Mucho ruido, pocas leyes. Economía y políticas de comunicación en la Argentina (1920-2004)
Editorial La Crujía. Guillermo Mastrini (Editor). Buenos Aires, 2005 |
Pocas veces, en la Argentina, se había intentado describir con puntualidad cronológica las vicisitudes de los medios audiovisuales con relación a los proyectos económicos dominantes y a los rasgos políticos de los distintos gobiernos. El libro coordinado por Guillermo Mastrini registra minuciosamente cada una de las épocas en que los autores han dividido las ocho décadas que se extienden entre la aparición de la radio en 1920 y la actualidad, caracterizada por una concentración empresarial sin precedentes que domina el panorama nacional de la información y el entretenimiento. Al compás de lo que acontecía en el mundo, la artesanal experiencia de 1920 colocaba a la Argentina entre las primeras naciones donde se intentaba la transmisión sonora a través de ondas electromagnéticas; durante los últimos años, como en todas partes, las industrias de la información y de la cultura que operan en la Argentina se han transformado en uno de los más duros y sofisticados negocios con que el capitalismo contemporáneo muestra su rostro globalizado.
Producto de investigaciones realizadas por los integrantes de la cátedra cuyo titular es Guillermo Mastrini en la Universidad de Buenos Aires, el libro reúne doce artículos desplegados entre una introducción y un epílogo que trazan líneas de entendimiento para el conjunto y que coinciden con el diagnóstico de Washington Uranga en el prólogo: «Los debates públicos que se plantean en la Argentina sobre comunicación y sobre las industrias culturales en general, suelen evitar cuestiones centrales: las raíces económicas que atraviesan la realidad actual del sector infocomunicacional y las condiciones políticas que hicieron posible, y hasta hoy permiten, un escenario como el que tenemos». En consecuencia, no es menor el mérito de esta publicación cuando logra destacar el estrecho abrazo en el que conviven los modelos económicos, las contingencias político-ideológicas que los rodean y las significaciones derivadas de la expansión casi ilimitada de las prácticas agrupadas en el ancho espacio denominado comunicación. Tampoco es pequeño el desafío intelectual: Mucho ruido, pocas leyes enfrenta, sin aspavientos, la dilución de algunas tradiciones de los estudios de comunicación latinoamericanos que, a partir de la década de 1980, parecieron desbarrancarse en el marasmo de un panculturalismo ramplón y secundario.
En el comienzo, la radio
Tal vez no sea mera curiosidad que en 1920 la ópera Parsifal fuera transmitida por radio desde la terraza del teatro donde se representaba y para 50 radioaficionados provistos de sus rudimentarios aparatos receptores. Quien dirigía el novedoso operativo era un técnico que un año antes, en Francia, había indagado sobre los equipos transmisores utilizados por el ejército francés para las comunicaciones entre los frentes durante la Primera Guerra Mundial. La sociedad argentina se instalaba en el mundo con una economía en expansión, había sido protagonista de sensibles cambios políticos (en 1916 se había elegido por primera vez un presidente por sufragio universal), y desarrollaba una cultura que se nutría en Europa y se preguntaba cómo incorporar una inmigración de tal magnitud que los extranjeros llegaron a ser mayoría entre los habitantes de Buenos Aires. Cuatro años después se promulga el primer marco regulatorio que diferencia las broadcasting de otros servicios de transmisión tales como el telégrafo. Recién nacía la radio, pero un año antes, en 1923, los propietarios de las cinco emisoras existentes ya habían declarado una singular huelga de silencio en defensa de sus intereses. La expansión de la radio fue tan acelerada como la multiplicación de sus oyentes (muchos de ellos analfabetos) que encuentran en el medio auditivo la forma adecuada de estar al tanto de lo que los rodeaba; si en 1923 se contaban cinco emisoras centradas en Buenos Aires, en 1928 el número alcanzaba a 39 distribuidas en todo el país, aunque 23 se situaban en Buenos Aires.
En junio de 1946 ya triunfante el peronismo en las elecciones de febrero entra en vigencia un Manual de Instrucciones que reglamenta el uso de las emisoras. Por primera vez se establecía un régimen sistemático que intentaba orientar la difusión de acuerdo a los principios sustentados por el Estado. Antes, en 1938, el gobierno conservador de la época había realizado el primer (y tal vez el único hasta hoy) estudio sistemático de las 40 emisoras que estaban en funcionamiento. El dato es relevante para los objetivos del libro: el Estado toma nota de la importancia que para su gestión tendrá la comunicación masiva. Un capítulo está íntegramente dedicado a estudiarlo; otros, en la misma línea, destacan el papel asignado por Perón a la radio, a la prensa escrita y, desde 1951, a la televisión que comienza a existir ese año por decisión gubernamental.
Los avatares de la política
Las diversas y a veces contradictorias formas del peronismo entran y salen en el estudio tantas veces como ese movimiento retuvo las riendas del gobierno después de la primera y segunda presidencia de Perón que en 1955 sería derrocado por un golpe militar. El peronismo regresará en 1973 de la mano de Cámpora y nuevamente de Perón hasta su muerte en 1974, cuando asciende Isabel Perón a la presidencia; en 1989 tendrá el nombre de Carlos Menem y a partir de 2001, el de Duhalde y Néstor Kirschner. Las discontinuidades son tan amplias que los autores de los distintos capítulos donde el peronismo está presente no siempre saben qué hacer con él. Si en el primer periodo el Estado, bajo la férula de una poderosísima Secretaría de Información y Prensa, interviene de tal manera que concluye haciéndose propietario de casi todos los medios, treinta años después, y al amparo de una Ley de Reforma del Estado propiciada por el menemismo, nada quedó sin privatizar. Mucho ruido recorre los distintos momentos que fueron tejiendo la trama homogénea del orden neoliberal dominante en la estructura comunicacional. Uno de esos momentos destaca el oprobio de la dictadura que se enseñoreó del país entre 1976 y 1983 y cuyo marco regulatorio sobre los medios de comunicación, para escándalo de los autores, sigue vigente.
Aunque convencidos de que «es indispensable actualizar ideas, conceptos y diagnósticos», los investigadores coordinados por Mastrini retoman el hilo de la tradición crítica en los estudios sobre comunicación. Ciertas investigaciones originadas en América Latina habían destacado, en efecto, la íntima relación entre los sistemas de comunicación y el entorno social y político. No es menos cierto, y esto no escapa a la percepción de los autores, que a veces una mirada con vocación mítica recuerda aquellas épocas (los años 1960 y 1970) como momentos de dorado esplendor cuando, rigurosamente, hoy deberíamos reconocer que las nueces fueron menos que los ruidos, para volver al espíritu del libro que comentamos. Con frecuencia aquellos estudios estuvieron plagados de simplificaciones derivadas de un clima de irreductibles enfrentamientos planetarios, saltaron sobre sutilezas y, más de una vez, endurecieron el pensamiento. Sin embargo, vale la pena tenerlos en consideración porque la ola que intentó defenestrarlos sólo sirvió para aplanar diferencias, olvidar conflictos y celebrar la opacidad tranquilizante de la insignificancia.
Artículo extraído del nº 65 de la revista en papel Telos