencias puramente instrumentales, alternativas que reconcilien el conocimiento, la ciencia y el saber con la justicia y la igualdad. Es importante que este proceso se realice a través de soluciones creativas que desarrollen la interculturalidad latinoamericana en la Sociedad de la Información.

La Universidad en los tiempos de la Sociedad de la Información

En medio de los momentos de crisis que vivimos y reconociendo las presiones de la racionalidad económica que amenazan con subordinar la producción y la difusión del saber, tenemos el reto de evitar que esa racionalidad repliegue a las universidades latinoamericanas a la función utilitaria de formar únicamente profesionales que el sistema productivo demanda. «Nos afirmamos como universidad y negamos esta visión unidimensional que reduce a la persona a la condición de objeto, la desenraíza del mundo de la vida y la convierte en elemento de una maquinaria que debe rendir su tributo a la producción (…) Nosotros no aceptamos que la universidad latinoamericana se convierta en eco pasivo de posturas ideológicas que socavan los fundamentos de la ciencia y los genuinos valores humanísticos; no lo hacemos porque la universidad es reflexión en comunidad, porque ella tiene como norte la universalización de las conciencias y la preservación de la unidad del saber, en fin, porque valora y asume una tradición propia y universal que no es tesoro petrificado sino historia, vivencia y proyecto» (Lerner Febres, 1999).

La necesidad de discernimiento, de lucidez tan urgente en el mundo de hoy, tiene que reubicar la formación universitaria, además, como una escuela de ciudadanía y democracia. En tiempos de fragmentación y de pérdida de sentido es urgente conferirle, en un horizonte ético, sentido a la ciencia y a la tecnología. Dentro de sus claustros y frente a la sociedad, la Universidad tiene que defender en voz alta la libertad y la crítica académica y acercarse a comprender y expresar la diversidad cultural de los pueblos latinoamericanos. La Universidad puede y debe batallar por reconciliar el conocimiento, la ciencia y el saber con la prosperidad, el desarrollo, la justicia y la igualdad, evitando así el fraccionamiento entre el pasado y el presente, el conocimiento humanístico y el científico, la tecnología y el arte.

América Latina: formación universitaria y razón comunicativa

El sujeto contemporáneo está desgarrado entre una identidad comunitaria y la impersonalidad del mercado, que es la razón instrumental. Contrariando las visiones puramente tecnocráticas e instrumentales, cuando hablamos de la formación del comunicador tenemos que poner el énfasis en la formación de personas, competentes, pero con capacidad de entendimiento del mundo, como sujetos.

En tiempos en que la eficiencia se ha convertido en un valor supremo, la decisión de formar comunicadores es estratégica para impulsar y promover el desarrollo en nuestros países, para formarlos para el mundo contemporáneo, desde el punto de vista de las necesidades públicas. A diferencia de una Universidad que aporta únicamente profesionales, al aportar conocimiento y creatividad, la Universidad emprendedora inevitablemente interviene en el destino colectivo desde su ubicación autónoma en la sociedad civil.

Sin embargo, la presión por adaptar la enseñanza y la investigación a las demandas económicas, técnicas y administrativas del momento es enorme en América Latina, y propone métodos y recetas que limitan la enseñanza general y marginan la cultura humanista. Estas tendencias superadaptativas no son precisamente signos de vitalidad, sino anuncios de senilidad y muerte porque se pierde la esencia creativa.

Y es que el conocimiento progresa no sólo por la sofisticación en la formalización y abstracción, por la incorporación de las más modernas y últimas tecnologías, sino por la capacidad de contextualizar. Esa capacidad necesita de una cultura general y diversificada, y sobre todo de un espíritu vivo y de una actitud frente a los otros, de una actitud ética que resguarde las «miradas múltiples».

La tentación neoliberal, sin embargo, tiende a querer descontextualizar los hechos, a pensar en sociedades sin historia y cultura, a evitar las diferencias y a afirmar las generalidades. El comunicador social formado en América Latina tiene que poseer las herramientas para ubicarse en sociedades complejas que expresan la persistencia y el encuentro de la tradición y la modernidad, de lo local, lo regional y de lo nacional y lo global.

Jóvenes, aprendizajes y perspectivas laborales

El desarrollo de la SI y del conocimiento afecta a nuestras sociedades y produce cambios muy importantes en la vida de nuestros jóvenes estudiantes y futuros profesionales alterando la vida laboral y el imaginario del trabajo moderno. La centralidad del trabajo propia de la modernidad industrial como medio de reconocimiento de las aptitudes y esfuerzos –que permitía la estabilidad económica y de proyectos de vida– cede lugar a un modelo hipercompetitivo, de flexibilización del trabajo, inestabilidad de trayectorias productivas, cambios constantes de empleo e inestabilidad laboral. Los ciclos del conocimiento cambian y se acortan, la incertidumbre respecto del futuro aumenta. Asimismo, las diferencias y abismos entre los jóvenes crece entre aquellos preparados y adiestrados en la SI y en la reingeniería organizacional, y los que no cuentan con las herramientas e instrumentos y formación requeridos.

En tiempos en los que impera el corto plazo y la fragmentación, la SI no solamente produce una transformación en las formas organizativas de la producción y del trabajo, sino que provoca una desestructuración del carácter tal y como se fue moldeando sobre la base de la rutina, la experiencia, la carrera y las jerarquías. Por lo tanto, lejos de fortalecer la autodeterminación de los individuos, genera un desorden vital de personas arrojadas a la experiencia del riesgo, la inestabilidad y la incertidumbre (Sennett, 2000).

Contra lo que muchas veces se piensa, en las Facultades y Escuelas de Comunicación latinoamericanas –muy desiguales, por cierto, en su desarrollo– la tendencia actual a escala mundial no está dirigida a la especialización, sino que va en contra de que ésta se produzca de forma intensiva y sobre todo temprana, a nivel de pregrado. Se trata de promover una formación de capacidades, habilidades y actitudes que preparen al comunicador con suficiente amplitud para enfrentar distintos tipos de aprendizajes. Así también, esta formación autónoma los prepara para un tipo de empleo no sólo dependiente, sino para la creatividad, la gestión y la autogestión de proyectos.

Dificultades y retos

Nuestras universidades aún caminan demasiado lento para enfrentar los retos actuales. Alain Touraine (1997) señala: «El futuro profesional es tan imprevisible, e implicará brechas tan grandes en relación con lo que han aprendido la mayoría de quienes hoy asisten a la escuela, que debemos, antes que nada, solicitar a la escuela que los prepare para aprender a cambiar, más que a formarlos en competencias específicas que probablemente estarán obsoletas o serán inútiles para la mayor parte de ellos a corto plazo».

En medio de un tiempo en el que se han producido cambios sustanciales en las formas de producción, apropiación y utilización del saber, el gran riesgo para nuestras universidades es mantenerse sólo como observadoras en la sociedad del conocimiento. En esta época la explosión de la información y del conocimiento ha desbordado las viejas fronteras de nuestras universidades y nuestras instituciones ya no son los únicos centros de la racionalidad y del progreso científico o social, ni los únicos que controlan la distribución del saber social.

Uno de los grandes desafíos de la formación actual de comunicadores es pensarla como una educación continua. La formación ya no se agota en el pregrado, y vivimos un permanente retorno de nuestros egresados en busca de actualización. Pero la actualización no es tecnológica, no es meramente informativa, no es de cantidad de conocimientos. Se trata de una actualización o una educación continua que le dé sentido al conocimiento, que confronte saberes, que incentive el desarrollo de proyectos, desde una mirada estratégica, que forme política y culturalmente, que infunda confianza al estudiante en su capacidad de apreciar, criticar y proponer de manera libre. Es una educación continua en relación con el mundo actual. La sociedad red es un gran reto para que el estudiante dialogue e intercambie puntos de vista en comunidades de aprendizaje.

Otro desafío consiste en aceptar que el conocimiento del mundo contemporáneo no se produce desde una sola disciplina. Las frágiles fronteras en el conocimiento son una apuesta por la integración de disciplinas. Ello implica una formación que desarrolle capacidades y destrezas en el examen de la realidad, bajo modelos académicos y pedagógicos suficientemente flexibles que eviten las constantes reformas curriculares que agotan administrativamente las instancias académicas. Se debe crear sistemas flexibles, abiertos a diversos conocimientos, con mecanismos de cambio e innovación permanentes que suponen que el patrón universal de verdad desapareció y que requieren de una apertura interdisciplinaria.

Es también una apertura intercultural: «En sociedades que deben conciliar la equidad con el multiculturalismo y la diferenciación de identidades, la educación debe ir encarnando un modelo donde conviva la vocación igualitaria con la atención a las diferencias (…) Pensar la diferencia es pensar en el propio educando como ‘traspasado’ por la diferencia, y pensar en el otro como interrogación sobre sí mismo. Esto es válido en el encuentro entre identidades culturales distintas, pero también en la relación entre profesores y alumnos, y entre alumnos y alumnas, y convierte el aprendizaje de la diferencia en aprendizaje para la convivencia ciudadana: aprender a ponerse en el lugar del otro y ver con los ojos del otro» (Hopenhayn, 2002).

El espacio del aula de clase, de la relación profesor-alumno, también está en cuestión. El profesor en las Facultades y Escuelas de Comunicación, en muchos casos, no ha sido preparado para enfrentar los retos actuales. Requiere desarrollar habilidades que le permitan abandonar la función directiva y emprender la de acompañamiento: atender, asistir, confrontar, debatir, cautivar, envolver, entusiasmar e interactuar con los alumnos, infundiéndoles confianza. Ese espacio ya no es sólo el del aula de clase, hay que buscar otros: seminarios, mesas redondas, visitas, observaciones. Pero el alumno también tiene que cambiar. No sólo se requiere un «nuevo maestro», se requiere un «nuevo estudiante»: aquel activo y productor, el que opina y elabora, el que utiliza las posibilidades de las redes para dialogar e innovar.

Quiero terminar señalando que desde nuestras sociedades latinoamericanas, fragmentadas, desiguales y con altos niveles de exclusión, necesitamos enfrentar el inmenso repertorio de posibilidades creativas y de producción que la SI supone. Es riesgoso asumir un discurso moralista que nos ubica en una condición de marginalidad. Hay que impulsar una propuesta que desde el análisis de la complejidad proponga soluciones. El comunicador latinoamericano requiere saber distinguir y escoger entre las decisiones hegemónicas y las formas de comunicación de los países opulentos y aquellas apropiadas para nuestros países. Buscar soluciones creativas para la expresión de nuestras culturas en el cine y la televisión, soluciones inteligentes en el manejo empresarial, soluciones arriesgadas en los proyectos y campañas. Así también, el acceso de todas las sociedades latinoamericanas a la sociedad del conocimiento, haciendo compatibles las exigencias de propiedad intelectual con la escasez de recursos y hacer viables los saberes y artes que dimanan de la pobreza y la exclusión en conocimientos útiles en la SI. He aquí los grandes retos que tenemos por delante.

Bibliografía

HOPENHAYN, M.: «Educar para la sociedad de la información y de la comunicación: una perspectiva latinoamericana», Revista Iberoamericana de Educación (OEI), septiembre-diciembre de 2002, núm. 30.

LERNER FEBRES, S.: «Discurso pronunciado con motivo del cincuentenario de la fundación de la UDUAL», 22 de septiembre de 1999, Universidades, núm. 18, julio / diciembre de 1999, México D.F., 1999.

SENNETT, R.: La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el capitalismo, Anagrama, Barcelona, 2000.

TOURAINE, A.: ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes, FCE, Buenos Aires, 1997.

Artículo extraído del nº 61 de la revista en papel Telos

Ir al número Ir al número