Interdisciplina, preocupación por la brecha digital e identificación de nuevos usos y comportamientos sociales, forman parte de los enfoques latinoamericanos a la hora de estudiar Internet. Aunque faltan espacios de discusión, respaldos institucionales y una mayor reflexión conceptual, las aportaciones en este campo son variadas, abundantes y promisorias.
La presencia contundente, aunque todavía insuficiente, de Internet en América Latina ha merecido atisbos variados, en ocasiones metodológicamente heterodoxos y de una heterogénea versatilidad disciplinaria. La gran mayoría de los especialistas acreditados en el estudio de la comunicación ha reconocido a la Red de redes como un espacio imprescindible, tanto en el examen de los medios como en la propagación de sus propias reflexiones, pero pocas veces se han sumergido en la exploración de ese océano de viejas y nuevas realidades que es Internet. Una diversa amalgama de disciplinas, desde las ingenierías hasta la sociología, la filosofía y la antropología, entre otras, ha acompañado a la comunicación en el estudio de los modos, usos y retos que supone el desarrollo latinoamericano de Internet.
De la desconfianza que parecía prevalecer a mediados de los años 90 cuando muchos ignoraban a la Red o la consideraban un simple instrumento de imposiciones ideológicas al entusiasmo desmedido y sin contexto crítico que propagaban las posturas mimetizadas con el ánimo prevaleciente en los análisis estadounidenses sobre la Red, la investigación latinoamericana ha avanzado a una atención sistemática y en algunos casos creativa acerca de estos temas. Sin embargo, la indagación latinoamericana sobre la Red todavía se realiza fundamentalmente a partir de esfuerzos más personales que institucionales.
El intercambio entre los interesados en estos asuntos sigue siendo precario y los foros especializados son escasos. Internet ha sido rápidamente admitida como tema específico dentro de los estudios latinoamericanos de comunicación, especialmente en congresos de organismos como la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Comunicación (ALAIC) y la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS). Pero su reconocimiento como medio específico ha sido tardío en comparación con lo ocurrido en países de Europa y Norteamérica tanto en las prioridades de centros de investigación como en los planes de estudio universitarios especializados en comunicación. El que sigue es un recuento, inevitablemente fragmentario, de aportaciones y búsquedas latinoamericanas en el estudio de la Red de redes.
El bosque y los árboles en el ciberespacio
Pocos autores en América Latina han emprendido una revisión panorámica de los efectos culturales y la presencia social de Internet. Casi todos los estudios recientes se han dirigido a los árboles, más que al frondoso y a veces asombroso bosque que constituye la Red. Alejandro Piscitelli ha sido pionero de los estudios sobre cibercultura en América Latina. Su propia formación, que lo llevó de la filosofía a la ciencia de los sistemas, da cuenta de la versatilidad de enfoques que resultan pertinentes para estudiar Internet. Su clásico Ciberculturas. En la era de las máquinas inteligentes fue enriquecido en su reedición con numerosas anotaciones y anexos (Piscitelli, 1995 y 2002). Este profesor de la Universidad de Buenos Aires ha aportado una lectura latinoamericana, pero no regionalista, a temas como la nanotecnología, los hipermedios, los espacios virtuales y, desde luego, la Red. La imbricación de medios masivos convencionales, como la televisión, que llegan a amplias audiencias y la Red que interconecta directamente a sus usuarios, así como las fallidas ilusiones que suscitó la especulación financiera en torno a la economía digital, han sido analizadas en dos libros de este investigador (Piscitelli, 1998 y 2001). Otros autores con miradas panorámicas sobre Internet han sido los mexicanos Flores Olea y Gaspar de Alba (1997) y Sánchez (1997). Este último anticipó virtudes y limitaciones de la Red al señalar que de la misma manera que «Internet unifica el saber de forma horizontal», no por ello constituye la panacea a las carencias culturales de nuestras sociedades: «tampoco es adecuado pensar que Internet por sí sola será la solución del crecimiento civil planetario, ya que una gran parte de la Red será usada para asuntos bastante frívolos, para el entretenimiento y cosas afines».
Más allá de la Academia, pero también en ella, la principal discusión latinoamericana acerca de la Red, sobre todo en los últimos años del siglo XX, giró en torno a la disyuntiva que implicaba destinar recursos para infraestructura en informática a pesar de que no se satisfacían otras necesidades sociales. Conexiones o comestibles era, en realidad, un falso dilema. Mientras no haya mínimos de bienestar entre los cuales se encuentran la alfabetización, la energía eléctrica y las redes telefónicas no habrá soportes materiales para la introducción de Internet. Pero, también, ha sido posible reconocer que esta infraestructura es parte indispensable del desarrollo. Sobre esas posibilidades bordaron estudios como los del argentino residente en Canadá Ricardo Gómez (2000) y los diagnósticos realizados por varias organizaciones multilaterales.
En una evaluación acerca del desarrollo de la Sociedad de la Información (SI) en América Latina presentada a inicios de 2003, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) concibe a las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación como «algo más que informática y computadoras, puesto que no funcionan como sistemas aislados, sino en conexión con otras mediante una red. También son algo más que tecnologías de emisión y difusión (como la televisión y la radio), puesto que no sólo dan cuenta de la divulgación de la información, sino que además permiten una comunicación interactiva». Además, en ese mismo informe se propone una agenda de políticas públicas en esa materia para América Latina y el Caribe.
En 2003 la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) publicó un extenso estudio sobre la brecha digital en la región. Además de poner en cuestión las concepciones tradicionales sobre la brecha digital, allí se propone una metodología que tome en cuenta no sólo la proporción de usuarios de Internet sino también la cobertura telefónica, la densidad de habitantes por computadoras y la situación económica de cada país. El estudio fue realizado por el chileno Rodrigo Díaz, el argentino Óscar A. Messano y el uruguayo Ricardo Petrissans. Este último alentó durante varios años el sitio web Sociedad Digital (www.sociedaddigital.org), con páginas nutridas con abundante información de políticas públicas para la Red.
Pero más allá de estos esfuerzos por racionalizar y ordenar de manera propositiva la información sobre la cobertura y las insuficiencias de la Red, en Latinoamérica ha sido posible asegurar que, salvo excepciones, «las políticas públicas internas de cada país son caóticas con respecto a la facilidad de acceso de las multitudes a la Red. Por caóticas me refiero a: dado el retraimiento del Estado y la apertura a lo privado, lo público posee escaso y/o nula intervención» (Del Brutto, 1991).
Una de las salvedades es Brasil con su paradigmático Sociedade da Informação no Brasil Livro Verde (2000). Allí se condensan las aportaciones de más de 150 especialistas organizados en grupos temáticos (administración pública, acciones empresariales, contenidos e identidad cultural, cooperación internacional, divulgación en la sociedad, educación, infraestructura de redes, regionalización, investigación y desarrollo, planificación y procesamiento de alto desempeño). El propósito práctico de ese informe se advierte en los apartados de cada uno de sus ocho capítulos: «de qué se trata», «en dónde estamos», «para dónde vamos» y «qué hacer». Allí se considera: «La Sociedad de la Información no es un modismo. Representa una profunda mudanza en la organización de la sociedad y de la economía, habiendo quien la considera un nuevo paradigma técnico-económico». Para el Livro Verde la SI también constituye un fenómeno global con dimensiones político-económicas y sociales, y no está exenta de riesgos. «Noventa por ciento de la población del planeta jamás tiene acceso al teléfono. ¿Cómo evitar, entonces, que las nuevas tecnologías incrementen todavía más la disparidad social entre las personas, las naciones y los bloques de países? Los países y bloques políticos, desde mediados de la década de los 90 enfrentan las oportunidades y los riesgos que rodean al futuro y, reconociendo la importancia estratégica de la Sociedad de la Información, toman iniciativas para asegurar que esa nueva era vendrá en su beneficio» (Takahasi, 2000).
Un esfuerzo similar fue realizado en Chile para la elaboración del documento oficial que fue presentado en enero de 1999 (Comisión Presidencial, 1999). En Centroamérica la Fundación Acceso (www.acceso.or.cr) con la participación de investigadores como Kemly Camacho, Juliana Martínez y Evelyn Zamora elaboró varias útiles monografías tanto para el conocimiento y la propagación de Internet como para su apropiación por parte de la sociedad. Y en el área del Caribe la Fundación Funredes (www.funredes.org) establecida en República Dominicana y dirigida por Daniel Pimienta viene realizando desde 1993 una sistemática tarea de análisis de los usos sociales de las redes informáticas así como una indagación de la presencia de las lenguas latinas en Internet.
Con prudente escepticismo, Hopenhayn (2003) ha exhortado a no confundir experiencias exitosas pero limitadas con el panorama de carencias que sigue definiendo a la Red en nuestros países: «Si bien es cierto que hay casos ejemplares de alumnos de colegios pobres que logran dialogar desde las terminales en la sala de la escuela con pares de ultramar, comparando grafittis o experimentos de biología, debe reconocerse que en América Latina tenemos hermosos y heroicos casos singulares, pero políticas públicas muy insuficientes en este campo».
La variedad de experiencias y ritmos en el desarrollo de Internet en América Latina ha dificultado la elaboración de estudios panorámicos. Un esfuerzo plausible es el que han sostenido los investigadores alemanes Herzog (2001), Schultz (2002) y Hoffman (2004) del Instituto de Estudios Iberoamericanos (IEI) de Hamburgo. Y aunque menos abundantes, también han surgido reflexiones críticas sobre las realidades y la definición misma de la SI como, destacadamente, la que ha emprendido Pasquali (2003).
Los usos ciudadanos de la Red, el papel que desempeña en la creación, propagación o difuminación de las identidades sociales y nacionales, y la forma como ha sido aprovechada por algunos movimientos sociales han sido temas frecuentados por autores de muy variadas perspectivas analíticas y políticas. Sin embargo, a menudo se estudia más la singularidad o extravagancia que implica el uso de Internet para cumplir con tareas que habitualmente se desempeñaban por medios tradicionales, que los contenidos específicos difundidos a través de ésta.
Rafael Capurro (2000), profesor uruguayo de Ciencias de la Información en Stuttgart, deploraba hace casi un lustro la escasez de estudios sobre los rasgos culturales en los sitios de Internet: «Esto se refiere a la forma cómo culturas locales por ejemplo ciudades, regiones, países, pero también individuos, empresas, grupos se presentan en la Red destacando sus peculiaridades culturales, por ejemplo, a través del lenguaje, los colores, los símbolos, etc. Este tipo de estudios debería mostrar no sólo diversos tipos de mestizajes culturales sino también la apertura y la porosidad intercultural, así como también la persistencia de prejuicios, preferencias e intereses. Este tipo de estudios podría mostrar, también, de qué forma los conflictos políticos y culturales se reflejan en Internet y qué tipo de problemas genera este espacio que recubre, por así decirlo, la estructura de límites geográficos, culturales y legales cuya delimitación ha determinado la historia de la humanidad desde sus comienzos. Se trata entonces de algo que incluye pero va más allá de la pregunta acerca de si existe o no, por ejemplo, una forma específicamente latinoamericana de usar la Red».
A partir de la divisa «Internet para todos», varios autores han descrito experiencias en el uso comunitario de la Red. Entre ellos se encuentran León, Burch y Tamayo (2001). Por su parte, Galindo (1997) abordó la utilización de la Red por parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, un caso muy comentado pero escasamente estudiado.
La instalación de telecentros y el auge de cibercafés han sido analizados por Robinson (2001). Al uso de la Red por parte de los jóvenes se asomaron, atendiendo a sus consecuencias laborales, Crovi y Girardo (2001). Más recientes son los acercamientos de autores venezolanos como Lozada (2004) y Martínez (2004) de las universidades Central de Venezuela y de Zulía, respectivamente, que han explorado los usos ciudadanos de Internet en circunstancias políticas específicas.
La profesora argentina Susana Finquelievich (1998 y 2000) ha invertido especial dedicación a promover el diagnóstico de las relaciones entre la Red y el entorno urbano. «De las redes de ciudadanos evolucionamos hacia la ciudad-red, y de allí, a un mundo que no se hace más reducido, pero sí inextricablemente complejo, en el que las acciones locales repercuten a nivel global y viceversa», sostiene en el más reciente de esos trabajos. Desde otro punto de vista, más ligado a la cibercultura que a la sociología, André Lemos (2004) considera, en Brasil, que «las ciberciudades pasan a ser pensadas como formas de restablecer el espacio público, colocar en sinergia diversas inteligencias colectivas y reforzar lazos comunitarios».
Novedad y desafío, el ciberperiodismo ha sido tema de recuentos, como los de Islas y otros (2002) y Navarro (2002), especialmente pertinentes en vista del interés que el tema ha comenzado a despertar en las escuelas de comunicación. El empleo de la Red como anfitriona de medios convencionales ha sido abordado en Islas y Gutiérrez (2000); investigadores que encabezan el Proyecto Internet del Instituto Tecnológico de Monterrey editor la revista electrónica Razón y Palabra (www.razonypalabra.org.mx) y están a cargo del grupo de trabajo sobre SI e Internet de ALAIC.
Sin embargo, Internet como espacio de comunicación e interacción con singularidades que no se encuentran en los medios convencionales, se estudia poco. Raisa Urribarri (1999), profesora de la Universidad de Los Andes en Trujillo (Venezuela), ha adaptado los enfoques latinoamericanos de las teorías de la comunicación para proponer un uso participativo de la Red.
En el campo de la educación, en cambio, los usos de Internet han sido abordados en numerosos trabajos fundamentalmente técnicos. En este recuento sólo mencionamos, por sus aportaciones conceptuales y el creativo realismo que lo anima, el ensayo de Brunner (2003) sobre Internet como palanca educativa.
La Red en Latinoamérica como espacio de relaciones sociales que no necesariamente ocurren fuera de línea y como medio para nuevas manifestaciones culturales ha sido examinada desde contrastantes perspectivas y siempre tomando como punto de partida las reflexiones de autores de otras latitudes. A los trabajos de Piscitelli (1995 y 2002) se han añadido enfoques como los del también argentino Romano (2000), que entiende a las comunidades virtuales como «nuevas masas psicológicas artificiales», y el mexicano Galindo (2001), que con la óptica de la comunicación explora, entre otros temas, la formación de comunidades virtuales.
Desde el campo de la psicología, pero sin fundamentalismos disciplinarios, el uruguayo Balaguer (2003) emprendió una revisión de las implicaciones culturales de la Red en el más amplio sentido del término. «Internet es un nuevo espacio psicosocial que podrá ser vivido por cada cibernauta según su deseo, sus posibilidades y, también, sus limitaciones», acota.
Las relaciones afectivas en espacios como el chat y las tensiones entre erotismo y censura son discutidas sin intolerancias por Sánchez (2001). Las posibilidades de las nuevas tecnologías para abrir los sentidos a percepciones distintas de las convencionales, incluyendo una disquisición sobre cyborgs y robots, son temas abordados por Yehya (2001). Por su parte, Gómez Cruz (2003) ha discutido las imbricaciones entre cibersexo y comunidades virtuales. Mientras que, años atrás, Cafassi (1998) coordinó, en Buenos Aires, una serie de estudios sobre privacidad, subjetividad, virtualidad y otros temas relacionados con Internet.
André Lemos (2003) sondea la relevancia de la técnica en la vida contemporánea para la creación de una cibercultura a la que entiende como «una forma socio-cultural que emerge de la relación simbiótica entre la sociedad, la cultura y las nuevas tecnologías de soporte micro-electrónico que surgieron con la convergencia de las telecomunicaciones y la informática en la década de los años 70». Este investigador, junto con Marcos Palacios, encabeza desde 1997 en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Bahía, en Brasil, el Centro de Estudios e Investigación en Cibercultura (www.facom.ufba.br/ciberpesquisa). Tres grupos de trabajo en ciberciudades, periodismo en línea e Internet y política, así como la revista electrónica 404nOtF0und forman parte de las tareas de este colectivo académico.
También en Brasil, en la Universidad Federal de Río de Janeiro, el grupo Ciberidea (www.eco.ufrj.br/ciberidea) coordinado por Paulo Vaz y con una perspectiva que incluye a la comunicación, la filosofía y la psicología estudia las transformaciones culturales, especialmente en las relaciones entre los individuos, que suscitan Internet y el resto de las nuevas tecnologías.
Naciente y dispersa, creciente y diversa, la investigación latinoamericana sobre Internet no alcanza a consolidar una escuela ni se reduce a orientaciones metodológicas específicas. La admiración ante las posibilidades de este medio ha suscitado descripciones que comienzan a estar acotadas por consideraciones críticas. Las insuficiencias en este campo son proporcionales a la magnitud de Internet y su importancia. Tenemos muchas monografías, pero poca teoría acerca de la red de redes. Faltan estudios de caso, pero también ojeadas regionales. Se trata de un territorio académico desafiante y fascinante que está ganando un sitio propio dentro de las ciencias sociales en América Latina. Es importante que así como se cuestiona y combate la brecha digital en nuestros países, también logremos abatir la grieta que en algunos casos se mantiene entre el campo de la comunicación y el estudio de Internet.
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Artículo extraído del nº 61 de la revista en papel Telos