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Las revistas de comunicación en América Latina


Por Daniel E. Jones

La región latinoamericana surge como resultado de la evolución histórica de las colonizaciones y mestizajes iniciados en el siglo XV y, aunque desde el punto de vista de la integración política, económica, cultural y comunicativa bien podría calificarse de «entelequia», también puede aceptarse que en la actual era global constituye un espacio cultural y comunicativo diferenciado del resto. De todas maneras, esta identidad compartida no se traduce claramente en el campo de las revistas teóricas especializadas en comunicación social, industrias culturales y nuevas tecnologías.

Estas publicaciones cuentan con una larga tradición, aunque su legitimidad académica y social no termina de consolidarse. En casi medio siglo de existencia, no es fácil decir cuál es su aportación más importante, aunque hay algunas tendencias que se observan en la trayectoria de los principales títulos, como por ejemplo el interés por la cultura popular y por los medios de comunicación alternativos utilizados como herramientas para el desarrollo social. También se percibe un interés por cuestiones de carácter político como, por ejemplo, el papel de los medios en el frágil marco democrático.

En los años 70 y 80 hubo preocupación por las políticas nacionales de comunicación y por el Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación (NOMIC), sobre todo por el impacto del Informe MacBride y los debates periódicos en el seno de la Unesco (las aportaciones más significativas fueron sin duda las de autores como Luis Ramiro Beltrán o Antonio Pasquali).

En los últimos años, sin embargo, las investigaciones teóricas se preocupan por aspectos más pragmáticos, como el auge de la comunicación institucional y también la implantación de las nuevas tecnologías digitales. De todas maneras, las teorías culturalistas y antropológicas de autores como Jesús Martín-Barbero y Néstor García Canclini influyen a lo largo y ancho del subcontinente. Asimismo, se observan muy pocos estudios de carácter empírico sobre la estructura real de las industrias mediáticas y culturales y su dependencia de los grupos de poder autóctonos, así como su vinculación con las grandes corporaciones transnacionales del Norte.

A primera vista, se encuentran diferencias cuantitativas y cualitativas, formales y de contenido entre las revistas latinoamericanas y las anglosajonas. En primer lugar, en el mundo anglosajón y, por extensión, en los demás países desarrollados, existe una gran cantidad de títulos, muchos de los cuales circulan de forma comercial (sobre todo los británicos y norteamericanos) por las principales universidades del mundo. Esto les da una proyección enorme, especialmente en el mundo desarrollado. Tienen una gran calidad formal y una regularidad muy estricta en su edición, generalmente trimestral. En cambio, las revistas latinoamericanas se caracterizan a menudo por una cierta pobreza material, un diseño descuidado, una irregularidad en su salida y una mortandad grande, ya que la mayoría desaparece rápidamente. Son pocas las que llegan a vivir varios años y tener una cierta proyección exterior.

Entre las revistas del Norte, cada vez más aparecen nuevos títulos especializados, no sólo en comunicación en general, sino en perspectivas teóricas concretas, como por ejemplo la histórica, la económica, la tecnológica, la lingüística o la psicológica. O bien en aspectos como el sexo, la edad, la salud, las ciencias, etc. Incluso en medios específicos como la prensa, la radio, la televisión, la publicidad, el cine o las nuevas tecnologías digitales. Cada vez se produce una especialización mayor, debida a la complejidad creciente de los fenómenos y al avance de las investigaciones. En cambio, en América Latina las revistas todavía están normalmente en una primera fase más descriptiva, repetitiva, miscelánea y de tanteo, con textos de carácter generalista en los que no aparece realmente una aportación original, sino que el autor demuestra su desfase con la bibliografía utilizada.

En general, por lo menos en los países desarrollados, las revistas académicas (sobre todo las de ciencias físicas y naturales) son el primer nivel de difusión (junto con los congresos de su especialidad) que tiene un experto para dar a conocer los primeros resultados de sus estudios (tanto en solitario como en grupo, en universidades o en centros de investigación), y después, porque es un proceso más lento, saldrá el libro, con los datos pormenorizados y las actualizaciones pertinentes. Pero lo que ocurre en América Latina es que nadie que tenga algo importante que decir utiliza como plataforma este tipo de revistas por su escasa proyección en la opinión pública.

En estos momentos, las mejores publicaciones teóricas de América Latina son las mexicanas Estudios de las Culturas Contemporáneas (Universidad de Colima), Comunicación y Sociedad (Universidad de Guadalajara), Revista Mexicana de Comunicación (Fundación Manuel Buendía) y Etcétera (Análisis, Ediciones y Cultura); las colombianas Signo y Pensamiento (Pontificia Universidad de Bogotá) y Escribanía (Universidad de Manizales); las venezolanas Comunicación (Centro Gumilla) y Anuario ININCO (Universidad Central de Venezuela); la peruana Diálogos de la Comunicación (FELAFCS); las brasileñas Comunicação & Sociedade (Universidade Metodista de São Paulo), Comunicação & Política (Centro de Estudos Latino-Americanos), Revista Brasileira de Ciências da Comunicação (INTERCOM) y Revista FAMECOS (Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul), y la chilena Cuadernos de Información (Universidad Católica de Chile). Hay algunas más, pero son demasiado recientes para conocer su evolución o bien otras que han descendido mucho en su calidad en los últimos años, como la ecuatoriana Chasqui (CIESPAL).

Salvo contadas excepciones, las revistas de comunicación son muy repetitivas porque se investiga superficialmente debido a la falta de recursos, al poco tiempo del que se dispone y al escaso interés social por el ámbito teórico de la comunicación. Esto desanima mucho a los investigadores, que a menudo abandonan los ámbitos académicos y crean gabinetes de consultoría privados, al servicio de empresas, partidos políticos u otro tipo de instituciones como ONG, pero no hacen investigación teórica ni empírica sino aplicada a cuestiones pragmáticas, concretas y coyunturales.

Además, en las universidades en general no se investiga porque no se dan las mínimas condiciones y porque los profesores están mal pagados y generalmente pluriempleados. En definitiva, lo que suele aparecer en muchas de las revistas latinoamericanas son artículos circunstanciales y aislados, que no forman parte de un proceso o línea de reflexión e investigación a largo plazo, sino que son encargos o propuestas que sirven para aumentar el currículum académico que permitirá a sus autores ascender en la escala burocrática y lograr mejores condiciones laborales.

Por lo que respecta a los criterios que deberían primar, destaca sobre todo la originalidad en el planteamiento del tema, el rigor en la selección de las fuentes, de las teorías y de los datos empíricos que se manejen, la claridad expositiva y el interés social del objeto de estudio (para que no se encierre en un puro academicismo estéril, sino que contribuya al bien común).

Las revistas anglosajonas tienen un nivel altísimo de circulación entre cientos de universidades de los países ricos y no sólo de habla inglesa, sino de las principales lenguas del mundo. Pero no ocurre lo mismo con las revistas latinoamericanas, que generalmente no salen de su propio país porque no tienen la capacidad material para hacerlo ni el interés de su contenido es suficiente para que aparezcan potenciales lectores como mínimo en la propia área cultural. A España, por ejemplo, llegan muy pocas revistas de América Latina (sobre todo algunas que circulan por intercambio con otras españolas), porque resultan poco atractivas desde el punto de vista formal y de contenidos, son demasiado irregulares y sólo se ocupan de temas locales o coyunturales, sin hacer aportaciones teóricas que sirvan a toda la comunidad de investigadores.

No es justificable que las revistas académicas en español no circulen por toda Iberoamérica (incluyendo Brasil y Portugal), debido a que este idioma es de uso generalizado en casi todos los ambientes académicos de esta amplia área cultural. Es decir, una ventaja con la que no cuenta Europa, debido a su fragmentación política y lingüística, donde cada Estado tiene su propia lengua e, incluso, algunos tienen varias, como ocurre en España. Esta característica influye determinantemente entre los editores y lectores de revistas académicas, entre ellas las de comunicación. Por ello, generalmente estas publicaciones sólo circulan en su ámbito lingüístico y no suelen cruzar fronteras, salvo las que se editan en inglés. De esta manera, importantes revistas alemanas, francesas o italianas, por ejemplo, no son muy conocidas fuera de sus fronteras nacionales.

Pero no sólo el nivel de lectura es bajo, sino que las revistas latinoamericanas generalmente no tienen ninguna repercusión académica, política o social, es decir que sus artículos no son comentados ni citados en otros textos académicos (libros, informes, tesis, otros artículos científicos), sino que tampoco son tenidos en cuenta como obras de referencia por parte de los estudiantes de las propias facultades que las editan, ni sirven para el reciclaje y actualización de los profesionales de la industria.

Esto no impide que se sigan publicando y que aparezcan nuevos títulos permanentemente, porque existe una presión por parte de las instituciones universitarias para que sus docentes publiquen alguna reflexión teórica, pero como no pueden hacerlo en las principales revistas del ramo tienen que crear sus propias plataformas de expresión, que suelen tener una vida corta o, en el mejor de los casos, irregular y lánguida.

Artículo extraído del nº 61 de la revista en papel Telos

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