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El valor del español en las migraciones


Por Rodolfo Gutiérrez

Las relaciones entre migraciones y logros del mercado de trabajo desde el punto de vista lingüístico adquieren gran relevancia para el valor económico del español. Pero ese análisis está todavía en una fase inicial.

Las migraciones son uno de los principales medios por los que el valor de una lengua se acrecienta o se reduce. La economía y la sociología de la lengua suelen analizar la relación entre migraciones y valor de la lengua en variados escenarios, de los cuales los más importantes son, por un lado, la influencia de la comunidad lingüística sobre la dirección de los flujos migratorios y, por otro lado, la relación entre las características lingüísticas de los inmigrantes y sus logros en el mercado de trabajo. Este artículo se centra en este segundo escenario y ofrece, en primer lugar, un rápido balance de los estudios sobre el tema; en segundo lugar, se describen las tendencias recientes de la inmigración internacional y su impacto, como origen o como destino, en las áreas hispanas; y finalmente, se ofrecen unos primeros resultados descriptivos sobre el valor de la lengua para los inmigrantes en España.

Los estudios sobre el valor de la lengua para los inmigrantes

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La relación entre las competencias lingüísticas de los inmigrantes y sus logros en el mercado de trabajo ha constituido uno de los más habituales temas de interés para la economía de la lengua en las dos o tres últimas décadas. Como ha señalado Grin (2003), esa investigación se ha repartido entre cuatro focos predominantes de interés, correspondientes a las situaciones más típicas de contacto o competencia entre lenguas ocasionadas por la inmigración:

a) La discriminación atribuible a la pertenencia de un individuo a una comunidad lingüística, la de su primera lengua.

b) El valor del conocimiento de una segunda lengua, cuando ésta es demográficamente dominante en un territorio, cuya situación más típica es la de los inmigrantes que no comparten la comunidad lingüística del territorio de destino.

c) El valor del conocimiento de un lengua extranjera, o de una segunda lengua, cuando ésta no es demográficamente dominante en el territorio considerado, cuyos casos más habituales son, por un lado, los de las personas residentes de un país (por ejemplo, Francia) que adquieren el conocimiento de una lengua extranjera (por ejemplo, el español) y, por otro lado, las situaciones de territorios con bilingüismo oficial, en las que personas de una determinada comunidad lingüística (por ejemplo, hablantes de español) adquieren la competencia en otra lengua oficial de ese territorio (por ejemplo, el catalán).

d) Los rendimientos de la lengua de los inmigrantes (la que conocen como lengua materna por su origen) en su país de destino, una situación generalizable a todos los inmigrantes que no comparten comunidad lingüística con el territorio de destino.

Los estudios del tipo a) tienen una sólida fundamentación en las teorías económicas de la discriminación. En su vertiente empírica, estos estudios han proporcionado evidencias –principalmente referidas a EEUU, Canadá y Suiza– de diferenciales de renta entre individuos que pertenecen a diferentes comunidades lingüísticas, diferenciales que se pueden mantener aún cuando se conozca también la lengua que es dominante en el territorio. Con un enfoque cualitativo, se han realizado estudios en España (Alarcón, 2004; Solé y otros, 2005) que constatan diferencias en la selección y en la promoción de las plantillas en función de sus perfiles lingüísticos, y, en general, posiciones de superordenación o subordinación, vinculadas a los orígenes nacionales de las culturas de empresa, de unos idiomas respecto a otros en la estratificación de las plantillas.

Con frecuencia, los estudios de discriminación lingüística no llegan a resolver la cuestión de si ese resultado discriminatorio es debido a una “orientación discriminatoria pura”, fruto de una preferencia o prejuicio de los actores económicos; a una “discriminación estadística”, basada en que la comunidad lingüística entre empleador y trabajador facilita al primero el evaluar ex ante la potencial productividad de éste; o simplemente, tiene su causa en un problema de mayores costes de comunicación entre individuos de diferentes grupos etno-lingüísticos.

Los estudios del tipo b), principalmente los referidos al rendimiento que se consigue con el conocimiento de la lengua del país de destino de los inmigrantes, dominan claramente la literatura empírica sobre este tema. El grueso de esta literatura está referida a la inmigración en EEUU y a su conocimiento del inglés, con trabajos que han sentado los fundamentos teóricos de estos estudios (Chiswick y Millar, 995) o que han ofrecido balances de los resultados empíricos (Mora, 2003). A pesar de la importancia de la inmigración en Europa, y con la excepción de algunos estudios en el Reino Unido y Alemania, apenas hay referencias a investigaciones sobre el tema en otros países de este continente (Zinnmermann, 2005).

El grueso de la literatura de este tipo, particularmente la norteamericana, suele mostrar que la “sanción” por el desconocimiento de la lengua del país de destino de los inmigrantes raramente se sitúa por debajo del 15 por ciento de las ganancias salariales, con variaciones relacionadas a sus diferentes orígenes (por ejemplo, esa “sanción” es superior entre los inmigrantes de origen hispano en EEUU), con el modo en que se definía el conocimiento de la lengua y con características personales de los inmigrantes, como el nivel educativo o el sexo. También es una evidencia muy generalizada que el desconocimiento de la lengua reduce los rendimientos de otras dimensiones del capital humano, más específicamente, la formación básica o genérica, de tal manera que el diferencial de salario entre los inmigrantes con nivel educativo superior (al menos 16 años de escolarización) oscila, según los estudios, entre el 25 y el 75 por ciento.

Los estudios del tipo c), referidos a los rendimientos relativos del conocimiento de la lengua no dominante en territorios bilingües o multilingües, son abundantes y habituales en áreas como Québec, Suiza y Bélgica. Los resultados de estos estudios son bastante desiguales; la prima del bilingüismo es muy variable según territorios –por ejemplo, son altas las primas del bilingüismo francés-inglés en Québec, pero no en otras zonas de Canadá–, dependiendo de cual sea la lengua que es objeto de análisis y su peculiar relación con la lengua dominante, y según ciertas características de los individuos –por ejemplo, la edad, el sexo o el nivel educativo–. Un aspecto que puede tener relación con la escasa consistencia de los resultados de estos estudios es la influencia proveniente, en los rendimientos laborales de una segunda lengua bajo condiciones de bilingüismo, de la protección pública de esa lengua y de la existencia de mercados de trabajo que privilegian el conocimiento de dicha lengua (por ejemplo, en los servicios públicos).

Los estudios del tipo d) son los más escasos y, en general, proporcionan resultados de rendimientos bajos en términos de primas de salario a favor de las lenguas de los inmigrantes. El “enfoque transnacional” en el estudio de las migraciones internacionales (Levitt y Nyberg-Sorensen, 2004) ha reforzado el interés por el valor de las lenguas de los inmigrantes, en la medida en que éstos, con frecuencia bilingües o multilingües, contribuyen a desarrollar nuevas comunidades transnacionales que conectan grupos de diferentes comunidades lingüísticas en origen y destino y canalizan, en la esfera global, un flujo permanente de recursos económicos, sociales, políticos y culturales.

Las migraciones de y hacia las zonas hispanas

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La inmigración internacional ha tendido a concentrarse de manera muy intensa en las áreas más desarrolladas del planeta. Como resultado de esa tendencia, el grueso de la inmigración internacional se concentra en Europa y Norteamérica, aunque su peso relativo es bastante superior en esta segunda zona: en 2005, los 64 millones de inmigrantes de Europa representaban el 9 por ciento de su población total y los 44 millones de Norteamérica el 13 por ciento; Oceanía, con sólo 5 millones, tenía un 15 por ciento de inmigrantes. Aunque en esta fecha había en Asia (53 millones) y en África (17 millones) cuantiosas cifras absolutas de inmigrantes, su peso relativo no pasaba en ninguno de los dos continentes del 2 por ciento. Una proporción similar a la de la inmigración en Iberoamérica, sólo que en esta región la inmigración total no llegaba a los 7 millones.

El hecho más sobresaliente, en lo relativo a la presencia de inmigración de origen hispano en las áreas desarrolladas, es que Estados Unidos es, con mucha diferencia, el destino del grueso de esta inmigración. A comienzos de esta década, más de 16 millones de nacidos en países de habla hispana residían en EEUU, lo que suponía un 5,6 por ciento de la población total de ese país y un 87 por ciento del total de inmigrantes hispanos que viven en el conjunto de países de la OCDE. Además de España, sólo en cuatro países de esta área (Francia, Canadá Italia y Gran Bretaña) la inmigración hispana llega a superar la cifra de 100.000 personas, y en ningún país de la OCDE, a excepción de EEUU y España, la inmigración de ese origen llega a representar siquiera el uno por ciento de su población total.

La emigración procedente de Iberoamérica ha adquirido una magnitud muy considerable. Esta emigración se ha dirigido parcialmente a destinos en otros continentes, Europa y Japón, pero en su inmensa mayoría lo ha hecho hacia el Norte del continente, Estados Unidos, sobre todo, y hacia Canadá, en menor medida. Ambos destinos han acogido a más de tres cuartas partes de todos los flujos de emigración hacia el exterior. Si se mira desde la perspectiva de la distribución de esta emigración en los países más desarrollados, de los casi 21 millones de residentes en la OCDE nacidos en Latinoamérica y Caribe, casi 18 millones están en Estados Unidos y otros 600.000 en Canadá ( 3).

En cuanto a la inmigración hacia el área iberoamericana, se pueden destacar dos tendencias dominantes en la etapa más reciente (Martínez Pizarro y Villa, 2005). En primer lugar, una reducción de los volúmenes de inmigración exterior que se reciben en la región, por la no renovación de los flujos y el declive demográfico de sus contingentes de inmigrantes. En segundo lugar, el desigual desarrollo de la región ha contribuido a aumentar las migraciones que tienen como origen y destino la propia región, aunque los volúmenes son bajos si comparan con los de la emigración hacia fuera de la región.

Estas tendencias han hecho que, en las últimas décadas, se haya transformado significativamente la presencia y la composición de la inmigración en esta área ( 4). Desde los años 70, el volumen de inmigrantes de fuera de la región no ha dejado de disminuir: los casi 4 millones de 1970 se habían reducido a la mitad en el año 2000. El peso relativo de la inmigración procedente de fuera del área latinoamericana ha venido disminuyendo de tal modo que, en las tres décadas finales del siglo, había pasado de suponer tres de cada cuatro inmigrantes a constituir sólo dos de cada cinco. El aumento de las migraciones de la propia región no ha sido suficiente para incrementar el volumen total de inmigración, que en el año 2000 no alcanzaba los 5 millones, una cantidad algo menor que la de 1970. Además, debido el aumento de la población autóctona, la inmigración alcanzaba un peso demográfico entre los más bajos de todas las grandes regiones del mundo, con apenas 1,5 por ciento de la población total.

En los principales países de habla hispana, la inmigración de habla no hispana apenas supone, al comienzo de esta década, el 0,5 por ciento del total de población de la región . Esta es una pauta muy común a todos los países de habla hispana del área. Aunque en algunos de ellos, la inmigración de origen no hispano sigue alcanzando cifras absolutas apreciables –de más de medio millón en Argentina, y de varios cientos de miles en México y Venezuela–, en ninguno de los países de habla hispana la inmigración procedente de otros dominios lingüísticos supera una presencia del 2 por ciento de la población total.

El estudio del valor de la lengua para los inmigrantes en España

El hecho más relevante, referente a las migraciones recientes en el ámbito hispano, lo constituye la importancia que ha tomado España como destino. En menos de una década, España ha ido apareciendo como uno de los grandes destinos de la inmigración internacional. En 2005 se situaba como el décimo país del mundo por volumen de inmigrantes; el único país de habla hispana entre los 20 países con mayor volumen absoluto de inmigración. España ha sumado algo más de 5 millones de inmigrantes (entre personas de nacionalidad extranjera y de nacidos fuera de España que poseen la nacionalidad española), de las cuales dos tercios son personas originarias de países cuya lengua mayoritaria no es el español y que, en su mayoría, han aprendido o están aprendiendo esta lengua. Este ciclo de intensa inmigración hacia España aún no se ha detenido y se seguirá incrementando de manera muy significativo ese volumen de personas que entran en contacto con la lengua española.

La parte mayoritaria de esta población no hispanohablante está formada por inmigrantes laborales procedentes, principalmente, de países del Magreb y del África subsahariana, del Este de Europa y de Asia; otra parte son residentes temporales o estables, de origen europeo en su mayor parte, atraídos por el buen clima de las costas mediterráneas y las islas.

La cuantía y la variedad de orígenes de los extranjeros residentes en España representan una oportunidad de expansión del español en áreas muy amplias y diversas del mundo, en las que, además, la presencia de la cultura española, en general, y del español en particular, viene siendo muy escasa. Es el caso de los mayores países del Este de Europa (Polonia, Rumania, Bulgaria, Rusia y Ucrania, por ej.), el área del Magreb, el África subsahariana, China y algunos otros países del sudeste asiático, e incluso de Escandinavia.

Una aproximación descriptiva a los logros laborales de los inmigrantes en función de su origen proporciona ya indicios claros de la influencia de la comunidad lingüística. Con datos de la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre de 2006, y referidos a inmigrantes de tres orígenes (países de habla hispana, europeos no de la UE y africanos), pertenecientes a iguales grupos de edad (25-50 años), nivel educativo (primario) el tiempo de estancia en el país (uno o tres años), para controlar el efecto de estos factores sobre la exposición al conocimiento del español, se obtienen los siguientes resultados: en primer lugar, los inmigrantes de origen hispano tienen niveles más altos de empleo que los de otros orígenes, sólo ligeramente mejores que los de los europeos y marcadamente superiores a los de los africanos; en segundo lugar, ese diferencial positivo de empleo de los hispanos se reduce con el tiempo de estancia, lo que podría asociarse con las mejoras en competencias lingüísticas de los inmigrantes de otras lenguas maternas; en tercer lugar, la prima de empleo de los hispanos desaparece entre los inmigrantes de niveles educativos medios y altos, ya que los inmigrantes europeos tienen tasas de empleo más altas en esos grupos. Este último resultado abre la puerta a consideraciones sobre si, como suele ser habitual, la competencia lingüística incrementa el rendimiento de otras dimensiones del capital humano, o si, como parece el caso en la situación española, compartir el origen europeo se impone sobre la comunidad lingüística como factor que facilita el logro laboral.

Los escasos estudios analíticos existentes sobre la influencia del conocimiento de la lengua en el logro laboral de los inmigrantes en España apuntan también resultados según los cuales la comunidad lingüística (la procedencia de América del Sur, en concreto) favorece una mayor y más rápida asimilación laboral de los inmigrantes (Sanromá, Ramos y Simón, 2006).

El proyecto de investigación del que forma parte este trabajo se ha propuesto analizar la influencia del conocimiento de la lengua española en los rendimientos laborales de los inmigrantes residentes en España. Hasta ahora, no ha sido posible llevar a cabo ese análisis en las condiciones debidas, ya que no se dispone de fuentes estadísticas que recojan datos sobre la competencia lingüística de los inmigrantes junto a datos de ocupación, salarios o renta.

Esta carencia de datos quedará parcialmente solventada a muy corto plazo, cuando se disponga, en 2007, de los primeros datos de la Encuesta Nacional de Inmigrantes, que está siendo realizada por el INE. Esta encuesta contiene ya un aceptable conjunto de observaciones sobre características lingüísticas, que incluyen la especificación de la lengua materna del encuestado, qué otras lenguas conoce, el nivel de competencia en el idioma español y en la lengua propia de la comunidad autónoma. La encuesta también contiene observaciones sobre salario y sobre todos las características sociodemográficas, de historia migratoria y de experiencia laboral que suelen tomarse en cuenta como factores que influyen en los logros laborales de los inmigrantes.

Conclusión

Las migraciones constituyen una de las principales vías de expansión o de contracción del número de hablantes de una lengua y, por ello, uno de los procesos más importantes en la configuración de su valor económico. En la época actual, con la creciente globalización de los intercambios comerciales y culturales, así como el extraordinario desarrollo y expansión de las nuevas tecnologías de la información, se han multiplicado las ocasiones de intercambio lingüístico sin movimiento físico de las personas. Pero también, y en buena parte por esas intensas dinámicas de globalización, se han ampliado y diversificado los movimientos migratorios, por lo que las migraciones internacionales siguen jugando un papel fundamental en la mejora o la reducción del valor económico de una lengua.

Los flujos migratorios más recientes han ocasionado una fuerte concentración de las ocasiones de expansión del valor económico del español por esta vía en un par destinos: Estados Unidos y España. En el primer caso por la singular magnitud de la comunidad de habla hispana; en el segundo por la intensidad y la variedad lingüística de los flujos migratorios que se vienen recibiendo.

El estudio del valor del español para los inmigrantes en el mercado de trabajo de España está todavía en una fase muy inicial, pero ya hay indicios claros de cómo se recompensa la comunidad lingüística o el aprendizaje del español con mejores niveles de empleo o de integración laboral. La investigación adecuada de ese valor está aún pendiente de que se disponga de los datos que permitan relacionar sistemáticamente las competencias lingüísticas de los inmigrantes con sus logros laborales.

Referencias biliográficas

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Artículo extraído del nº 71 de la revista en papel Telos

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