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La migración digital


Por Antonio Rodríguez de las Heras

La Sociedad de la Información no es un estado, sino un proceso. Un proceso consistente en la migración a un nuevo espacio, el espacio digital, de actividades que venimos realizando en este espacio de tres dimensiones, que llamamos natural, y que podemos llamarlo también analógico.

¿Qué actividades están pasando o van a pasar al espacio digital? Sorprende el desplazamiento masivo de la migración. ¿Nos damos cuenta de la cantidad de actividades que ya podemos realizar a través de una pantalla? Y es sólo el comienzo; el proceso lleva pocos años y sin embargo su intensidad y extensión son manifiestas. Es improcedente comprometerse a marcar hasta dónde llegará esta migración. Pero sí se puede decir que este desplazamiento llevará a tan profundos cambios a todos los niveles de la sociedad y del individuo que alcanzaremos un escenario muy distinto del que tenemos ahora. Y es entonces cuando se podrá ver que la Sociedad de la Información ha sido un proceso, una transición, que ha creado las condiciones para la emergencia de una nueva sociedad (para la que habrá que encontrar atributo; aunque ya se están adelantando propuestas).

Pero ¿por qué? ¿Qué mueve a esta migración? ¿Es la manipulación de los intereses de los grandes poderes económicos o políticos, que crean unas necesidades y un modelo del que uno no puede escapar si no quiere quedar excluido? ¿Es una forma de pánico colectivo que precipita a la gente hacia la puerta de salida (del mundo analógico) sin saber bien por qué pero con el temor de ser el último?

Sin excluir las dos razones anteriores, hay que contar con una tercera, definitiva: la productividad. Con la aparición de un nuevo espacio, el digital, donde instalar nuestras más variadas actividades, éstas resultan más productivas. Y este aumento de la productividad afecta a cualquier actividad individual o colectiva.

Así que se puede justificar la migración digital de una actividad por el mayor rendimiento que se consigue. Un trabajo en menos tiempo; un trabajo con más precisión y menos errores; un trabajo con la concurrencia de menos personas, más ergonómico, menos arriesgado…

Las actividades que pasan a realizarse en el espacio digital se ven beneficiadas por el efecto de algunas de las propiedades que tiene el mundo digital. De ahí que se justifiquen la decisión y el esfuerzo que supone la migración. En otros casos no es tan evidente la toma de decisión, pero se adquieren capacidades nuevas que abren nuevas posibilidades, inciertas, arriesgadas, por las que hay que apostar.

Dualidad

La migración digital no tiene por qué significar desertización analógica. Se observa que se produce una dualidad y que muchas actividades se dividen o se duplican entre los dos territorios, el digital y el analógico.

Las explicaciones de esta dualidad son muy variadas. Se puede deber a la necesidad de que el proceso sea gradual para la habituación de los usuarios, o de esperar a que otras actividades relacionadas con ésta realicen también sus transformaciones, o de avances técnicos que aún no han llegado. Este tipo de dualidad es debida a un proceso aún incompleto de migración.

Pero la duda se plantea en otros casos en que se puede interpretar que lo que se ha producido es una duplicidad en la actividad, y que ésta se presenta a la vez en digital y en analógico. ¿Seguiremos leyendo en pantalla y sobre papel? ¿Habrá, por tanto, libros códice de papel, diarios y revistas de papel, junto a libros, periódicos y revistas electrónicos? ¿La enseñanza universitaria será presencial y en red, es decir, mixta o blended, o terminará siendo toda ella virtual? ¿O es que estamos en un momento intermedio en la transición? ¿Quién se atreve a señalar que estamos ante una duplicidad o tan sólo ante un proceso que aún no ha concluido?

Lo más riguroso es decir que si bien unas actividades migran rápidamente al espacio digital y desaparecen del analógico, hay otras que, por motivos muy distintos, podrán permanecer duplicadas por un tiempo indeterminado.

La aceptación de la dualidad es siempre una medida de prudencia, aunque luego no se acierte, porque se evitan las visiones precipitadas, por euforia, de transformaciones rápidas y radicales o las recelosas que, por creer imparables tales transformaciones, presentan el mismo escenario.

Brecha

Sirve para denominar los desajustes que la tecnología digital está abriendo entre quienes consiguen aprovecharse de ella y quienes se quedan descolgados. Algo parecido a la migración campo-ciudad por la industrialización, en la que el mundo rural veía agravar sus males seculares.

La tecnología digital no abre una brecha, sino muchas brechas ramificadas. Unas atraviesan las regiones del mundo y otras afectan al interior de los países, de las sociedades, y otras, capilares, pero no por eso menos perturbadoras, alcanzan a los individuos.

La brecha supone agravamiento de las desigualdades, nuevas dependencias y aislamiento.

Tiene también una connotación emocional porque está el temor, fundado, de que una persona o sector de la población o empresa o región o país puedan ser engullidos por la brecha. España está en estos momentos afectada por este temor a causa de los preocupantes niveles de los indicadores que marcan el ingreso de un país en la Sociedad de la Información. Inquietud que se agudiza con el recuerdo de nuestra historia contemporánea y las debilidades de nuestra revolución industrial. ¿Vamos a volver a fracasar en el empeño de modernizar el país a tiempo, no con retraso y aceleradamente? ¿Vamos a crearnos nuevas dependencias; ir a remolque?

Crisis

Crisis es necesidad y riesgo. Las instituciones, las empresas, los individuos; los gobernantes, los directivos, los particulares; todos se encuentran ante la necesidad de la migración digital sin demora, pero hay que aceptar el riesgo de que las decisiones que tomen, los caminos que elijan sean equivocados y haya que desandar el trecho, desguazar lo construido y recomenzar. Y así durante mucho tiempo, porque no es cosa de una sola elección, sino de una larga e incierta travesía.

La Sociedad de la Información no es un estado sino un profundo proceso de cambio. Y los cambios no son una simple acumulación de lo nuevo, sino un abandono de parte de lo que se tiene para dar cabida a lo por venir. Y ahí está el riesgo: hay que abandonar lo que se tiene antes de haber asegurado lo que se espera o busca. No vale querer jugar sobre seguro y esperar a saber que se acierta, que merece la pena el desprendimiento para dejar entonces aquello que hay que abandonar.

Así que la travesía de la Sociedad de la Información estará marcada para todos por decisiones precipitadas, tardías, erróneas, oportunas y acertadas.

Artículo extraído del nº 61 de la revista en papel Telos

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Antonio Rodríguez de las Heras