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Historia, comunicación y franquismo


Por Santiago Sánchez González

Editorial Centro de Ediciones de la Diputación Provincial de Málaga (CEDEMA). VV.AA. La comunicación social durante el franquismo
Málaga, 2002

La comunicación social durante el franquismo es un libro en el que quedan reflejadas las comunicaciones que expusieron los participantes en el IV encuentro de historiadores de la comunicación, reunidos en Málaga, con el auspicio editorial de la Diputación de dicha ciudad.

A lo largo de sus más de ochocientas páginas, que se abren con un prólogo de Alejandro Pizarroso Quintero, Presidente entonces de la Asociación, se pasa a revista, con una estructura más bien cronológica en su exposición, a distintos puntos de vista sobre cómo se desarrolló y evolucionó el estado de los distintos medios de comunicación durante el largo periodo de cerca de cuarenta años que la dictadura de Franco gobernó en España. Y se hace, en líneas generales, con una profusión y riqueza que convierte al libro en un referente de investigación importante para constatar la posible influencia social que del periodismo al cine, de la radio a la publicidad tuvo lugar en un tiempo que ha dejado una huella indeleble en la personalidad histórica de nuestro país. Porque aunque Franco hace ya años que murió, su gobierno y los que en él intervinieron han marcado el comportamiento de la sociedad española actual, cuyas señas inmediatas y actuaciones contemporáneas son directamente deudoras de los hechos, personajes y sucesos de aquel tiempo.

Incluso hemos de tener en cuenta, guste o no, que en el devenir de los años que van del estallido de la Guerra Civil a estos principios del siglo XXI, se han producido contradicciones cuando no colisiones en los comportamientos de quienes han participado directamente en la historia de España, en todos sus aspectos, el comunicacional también, quizá uno de los más espectaculares al respecto. Convendría así recordar que la dictadura tuvo colaboradores mediáticos, en las distintas ramas, que justificaron a posteriori su actuación por razones técnicas, olvidándose de los que decidieron no colaborar y pagaron por ello un muy alto precio personal y profesional. En este sentido, el libro que nos ocupa es una rica fuente de información tanto por lo que dicen los distintos autores de las comunicaciones como por lo que no dicen.

Censura e información

Nos parecen especialmente atinadas las reflexiones que lleva a efecto Enrique Bordería Ortiz sobre la censura durante el franquismo, tanto por la habilidad de su escritura como por el valor que concede a los sobreentendidos en un tema tan tragicómico como el que aborda. Tema que en otras ocasiones se ha despachado con comentarios irónicos que enmascaran hechos y repercusiones históricas mediante las descripciones de anécdotas y donde cabe el aserto tradicional de que los árboles no dejan ver el bosque.Por otro lado, llama la atención hasta qué punto el estudio del periodismo, especialmente el escrito, copa la mayoría de los trabajos presentados, cayendo en un defecto muy extendido entre los investigadores de esta faceta de la historia, considerar que la misma es algo casi privativo de lo que popularmente se denomina la prensa, es decir los periódicos, las revistas. De esa forma, de los más de cincuenta artículos publicados tan sólo cinco hacen referencia, por ejemplo, al cine y aun así desde el punto de vista documental de forma preeminente, con olvido de que en cuanto medio de comunicación el cine ocupa un lugar fundamental en la historia y la cultura modernas y, por descontado, en la España de Franco. En este sentido nos parecen excelentes los trabajos presentados por María Antonia Paz, sobre la película de Frédéric Rossif, Morir en Madrid, tanto por su brillantez expositiva como por el análisis que lleva a efecto; del mismo modo queremos resaltar el estudio coordinado por Inmaculada Sánchez Alarcón acerca de la personalidad del director Miguel Alcobendas y sus aportaciones al cine andaluz, aunque sea desde una perspectiva donde lo informativo prevalece sobre otros puntos de vista posibles.

Prejuicios sobre la imagen

Los historiadores de la comunicación deberían desechar ciertos prejuicios y profundizar más en un medio que es indispensable hoy día para el estudio de cualquier periodo histórico y cuya existencia ha modificado el propio concepto de enseñanza de la historia, como han señalado profesionales prestigiosos que van del español Jose Enrique Ruiz-Doménec, al italiano Franco Cardini, pasando por la estadounidense Natalie Zemon Davis

Del mismo modo, creemos que no se debe olvidar que el resbaladizo, cuando no ambiguo, término de comunicación merece mayor amplitud de miras. Pues comunicación y muy importante la constituyen la fotografía y el cartelismo y, salvo menciones a la primera, se echa en falta un estudio de estos dos medios cuya repercusión popular y cultural es en nuestra opinión fundamental para ensanchar panorámicas y profundizar en conocimientos e interpretaciones. Autores como Josep Renau o Saenz de Tejada son, desde ideologías contrapuestas, ejemplo de lo que decimos; como también lo son Inge Morath o Gabriel Cualladó que han dejado una documentación de gran belleza estética e importante carga social y testimonial en el ámbito de la fotografía.

Por los mismos motivos nos parece que el espacio del cómic, de gran popularidad en los años de la dictadura, sirve no sólo como mero pasatiempo infantil, sino como documento de adoctrinamiento social e intento de influencia en comportamientos personales, a más de los puntos de vista que sobre la historia, en su sentido tradicional, reflejan. Animamos así, de cara al futuro, a que el término comunicación no se circunscriba tan sólo al de periodismo en sus acepciones más habituales.

En todo caso, y desde la perspectiva y personalidad de los distintos autores, la obra nos va llevando desde las instauraciones de los gobiernos dictatoriales de Salazar en Portugal y de Franco en España a la clausura de radio España Independiente al filo de las elecciones de 1977, donde a través de visones de conjunto o miradas sobre personas concretas se nos deja el punto de vista de una serie de profesionales que, con las consideraciones ya mencionadas, han comprendido que la historia es algo más que reyes y batallas o estadísticas numéricas, a veces sacadas del contexto humano que las cifras puedan reflejar.

En efecto, si algo tiene la Comunicación es que su campo de operaciones es el individuo considerado en sí mismo y en su magnitud social, y reflejado en unas formas determinadas. Sus documentos no son hitos mayestáticos sino soportes perecederos, cotidianos, que han cobrado importancia en función de su aparente transitoriedad, y que encierran en sus páginas o imágenes el latido de la gente más corriente, es decir, de la mayoría de nosotros. Como colofón a estas líneas, no queremos dejar de señalar el homenaje que Jesús Timoteo Álvarez y María José Ruiz Acosta rinden emocionadamente a Alfonso Braojos, documentalista y profesor sevillano, que tanto hizo por dignificar los estudios de Historia y de Comunicación, cerrando unas páginas útiles y necesarias tanto para profesionales y estudiantes como para el público interesado en general.

Artículo extraído del nº 54 de la revista en papel Telos

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Santiago Sánchez González