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El cambio educativo en Iberoamérica


Por Álvaro MarchesiTamara Díaz

La educación iberoamericana, a pesar de las grandes diferencias entre sus países, presenta algunos rasgos comunes: enorme desigualdad educativa y social, falta de calidad educativa, reducidos niveles de aprendizaje de los alumnos, gran número de personas analfabetas y alto porcentaje de abandono escolar. Los retos, por tanto, son impresionantes: lograr que todos los alumnos estudien durante 12 años, mejorar la calidad educativa, alfabetizar a toda la población y conseguir que el conjunto de la sociedad se comprometa con la acción educadora.

No son tareas sencillas ni rápidas de alcanzar, y todas ellas exigen un esfuerzo sostenido y la voluntad de superar innumerables obstáculos. Tal vez existe un eje conductor en todos estos enormes desafíos que puede sintetizarse en dos objetivos estrechamente relacionados: la necesidad de incorporar a nuevos aliados en la acción educativa, en especial a las familias y a los municipios, y la urgencia por mejorar la calidad educativa para lograr que los alumnos aprendan más y mejor y evitar de esta forma su abandono escolar prematuro. Posiblemente, las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) podrían ocupar en este proceso un lugar preferente –ni el único ni el más importante– que sirviera como catalizador de la necesaria transformación educativa.

La participación de los diferentes sectores sociales es imprescindible para que la educación escolar pueda cumplir sus objetivos. Entre todos ellos, la familia ocupa un lugar preferente. Pero ¿cómo puede colaborar una familia analfabeta o con escasos estudios al aprendizaje de sus hijos? Las investigaciones internacionales ponen de relieve que el nivel educativo y cultural de las familias es la variable más correlacionada con los resultados de aprendizaje de los alumnos.

Alfabetización digital para todos

No cabe duda, por tanto, que contribuir a la educación de las personas adultas tiene el doble objetivo de hacer justicia a aquellas personas que se vieron privadas de la oportunidad para aprender, y de colaborar de esta forma a elevar el nivel educativo familiar y las posibilidades de aprendizaje de los hijos. Pero la superación del analfabetismo no supone solamente que las personas adultas tengan la capacidad de comprender un texto y de escribirlo. Hoy también es necesario alcanzar el alfabetismo digital y cívico, consiguiendo que todas las personas logren las capacidades que constituyen los objetivos de la educación básica. Entre ellas, no cabe duda, se encuentran las competencias en las TIC.

Nos encontramos pues, ante un desafío enorme: lograr que las personas adultas, muchas de las cuales no saben aún comprender un texto escrito, se adentren en la Sociedad de la Información (SI) y de esta forma tengan mayor conocimiento de la cultura de su tiempo y puedan sentirse más próximos a las formas de acceder a la información y al aprendizaje de sus hijos.

¿Cómo lograr la alfabetización digital del conjunto de los ciudadanos? Hace falta encontrar nuevas estrategias, de la mano de las posibilidades que ofrece la propia SI y lograr reducir la brecha digital que se está produciendo entre países y entre generaciones, sobre todo las más pobres. Para ello, la participación de los municipios, de diferentes organizaciones sociales, de voluntarios, de universitarios y de empresas con sensibilidad ante su responsabilidad social tiene todo su sentido.

Pero si es importante extender la educación a todos los ciudadanos, no es menor la responsabilidad de conseguir que las nuevas generaciones tengan una oferta de calidad reconocida que les garantice las oportunidades suficientes para apropiarse de la cultura de su tiempo y para incorporarse a niveles de empleo adecuados a su preparación. También en este objetivo, las TIC pueden ocupar un papel preferente.

No se trata sólo de iniciar a los alumnos en la utilización de las TIC, lo que, por otra parte, la mayoría de los alumnos ya dominan, sino de enfrentarlos con el desafío de aprender con las TIC. Un desafío que exige que los profesores sean competentes para enseñar con ellas y que dispongan de las condiciones adecuadas para lograrlo. Su incorporación de forma habitual a los procesos de enseñanza y de aprendizaje es una tarea lenta y compleja, mucho más exigente y difícil que enviar ordenadores a las escuelas. Pero sus posibilidades de transformación de la acción educadora son notables, no sólo porque pueden contribuir a que los alumnos aprendan más y mejor, sino porque incorporan a las aulas la cultura digital de los jóvenes, lo que reduce la distancia entre profesores y alumnos y sitúa el aprendizaje en el contexto apropiado.

La situación de las TIC en Iberoamérica

Según datos del Banco Mundial de 2004, los usuarios de Internet en Estados Unidos alcanzaban el 64 por ciento de la población, el 44 por ciento en Europa y el 11,5 por ciento en América Latina y el Caribe (ver gráfico ( 1)).

Pero además, las diferencias entre los países latinoamericanos son muy importantes. Un estudio de Sunkel (2006) señala que en la disponibilidad de ordenadores se observan tres tipos de situaciones: países con nivel alto (Chile, Uruguay, Costa Rica), donde la proporción de hogares con disponibilidad de ordenadores fluctúa entre el 21 y el 28 por ciento; países con un nivel medio (Brasil y México), donde la proporción oscila entre un 16 y un 19 por ciento de los hogares; y países con un nivel bajo (Perú, Paraguay, El Salvador), con una variación de entre el 4,5 y el 5,4 por ciento de los hogares.

Por el contrario, los países miembros de la OCDE ofrecen cifras muy superiores, con una media del 79 por ciento y con países donde la cifra asciende al 96 (Holanda), 95 (Suecia y Corea), 94 (Australia) o el 87 por ciento (EEUU).

Además, el acceso a Internet desde los hogares es bastante menor a la disponibilidad de ordenadores. En América Latina es extremadamente bajo al compararlo con los países desarrollados. Pero junto con estas desigualdades entre países, hay que señalar las diferencias dentro de cada país. El acceso a Internet se encuentra fuertemente asociado al nivel de ingresos de los hogares: la penetración es alta en la población entre el 40 por ciento de la población con mayores ingresos, pero es muy baja en el resto de las familias.

Sin embargo, como señala Sunkel, la presencia de ordenadores y conectividad en las escuelas está reduciendo la brecha digital que se observa en las sociedades latinoamericanas, lo que permite albergar la esperanza de que las TIC, junto con otro tipo de iniciativas sociales y educativas, aceleren el logro de las transformaciones necesarias en la educación iberoamericana.

Cultura de los jóvenes y cultura virtual

Las nuevas formas de comunicación están cambiando nuestra cultura e, incluso con más fuerza, la cultura de los jóvenes. El espacio virtual, apunta Hopenhayn (2003), tiene importantes implicaciones en las prácticas culturales: hay un reordenamiento de mediaciones simbólicas; se genera un cambio en las coordenadas espaciales y temporales de la comunicación; se modifican los esquemas cognitivos en la interacción con el mundo virtual; se produce un nuevo espacio comunicativo global, y se establece una nueva relación entre lo virtual y lo real. Asistimos a la cultura de lo efímero, a un mosaico de experiencias y de intereses, como señala Castells.

Estas nuevas formas culturales impactan especialmente en las nuevas generaciones. La diferenciación planteada por Prensky (2001) entre “nativos digitales” e “inmigrantes digitales” es una clara expresión de la distancia generacional en la SI. Los primeros son las generaciones que han adquirido las competencias computacionales y la navegación por Internet de la misma manera que adquirieron su lengua materna. Los segundos, inmigrantes digitales, han tenido que aprenderlo con dificultad y lo manejan como segunda o tercera lengua. No es sencillo enseñar en esa situación. Piénsese la dificultad de un profesor español con rudimentos del inglés que tuviera que enseñar historia o geografía en un colegio de Reino Unido.

Todo ello plantea un nuevo escenario en las relaciones entre profesores y alumnos, en las formas de enseñar y de aprender y en la propia concepción de la educación escolar. Y de manera especial, obliga a incorporar a la reflexión educativa cómo tener en cuenta la cultura de las nuevas generaciones para que el proceso de enseñanza y de aprendizaje tenga sentido también para los alumnos y no sea vivido como algo aburrido y ajeno a sus preocupaciones e intereses. En cierta medida, aunque el peso de las variables familiares y sociales es más fuerte, la ausencia de sentido de la actividad escolar para los alumnos influye en las altas tasas de abandono antes de finalizar la educación obligatoria.

El diseño de los nuevos currículos y la práctica de la enseñanza han de tener en cuenta a sus destinatarios. Como señala el proyecto colectivo iberoamericano para la próxima década Metas educativas 2021: la educación que queremos para la generación de los bicentenarios, el análisis de las culturas juveniles es indispensable para afrontar los desafíos de una educación que llegue a todos los alumnos y en la que todos aprendan para integrarse de forma activa en la sociedad (OEI, 2008).

Es preciso, en consecuencia, comprender los cambios profundos que se están produciendo en las culturas juveniles por la fuerza de las TIC, por las nuevas formas de relación que comportan, por el predominio de la imagen y por las formas de conformar la identidad de los jóvenes y su sentido de pertenencia al grupo.

Pero también hay que tener en cuenta que existen otras tensiones o paradojas a las que deben enfrentarse los jóvenes en la actualidad y que la escuela debe considerar (CEPAL-OIJ, 2007): mayores oportunidades educativas, pero menores posibilidades de acceder a un empleo acorde con la formación alcanzada (la movilización de los estudiantes chilenos en 2007 y 2008 sería expresión de este desajuste); mayor acceso a la información, pero menos posibilidades de influencia en los espacios institucionales de decisión, lo que explica en buena medida su alejamiento de la política; y las mayores expectativas de los jóvenes sobre su futuro y las menores posibilidades de concretarlo en temas claves como el empleo, la vivienda, la familia y la independencia.

Es necesario, por tanto, relacionar los aprendizajes en la escuela con la realidad vivida por los alumnos, de tal forma que se reduzcan las barreras entre lo de dentro y lo de fuera de la escuela. Ello no quiere decir que los objetivos y los contenidos de aprendizaje deban acomodarse a los intereses de los jóvenes, sino que en su concreción es preciso tenerlos en cuenta para incrementar la motivación de los alumnos y lograr que un mayor número de jóvenes con alto riesgo de abandono se mantenga en las aulas durante más tiempo. Para el logro de estos objetivos, la incorporación innovadora de las TIC en la enseñanza es una estrategia que debe reforzarse.

Cooperar y dar sentido al papel de las TIC en la educación

La incorporación de las TIC a la educación no supone solamente enviar ordenadores a las escuelas, garantizar la conectividad o formar a los maestros, por importante que esto sea. La clave del proceso está en determinar qué aportan o qué deben aportar las TIC a los objetivos básicos de la educación, es decir, al desarrollo en todos los alumnos de sus competencias para aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir y aprender a ser, en feliz síntesis del informe Delors (1996). No se trata, por tanto, de incorporar ordenadores a las escuelas y analizar después qué hacemos con ellos, sino de pensar primero cuáles son los objetivos y los retos de la educación y determinar posteriormente de qué manera y en qué condiciones la incorporación de las TIC en las escuelas contribuirá a ellos.

Esta misma línea argumental es la que propone Tedesco (2005, p. 14) al reflexionar sobre las TIC y las desigualdades en América Latina: «Para que las TIC se integren efectivamente en un proyecto destinado a reducir las desigualdades será preciso que formen parte de un modelo pedagógico en el cual los componentes que han sido identificados como cruciales para romper el determinismo social sean asumidos por los procesos que impulsan las tecnologías».

Ahora bien, la determinación del modelo social y educativo que orienta la incorporación de las TIC en la escuela no puede hacerse desvinculada del contexto y de las condiciones de su aplicación. Por ello, los programas que desarrollan las TIC en la educación no han de seguir patrones comunes, como si hubiera una ley universal que marcara la dirección adecuada, sino que deben analizar la situación de partida, los factores que contribuyen a su mejor utilización y el cuidado de aquellas condiciones que permiten su sostenibilidad a lo largo del tiempo.

En esta misma orientación se sitúa Hugo Martínez Alvarado (en prensa) cuando afirma que el desafío principal de integrar las TIC en las instituciones escolares requiere, como paso previo, acordar el objetivo que se espera lograr y la forma y el momento en que éste será evaluado. Pero junto a ése hay otros tres desafíos fundamentales que deben ser enfrentados: el diseño, mantenimiento y gestión de la infraestructura tecnológica, la formación de los docentes para que adquieran las competencias necesarias y la provisión de contenidos y recursos digitales.

Además de los ya apuntados, existe otro reto no menos importante que los anteriores: la necesidad de que la incorporación de las TIC en la educación tenga en cuenta la realidad cultural de los alumnos, respete su diversidad y, aún más, promueva su identidad cultural. En la realidad multicultural iberoamericana, la reflexión sobre cómo las TIC pueden contribuir al respeto, la defensa y el conocimiento mutuo de las diferentes culturas supone una exigencia ineludible pero altamente complicada, toda vez que la cultura occidental es absolutamente hegemónica en este campo.

Ante la magnitud de los retos planteados en todos los países iberoamericanos, se impone la necesidad de colaboración. La tarea de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) es precisamente contribuir a esta cooperación entre todas las instituciones públicas y privadas que tengan voluntad de aportar iniciativas y experiencias. Aprender entre todos es la mejor estrategia para acertar en el proceso de cambio educativo.

Existen ya iniciativas importantes que merece la pena reseñar. Los programas de diferentes países para que todos los niños dispongan de un ordenador, la red de portales educativos de los Ministerios de Educación que ofrece a docentes y alumnos un espacio de conectividad (RELPE), los cursos de formación on line organizados y promovidos por diferentes instituciones, el desarrollo de sistemas de indicadores a través –entre otros– del Instituto de Innovación y Desarrollo Educativo (IDIE) con sede en São Paulo y las redes de expertos de la OEI, que estimulan la reflexión crítica y la innovación educativa, son algunos de los proyectos que son ya una referencia en la región. Estos avances no deben olvidar, como resume Hopenhayn (2003, p. 32), que «educar para la sociedad de la información y el conocimiento es mucho más que cambiar libros por pantallas o monitores. Requiere conjugar lo mejor de la tradición crítica y de la experiencia pedagógica con las nuevas opciones tecnológicas».

Bibliografía

CEPAL-OIJ (2007). La juventud en Iberoamérica. Tendencias y urgencias. (2ª ed.) Buenos Aires: Naciones Unidas.

Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana-UNESCO.

Hopenhayn, M. (2003). Educación, comunicación y cultura en la Sociedad de la Información: una perspectiva latinoamericana. Informes y estudios especiales. Santiago de Chile: CEPAL.

Martínez Alvarado, H. (en prensa). La integración de las tecnologías de la información y comunicación en instituciones educativas. En R. Carneiro y J. C. Toscano (comp.) Madrid: Santillana-OEI.

OEI (2008). Metas Educativas 2021: la educación que queremos para la generación de los bicentenarios. Madrid: OEI.

Prensky, M. (2001). Digital Natives, Digital Immigrants [en línea]. Disponible en: http://www.marcprensky.com/

Sunkel, G. (2006). Las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) en la educación en América Latina. Una exploración de indicadores. Santiago de Chile: CEPAL.

Tedesco, J. C. (2005). Las TICs y la desigualdad educativa en América Latina. Tercer Seminario sobre Las Tecnologías de Información y la Comunicación y los desafíos del aprendizaje en al Sociedad del Conocimiento. Santiago de Chile: CEDI/OCDE.

Artículo extraído del nº 78 de la revista en papel Telos

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