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Cultura de masas: más que un canon teórico


Por Gonzalo Abril

Portada de la cultura de masas

La polémica sobre la cultura de masas en el periodo de entreguerras. Una antología crítica

Raúl Rodríguez Ferrándiz (Coord.)

Valencia: Publicaciones de la Universitat de València, 2012

ISBN: 978-84-370-8776-4

Inaprehensible objeto, la cultura de masas, que tanto se altera según lo examinamos desde el punto de vista de la producción -es decir, de los medios de producción económica y simbólica propios de las sociedades modernas-, o de los medios de distribución (los propios de la era broadcasting y de la era webcasting) o desde el punto de vista de las genealogías que de forma múltiple y anacrónica enlazan lo masivo con lo popular, pero también la cultura masiva con las culturas de la vanguardia y más en general con las ‘altas culturas’.

Es muy dudoso que vivamos en una era ‘pos-masiva’, porque este dictamen suele proceder de una perspectiva mediocéntrica, generalmente reducida a los sistemas técnicos de distribución: por ejemplo, se dice que las llamadas redes sociales y en general el sistema de la Web 2.0 habrían superado el modelo centralizado y difusionista característico de los grandes medios masivos clásicos (prensa, cine, radio, televisión, discografía) para sustituirlo por un modelo interactivo generalizado. Puede ser. Pero los contenidos, los imaginarios, las actitudes estéticas y prácticas que se producen y reproducen en tales redes ¿han dejado atrás los universos de representación de los medios masivos? ¿No siguen siendo estos su soporte simbólico fundamental, su alma mater? ¿Hay un universo de información autosostenido interactivamente y al menos parcialmente autónomo de los grandes medios informativos de masas?

Los grandes medios modernos, como dispositivos culturales, le deben mucho a las interferencias intermediáticas, a numerosos diálogos ‘parciales’ entre los discursos de los distintos medios (algo que ha sido subrayado, entre otros autores, por Martín Barbero). Pero además, como reclamó hace tiempo Mabel Piccini, hay que sustraer los medios de su centralidad ‘imaginaria’, para concebirlos más bien como «espacios de condensación e intersección de redes culturales múltiples […] Solo a costa de un pertinaz ejercicio de simplificación […] es posible separar la racionalidad económica y política de los procesos locales de simbolización y enunciación, las ‘culturas superiores’ de las ‘culturas masivas’, etc.».

Más de una vez hemos invocado a este respecto la noción de ‘molar/molecular’, de Deleuze y Guattari: las segmentaridades ‘duras’ de clase, género, nación, etc., están atravesadas por las segmentaridades moleculares de los flujos micropolíticos, afectos inconscientes, micropreceptos, etc. Y se puede adjudicar un espacio de masa, de lo masivo, a los agenciamientos moleculares: ahí se encuentra uno de los fundamentos de la vigencia de lo masivo, del espacio de la cultura de masas y de la experiencia de masas, hoy mismo, en el supuesto declive histórico de los ‘medios de comunicación de masas’. Porque es en el flujo masivo no solo de los medios clásicos sino también en el de los nuevos medios interactivos donde se conforman y tramitan esos «niveles moleculares, microformaciones que ya moldean las posturas, las actitudes, las percepciones, las anticipaciones, las semióticas, etc.» (Deleuze y Guattari, Mil mesetas).

Entendiendo el presente desde el pasado

El libro que coordina Raúl Rodríguez Ferrándiz, inicio de un ambicioso proyecto de edición de estudios clásicos sobre la cultura de masas, recoge una antología del período de entreguerras. En primer lugar se nos ofrece El ornamento de la masa, uno de los brillantes y extrañamente sugerentes ensayos de Kracauer, este outsider que tanto influenció a algunos de los grandes del Instituto de Frankfurt (me parece, por ejemplo, que la ‘ratio’ detectivesca que Kracauer identifica en su estudio sobre la novela policiaca es un embrión de la razón instrumental y administrativa de Adorno); en segundo lugar, tres textos de autores británicos que, en mi ignorancia, me parecen preciosos descubrimientos: J. B. Pristley y Virginia Woolf polémicamente posicionados respecto a la cuestión highbrow/middlebrow, y R. G. Collingwood orientando su discurso al problema de las actitudes hacia el arte; y por último, el extraordinario Sobre la música popular de Th. W. Adorno, escrito en la época de apogeo del swing y que tan incomprensivo nos ha de parecer y ha parecido siempre a muchos amantes del jazz, aun cuando Raúl Rodríguez acierta a presentarlo en su complejidad y en su retorcida vigencia.

Porque, en efecto, me parece que el trabajo presentado en este libro aspira a algo más, a otra cosa que el establecimiento de un canon teórico sobre la cultura de masas. Apunta más bien a rememorar, actualizar y poner en funcionamiento los elementos teóricos enormemente productivos de esos textos clásicos para que nos ayuden a mejor entender el presente. Por algo Rodríguez Ferrándiz escribe: Adorno y la estandarización de la cultura, hoy día (cursivas mías), para dar título a una de las secciones de su presentación del ensayo adorniano.

Los trabajos introductorios de Raúl Rodríguez son un ejemplo de rigor, exigencia teórica y excelente documentación que confirman el interés de una trayectoria intelectual que conoce jalones tan notables como La musa venal. Producción y consumo de la cultura industrial (2010) o Frankenstein y el cirujano plástico (2002), un trabajo que sigue orientando nuestras prácticas docentes de semiótica, realizado junto a Kiko Mora, que también colabora en el presente libro, como Marisol Campillo y Enric Mira.

Parece que esta obra exige una continuidad en la nueva edición de textos clásicos sobre la cultura de masas. Ojalá este brillante equipo tenga posibilidad de proseguir su tarea.

Artículo extraído del nº 94 de la revista en papel Telos

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